Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

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Nº 210

24 de Jul. 2011

 

BOLETÍN MONOGRÁFICO: EL PALMAR DE TROYA

 

1. Muere "Pedro II", el segundo "papa" del Palmar de Troya.

2. El padre Sergio María accede al trono pontificio del Palmar con el nombre de Gregorio XVIII.

3. Los orígenes del Palmar de Troya, según las crónicas de 1976.

4. En 2005 murió el fundador, el papa Clemente, y lo sucedió Manuel Alonso.

5. En 2003 la Iglesia Palmariana tuvo que vender sus propiedades en Sevilla.

6. Un periodista español escribió un libro sobre el Palmar de Troya 40 años después.

7. ¿Quiénes son los Carmelitas de la Santa Faz? La historia de un cisma.

8. Así relató la prensa una Semana Santa celebrada por la secta en los años 80.

9. En 1986 se rodó una película sobre los hechos del Palmar de Troya.

 

 

1. Muere "Pedro II", el segundo "papa" del Palmar de Troya.

FUENTE: ABC

 

 

El pasado viernes, día 15 de julio, falleció en la basílica del Palmar de Troya, a los 76 años, el extremeño Manuel Alonso Corral, conocido por sus feligreses como Pedro II, segundo papa apóstata que sucedió al líder y fundador de la Iglesia Palmariana de los Carmelitas de la Santa Faz,Clemente Domínguez(autoproclamado como Gregorio XVII), tras su muerte en 2005, según quedó registrado en la partida de defunción del Registro Civil de Utrera. Así lo cuenta la edición sevillana del diario ABC, en un artículo firmado por José Manuel Brazo Mena.

Sobre las causas de la muerte de Manuel Alonso, el investigador Manuel Molina, autor de Los secretos del Palmar de Troya. Historia de una herejía, comentó que el «pontífice palmariano» podría padecer desde hace tiempo una larga enfermedad, pero su evolución no se conocía, dado el secretismo que mantiene la orden de la Santa Faz, sobre todo en los últimos tiempos, cuyo estricto código de conducta impide cualquier relación con los habitantes del poblado utrerano.

La noticia del fallecimiento apenas trascendió los altos muros de la Alcaparrosa, finca en la que se encuentra la basílica, en las proximidades de la entidad local autónoma (ELA) del Palmar. No obstante, algunos vecinos pudieron oír el pasado sábado, 16 de julio, las campanas de la iglesia palmariana «tocando a muerto», en la festividad de la Virgen del Carmen, además de apuntar que en esa misma fecha se oficiaron las exequias funerales de Manuel Alonso, en la propia cripta de la Orden, donde también se encuentra ubicada la tumba de Clemente Domínguez.

Se da la circunstancia que el día del fallecimiento de Alonso Corral, El Palmar celebraba sus fiestas del Carmen con toda normalidad, mientras que en el recinto de la Alcaparrosa, según cuentan los vecinos, los curas palmarianos sacaron a la Virgen en procesión por los alrededores de la basílica, como de costumbre, con toda la parafernalia y mucho repique de campanas y cumpliendo así con su tradición anual.

En cuanto a la crisis que atraviesa la Orden de la Santa Faz, especialistas en la materia, han subrayado que se agudizó con la muerte del «tragicómico y megalómano Clemente Domínguez», quien nombró como sucesor a Manuel Alonso, su abogado y confidente. «El nombramiento de Alonso como pontífice, que eligió el nombre de Pedro II y el lema de Cruce Apocalíptica, trajo consigo una fractura dentro de la Iglesia Palmariana ya que muchos obispos y fieles a la secta la abandonaron al conocer el sucesor. Ahora, ante este declive de la Orden, es probable que no se nombre un nuevo papa».

Visiones

En opinión de Manuel Molina, a la falta de captación de adeptos se une la decadencia económica, ya que los religiosos del Palmar han vivido en los últimos tiempos del dinero obtenido con la venta de todos sus inmuebles en Sevilla, donde la orden llegó a tener entre 2.500 y 3.000 metros cuadrados de suelo en pleno centro de la ciudad, quedándole en la actualidad la finca de la Alcaparrosa, con una basílica inconclusa. Ante la merma económica, el escritor ha vaticinado que «esta orden tiene que desaparecer, lógicamente». Manuel Alonso Corral nació en Cabeza de Buey (Badajoz) el 22 de noviembre de 1934. Abogado de profesión, conoció a Clemente Domínguez, y según algunos, iniciaron un plan para que este último fingiese una serie de visiones celestiales.

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2. El padre Sergio María accede al trono pontificio del Palmar con el nombre de Gregorio XVIII.

FUENTE: ABC – Diario de Sevilla

 

 

“Gregorio XVIII, la secta tiene papa”. Así titulaba el pasado 23 de julio el diario ABC de Sevilla su información sobre la sucesión en el movimiento cismático del Palmar de Troya. Reproducimos a continuación el artículo firmado por José Manuel Brazo Mena, donde se refiere que tras la muerte del sucesor del fundador de la orden sectaria, los palmarianos ya tienen nuevo pastor.

Tras las exequias de Manuel Alonso Corral, conocido entre sus feligreses como Pedro II, la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz ha nombrado al padre Sergio María nuevo papa de la iglesia palmariana del cisma, con el nombre de Gregorio XVIII, después del cónclave celebrado esta semana «sin fumata blanca» que ha trascendido los altos muros de la Alcaparrosa, último reducto de una congregación sectaria que se desmorona, en una finca ubicada en las proximidades del Palmar de Troya.

Pese al secretismo que caracteriza a esta orden tildada de «integrismo mariano», que ha roto cualquier relación con el poblado vecino y tiene prohibido a hablar a sus miembros con los habitantes de la pedanía, también se ha conocido que el nuevo «pontífice apóstata», que ejerció de abogado, secretario de estado y fue mano derecha de Manuel Alonso Corral, ya ha encargado su sello papal, en cuyo cuño figura la imagen del Cristo de la Sábana Santa de Turín, según señalaron fuentes cercanas a la basílica.

No obstante, la iglesia palmariana atraviesa una grave crisis interna, agudizada por los problemas financieros, (actualmente viven del dinero obtenido con la venta de sus inmuebles en Sevilla y de las donaciones e ingresos de los ancianos que cuidan), además de los constantes abandonos de fieles en un «éxodo» que, según los expertos, se ha ido incrementando, primero tras la muerte en 2005 del fundador de la Orden de la Santa Faz, el autoproclamado Gregorio XVII, «supremo pontífice del fanatismo más grotesco», y posteriormente durante el mandato de su sucesor, Pedro II, que trajo consigo una fractura entre los palmarianos al conocer su nombramiento.

Del nuevo papa, ha trascendido que ya se estaba preparando para ejercer de máximo pontífice, desde la muerte de Clemente Domínguez (Gregorio XVII), y aunque Manuel Alonso (Pedro II) era el sucesor natural designado por el «tragicómico y megalómano vidente de la Alcaparrosa», el padre Sergio María, un levantino con fama de «agresivo» esperaba paciente la sucesión ante la grave enfermedad que padecía Alonso Corral, desde hacía varios años. Con el nuevo «antipapa», muchos señalan que se recrudecerán las normas, hasta ahora marcadas por un «estricto código de conducta».

La fundación de la Orden sectaria de los Carmelitas de la Santa Faz surgió tras las apariciones marianas en la finca La Alcaparrosa en 1968, donde cuatro niñas de El Palmar cogiendo flores, al parecer, se encontraron a la Virgen en un lentisco, lo que fue aprovechado por Clemente Domínguez, quien declaró tener «visiones místicas», y por Manuel Alonso, su cerebro y confidente, para comprar aquel espacio rústico en 1972 con un donativo de 16 millones de pesetas por parte de una anciana baronesa.

A partir de ese momento, la ascensión de Clemente en su «particular empresa eclesiástica» fue fulgurante, siendo ordenado obispo, en 1976, por el arzobispo vietnamita Ngo Dinh Thuc Pierre Martín. En 1978 afirmó haber tenido una visión sobrenatural que le ordenó autoproclamarse papa, a la muerte de Pablo VI. Restablece el rito tridentino de la misa a perpetuidad y ordena 24 cardenales. La iglesia palmariana proclama santos a Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, Carrero Blanco, Escrivá de Balaguer o don Pelayo, entre otros, y excomulga a los dirigentes de la Iglesia católica.

Las dificultades y la sucesión

El Diario de Sevilla, antes de conocerse la elección del sucesor, publicaba algunos datos interesantes en un artículo de Juan Parejo y Diego J. Geniz. “Es un momento magnífico para que se extingan”, asegura Manuel M. Molina, periodista vinculado muchos años a la Agencia Efe y experto en todo lo relacionado con la iglesia palmariana sobre la que tiene publicados algunos libros. Pero ¿quién será el sucesor del extremeño Manuel Alonso Corral? Poco se sabe debido al enorme hermetismo que impera entre los muros de la iglesia de El Palmar de Troya.

Los expertos coinciden en señalar un nombre: un economista que se haría llamar Sergio María. Se trataría de un hombre de mediana edad del que apenas se tienen datos y que llevaría cierto tiempo integrado en la orden. El sucesor del trono de Pedro II se encontraría con una orden muy debilitada que cuenta con una escisión en Archidona (Málaga), sin las grandes posesiones del pasado, con la mayoría de sus tesoros vendidos o empeñados y con apenas 70 u 80 religiosos entre sus filas.

“La designación del nuevo papa puede ser una incógnita. Clemente antes de morir nombró a Manuel Alonso Corral, persona con la que le unía un gran vínculo, como su sucesor, y el resto de miembros lo tuvieron que acatar. El problema ahora es que la línea sucesoria no estaría tan clara, incluso no sabemos hasta qué punto puede interesarle a nadie”, revela Manuel M. Molina.

Lo cierto, según los expertos, es que en El Palmar de Troya ya llevaban varios años preparándose para la muerte de Pedro II. “Padecía una grave enfermedad y ya estaba enfermo cuando sucedió a Clemente”, explica el investigador José Manuel García Bautista. Este amante del misterio y de los fenómenos paranormales ve claras diferencias entra las dos sucesiones a las que se han tenido que enfrentar los Carmelitas de la Santa Faz: “Estaba muy claro que Manuel Alonso Corral iba a ser el sucesor de Clemente. Realmente era el ideólogo de la orden. Era abogado y se encargaba de los asuntos legales y de las inversiones. Clemente se limitaba a poner la cara. Se podría decir que era como el showman”.

Jorge Molina, uno de los periodistas que más investigaciones ha realizado sobre la iglesia palmariana, también señala al Padre Sergio (procedente de Murcia) como el sucesor de Pedro II, aunque añade que ahora sí podrían surgir discrepancias sobre su nombramiento. “Clemente dejó escrito quién tenía que ser su sucesor. Pedro II no lo ha hecho”. Sobre la figura del que se postula como el nuevo antipapa, Molina mantiene que su carácter difiere de sus dos antecesores. “Clemente y Pedro veían visiones y tenían estigmas, gozaban de un carácter místico del que carece Sergio y esto es un don fundamental para la credulidad tan particular de los fieles de El Palmar”. Para este investigador, el “tan anunciado final” de esta Iglesia podría estar ahora más cerca, cuando ya han fallecido los tres miembros de su grupo fundador.

En cuanto a la situación económica, Molina señala que siguen teniendo ingresos gracias a las donaciones y herencias de las personas mayores que cuidan en la inmensa finca donde se encuentra la basílica.

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3. Los orígenes del Palmar de Troya, según las crónicas de 1976.

FUENTE: El País

 

 

Después de tener noticia del fallecimiento de Manuel Alonso Corral, autodenominado Pedro II como “Papa” del Palmar de Troya (provincia de Sevilla), y sucesor del fundador de esta secta, hemos creído interesante hacer un ejercicio casi de arqueología periodística, buceando en las hemerotecas, y rescatando una serie de cuatro artículos publicados en mayo de 1976 por el recién nacido diario El País, y firmados nada menos que por el periodista y escritor José Jiménez Lozano.

 

REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / 1

Un aluvión de apariciones (José Jiménez Lozano, 9/05/1976)

Las supuestas apariciones de la Virgen en la tierra sevillana de El Palmar de Troya y la extraña mística creada alrededor de los más preclaros videntes de aquel fenómeno han supuesto y suponen un tema de escándalo para muchos, de perfección espiritual para otros y de comienzo de un nuevo cisma en el seno de la Iglesia para algunos. José Jiménez Lozano estudia para El País, en el primer capítulo de una serie de cuatro, este abigarrado y, como él mismo dice, barroco asunto.

El 27 de diciembre de 1969 Clemente Domínguez, -uno de los videntes de El Palmar de Troya y ahora general de la Orden de Carmelitas de la Santa Faz por él fundada -después de haber sido ordenado sacerdote y obispo por Mons. Ngo, antiguo arzobispo de Hué y hermano del presidente vietnamita Ngo Diem-, dijo a sus amigos que tenía que entregar un mensaje celestial a Su Excelencia el Jefe del Estado en su residencia del Pardo y que, «si encontrábamos dificultades para entrar en El Pardo, teníamos que conseguirlo por la brava».

Las pretensiones de Clemente Domínguez eran nada menos las de que el general Franco, en su acostumbrado discurso de fin de año, leyera a los españoles el citado mensaje secreto que Clemente Domínguez había recibido de lo Alto. Clemente Domínguez y sus amigos marcharon, efectivamente, al Pardo, pero los funcionarios del palacio se negaron a dejarlos pasar, toda vez que no tenían concertada audiencia, y se negaron igualmente a aceptarles una carta, indicándoles que la correspondencia para el Jefe del Estado se debía entregar en la secretaría particular del mismo, que funcionaba en el Palacio de Oriente.

Así que el grupo de amigos del Palmar se dirigió hacia allá, aunque a última hora decidió no entregar la carta, ya que en la vecina iglesia de Carmelitas de la Encarnación, en la que entraron cuando se dirigían al Palacio de Oriente, Clemente había visto a la Virgen y ésta le había dicho que el Diablo le había engañado. Un acompañante de Clemente y singular defensor de los fenómenos sobrenaturales del Palmar comentó luego: «Mira que si se nos ocurre asaltar El Pardo, la hacemos sonada».

Comienzo de las apariciones

Un año después, en Roma el 8 de julio de 1970, miércoles, al final de una de las audiencias pontificias, Clemente Domínguez saltó la tribuna del público donde se encontraba, sorteó a la guardia suiza y se hincó de rodillas ante el cortejo que acompañaba al Papa en su silla gestatoria, blandiendo una carta que le fue recogida por un monseñor a una indicación de Pablo VI. Pero la cosa tampoco pasó de aquí. Clemente Domínguez, que ya había estado asociado de alguna forma a los sucesos de Garabandal y se decía llamado por la Virgen, no era, sin embargo, por esas fechas, otra cosa que uno más de los videntes del Palmar, y no de los principales. Aunque ya parecía dispuesto a alzarse con el santo y la limosna, porque, como luego ha mostrado, no le faltaba lo que en un cierto argot se llama, con cierto “místico” eufemismo, «santa osadía» o «santa audacia».

Las apariciones en El Palmar de Troya, en una finca llamada La Alcaparrosa, a unos tres kilómetros de aquel pueblo y a quince de Utrera, en la provincia de Sevilla, comenzaron un 30 de marzo de 1968, junto a un lentisco situado a un centenar de metros de la cerca de dicha finca, que bordea la antigua carretera de Cádiz, y sus primeras beneficiarias fueron cuatro niñas, Ana GarcíaAna AguileraRafaela Gordo y Josefa Guzmán, que pronto desaparecerían del escenario, porque la Virgen, de cuya presencia se hablaba, comenzó a revelarse en seguida a otras muchas personas y, al parecer, ya no a las primitivas videntes: a Rosario Arenillas, del Palmar de Troya, el 11 de abril; a María Marín, de Utrera, el 20 de mayo; a María Luisa Vila, de Sevilla, el 6 de junio, y luego, en ese mismo año, a otros muchos, mientras que Clemente Domínguez tuvo que esperar a tener su primera visión celestial el 30 de septiembre de 1969.

Pero los personajes celestes que aparecían también fueron multiplicándose, y el P. Pío de Pietralcina, Santo Domingo de Guzmán o San Fernando, e incluso el Padre Eterno, con su propio nombre y aspecto de imaginería popular, han hecho presencia en El Palmar. María Luisa Vila, María Marín y Rosario Arenillas han comulgado con extrañas especies eucarísticas que los Ángeles extraerían de los sagrarios de las iglesias católicas, exactamente como había venido ocurriendo en Garabandal y en Ladeira, y el 14 de septiembre de 1970 la Virgen llegó a dejar al cuidado de María Marín, en su propia casa, al Niño Jesús, durante veinticuatro horas. Y ésta se interesaba por el éxito de su cometido, preguntando: -«¿Te lo cuido bien, Madre mía? ¿Estás contenta? ¿Qué tengo que darle? ¿Le preparo el biberón? ¿No toma nada? ¿Está dormido…? ¿Que se ha despertado? No me había dado cuenta».

En julio de ese mismo año, la misma María Marín había cortado al mismo Niño Jesús un rizo de pelo, rubio por cierto, por encargo del P. Luna, y en el libro que este clérigo dedicó a los sucesos del Palmar, La Madre de Dios me ha sonreído, puede verse una fotografía del rizo, colocado entre cristales como una preparación de laboratorio, y el acta testifical del hecho, firmada por doce testigos.

En otra especie de prueba, el mencionado P. Luna ofreció a la vidente un bolígrafo para que la Virgen lo besara, pero María Marín argumentó que «la Virgen no besa bolígrafos… A lo mejor no le gusta. Una vez me lo tiró». La aparición, sin embargo, reclamó luego el bolígrafo en cuestión, y la vidente, que había visto ya que no se trataba de un bolígrafo, sino de un aspersor de agua, bendita o hisopo portátil -extraño adminículo litúrgico, por cierto, pero que quizás simboliza un cierto concepto de lo que debería ser en opinión de muchos el aggiornamento de la Iglesia-, la roció con él de agua bendita, y el Niño Jesús, entonces, se sonrió y se santiguó. A María Luisa Vila, por su parte, los estigmas de la corona de espinas, y más tarde Clemente Domínguez llevaría sobre su frente una herida en forma de cruz.

Tapieros

Clemente Domínguez se hizo en realidad en seguida con los acontecimientos del Palmar, y las anteriores videntes parece que se quedaban por fuera de la tapia que rodeaba a la finca. Los partidarios de estas videntes eran llamados los tapieros por los partidarios de Clemente Domínguez, y durante algún tiempo hubo sus más y sus menos entre ambos bandos. En 1970 hizo también su aparición el Demonio, al que vio la propia María Marín además de un tal Manolo, que, como consecuencia de ello, sufrió convulsiones poderosas.

Por el lado de las apariciones celestiales, se había mostrado también la Santa Faz de Jesús, y para el 15 de mayo de ese año Clemente Domínguez había movilizado de tal manera a la opinión, que ese día se reunieron en El Palmar unas cuarenta mil personas. Había allí enfermos de todas clases, ciegos, cojos, subnormales y sordomudos, y Clemente Domínguez no dudó en prometer milagros.

El monitor o traductor de las revelaciones de Clemente dijo por los altavoces: «El que verdaderamente tenga fe, aunque esté paralítico, que se levante sin miedo, y a que el que tenga miedo es que desconfía de mi poder… A los ciegos les pido que abran los ojos, pero antes que abran sus corazones y que me metan en ellos. Se obrarán grandes milagros. Sólo un momento de duda bastará para no curarse. El cielo obra prodigios con la colaboración de los hombres», y al día siguiente, el ABC de Sevilla decía incluso que un sordomudo había conseguido hablar. En adelante, de todas formas, en El Palmar, al decir de sus partidarios, ocurrirán toda suerte de prodigios y curaciones.

Pero los mensajes celestes iban adquiriendo un tono mucho más resuelto y menos sentimental. El 12 de diciembre. Clemente Domínguez recibe el siguiente: «Que se extienda y proclame el rezo del Santo Rosario de cincuenta Padrenuestros, cincuenta Avemarías y cincuenta Glorias con Ave María Purísima; que se extienda a todo el mundo la adoración de la Santa Faz del Señor; la salvación del mundo está en hacer lo que se ha dictado en este mensaje», y es Santo Domingo de Guzmán quien habla así.

Unos días más tarde la Santa Faz dice, por su cuenta: «En verdad, en verdad os digo: el que no ama a mi Madre no me ama a Mí, ni al Padre; por tanto, yo lo tendré en cuenta en el día del Juicio», y a su vez, la Inmaculada: «Yo os digo que a quien no adorare la Faz de mi divino Hijo, yo no le oiré», y el propio Padre Eterno: «La adoración del Rostro divino de mi Hijo la tenía preparada antes de la creación del hombre, porque ya estaba en mi mente». Y, todavía, el Sagrado Corazón de Jesús: «Quien adorare mi divino Corazón y no adorare mi divino rostro, no tendré compasión de él». Ni de la sintaxis, si se permite decirlo.

Santo Domingo de Guzmán, de nuevo, ordena, en fin, que el Papa prescriba que toda la Iglesia adore la Santa Faz, todos los mediante la práctica del Viacrucis, y, lo que aún es más perentorio, «que el Papa acepte datos que Dios le manda por medio de las apariciones en todo el mundo, que el Papa obligue a colocar en todas las Iglesias del mundo el Santo Rostro de Jesús». Y, comparado con esto, la opinión de Fernando III, el Santo, que hizo también su aparición, apenas si es relevante: «El sevillano que no defiende a la Virgen no es de esta tierra. No lleva la raigambre de la mariana, invicta, noble y heroica ciudad de Sevilla».

Aunque esta opinión iba a afectar, enseguida, al cardenal-arzobispo de Sevilla, que en esas fechas desautorizó lo que en El Palmar estaba ocurriendo, mientras la advertencia canónica de éste no afectaría para nada, como es lógico, a quienes tenían línea directa con el Más Allá y de hecho se constituían en cabezas de la Iglesia si se seguía la opinión de Santo Domingo de que en adelante el propio Papa tendría que estar a expensas de sus mensajes. Acababa de nacer la Iglesia del Palmar de Troya, la verdadera y única Iglesia, ya que, como en seguida se iba a decir sin tapujos, la Iglesia de Roma estaba totalmente corrompida a partir del Vaticano II.

 

REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / 2

Roma prostituida, y la nueva iglesia del apocalipsis (José Jiménez Lozano, 11/05/1976)

Benito de Nursia, como el resto de los fundadores de órdenes religiosas, tuvo que inventar él mismo una regla o forma de vida e incluso la Iglesia se ha tenido que dar su constitución jurídica a través de los tiempos, pero Clemente Domínguez afirma que ha recibido de lo Alto no sólo la idea de la nueva orden, en realidad nueva Iglesia o Iglesia íntegra de los Carmelitas de la Santa Faz, sino hasta el horario a que ha de someterse y la dieta que ha de observar. Dicta sobre la que, sin embargo, los mensajeros celestiales parecen haber estado dudando, ya que, por ejemplo, después de haber aconsejado o prescrito cuatro cafés diarios y prohibido el tabaco, se ha vuelto sobre lo dicho en una visión posterior y se han autorizado otras dos tazas de café y se ha permitido fumar.

La orden está constituida l) por los hermanos, 2) por las hermanas, y 3) por los casados. Los clérigos constituyen una orden independiente, mientras es Dios mismo quien pone sobre los hombros de Clemente la fundación y dirección de toda esta institución: «Orden de los Últimos Tiempos que se prepara al recibimiento de mi próxima Venida. Brillaréis como las estrellas en la tierra para luego reinar Conmigo en el Cielo. Seréis la Orden reparadora de los Últimos Tiempos». El mismo hábito y el escapulario también han sido diseñados por los celestes alfayates, y nada tiene de extraño, entonces, que el mismo Cielo haya entregado ya completa toda la nueva teología de la nueva Iglesia y preparado su levantamiento con ordenaciones sacerdotales y episcopales que constituyan una nueva Jerarquía eclesiástica para sustituir a la de la Iglesia católica, corrompida y herética y carcelera, además del Papa Pablo a quien se servirían productos químicos en el vino de la celebración eucarística para mantenerle inconsciente, imposibilitado de actuar y martirizado.

La Iglesia vive «una crisis de confusión, de error, de división, herejías, apostasía. La Nave anda recibiendo tempestades como nunca ha recibido. Sólo un pequeño grupo en varias partes del mundo conservan la integridad en la Fe, la Santa Doctrina. Hoy en día que aparecen falsos Pastores, falsos Doctores, falsos Profetas: La Iglesia vivirá un gran cisma. Es necesario que el Palmar de Troya restablezca la Santa Tradición de la Iglesia, la Santa Doctrina, la Fe Católica», dijo la Virgen a Clemente, el 2 de diciembre de 1975, y el 1 de enero de 1976, Mons. Pedro Martín Ngo Diem Thuc ordenaba sacerdotes a Clemente Domínguez y a otros cuatro fieles de El Palmar de Troya, que, a seguido, el día 10, serían consagrados obispos.

Más tarde, a éstas siguieron otras ordenaciones. Y éste es el verdaderamente serio desafío lanzado a la Iglesia: «Y ahora que venga un obispo y contradiga toda esta Doctrina de esta noche -dijo el propio Jesucristo a Clemente Domínguez esa misma noche del 10 de enero-, que demostrará que tiene poco de obispo. Porque esta Doctrina de esta noche va completamente de acuerdo con la Doctrina Tradicional de la Iglesia que este pobre pecador que transmite no ha aprendido porque no ha ido al Seminario. Ha estado en el Seminario del Palmar de Troya. Si hubiera ido al Seminario Oficial se hubiera corrompido y prostituido como los demás. Por esto es necesario la urgente construcción del Seminario en este Sagrado lugar. Y una cosa os pido: ¡Nada de largos años de estudio! Breve estudio y mucha oración y penitencia y vendrá la Luz para todos».

Incluso el propio Pablo VI se trasladará allí para gobernar. «El marxismo jamás perdonará al Papa. ¡Jamás! -siguió diciendo Jesucristo a Clemente Domínguez-. Si los marxistas pudieran destrozarían al Papa. Mas su Ángel Protector, especialísimo, lo impide en todo momento, hasta que llegue la hora. Pero los marxistas sienten deseos fortísimos de pisotear al Papa. Porque saben que el Papa con su sufrimiento aplastará el comunismo». Y la obsesión comunista vuelve, más tarde, de nuevo, a propósito de lo conveniente que le parece al Cielo el que los futuros sacerdotes no estudien: «Vosotros no tenéis necesidad dé aprender las teorías de Mao Tse-Tung, Che Guevara, Fidel Castro y de tantos otros como se enseñan hoy en los Seminarios oficiales». Pero el arma poderosa, en fin, contra todo el cataclismo eclesial es el Rosario de cincuenta Padre Nuestros y Ave Marías, y en la redacción de estas últimas se ha introducido una pequeña modificación: «Santa María Madre de Dios y Madre nuestra, etc.».

La nueva teología

Tal es la teología de la nueva Iglesia de El Palmar de Troya, partidaria de la barba en sus obispos, sacerdotes y fieles y, así mismo, de la alimentación abundante, del latín y de los besos en el suelo, y, ni que decir tiene, de la tonsura clerical y la sotana, de la Santa Inquisición, como manifestó el propio Clemente Domínguez, y, desde luego, de los golpes de báculo ya que la propia Divina Pastora tiene un báculo y «lo tiene para expulsar a los lobos y dar baculazos como ha dado uno a una Jerarquía, cumpliendo su misión más adelante comprenderéis todas estas maravillas». Y, aquí, surge la pregunta inevitable, mucho más inevitable aún si se ha pisado El Palmar y se ha visto con los propios ojos aquella especie de aquelarre entre «místico» y divertido, trágico y pintoresco a la vez: ¿Cómo es posible todo esto en 1976? La respuesta, aunque parezca paradójica, sería: precisamente porque estamos en 1976.

Cuando yo llegué al Palmar a mediados de marzo pasado, la situación del lugar era un poco la del cementerio de San Medardo, de París, en 1732, cuando el rey ordenó fijar en el lugar un cartel prohibiendo a Dios hacer allí milagros, es decir, prohibiendo las curaciones, cánticos y gimnasia mística, a veces un tanto atrevidas, que se venían registrando allí, junto a la tumba del diácono François de París y contra la Bula papal Unigenitus.

En El Palmar, el arzobispo de Sevilla y la Nunciatura habían pronunciado excomuniones y el Juez de Utrera había prohibido, días atrás, a los recién estrenados obispos el uso del hábito talar episcopal y la celebración de la misa, pero el ambiente del lugar y de sus partidarios no era en modo alguno apesadumbrado y desde una humilde mujer de la orden, que se llamaba a sí misma «apóstol», hasta Louis Henri Moulins, uno de los obispos recientes y otros colegas suyos estimaban que todo ello sucedía para que se mostrara el poder de Dios y se aclararan las cosas precisamente respecto a la Iglesia oficial. Su indudable espíritu mesiánico y apocalíptico y un cierto masoquismo espiritual que continuamente habla de sufrir y padecer por Dios como para hacer a éste un regalo o proporcionarlo algún placer, explican muy bien este hecho, y ciertamente, en El Palmar todo es, al fin y al cabo, coherente.

Las apariciones de El Palmar comienzan cuando las apariciones de Garabandal, en Santander, aún no habían cesado sino que por el contrario parecían haber encontrado algún eco, en 1964, en el entonces prefecto de la Congregación de la Fe, antiguo Santo Oficio, cardenal Ottaviani, aunque habían sido desautorizadas por el obispo de la diócesis, y estaban en pleno auge las otras apariciones de Ladeira, en Portugal, donde una campesina, María de la Concepción Mendes Horta, venía recibiendo la Eucaristía administrada desde lo Alto, viendo sangrar a un crucifijo y ocasionando «lluvia de Formas» eucarísticas.

En Garabanadal y Ladeira, se hablaba de oración y penitencia por la conversión de Rusia, pero también del «mal camino» que estaba tomando la Iglesia. En ambos lugares había reminiscencias y como un cierto mimetismo de Fátima, y, sobre todo, quedaba acentuada la posibilidad de una utilización política de las apariciones contra lo que se llamaba apostasía del clero y que otra vidente de por fortuna, Amparito Guasp Pérez, de El Pardo, formulaba con las palabras de su propio mensaje celeste dirigido específicamente a los sacerdotes diciendo que muchos de éstos «entienden la vida peor que los animales» y añadiendo que, aunque el Cielo quiere «buenos seglares», «no quiero que me toquen» en la Eucaristía, al recibirla en la mano: una fórmula litúrgica ahora resueltamente aprobada por la Jerarquía, pero que también ha venido horrorizando, y haciendo gastar muchas energías en su contra a los miembros del Opus Dei, sobre todo.

Terror

Los católicos, los cristianos «puros» e íntegros se mostraban realmente aterrados ante la evolución de la Iglesia tras el Vaticano II y se prestaban a una nueva Contra-Reforma o a la lucha contra Armagedon. Los visionarios de estos años mostrarán un gusto cada vez más decidido por lo apocalíptico y, por ejemplo, el 13 de mayo de 1972, día en que se conmemoraban las apariciones de Fátima, un bulo que corrió por el norte de España, por Bilbao concretamente puede ofrecernos muy bien la imagen de cuánta perversidad moral y cuánta estupidez llega a encerrarse en el fanatismo religioso. Dicho bulo hablaba de que el Papa Pablo había abierto la famosa carta de Sor Lucía, una de las videntes de Fátima, y que en ella se afirmaba que todos los primogénitos solteros de las familias españolas morirían, ese 13 de mayo, «como expiación por los pecados de la humanidad». Algunos niños llegaron angustiados a sus casas y muchos adultos acudieron precipitadamente a los confesionarios, aquel día, sin pararse a pensar en clase de divinidad sería la que mostrara esos espantosos propósitos.

El comentario de Lucrecio es aquí desgraciadamente pertinente: «Tantum potuit religio suadere, malorum». Tan pertinente como el recuerdo de la más discutible afirmación de Marx acerca de la religión como opio en El Palmar de Troya, porque, realmente, allí lo religioso se muestra presente no precisamente para dignificar al hombre. Suponiendo que tuviera algo religioso el espectáculo, de aquellas videntes, en trance.

 

REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / 3

Una apoteosis supercatólica (José Jiménez Lozano, 12/05/1976)

En El Palmar se encuentra la que François Mauriac llamaba, sin ánimo ninguno de superioridad, sino incluso con una admiración secreta por la simplicidad de su espíritu y también por sus virtudes no pequeñas, «la santa fauna de las misas de los días de trabajo», es decir, los fieles de las viejas novenas y sabatinas, las procesiones y el culto a Santa Rita abogada de lo imposible, pero también un colegio de puros muy conscientes de su elección divina y cuya seguridad y talante de secta, irrita un poco.

Y el grupo de visionarias que recuerdan las beatas revelanderas de que hablaba el inquisidor Valdés, cuando advertía contra el peligro de poner al tanto de cuestiones teológicas a «mujeres de carpinteros». Al oírlas hablar con entera familiaridad de Dios, como podrían hablar de la cesta de la compra, sólo que en un lenguaje sostenido en sus metáforas por los viejos cromos de los viejos catecismos e Historias Sagradas o de las novenas misticoides del XIX, se debiera uno de acordar de Voltaire y sonreír benévolamente o de algunas denominaciones psiquiátricas muy obvias y recomendar un tratamiento, pero, inevitablemente, se acuerda uno más bien de esa Santa Inquisición que la Iglesia íntegra de Clemente Domínguez quisiera ver resucitar y se siente escalofrío al pensar en qué hubieran parado estas piadosas dicharacherías en aquellos tiempos inquisitoriales.

Se imagina uno estar hablando con la Beata de Piedrahíta o Magdalena de la Cruz y se escucha el chisporrotear del brasero o el tintineo de los grillos de una cárcel o se ve el colorido del emplumamiento. Por una sencilla razón: porque El Palmar en un tiempo tridentino como aquel es más que probable que se hubiera resuelto así. Por fortuna, estamos en tiempos de mayor humanidad y libertad y resultaría intolerable que se tomara una medida de fuerza contra estas gentes, aunque también se siente alguna irritación cuando se ve a una enferma postrada en su cama o a una niña llorando, al pensar en su madre condenada por los médicos, que parecen esperar algo de los rezos y éxtasis de esta mujeruca que está a mi lado, respira con dificultad, al hablar con una voz gangosa, y dice nimiedades indignas de cualquier inteligencia media o expresa amenazas celestes contra aquellos de nosotros que la vidente supone -y supone bien- estamos muy lejos de aceptar el juego.

Un poco antes de este show pseudomístico, otra iluminada que blande un enorme crucifijo y habla episcopalmente desde una especie de solemnidad física hecha de gordura bien cuidada y algo así como una mitra que es lo que me parece su mantilla blanca, habla de la santidad de los «padres» de la nueva Iglesia que algunos sábados por la noche, como éste, sufren incluso pedradas por parte de los habituales a las salas de fiesta sevillanas después del cierre de éstas. Ella confiesa que los defenderá con «el Cristo» y que golpeará igualmente con él a quien se burle de lo que aquí pasa. Todavía otro poco antes, los cantos de estas mujeres le devolvían a uno a la infancia, a los meses de mayo del colegio donde se cantaba el «Salve Madre en la tierra de mis amores», y se podía observar lo fácil que es entrar en esta Iglesia o Congregación en cuanto alguien pregunta simplemente si puede quedarse. La novicia cantó algo para mí desconocido ante el altar, acompañada de sus introductores, y quedó admitida. Luego lloró abundantemente durante la aparición que se nos sirvió.

Todo esto tenía lugar en el hangar de plástico verde y transparente levantado en el terreno de las apariciones donde estuvo el lentisco que la devoción de los fieles concluyó por arrancar y donde se levantarán, según me dijo el obispo Arana, un hospital, una iglesia y un convento de hermanas. El hangar conserva su estructura metálica bien visible, y una cosa así da al conjunto un aspecto fantasmagórico. La luz del sol cae, verdosa, sobre los rostros de los orantes que interminablemente rezan rosarios y más rosarios, y el cerquillo monacal de los padres y hermanos y el pañuelo rojizo de las hermanas, puestas con los brazos en cruz algunas de ellas, y todos ellos de rodillas ofrecen una impresión poderosa. Pronto se distingue el aspecto predominante no nativo de los allí presentes en oración -irlandeses, en su aplastante mayoría- y su tez blanca parece cadavérica con el montaje de aquella luz. Todo da la sensación de ser una película sobre alguna extraña secta religiosa o alguna evocación medieval de Bergman, aunque en seguida reconoce uno el pésimo gusto católico del peor barroco y del peor Olot ambos reunidos.

Imágenes

Los orantes aparecen separados de los curiosos y otros asistentes por una verja junto a la que lucen varios cirios. Ante ellos, en una plataforma de baldosín o piedra artificial, que besan al entrar y salir, y, sobre un pedestal, hay una vitrina con una imagen de la Virgen del Carmen con escapularios de la Santa Faz en la mano, lo mismo que el Niño Jesús que tiene en sus brazos. A su alrededor, cuatro farolas, y, en torno de la imagen, cuatro estatuillas no cromadas: San José y una paloma, que representa muy dificultosamente al Espíritu Santo, ante la Virgen; San Fernando y el P. Pío de Pietralcina, detrás. A los pies de la Virgen, un gran cromo de la Santa Faz, que los monjes y monjas de esta Iglesia besan y tocan continuamente con pasión, más que con ternura, creo yo.

En torno al altar, hay sacos de cemento y ladrillos, porque se está en obras para cercar un poco aquel recinto, y algunas sillas de tijera. La iluminación de la noche es muy pobre y vacilante, y la aparición tuvo lugar en un lugar de demasiada penumbra, fuera casi del hangar. Un poco más lejos, antes de llegar a él, sobre la puerta de una roulotte hay una inscripción en inglés, que dice: «Esta es la Casa de la Madre de Dios. Bethlem». Los religiosos y obispos salen con frecuencia de su lugar de oración y es harto fácil conectar con ellos. De vez en cuando, uno de los hermanos se encamina al pozo, ordenado hacer por la Virgen, y saca agua para algún enfermo o peregrino. Una monja me dijo que estaba cerrado, porque había gentes que los querían mal y podían echar allí algún gato o perro, o veneno incluso, y poner entonces las cosas peor de lo que estaban.

Sobre el brocal del pozo hay una inscripción: J. Delaney, 1975. Es el nombre de uno de estos clérigos ahora obligados a vestir de paisano y que quizás mañana sea también uno de estos obispos cuyo anillo dorado tiene una simple cruz, mientras su pectoral crucifijo metálico es de los más humildes y clásicos. El obispo Louis Henri Moulins vestía, sin embargo, de sotana y le encontré rezando el breviario a la sombra que proyectaba el hangar; y sotana vestía un joven clérigo que llegó allí por la noche y a quien una de las mujeres preguntó si tenía lista la ropita para el Niño Jesús.

Sotana vestían, en fin, los dos irlandeses que me recibieron al día siguiente en lo que llaman la Casa Generalicia de Sevilla. Los dos fueron extremadamente corteses y se desvivieron por proporcionarme toda serie de datos, material de información ya preparado e incluso una fotografía en color de Clemente Domínguez con el torso desnudo y mostrando la llaga de su costado y un terrible apósito ensangrentado. El más joven de ellos habló con mucha convicción, y cuando le planteé el problema de si pensaban separarse de la Iglesia de Roma, contestó muy rotundamente que no, pero que el Papa hacía, a veces, cosas que no les gustaban. El obispo Moulins me había negado, la víspera, toda posibilidad de acuerdo con la Iglesia de Roma, dado que la crisis de ésta era definitiva, pero el obispo Arana me habló de una cita con el Nuncio Apostólico a la que no habían acudido porque, ahora, no podían vestir episcopalmente y era así como querían presentarse ante él.

Obras

La Casa Generalicia está completamente en obras y, sobre algunos muebles, vi a un San Pablo con la espalda desnuda, una Virgen del Carmen del Palmar, un Niño Jesús en su cuna. En el pequeño comedor, un cuadro de la Macarena y otro de Nuestra Señora de Guadalupe. Al despedirme del más joven de los irlandeses, sentí una gran simpatía por él y no pude menos que preguntarme por qué podría haber llevado hasta allí a un muchacho todavía, que hablaba de Clemente Domínguez como de un ser casi sobrenatural. Hubiera querido decirle que precisamente en un momento en que Newman se vio precisado a hacer una apología de la infalibilidad papal ante Gladstone, dejó bien sentado el más tradicional y radical de todos los principios cristianos por el que, en último término, murieron Juana de Arco o Juan de la Cruz, pongamos por caso: el del primado de la conciencia personal y de la negación de considerar a nada ni a nadie como dioses intocables.

«Si después de una comida -escribía Newman- me viera obligado a lanzar un brindis religioso -lo que evidentemente no se hace- bebería a la salud del Papa. Creerlo bien, pero, primeramente, por la conciencia y, después, por el Papa». Por este Papa a quien se vitorea continuamente en El Palmar como para liberarle a gritos de las oscuras mazmorras donde le tiene maniatado la Iglesia Oficial de los obispos y cardenales o sacerdotes, que son, aquí, la oveja negra y el blanco de las críticas, exactamente como en los panfletos del abate Coache, en los escritos del Obispo Lefevbre o en la testarudez de los fundadores del Seminario de Econe, en Suiza, otro Seminario de puros.

El obispo Ngo, que vino aquí a ordenar sacerdotes y a consagrar obispos, llegó conducido, según se me dijo, por una aparición en San Damiano (Italia). En otro tiempo, fue una especie de Supremo Lama de su país, cuando su hermano era presidente y un cruel perseguidor de los disidentes políticos y religiosos. Luego, su hermano murió, asesinado, y fueron los católicos los que pagaron muchos platos rotos durante la presidencia de Dinh, por su intolerancia y su crueldad. Mons. Ngo y la esposa del presidente, en tiempos del Vaticano II, ya andaban por Roma alentando círculos y pasiones de integrismo religioso contra la traición de la Iglesia que suponía ese Concilio, y resulta perfectamente coherente, entonces, su acción aquí, en El Palmar, santuario de íntegros y puros, Luz de la Iglesia perdida y que se trata de reencontrar en medio de esta imaginería barroca y esta piedad decimonónica y «antiprotestante» en la que ni se oye hablar del Evangelio, de la Biblia.

 

REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / y 4

Satanás vencido y el catolicismo restaurado (José Jiménez Lozano, 13/05/1976)

A los ojos del catolicismo barroco, la Iglesia es ya el Reino de Dios que sólo necesita ser extendido y defendido. Cualquier transformación o reforma es su ruina y sólo puede estar inspirada por el Diablo con el que esa Iglesia está en lucha en la historia. La teología contrarreformista y barroca, que hace esa equiparación entre Iglesia y Reino de Dios, cala profundamente en el pueblo, no sólo porque asume y amplía hasta la exacerbación la sensibilidad religiosa medieval, el culto de los santos, por ejemplo, y el sentido de fiesta y milagrería, sino también porque es un catolicismo voluntarista y anti-intelectual, un catolicismo de tensión y de lucha entre el bien y el mal, la Ciudad de Dios y la Ciudad de este mundo demoniaco y resuelve ya desde ahora el problema de la salvación, si se pertenece jurídicamente a la primera.

En un catolicismo como el español, el barroco viene a consumar, además, la equiparación de fe y casta hispánica. Conformada por el catolicismo barroco, y en el plano de lo religioso como en otros, este pueblo nuestro resulta impotente para cualquier otro tipo de sensibilidad religiosa, de horizonte y categorías religiosas de pensar y sentir que no sean las de ese catolicismo barroco anti-intelectual y voluntarista, clerical y jurídico, belicoso y seguro, castigo y esencialmente en el sentido de ecuación de la fe con la polis, de simbiosis Iglesia-Estado, religión-nacionalidad: un catolicismo de base y talante popular misoneísta y xenófobo, reluctante a todo cambio y partidario de las «vejeces católicas» y del maravillosismo medieval: supersticioso con frecuencia.

Contrarreforma

El Vaticano II representaba opciones casi simétricamente polares. El Vaticano II ha tratado de clausurar precisamente la era contrarreformista y de asumir todos los logros auténticos del mundo moderno, haciéndose eco, a la vez, de la situación del catolicismo de este tiempo en que las cristiandades han muerto, y ha liquidado como tipo ideal cristiano el tipo del cristiano barroco. Era una opción inevitable y válida, en términos teóricos al menos; una falsilla sobre la que ir escribiendo la evolución del propio catolicismo barroco hispánico. Pero el Vaticano II se recibió, en seguida, entre demasías y «jacquerías», por un lado, de resistencias superortodoxas, por el otro, y no ha tenido en realidad una «recepción» normal por parte del pueblo fiel.

Incluso las transformaciones más jerárquicamente definidas y controladas se han hecho impositivamente y sin ninguna clase de catequesis previa, de explicaciones del gran giro dado. Gran parte de los fieles han quedado, así, a la intemperie desde el punto de vista intelectual v sentimental. Y, si unos han ido a parar a la mayor indiferencia religiosa, otros se han aferrado a las formas y hábitos, que revestía el catolicismo de su infancia y de la tradición nacional profundamente arraigada y han mirado, en seguida, como un apocalipsis el aggiornamento de la lgesia.

El catolicismo popular absolutamente desvalorizado en todos sus aspectos -incluso en los más positivos- ha visto potenciados los más oscuros: la milagrería y la superstición, en un mundo como el de esta civilización tecnológica, ansioso de maravillosismo e irracionalidad al mismo nivel laico en el que se tienen apariciones de platillos volantes misteriosos y en el que la charlatanería esotérica, que debería servir de diversión, es tomada en serio: horóscopos, adivinos, prestidigitadores, etc.

Hay que comprender que Garabandal, Ladeíra o El Palmar de Troya satisfacen ampliamente ese aspecto milagrero del catolicismo popular y que tanto sus mensajes como la forma de su culto totalmente tradicional tienen con ese catolicismo un infinito mayor parentesco que, por ejemplo, una espiritualidad bíblica por seria que sea y por necesaria que se revele. Se ha desbarroquizado muy deprisa y con ateo o mucho de irresponsabilidad el catolicismo popular, unido, por ejemplo, de manera muy fuerte, aunque no siempre de forma pura, al culto de los santos y de las ceremonias brillantes, y no ha habido nada incitante para sustituirlo en la sensibilidad popular.

La misa tridentina, con su latín, sigue siendo extraordinariamente atrayente para ese pueblo y éste siente su nostalgia quizás sólo por alguna razón mágica o de subconsciente recuerdo de su infancia, pero la siente. En el siglo XVI, el doctor Porras y el doctor Martín de Azpilicueta, llevados por los mejores deseos de reforma de unos cultos populares semisupersticiosos y semipaganos quisieron también que las iglesias dejaran de ser el lugar y la ocasión de mil irreverencias, de mil profanaciones y de muchas juergas demasiado humanas, pero la cuestión estaba en que, si dejaban de suceso, se convertirían de hecho en adustas iglesias protestantes, y a la Iglesia española de la época la pareció peor el remedio que la enfermedad.

Y ahora se da una apuesta parecida: el catolicismo barroco es perfectamente anacrónico con la sensibilidad moderna y traiciona o condiciona demasiado en vez de traducir, el mensaje cristiano en múltiples aspectos, pero la cuestión está también en que si no prosigue este catolicismo, no parece que, de momento al menos, pueda evitarse una desbandada. Desbandada hacia la indiferencia, porque nos han cambiado la religión y ya se ve que todo era un cuento o desbandada hacía el catolicismo «íntegro», que la Iglesia ha traicionado y que la Virgen, primero, y luego todos los santos y el mismo Dios han venido a restaurar a El Palmar de Troya. Toda la corte celeste de los viejos devocionarios Y novenas ha acudido aquí a suscribir su protesta contra la Iglesia de Roma, corrompida y en componendas con la herejía.

La revelación de Dios continúa abierta y Dios habla, ahora, precisamente como era necesario hablar contra obispos y cardenales o sacerdotes seducidos por las novedades. En El Palmar se reza el rosario y se habla latín. Se pueden producir milagros y algunas mujeres que, en la Iglesia Oficial sólo podrían ser presidentas de cofradía como mucho quedan ahora elevadas a la categoría de videntes, todas las «vejeces católicas» del vicio catolicismo lucen esplendorosamente y el clima psicológico es apocalíptico, terrible: en El Palmar se anuncia ya una gran guerra purificadora. Las gentes están ansiosas de apocalipsis, como ha ocurrido siempre en todos los movimientos populares: parece como si no tuvieran suficiente con la violencia y el horror de la historia y desean el horror apocalíptico final y la llegada del Paraíso.

La irracionalidad y el horror de los buenos son casos que han estado siempre en la base de todos los movimientos quiliásticos y escatológicos: desde los milenarismos del medievo o el barroco hasta el anarquismo, el comunismo libertario, el utopismo marxista, el mito nazi de la raza elegida o los diversos regeneracionismos de la patria antigua y eterna, pasando por todos los otros mesianismos del tiempo de Carlos I, por ejemplo, y por toda la serie entera de aberraciones religiosas y fanáticas igualmente mesiánicas y a veces de marcado carácter sexual.

Gentes sencillas

Muchas gentes sencillas reencuentran aquí su Iglesia por la sencilla y simple razón de que, ahora, en su parroquia no encuentran ya a San Roque o a San Expedito ni el cepillo de Animas. Ni se las convoca a la lucha última v definitiva contra Satán, ni al sufrimiento reparador del mal de los malos. El católico hispánico se vuelve a sentir favorecido con el Cielo, confirmado en sus seguridades y, en la ecuación de su nacionalidad y su fe, en la ortodoxia-españolidad, alzado sobre todas las naciones que habrán de peregrinar hasta El Palmar a buscar la Luz. Y, desde otro punto de vista, las gentes disgustadas con el giro de la política vaticana o con la falta de amparo en que la Iglesia ha dejado algunos o muchos bolsillos o intereses políticos están más que dispuestas a creer que ésta es la verdadera Iglesia, porque estas apariciones, además, han mostrado ya su simpatía hacia ellas.

Los que dirigen la nueva Iglesia de El Palmar podrían ser unos farsantes, pero no es necesario poner en tela de juicio su buena fe para comprender muy bien que se sientan reformadores y salvadores enviados de Dios. Por el instante, apelan, como es de rigor, al Papa mal informado, o prisionero de la Iglesia, como han apelado hasta ahora todos los mesías y visionarios. Pero si el Papado no les da la razón, como naturalmente no puede dársela, no sería raro que la declararan igualmente agente de Satán. Los señores de la ultraderecha francesa ya lo hicieron con León XIII por la Rerum novarum, y ya hemos escuchado recientemente en este mismo país, acerca de Pablo VI, algunas otras cosas por el estilo con ocasión de los acontecimientos políticos del otoño de 1975.

Lo dramático

Lo verdaderamente dramático de El Palmar es, sin embargo, aparte de un pequeño cisma de no más que de tres al cuarto, como el de Clemente XIV de hace unos años en Francia que cuando se adjudican a la fe cristiana y, para más señas, a la Virgen María y a toda la corte celestial las frustraciones, las pesadillas, los rencores y las decepciones o incluso la falta de entendederas de unos cuantos visionarios, entonces de alguna manera también la Iglesla y la fe pasan en los periódicos en la opinión pública de un tiempo secularizado como el nuestro a la sección de «chistes pasatiempos», y no hace falta ser cristianos para comprender que la seriedad de la fe cristiana y el honor cristiano de la Iglesia quedan resueltamente banalizados hasta la comadrería, la burla y el desprecio. Es algo muy grave a puro nivel cultural y desde luego religioso, y a Voltaire mismo, creo yo que se le helaría un poco la sonrisa en la boca.

Cuestiones al margen

De modo muy deliberado, he dejado al margen de estas notas y reflexiones en torno al asunto de El Palmar dos aspectos que han agitado un poco la opinión pública más superficial: 1) el supuesto embarazo de las religiosas de El Palmar, lanzado como un venablo muy venenoso por cierta prensa muy deseosa de éxito sensacionalista, y 2) las supuestas fantásticas posibilidades económicas de El Palmar o su financiación incluso por parte de la CIA.

Evidentemente, quien esto escribe no ha hecho el test de embarazo a las religiosas de El Palmar y no sabe nada acerca de este hecho, pero siente el máximo respeto por las personas y el honor de las personas cuyas ideas y actitudes no comparte o incluso se ve obligado a criticar. Del mismo modo, tampoco pertenece a la CIA, ni ha controlado las cuentas bancarias de de las gentes de El Palmar, pero le llaman mucho más la atención los medios de otras instituciones incluso religiosas que los de esta Iglesia apocalíptica y en cualquier caso, cree que el barroco asunto de El Palmar es mucho más complejo, como ha tratado de mostrar, que lo que una reducción a esos aspectos podría pretender.

Y a la vez, mucho más sencillo, porque las más menesterosas apariciones de El Palmar quizás no sean, después de todo, menos serias que otros fenómenos de esta piel de toro en el plano político, cultural o incluso religioso. Son una manifestación más de un cierto estado de cosas: llevan un made in Spain que no debe olvidarse. Y un made también en una Iglesia Católica siempre más condescendiente con la superstición popular que con los más intentos o aventuras intelectuales y tecnológicos.

ARRIBA

 

4. En 2005 murió el fundador, el papa Clemente, y lo sucedió Manuel Alonso.

FUENTE: Varios medios

 

 

Por su interés, recuperamos a continuación algunos de los artículos de prensa publicados tras la muerte del “papa Clemente” relativos a su persona, su fallecimiento y su sucesión.

La muerte de Clemente

Clemente Domínguez Gómez, fundador de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz y autoproclamado papa Gregorio XVII, falleció el 22 de marzo de 2005 en la iglesia que levantó en la localidad de El Palmar de Troya. El sevillano papa Clemente tenía 59 años y su muerte se ha visto rodeada del mismo hermetismo que guardó durante todo su pontificado, hasta el punto de que sólo la inscripción de su defunción en el Registro Civil de Utrera y la correspondiente licencia de enterramiento solicitada por la congregación han sido la única notificación oficial de su fallecimiento. Así lo contaba Jorge Muñoz en el Diario de Sevilla.

La basílica de El Palmar de Troya, que se ubica en una montaña a unos quinientos metros del núcleo urbano, registró durante toda la jornada de ayer un incesante trasiego de feligreses que, a bordo de sus vehículos, o recorriendo esta distancia a pie no querían perderse la posibilidad de dar el último adiós al papa Clemente que, vestido de blanco y con una mitra en la cabeza, fue colocado en un ataúd de piedra en un céntrico espacio de la iglesia palmariana. Casi treinta años antes, el 11 de enero de 1976, Clemente Domínguez había sido ordenado obispo por el arzobispo vietnamita Pedro Martín Ngo-Din Thuc, y el 27 de agosto de 1978 se autoproclamó como papa Gregorio XVII, tras haber afirmado que así se lo había dicho en un mensaje la Virgen.

La historia de este visionario papa había comenzado a forjarse unos años antes y tiene como punto de partida el 30 de marzo de 1968, con la supuesta aparición mariana a cuatro niñas en la zona conocida como El Lentisco. Un año después Clemente afirmó que había tenido una visión de la Virgen en El Palmar y en 1970 se estigmatizó. Durante su pontificado, Clemente Domínguez, que se quedó ciego en 1975 en un accidente de automóvil, promulgó una serie de documentos papales en los que canonizó a Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera y Cristóbal Colón.

El mutismo respecto a la muerte de Clemente Domínguez era ayer total a las puertas del templo de El Palmar, donde se había congregado un grupo de periodistas una vez que se conoció la muerte del papa. Ninguno de los devotos, en su mayoría extranjeros, que entraban o salían del recinto amurallado de la basílica de El Palmar quería comentar nada del asunto. Ni siquiera los que se congregan en un bar del pueblo que frecuentan los feligreses de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz y cuyo propietario pidió expresamente que no se publicara el nombre del establecimiento.

En el bar, hay dos jóvenes seguidores del papa Clemente que no quieren realizar ninguna declaración porque siempre que algún miembro de su congregación ha manifestado algo "se ha tergiversado todo". Dicen que no les merece la pena hablar y aseguran que son los propios feligreses los que han decidido voluntariamente no hablar con la prensa. Cuando se les pregunta sobre cómo era el papa Clemente su respuesta es escueta y convencional: "Sin comentarios".

El dueño del bar, que tampoco quiere identificarse porque mantiene muy buenas relaciones con los fieles que frecuentan en gran número su local y representan una buena parte de su volumen de negocio, interviene en la conversación para hacer una reflexión: "¿Tú cómo estarías si fueras católico y hubiera muerto el papa Juan Pablo Segundo? (....) Pues igual se sienten ellos". Otros vecinos comentan que el fallecimiento se veía venir desde hace varios días y que se debió a un infarto.

El cuerpo de Clemente fue enterrado en la cripta de la basílica sobre las ocho de la tarde ayer y en presencia de un grupo de unos 150 fieles. Las honras fúnebres no impidieron la salida, una hora después, de las procesiones de El Palmar, un palio crucificado acompañado de una banda de música de Guillena. Por primera vez, Manuel Alonso Corral, el padre Isidoro, ejerció como nuevo papa de la congregación y fue aclamado por los feligreses con vítores de "viva el sumo pontífice palmariano".

Los rumores sobre la muerte de Clemente Domínguez, se habían intensificado en la tarde del lunes, sobre todo, después de que la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz impidiera la entrada de público para presenciar los tradicionales recorridos procesionales de la Semana Santa que se celebra intramuros de la basílica. Muchos vecinos de El Palmar suelen acudir a estas procesiones, eso sí, cumpliendo a rajatabla las estrictas normas en cuanto a las vestimentas que ha fijado la congregación y que obligan a las mujeres a llevar faldas muy largas y cuellos altos, y a cubrir sus cabezas con mantillas o velos. En el caso de los hombres, las camisas deben estar cerradas hasta el cuello y están prohibidas las prendas vaqueras y el calzado deportivo. A pesar de estas normas, son muchas las personas del pueblo que cada año visitan la basílica y que incluso han trabajado como costaleros para sacar alguno de los dos pasos que cada día recorren el recinto de El Palmar.

En líneas generales, los vecinos de El Palmar están agradecidos a la iglesia del papa Clemente porque, al margen de representar un buen sustento de la economía local –basta ver la elevada concentración de bares en varias calles del pueblo–, lo cierto es que los fieles de esta orden nunca han causado problemas de ningún tipo. Una de las vecinas, Leonor Castro, que por su edad estaba en el pueblo cuando se fundó la orden recuerda cómo en un principio dieron trabajo a unos sesenta vecinos, para la construcción de la basílica, y también es consciente de que hicieron el consultorio médico. Respecto a las apariciones marianas, la mujer confiesa que "el pueblo no se lo creyó", pero eran condescendientes porque siempre la convivencia fue muy pacífica.

En los últimos años, las deudas asediaban al papa Clemente, que había vendido sus propiedades en la capital hispalense para recluirse en la pedanía de El Palmar, el lugar donde todo comenzó hace treinta años y en el que ahora ha acabado su vida.

Un repaso de su historia

También en el Diario de Sevilla del día siguiente pudo leerse la siguiente crónica de Juan José Téllez. No es que le falte un repellado a la basílica de El Palmar de Troya sino que esa apariencia de ladrillo visto supone una simple coartada para la captación de fondos: en la Iglesia cismática de la Santa Faz todo es de cemento armado, desde el rostro de sus promotores al perfil del edificio al que, hasta hace poco, se podía acceder sin demasiados inconvenientes aunque previo permiso. La simple intención de participar en el culto y adoptar una actitud devota, postrándose frente a las minimisas en latín y consecutivas que se sucedían en el altar, abría las puertas del templo en donde hasta ayer reinaba Clemente Domínguez, elevado al rango de Santidad en 1978, bajo el título de Gregorio XVII. Antes, los maledicentes le llamaron La Voltio, pero su epíteto papal fue el de Gloria de las olivas.

Había nacido en Sevilla, a 23 de abril de 1946 y sin pasar por el seminario, Clemente y Manuel Alonso Corral - en realidad, el aparente cerebro de toda esta operación - convencieron en 1974, a un anciano arzobispo vietnamita, Pedro Martin Ngo-Din Thuc, para que ordenase por su cuenta y riesgo a cinco sacerdotes. Tras un cursillo de sacerdocio acelerado, fundan la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, "por orden de la Santísima Virgen María". Entonces, adoptará el nombre de Padre Fernando. Él había trabajado hasta entonces como contable de la Obra de San Juan de Dios, de la que había sido despedido junto a su socio.

Ambos, rentabilizaron a lo grande las supuestas apariciones que, desde el 30 de marzo de 1968, se sucedían sobre un lentisco de dicho municipio sevillano: sus llagas empezaron a sangrar pero se comprobó que su abundante hemoglobina no era humana. Tampoco era azul, pero la de muchos de sus donantes, sí. Fue entonces cuando comenzaron a lloverle fieles, pero también inversores, por más que algunos herejes intentaran arrojar su vehículo al Tormes durante un viaje evangélico por tierras castellanas. Con la conquista de las libertades, él paradójicamente perdió la vista: fue un 29 de Mayo de 1975, como consecuencia de un accidente de Tráfico en San Sebastián. Clemente anunció que la Virgen obraría un milagro, más temprano que tarde, devolviéndole la visión, pero renunció finalmente a tal prodigio.

La iglesia palmariana piensa que Juan Pablo II es miembro de la Masonería con el Grado 33, así que le declara Anti-Papa y precursor del Anticristo. Al Papa Wojtyla le excomulgaron junto a toda la jerarquía eclesiástica católica y romana. Y, por lo tanto, desde su perspectiva, las liturgias católicas no sirven y hay que multiplicar las propias bajo las bóvedas de este templo próximo a Utrera. Entre tanto, elevaron a los altares al Cid Campeador, a Don Pelayo, a Calvo Sotelo, a José Antonio Primo de Rivera, Francisco Franco -Santo Caudillo y Jefe Supremo de la Santa Cruzada Española contra el comunismo, en su jerga-, a Luis Carrero Blanco y a un alto número de particulares cuyos familiares compraron a precio de oro su santificación.

El primer donativo importante que recibirían data de 1972, cuando una baronesa les dona 16 millones de pesetas para la compra de la finca La Alcaparrosa, donde se sucedían las apariciones y donde levantaron esa eterna basílica a medio acabar, en espera de algún otro millonario que se apiadara al verla de tal guisa y extendiese un nuevo y suculento talón a su nombre. Sus apoyos iniciales se localizaron en sectores que consideraban al Opus Dei como excesivamente aperturista en sus postulados y para quienes Gregorio XVII venía a ser algo así como Lefebvre, pero con menos dogma y más caspa.

Lo cierto es que sus propiedades fueron creciendo, tanto en la provincia de Sevilla -donde se hicieron con numerosos inmuebles, sobre todo en torno a la Plaza del Museo-, como a escala estatal e internacional, dado que cuentan con influyentes seguidores en varios países europeos y americanos. Con el fin del milenio comenzó proféticamente el Apocalipsis, que habían anunciado para 1998: un serio revés económico les obliga en 1999 a deshacerse de una vivienda de la calle Almirante Ulloa de la capital sevillana, dejando el alquiler de algunas casas que ocupaban y procediendo a la enajenación de una finca en el casco urbano de Granada.

Luego, sopesaron la posibilidad de sacar a la venta imágenes y joyas. En 2003, seis de sus propiedades - situadas en las calles Abad Gordillo, San Clemente, Mendoza Ríos y Redes - fueron hipotecadas por un total aproximado a 3,3 millones de euros. Pero El Palmar siguió siendo, hasta el fin de su papado, el último reducto de Clemente, más de una quincena de casas y un recinto amurallado en el que nunca llegó a construirse el anunciado hospital y colegio que prometiera en su día. El papa del Palmar ha muerto. Que viva el papa. Se supone que hay nuevo pontífice. Alguien tendrá que responder por las deudas contraídas y alguien tendrá que captar nuevos ingresos para mantener el negocio. El espectáculo, ya se sabe, debe continuar. Al menos, hasta que le den un encalijo a su basílica.

Reacción de sus adeptos

Un incesante goteo de devotos, la mayoría extranjeros y jóvenes, se acercaban a la basílica del Palmar de Troya, en Utrera (Sevilla), donde en un ataúd de piedra descansan los restos mortales del Papa Clemente amortajados de blanco, según dijeron a Efe algunos testigos presenciales. El fallecimiento de Clemente Domínguez Gómez, autoproclamado Papa Gregorio XVII de la orden de los Carmelitas de la Santa Faz, se conoció a primera hora de la mañana del 22 de marzo, aunque se produjo en la madrugada y está rodeado del hermetismo que caracteriza a esta secta religiosa.

Rodeada por un muro de cinco metros de alto y enclavada entre ocho torres, la basílica, aún inconclusa, recibía la visita de los devotos, en su mayoría llegados de otros países, que durante la Semana Santa se concentran en la localidad sevillana para participar en los desfiles procesionales que se suceden cada tarde. Desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, algunos utreranos sacan todos los días por la basílica dos pasos después de cobrar 56 euros, según indicaron a Efe algunos vecinos.

Los costaleros que participaban en las procesiones pudieron ver al Papa Clemente amortajado de blanco, introducido en un ataúd de piedra y con una mitra sobre la cabeza, situado en un lugar preferencial de la basílica y rodeado por niños que rezaban arrodillados, según comentaron a Efe los vecinos. Pese al hermetismo reinante alrededor de la muerte de Gregorio Domínguez y de todo lo relacionado con esta congregación religiosa, los vecinos participan de su Semana Santa, siempre que cumplan con las reglas de vestimenta impuestas para todo aquel que quiera acceder al recinto religioso.

Faldas largas y cuellos altos para las mujeres, que también deben cubrir sus cabezas con mantillas o velos, y camisas abotonadas hasta el cuello para los hombres, que tampoco deben vestir pantalones vaqueros ni calzado deportivo. Con este estricto atuendo, se acercaron hasta el templo los fieles, que en su mayoría eran chicas jóvenes y extranjeras, aunque también acudieron hombres de todas las edades, ancianas y niños, y se podía ver a familias enteras, bien en vehículo o a pie.

Los devotos aceleraban el paso sin responder a las preguntas de la veintena de periodistas concentrados a las puertas del recinto, hasta que dos guardias de seguridad abrían el portal de hierro que permitía su acceso y volvían a cerrar sin que ningún portavoz de la congregación haya salido a atender a los medios de comunicación. 'Hoy no se reciben visitas', comentó a Efe uno de los guardias de seguridad que, a pesar de estar confirmada por el Registro Civil la muerte del religioso, insistía en que no sabía nada del fallecimiento.

Uno de los primeros vecinos en tener noticia de la muerte de Clemente Domínguez fue el propietario de una de las floristerías de la localidad, que recibió un encargo de flores para engalanar la tumba del autoproclamado Papa Gregorio XVII. Los vecinos reconocieron también que la Iglesia palmariana no perjudica a la localidad, porque 'no se meten en nada' y recordaron que ésta corrió con los gastos de rehabilitación del centro de salud, así como que los fieles que llegan hasta el pueblo desde muchos lugares del mundo 'dejan dinero' en los establecimientos de la localidad sevillana.

Recordaron que la congregación suele alquilar a vecinos casas y habitaciones para alojar a sus devotos y que éstos se relacionan con normalidad con el resto de habitantes. La basílica de la orden de los Carmelitas de la Santa Faz está ubicada a unos 500 metros de la pedanía El Palmar de Troya, que pertenece a la localidad sevillana de Utrera, en cuyo término municipal viven 44.000 habitantes.

El resumen de un investigador

En el ABC de Sevilla se publicó el siguiente artículo, firmado por Manuel Contreras, buen conocedor de la secta.

Clemente. La singular organización de la orden comenzaba por la vida del propio Clemente, o Nos, Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro, Siervo de los Siervos de Dios y Patriarca del Palmar, la retahíla con la que gustaba ser denominado. Durante los años de esplendor de la orden se levantaba cada día cuando la mañana terminaba en su residencia de la calle Gregoria Abad, 5, una casa señorial que en su día acogiera el hotel Sudán. Hombre de salud delicada -padecía del corazón y debía consumir cafinitrina con regularidad-, el mesiánico «Papa Clemente» exigía ser tratado con veneración y respeto mesiánico, pero luego «se tiraba pedos y eructos cuando le venía en gana, aunque esté vestido de papa y en un bar», recordaba Félix Arana, el pastor de la orden de la Cruz Blanca, escindida de la Santa Faz. Clemente, un ultradefensor de la moral que hasta hace unos años se vanagloriaba de practicar sexo y se emborrachaba en la Feria, era «la marioneta que convenía a todos», en opinión de su antiguo compañero.

Jerarquía. ¿Quién gobernaba la orden? Según apuntan todos los indicios, el verdadero control del tinglado pseudoreligioso recaía sobre el padre Isidoro (Manuel Alonso Corral) y el padre Elías (Carmelo Pacheco Sánchez). Ellos dominan las cuentas y gestionan sus principales ingresos: las donaciones y las propiedades de aquellos que ingresan, que pasan a la orden.

Patrimonio. Se calcula que la Iglesia Cristiana Palmariana ha llegado a contar con un patrimonio superior a los 3.000 millones de pesetas. Siempre han pagado muy bien a los empleados que necesitan, 60 euros por persona y día a la banda que toca en su Semana Santa, por ejemplo. La tiara de Clemente estaba valorada en 18 millones de pesetas, y su anillo en dos millones. Cuentan con 15 pasos de notable valor artístico, y pagaron la construcción del ambulatorio de El Palmar. La Junta investigó sus cuentas en dos ocasiones, sin encontrar nada ilegal. Hay indicios, empero, de crisis, como es el hecho de que hace unos años vendiesen sus inmuebles en Sevilla.

Doctrina. Hicieron santos a Franco, Carrero Blanco, Colón, Carlomagno, Hitler o Don Pelayo; predijeron para 1998 un apocalipsis del que sólo se salvarían sus seguidores; restablecieron el rito tridentino para la celebración de las misas y aseguraron que el Vaticano estaba dominado por comunistas, masones y judíos. Pese a la disoluta vida de Gregorio XVII, para sus seguidores regían las estrictas leyes de la Santa Obediencia que incluían la renuncia al sexo y la prohibición de ponerse enfermo, utilizar dinero, fumar más de cuatro cigarrillos al día o ponerse calcetines rojos, por ejemplo.

Visiones. Las apariciones son fundamentales para la orden. Además de estar basada en una supuesta aparición de la virgen en la finca que después compraría la Santa Faz -donde actualmente se erige la basílica-, su práctica era habitual, ya que Clemente reproducía con frecuencia los mensajes que le transmitía la virgen. Pero la orden tenía «competencia», ya que videntes de la Cruz Blanca, la orden escindida, se citan cada sábado junto a la basílica para recibir mensajes de la virgen en un éxtasis colectivo.

Reacciones de los vecinos

«Nosotros sólo podemos hablar bien de la Iglesia Palmariana de los Carmelitas de la Santa Faz». Con esta rotundidad se manifestó Manuel García Alonso, alcalde de la pedanía de El Palmar de Troya acerca de la muerte de Clemente Domínguez Gómez, autoproclamado «papa» Gregorio XVII. Lo contaba así el diario ABC.

En la pedanía están censadas 2.800 personas, de las cuales 150 viven en la Basílica y otras 150 son fieles extranjeros de todas las nacionalidades, que se han integrado en la población, según las mismas fuentes. El alcalde pedáneo aseguró que las relaciones con la Iglesia Palmariana ha sido siempre «muy buenas», entre otras cosas, «porque ha dado mucha mano de obra y nos hemos beneficiado mucho de su presencia». En este sentido, declaró que «la construcción de la Basílica dio trabajo, y por tanto de comer, a setenta personas de El Palmar desde 1970 a 1980».Todas las obras, añadió, se han hecho con licencia municipal.

Sobre el dinero que se ha invertido en la Basílica, García Alonso no supo precisar cuánto, «pero -puntualizó- está claro que un edificio así no se hace sólo con mil millones de las antiguas pesetas». A pesar de las dificultades económicas que atravesaba esta iglesia, las obras continuaban hasta ayer -aunque a menor ritmo- en la basílica, rodeada por un muro de cinco metros de altura, que tiene acabadas ocho de las doce torres de casi cuarenta metros de altura, así como la cúpula que la corona. Hay quien la califica como la obra religiosa de mayor envergadura realizada en Andalucía en los últimos cincuenta años.

Sucesión pontificia

Manuel Alonso Corral, sucesor de Clemente Domínguez Gómez en el Palmar de Troya (llamado papa Clemente), que falleció durante la madrugada del pasado lunes, será coronado en la mañana de hoy (23 de marzo) como nuevo pontífice de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, recibiendo la denominación de Pedro II. Así lo contaba el Diario de Sevilla. De hecho, Corral, más conocido por el sobrenombre de Padre Isidoro, ejerció el martes mismo como nuevo pontífice en presencia de los fieles congregados en el sepelio del papa Clemente en la Iglesia Cristiana Palmariana, que fue blindada para esta ceremonia fúnebre.

En el acto, el hasta ahora secretario de estado y socio del papa Clemente intervino por primera vez como su sucesor. En este sentido, Corral fue ya aclamado por algunos de sus feligreses recibiendo vítores de: "Viva el sumo pontífice palmariano". El papa Clemente, nacido en Sevilla hace 59 años, murió el lunes en la iglesia que edificó en El Palmar de Troya, si bien su fallecimiento se ha visto rodeado de un gran hermetismo. El autoproclamado Gregorio XVII recibió el adiós de sus fieles vestido de blanco y con una mitra en la cabeza, dentro de un ataúd de piedra que fue colocado en la iglesia palmariana. El cuerpo recibió sepultura sobre las ocho de la tarde del martes ante la mirada de alrededor de 150 devotos que mantuvieron un mutismo absoluto sobre cuanto aconteció en el interior del templo.

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5. En 2003 la Iglesia Palmariana tuvo que vender sus propiedades en Sevilla.

FUENTE: Diario de Sevilla

 

 

Uno de los hechos más reseñados por los medios de comunicación españoles en la última década con respecto a la secta del Palmar de Troya fue la crisis económica que le hizo deshacerse de algunas posesiones inmobiliarias en el año 2003. Reproducimos a continuación el artículo publicado el 5/10/03 por el Diario de Sevilla, firmado por Jaime Martínez.

El pasado 24 de julio, sin ningún boato porque no había nada que celebrar, el papa Clemente, el más relumbrante exponente vivo de la histórica picaresca sevillana, cerró la puerta de su residencia en la capital y envió la llave a la inmobiliaria que ahora es propietaria de todas sus posesiones en Sevilla. Un adiós a la ciudad de sus sonadas juergas, el inicio del capítulo final del cisma de El Palmar de Troya. Asediado por las deudas, ha vendido sus posesiones y se ha recluido en la pedanía utrerana 36 años después de que empezara todo, cuando su líder se convirtió en el vidente preferido de la multitud de sevillanos que tomaba el monte de La Alcaparrosa a la espera de que apareciera la Virgen, de que bailara el sol o de que lloviera sin que se mojaran.

La venta de todas las propiedades en Sevilla, concentradas en los aledaños de la plaza del Museo, permitirá respirar durante años a la Iglesia Cristiana Palmariana, ahora radicada íntegramente en la pedanía de Utrera. Los términos de la operación no han trascendido, pero sí el importe de las hipotecas que han suscrito las inmobiliarias que se han hecho con las posesiones, lo que permite calibrar las magnitudes económicas.

Las tres propiedades en las calles Abad Gordillo y San Vicente han sido hipotecadas por una inmobiliaria ante el Banco de Andalucía por 2,7 millones de euros (448 millones de pesetas); la vivienda de la calle Mendoza Ríos, por 200.000 euros, y las dos de Redes por 280.000 euros. Un total de 528 millones de las antiguas pesetas, cifra que da una estimación fiable del dinero embolsado.

Ya con anterioridad, hace cuatro años, se desprendieron de la vivienda de la calle Almirante Ulloa, gracias a lo cual una academia contigua pudo ampliar sus instalaciones. A la par, han ido desalojando las casas que tenían en alquiler -algunas de tres plantas en las calles Gravina, San Pedro Mártir...-, ocupadas en su mayoría por monjas, en lo que ellos llaman conventos.

Finalmente, vendieron la gran vivienda con extensos jardines que tenían para monjas en la parte alta de Granada. Según estimaciones de un constructor que trabajó para los palmarianos, se tasó en 1,2 millones de euros. Desde que en 1972 consiguieron dinero suficiente para la compra de su primer suelo, la finca de las apariciones, y en 1977 la primera residencia en la capital -en la calle Redes 18 y valorada en 500.000 de las antiguas pesetas-, este grupo cristiano integrista, calificado como secta por las organizaciones que las combaten, había adquirido un patrimonio inmobiliario extraordinario (2.000 metros cuadrados en el barrio del Museo), del que ahora se han deshecho oportunamente -en pleno boom del sector-, pero a la vez obligados por la merma radical de sus ingresos, en la mayoría donativos de fieles que además, y finalmente, cedían en herencia sus propiedades a esta Iglesia, pues como tal consta en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia.

Hace tres años, antes de esta operación inmobiliaria, intentaron poner remedio al declive económico con otras medidas. Además de ajustar gastos domésticos, decidieron vender las joyas de su Virgen. Entonces, Clemente lanzó una de sus proclamas de futuro, de momento tan poco acertada como la de que el apocalipsis sería en 1998 o que un milagro le devolvería la vista. Dijo en un comunicado que "llegará la hora en que las deudas desaparecerán" ¿Cómo? Pues "basta que intervengan Cristo y María, y todas las deudas serán pagadas".

Clemente Domínguez Gómez y los suyos se concentran desde julio en la veintena de casas que poseen en El Palmar de Troya, adquiridas a muy bajo precio en los años 70, en las que habita la comunidad seglar, cada día menor. El cobijo para los religiosos es, por supuesto, la basílica, concluida por dentro pero no exteriormente, lo que ha dado el argumento durante años para pedir nuevas limosnas a fin de terminarla. En un edificio anexo a esa peculiar catedral se ha habilitado la residencia papal, en unas instalaciones que en su día construyeron anunciando a sus adeptos que serían un hospital y un colegio para que no tuvieran que recurrir en nada al pecaminoso mundo exterior.

En el surrealista marco de la catedral, el pasado 6 de agosto, celebró Gregorio XVII los 25 años de su pontificado. Si en agosto de 1978 un grupito de fieles, curas, monjas y periodistas camuflados se concentró en Redes 11 para asistir durante seis horas a la ceremonia de coronación, un cuarto de siglo después no sumaban muchos más quienes estaban dentro de la basílica. Probablemente, hasta eran menos que el número de adeptos enterrados en la cripta horadada bajo sus pies.

La mujer americana que los sacó de apuros

El otro gran mito del Palmar de Troya era la figura de la tía Margarita, la dadivosa benefactora norteamericana que de tantos apuros ha sacado a Clemente y los suyos. En uno de los documentos palmarianos se confirma la existencia de Margarita Voelcker, residente en Wisconsin (EEUU) hasta su muerte el 21 de febrero de 2001. El propio Manuel Alonso viajó para atenderla espiritualmente, y es de suponer que para averiguar si la herencia beneficiaba a los cuatro hijos o al Palmar. Visto lo visto, parece que sucedió lo primero.

El padecimiento de corazón de Clemente Domínguez

Dos de los rumores que tan peculiar grupo ha provocado en estos treinta y tantos años son ciertos, como ha podido comprobar este periódico. El más recurrente es el de que Clemente Domínguez está enfermo, tanto que a veces se ha propagado su muerte, aunque de momento sigue presidiendo toda procesión que se tercia con su figura envuelta en lujosos ropajes. Pero, efectivamente, él desveló recientemente, en un comunicado a los fieles en poder de este periódico, que padece del corazón.

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6. Un periodista español escribió un libro sobre el Palmar de Troya 40 años después.

FUENTE: Publicaciones del Sur

 

 

 “A unos cuarenta kilómetros de Sevilla, después de haber emprendido camino hacia ese sur total de nuestra tierra que es desierto puro y duro aún antes de que lleguen las calendas del más tórrido verano, hubo una vez, va ya para medio siglo, un lentisco y una aldea”. Ese arbusto y esa pedanía de Utrera hasta entonces desconocida constituyen el punto de partida del relato del periodista Manuel M. Molina (Sevilla, 1947) sobre Los secretos del Palmar de Troya. Historia de una herejía, publicado en 2006 por la editorial Arco Press.

Para el joven reportero que en su momento se introdujo en la insondable Orden Carmelita de la Santa Faz hasta convertirse en portavoz oficioso de sus controvertidos cabecillas, Clemente Domínguez y Manuel Alonso, ha llegado la hora de poner orden en el torbellino de sus exclusivas averiguaciones periodísticas y vivencias personales de toda una vida profesional.

Ironía y reflexión de hondura se dan la mano en una historia narrada en primera persona y tono coloquial que da cuenta de los acontecimientos que se encadenan desde aquella célebre aparición de la Virgen a cuatro niñas delante de un lentisco, envuelta en los claroscuros de la España de 1968, hasta la muerte de Domínguez, el autoproclamado papa Gregorio XVII, y la coronación de su inseparable Alonso con el pretencioso nombre de Pedro II, en 2005. Reproducimos a continuación la entrevista realizada al autor por Irene Fernández Molina, y que fue publicada el 2/06/06 en Publicaciones del Sur.

—¿Cómo surge la idea de publicar la historia de su investigación periodística una vez trascurridos casi 40 años desde los primeros acontecimientos?

—Cuando muere Clemente [Domínguez], yo recibo dos peticiones, una del director de El Mundo Andalucía y otra del director del ABC de Madrid, para que les escriba unos artículos sobre la vida y muerte de Clemente como experto en el tema. Y esto hace que un amigo me diga: oye, si tanto sabes de esto, ¿por qué no escribes un libro? Quizá yo ese libro lo tenía siempre en mente…

—Pero ha hecho falta todo este tiempo para que usted madurase la idea y tuviese cierta perspectiva sobre determinados hechos...

—Cuando tú lo haces desde una cierta perspectiva, has serenado tus ánimos y procuras ser más neutral.

—Aparte de la historia del Palmar, este libro cuenta mucho de la sociedad española de finales de los años 60 y su evolución hasta nuestros días.

—Bueno, las personas de las que trata este libro viven esos cambios al revés. Recorren su propio camino, pero hacia el pasado. En vez de tener una perspectiva de futuro (quizás en algún momento hubo personas en El Palmar que sí intentaron dársela), ellos evolucionan justo en dirección contraria y hacen de aquello un coto o recinto absolutamente cerrado en el que da un poco de miedo entrar y del que costaba mucho salir. Es decir, justo justo lo contrario de una sociedad que se encamina hacia una mayor libertad.

—Me refería a si usted cree que hoy por hoy, en el año 2006, sería posible que volviera a surgir un fenómeno de este tipo o si el declive de la religiosidad impediría que adquiriese tal calibre.

—Verás, yo creo que justo lo contrario. Justo cuando menor puede ser, porcentualmente, la religiosidad en la sociedad es cuando los nostálgicos vuelven a caer en la tentación, por usar términos religiosos. Como ocurre entonces: mucha de la gente que se acerca al Palmar lo hace porque ha coincidido con una época de apertura en la Iglesia a raíz del Concilio [Vaticano II]. No están de acuerdo con eso; necesitan lo que han vivido desde pequeños y de pronto encuentran un lugar donde se les va a ofrecer. Ese es el gran éxito de Clemente y Manuel Alonso.

—Actualmente no hay duda de que la Iglesia Palmariana está en franca decadencia…

—Yo tengo testimonios de una fiel seguidora suya de que lo están pasando muy mal y están prácticamente en la ruina. Desde febrero de 2003, cuando pierden las últimas propiedades inmobiliarias [en Sevilla capital], han sobrevivido con el dinero que les han reportado estas ventas. Pero ahora ¿qué pueden vender? Yo no sé cuál es el final de esto; no sé si harán como alguna secta de esas que intentan el suicidio colectivo.

—Están en un callejón sin salida y usted cree que podría haber una salida violenta.

 —Más que violenta, dramática.

—En el libro narra cómo se fue introduciendo casi por casualidad en este tinglado. ¿Tenía como periodista la sensación de que, en vez perseguir usted la noticia, llegó a un punto en que las noticias eran las que lo perseguían a usted?

—Claro que sí. A mí me llamaban a cualquier hora, ya fuera tarde, noche o madrugada, como dice la canción. Me han llamado a las tres de la madrugada para decirme que Jesucristo se le había aparecido a Clemente y le había ordenado que consagrara a un obispo; que me esperaban a que llegara a la Casa General para asistir a la ceremonia. Evidentemente, gracias a ellos he tenido mucha información de primerísima mano y, periodísticamente, me he lucrado; pero también ellos se han lucrado gracias a mí.

—Lo intentaban instrumentalizar.

—Les interesaba contar conmigo porque yo podía llevar las noticias de lo que hacían y decían que pasaba a cualquier sitio del mundo como periodista de la agencia Efe. Era una simbiosis: yo me servía de ellos, ellos se servían de mí.

—Nada distinto de lo que ocurre en la política.

—No he sido nunca de la Orden, salvo 45 minutos que tuve puesta una sotana de ellos de una manera totalmente accidental.

—¿El hecho de que le excomulgaran no supone que ellos entendían lo contrario?

—No, no. Cuando decidieron que yo no debía volver, me tenían que hacer algo especial para llamar la atención de todos. El mejor camino podía ser el de la excomunión. Ni siquiera llegaron nunca a insinuarme si quería incorporarme a la Orden. Tenían muy claro dónde estaba yo y dónde estaban ellos.

—A causa de esta simbiosis de la que habla, lo han acusado en ocasiones de ser en cierto modo un cómplice.

—No, no. Yo nunca me he sentido cómplice de nadie. En el libro, yo simplemente digo que he ido allí y había gente que me decía que se le había aparecido la Virgen. No me puedo sentir cómplice no ya de los que creían de buena fe en El Palmar, sino de lo que yo siempre ha pensado que era un absoluto esperpento.

—En el libro manifiesta un profundo respeto por la gente que de buena fe acudía en peregrinación al Palmar y creía en las apariciones, en contraste, desde un principio, con la sospecha sobre las intenciones fraudulentas de Clemente Domínguez y Manuel Alonso.

—Yo siempre les decía a mis buenos amigos Miguel Salado y Jesús Arenal [antiguos miembros de la Orden]: pero vamos a ver, si esto es una obra de dios, ¿por qué habéis hecho esos muros? Hicieron los muros para evitar que entrara quien no les interesaba. Los otros, lo anteriores a ellos, los que estaban a punto de comprar la finca cuando ellos se adelantaron, lo que querían era no molestar a los propietarios y hacer de aquello un sitio de peregrinación.

No sé si hoy El Palmar de Troya podría estar siguiendo el camino de Lourdes o Fátima. Porque la Iglesia fue muy prudente hasta empezaron las barbaridades. Tenía sacerdotes allí investigando aquello. Yo tengo en poder copias y originales de una abundante correspondencia mantenida entre el cardenal Bueno Monreal y una de las videntes más importantes, María Luisa Vila. No hay excomuniones ni grandes castigos hasta que no llega toda la parafernalia de Clemente y Alonso.

—En definitiva, ésta es la historia de cómo unas personas interesadas se van apropiando de lo que en un principio es un movimiento popular espontáneo.

—Efectivamente. Ésa es la triste realidad del Palmar de Troya. Me gustaría que hubieras conocido a las personas que realmente creían en el Palmar de Troya.

—Personas absolutamente respetables y honradas.

—Además, personas de todas las clases sociales, con todo tipo de educación, desde campesinos del Palmar hasta médicos traumatólogos de Sevilla. Y te hablaban de una manera… que yo decía: mira, que yo no vea luz no quiere decir que aquí no pase algo.

—Cómo ya ha apuntado antes, la aparición de este fenómeno también pudo en cierto modo ser una reacción de determinados sectores descontentos con la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.

—Eso es lo que hace que venga mucha gente. Los primeros que vienen son de Irlanda, un país de gran tradición católica en el que se han mantenido mucho las tradiciones y donde de pronto se encuentran como perdidos. Entonces vienen buscando un cobijo que les dan al principio Clemente y Manolo, pero que después les quitan (porque a la mayoría de ellos los fueron echando tal como van dejando de interesarlos).

—En algunos momentos también se les ha querido relacionar con la extrema derecha. ¿Tiene usted su propia opinión sobre esto?

—Es absolutamente cierto que no la hay [tal relación]. Incluso he tenido ofrecimientos del máximo dirigente de la extrema derecha para hacerme un escrito para incorporar al libro diciendo que jamás tuvieron nada que ver.

—En el negocio que montan Alonso y Clemente ¿está pensado todo desde el principio o los planes evolucionan sobre la marcha?

—Creo que se les fueron yendo las cosas de las manos. Ellos pensaban que ése podía ser un magnífico modo de vida, pero, a medida que avanzaba el tiempo, empezaron a pensar que tenía que llegar más lejos, más lejos… Y llegaron todo lo lejos que podían llegar, porque llegaron los dos a ser papas. Las primeras cosas que hacen no pasan de oír los mensajes que les dan a las videntes tradicionales y pasarlos a máquina, fotocopiarlos y llevarlos allí para distribuirlos.

—¿Cuáles son sus conclusiones sobre la relación tan particular entre estos dos personajes?

—Bueno, yo nunca había dicho que Alonso también tenía inclinaciones homosexuales…

—No hablaba de una relación de pareja, sino en general.

—Como relación pura y dura, como papa y secretario de estado, te puedo decir que el día que le hago a Clemente la primera entrevista después del trágico accidente [que lo dejó ciego] salí de la Casa General sintiendo mucha pena por Clemente, porque lo vi absolutamente manipulado por Manuel Alonso. Decían que tenía una gran imaginación y que podía llegar a ser muy soberbio a veces. Pero yo desde entonces he pensado muchas veces que Clemente había pasado a ser el tonto útil.

El aliño de la carne y el número de cigarrillos

Al principio, la carne debía estar sólo asada. Aunque después el Señor, comprendiendo esa situación tan difícil y el sacrifición que suponía, se apareció al padre Fernando [Clemente Domínguez] y le dijo que le podíamos echar un poco de aceite, un poco de ajito, un poco de perejil...”. Tan insólitas prescripciones culinarias y atenciones divinas, detalladas a Molina por el propio Manuel Alonso, son sólo un ejemplo entre muchos de la delirante deriva de la Iglesia Palmariana.

El periodista, pertrechado de un inigualable arsenal de fuentes y relatos de primera mano que le ha valido la reputación de experto en El Palmar por excelencia, evita sin embargo dictar sentencia. El surrealismo, y tambián el fraude, son conclusiones a las que cada lector llega por su cuenta.

Ante sus ojos desfilan las primeras visiones y éxtasis, la inmediata efervescencia de la devoción popular, la irrupción de Domínguez y Alonso en la escena de los milagros, la adquisición de la finca, la ruptura con la Iglesia de Roma y la coronación del papa Gregorio XVII, las primeras deserciones y la sucesión de revelaciones más o menos sensacionalistas sobre las prácticas de este movimiento, hasta la muerte de Clemente Domínguez.

En el trasfondo de la trama se adivina la confluencia entre la superstición y la picaresca, invariables tendencias patrias, pero también la incertidumbre de un tiempo recorrido por seísmos políticos, sociológicos y espirituales sin precedentes. El tiempo en que este país pasó de ser la Cenicienta de Europa a una esquizofrénica princesa moderna. Por cierto, Jesucristo también se presentó en otra ocasión para establecer un límite en el consumo diario de cigarrillos.

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7. ¿Quiénes son los Carmelitas de la Santa Faz? La historia de un cisma.

FUENTE: Infoekumene

 

 

Además de todas las referencias de los medios de comunicación aquí recogidas, consideramos importante tener también un resumen más sistemático sobre la secta denominada Iglesia Cristiana Palmariana (Orden de los Carmelitas de la Santa Faz). Tomamos la que publicó en su día en el boletín Infoekumene el experto español Juan García Biedma.

En 1968 empiezan a producirse en el pueblo sevillano de El Palmar de Troya una serie de apariciones marianas, acompañadas de supuestas curaciones milagrosas y fenómenos paranormales, por mediación de unas niñas de la localidad, que atraería en peregrinación a un buen número de personas desahuciadas, devotas o simplemente interesadas. Entre las últimas se encuentran los futuros fundadores, Clemente Domínguez y Manuel Alonso Corral, quienes acuden con el manifiesto propósito de utilizar para propio provecho a la gente seducida y fanática que acude al lugar de las apariciones en busca de milagros. Clemente Domínguez, con sus pretendidas visiones, profecías y estigmas, pronto desplazó a las niñas visionarias, quedando como único vidente del Palmar. Así, “la histeria se transforma pronto en fundación y surge la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz. Los tradicionalistas españoles del obispo cismático Marcel Lefevbre buscan refugio allí y Clemente piensa que ha llegado el momento de dar un salto de calidad”.

La censura de la Iglesia católica no se hizo esperar ante el grave cúmulo de histerismo colectivo, con supuestos prodigios excepcionales y la evidente utilización crematística del fenómeno. La reacción de Clemente Domínguez y Manuel Alonso es la desobediencia al fundar la Orden (1974). Junto a otros correligionarios, aprovechó la estancia en España del obispo vietnamita exiliado Ngo Dinh Tuc, para hacerse ordenar sacerdotes y más tarde obispos, ordenaciones que no serán oficialmente reconocidas por la Congregación para la Doctrina de la Fe de la Curia Vaticana, y por lo que serán excomulgados. Con la ordenación a su vez de sacerdotes y obispos, el nombramiento de cardenales y la autoprocIamación de Clemente Domínguez como papa -Gregorio XVII-, se organiza esta formación a modo de “iglesia”, extendiéndose en numerosas ramificaciones por varios países europeos y en especial americanos.

La legalización como entidad religiosa, con su inscripción en el Registro Civil del Ministerio de Justicia, en principio denegada por la Comisión Asesora de Libertad Religiosa, tuvo una acogida desfavorable en nuestro país, no contemplándose en modo alguno como fruto del ejercicio responsable de las libertades religiosas. Un comentario publicado al respecto decía: «Si alguien ahora intenta tomarse en serio la legalización palmariana, caería en un ridículo error. A fin de cuentas estamos ante una ejemplar y divertida historia de pícaros, si bien Clemente Domínguez es la figura más importante que ha dado la inagotable cantera sevillana del ramo y que ya Cervantes inmortalizó en sus novelas ejemplares».

Pedro Recio, por su parte, escribía en la revista católica Vida Nueva lo siguiente: «La sentencia del Tribunal Supremo -sentencia que nunca fue recurrida por la Iglesia católica en España- legalizando la bufonada "religiosa" del Palmar de Troya, pone de relieve la empanada mental que padecen algunos sectores de nuestra sociedad. Porque una cosa es la libertad religiosa, que cualquier persona sensata defenderá siempre como un derecho fundamental de todo ciudadano, y otra, muy discutible, el cachondeo y la picaresca, con todo lo que tiene de escándalo y escarnio para los verdaderos sentimientos religiosos, del pseudo papa Clemente y toda su cohorte de cardenales y obispillos: una ridícula parodia».

Esta parodia de la Iglesia, a la que tratan de imitar en su jerarquía y estructura, siempre ha estado acompañada del escándalo y la polémica más encendida. El esperpento fue tal que incluso se llegó a hacer una película sobre el caso: Manuel y Clemente, «una historia centrada en la vida de algunos de estos profesionales de la magia y el misterio, de la fe y el fanatismo». Primero fue el accidente de tráfico que costó la vista a Clemente Domínguez.

Más tarde, en los años 1981 y 82, ocuparon las primeras páginas de los medios de comunicación con pleno derecho. Clemente, el fundador, acabó muy mal en la localidad de Alba de Tormes, cuna de Sta. Teresa de Jesús, cuando se encontraba con siete de sus acólitos en la iglesia donde se guardaban los restos incorruptos de la santa, al vocear que él era el verdadero Papa y que Juan Pablo II era la bestia anunciada por el Apocalipsis, al tiempo que la emprendía con las mujeres que se encontraban en el lugar, a las que calificó de rameras por ir vestidas con pantalones. El suceso dio lugar a una grave alteración del orden al tratar la vecindad de lincharlo, teniendo que ser protegido por la fuerza pública. En diciembre de 1982 los periódicos se hacían eco de lo sucedido a un joven cubano, novicio de la Orden, el cual se había automutilado, produciéndose además heridas brutales en cuello y ojos con el fin de «purgar sus pecados».

Clemente Domínguez, papa con el título de Gregorio XVII, restablece en su iglesia el rito tridentino de la misa, nombra cardenales, ordena obispos y eleva a los altares a una pléyade de personajes históricos y curiosos, como es el caso de Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, Almirante Carrero Blanco, Don Pelayo, Cristóbal Colón, Matusalén, José Alonso Corral, BIas Piñar, más de trescientos mil. En el año 1980 impone el «credo palmariano», en donde se declara anatema a cuantos nieguen que su contenido «es verdad revelada por Dios», así como otras peregrinas profesiones de fe, como la que hace referencia a la Virgen, en cuya «real y verdadera presencia» en la eucaristía creen, y celebran el primer «santo Concilio», que recupera el de Trento y rechaza el Vaticano II. El Concilio se ratifica en el tradicionalismo considerando que todos los papas, desde San Pedro, son antipapas. Declara además el dogma de que Clemente morirá crucificado en Palestina, pero resucitará al tercer día, volviendo a ser papa con el nombre de Pedro II, el último papa.

Uno de sus últimos dogmas afirma que Jesús fue concebido por la cabeza de la Virgen mediante la acción del Espíritu Santo. La doctrina se centra en una vuelta a las tradiciones más arcaicas de la Iglesia católica con objeto de devolverle la identidad destruida, mediante un recuperar hábitos, sotanas, lengua latina y una ideología religiosa de carácter integrista y visceral anticomunismo. Los mensajes recibidos por Clemente Domínguez reflejan lo anacrónico y ultraconservador de su pensamiento religioso e ideología política: «Hijitos míos, en la última guerra española, yo el apóstol Santiago, intervine de forma decisiva para la victoria de los ejércitos nacionales... Es triste que hoy, en estos tiempos, haya obispos que son sucesores míos que vayan contra el hombre -Franco- que, portando la bandera de Cristo Rey, restableció el culto divino en España»... «Combatid el marxismo con el rezo del santo rosario, martillo de herejes. Hay naciones que se liberaron del marxismo con el rezo público del santo rosario... El rosario en vuestras manos y combatiréis todas las herejías que reinan en la Iglesia y en el mundo».

Los adeptos se distribuyen en cenáculos, con delegaciones en EE.UU., Canadá, México, Venezuela, Colombia, Argentina, Perú, Isla Martinica, Costa Rica y varios centros en España, en especial en la provincia de Sevilla, en donde pasan de cuatrocientos. La vida al interior de la iglesia catedral comienza por la mañana temprano con oraciones y cultos a «Ntra. Sra. del Palmar Coronado», con interminables rosarios, misas y vigilias, que se prolongan innecesariamente. Se dedica escaso tiempo a reparar las energías y el sueño. Todo miembro tiene un cargo y una tarea definida que cumplir.

Además de contar con un papa, la jerarquía se integra con cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Publican una revista con el título Los Ecos del Palmar, órgano que identifica a todos sus seguidores. También cuenta con un Catecismo palmariano de grado elemental, que consideran “revelado por Dios” (p. 208 del Catecismo palmariano). La situación financiera pasó por una fuerte crisis en 1993, aunque todavía se le supone un considerable y rico patrimonio, bienes que están todos a nombre del cardenal secretario de Estado, Manuel Alonso Corral, abogado y número dos de la Iglesia. La Iglesia palmariana ha sido acusada de ser en realidad una tapadera de negocios ilícitos.

En conclusión, «el mundo mágico y negro del Palmar, carne de chiste, flor de herejía, cueva de truenos inquisitoriales, refugio de fantasmas canonizados, espejo cóncavo del oscurantismo, estirpe de Trento» 14, es, por desgracia, una de las escasas formaciones sectarias de origen español, todavía mantenida no se sabe a ciencia cierta por qué fuentes, y que se le supone unos trescientos seguidores entre ellos sacerdotes, obispos, cardenales, religiosos y monjas de su propia cosecha, incluso tal vez un segundo nuevo papa en la persona de quien hasta la fecha ha sido decisiva y de suma importancia, Manuel Alonso Corral, secretario de estado y administrador de esta peculiar “iglesia”.

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8. Así relató la prensa una Semana Santa celebrada por la secta en los años 80.

FUENTE: El País

 

 

 “La secta del Palmar de Troya celebró la Semana Santa a pesar de la prohibición gubernativa”. Con este titular, el diario El País publicaba el 13/04/82 un artículo de José Aguilar que nos da idea de la evolución de la secta en aquel tiempo, cuatro años después de la autoproclamación de su fundador como Papa.

Los visionarios más famosos de España, los carmelitas de la Santa Faz del Palmar de Troya, cumplieron su promesa de celebrar la Semana Santa a imagen y semejanza de como lo hace la iglesia católica: sacando pasos en procesión para escenificar la pasión y muerte de Jesucristo, a pesar del escándalo de algunos, el regocijo de otros y la indiferencia de los más. Una peculiar conmemoración del Viernes Santo se desarrolló en el lugar donde tiene su sede esta organización religiosa, en El Palmar, una aldea, cercana a Utrera, a unos cuarenta kilómetros de Sevilla, que dispone de ambulatorio propio gracias a la iglesia que dirige Clemente Domínguez. Sesenta familias de este pueblo sevillano viven de la construcción de la basílica palmarina.

En realidad no parece que los clementinos tuviesen el propósito de sacar los pasos a la calle, como se deducía de una primera versión periodística, y colisionar sentimentalmente con muchos católicos fieles a Roma y físicamente con alguna procesión oficial de la aldea. De hecho, cuando se hizo pública la advertencia del Gobierno Civil de Sevilla acerca de la ilegalidad de su intento, una delegación de obispos del Palmar de Troya visitó esta dependencia gubernativa para garantizar que su Semana Santa sería totalmente privada y que las procesiones se limitarían a recorrer el espacio cerrado que hoy constituye la jurisdicción del papa Gregorio XVII.

No obstante, los delegados episcopales aprovecharon la ocasión para amenazar con la excomunión al gobernador sevillano, José María Sanz Pastor, por su actitud prohibitiva, que algunos juristas situados ideológicamente en las antípodas de Clemente y sus huestes consideraron inconstitucional. Los de la Santa Faz hablaban en serio y no se han recatado de escribir en la valla de entrada a sus dominios espirituales la frase “De Sanz Pastor, líbranos, Señor”. Otros pintaron frases menos religiosas en el mismo muro: “Zona nacional” y “Viva San Franco”, acompañadas por el anagrama del partido de extrema derecha Fuerza Nueva.

Rosario de disidentes

Las cuatro torres y la cúpula aun inconclusas del templo palmarino se distinguen perfectamente a varios kilómetros de distancia viniendo de Utrera. El recinto, en forma de amplío rectángulo, está tapiado por todos sus lados excepto por uno en el que la tierra acumulada forma una pared natural que separa la zona de los campos de labor colindantes. La puerta de hierro permanece cerrada a cal y canto y solamente se abre tras ser aporreada desde fuera e investigados los visitantes por un guarda estricto y con cara de pocos amigos.

A un lado del recinto, en un rincón florido alrededor de una cruz -lo que era el Palmar milagrero en un principio-, un grupo de mujeres y algunos jóvenes capitaneados por un sacerdote ensotanado murmuran interminables rosarios que una joven enlutada dirige, rodilla en tierra, llevando la cuenta con los dedos. Debajo de la cruz hay un retrato de Juan Pablo II. Son los disidentes de esta joven secta, el padre Arana y sus seguidores, partícipes de los misterios palmarinos en un primer momento, pero que siguieron leales al Papa de Roma cuando llegó la inevitable ruptura. Varios niños juegan a la pelota, ajenos a ambos ajetreos religiosos y sus consecuentes querellas.

El guarda vuelve para atrás a muchachas en pantalones y muchachos descamisados o con caras excesivamente trasparentes de curiosidad y morbo. Los que visten capas marrones de peregrino o lucen escapularios sobre sus hombros entran sin problema, mientras que las mujeres sin velos han de cubrir sus cabezas con pañuelos para sonarse y otras prendas más bien insólitas. Los devotos que han pasado ya al feliz estado de feligresía penetran incluso con sus coches. El portero ordena solo una cosa: que abrochemos el botón del cuello de la camisa para franquear la entrada.

Una industria episcopal que da escalofríos

El espectáculo da escalofríos. La procesión está en marcha. La abre un joven de raza negra que sonríe sin cesar y agita un incensario (alguien comenta que este incienso es de buena calidad, no como el de otras procesiones). Le siguen unas cincuenta monjas que llevan velas y ocultan sus rostros con velos negros, veinte señoras con mantilla y peineta también negras y alrededor de treinta obispos de rojo, indicativos de que El Palmar de Troya es, en verdad, una auténtica industria episcopal.

La comitiva va presidida por una docena de cardenales con sus capas y mitras y, al frente de todos, el mismísimo papa Gregorio XVII -en este mundo, Clemente Domínguez- ayudado por dos acólitos de alcurnia, que le conducen amablemente durante el recorrido. Los pasos, llevados por costaleros contratados, son dos: uno representa a la Virgen que sostiene en sus brazos a un cristo recién descendido de la cruz, y el otro, un sepulcro conteniendo el cuerpo yacente del hijo de Dios, a modo de Santo Entierro.

La comitiva realiza un viacrucis rodeando la basílica, en cuyo pórtico monjas ancianas o inválidas rezan sin interrupción. Los fieles participantes en la ceremonia son unos doscientos, en su mayoría mujeres extranjeras de edad avanzadas que musitan sus plegarias en un ambiente de gran recogimiento, jovencitas de menos de veinte años, pocos hombres de todas las edades, niños con escapulario y curiosos que tratan de disimular su actitud.

La procesión se detiene ante cada una de las cruces del recinto y Clemente entona rezos en latín, tras haber depositado su tiara en una bandeja plateada, da varias vueltas en derredor de los pasos y les echa incienso. Al terminar los rezos y los cánticos, el papa alza la voz y dice por tres veces: ¡Viva el Santísimo Cristo yacente! que responden con encendidos vivas los congregados. A continuación se dirige al otro paso y grita nuevamente tres vivas a Nuestra Madre de la Piedad, que fueron igualmente coreados. Antes de reanudarse la marcha, un espontáneo -siempre el mismo- gritaría a su vez: ¡Viva su Santidad el papa Gregorio XVII, Viva el papa valiente y viva la iglesia palmarina! Una débil sonrisa parece asomar entonces al rostro amazacotado de Clemente Domínguez.

El ritual es complicado y las vestimentas variadas y la colocación de los cardenales indican rígidas jerarquizaciones dentro de la orden. El silencio es completo, solo levemente roto por las plegarias de los feligreses y los tambores y cornetas de la competencia (a pocos centenares de metros se está desarrollando una procesión de la iglesia oficial por las calles del Palmar de Troya). Da la impresión de que el director cinematográfico Federico Fellini va a hacer su aparición por detrás de las lomas para inmortalizar el acontecimiento y filmar las expresiones beatíficas que embargan e iluminan los rostros de obispos y fieles.

Rigurosa separación entre hombres y mujeres

De entre los fieles emerge una cabeza cardenalicia que se vuelve hacia el periodista (por supuesto que no sabe que lo es) con una orden taxativa: "¡los hombres, al otro lado!", haciéndonos caer en la cuenta de que hemos invadido el sector de la procesión destinado al sexo femenino. Un costalero comenta con mucho sigilo y misterio que es vecino del Palmar de Troya y que le pagan tres mil pesetas por su faena. A continuación sale huyendo.

Cuando cae la noche, toda la zona adquiere una apariencia fantasmal. La procesión continúa, pero a cierta distancia -por ejemplo, desde la ladera de tierra amontonada- solo se distingue el titileo de las velas y los faroles. Todavía en la puerta puede escucharse a una vieja preguntarle a otra si ha hablado con una amiga común que pertenece al reino de los videntes: "¿te ha dicho cómo va lo de monseñor Escrivá de Balagué, si lo van a hacer santo por fin?".

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9. En 1986 se rodó una película sobre los hechos del Palmar de Troya.

FUENTE: Manurhill

 

 

La historia del Palmar de Troya fue llevada al cine en 1985 por el director español Javier Palmero. En una película que si bien es bastante floja, tiene un toque de cinismo muy desarrollado, tiene en determinados momentos un aire documental, y eso sí refleja bastante bien como un par de bribones, echándole cara al tema se aprovechan de parte del catetismo reinante en nuestro país unas décadas atrás. Ya comienza con un cartel que avisa del tono ácido que nos vamos a encontrar en ella. Recogemos esta crítica publicada en el blog Manurhill.

Se conjuga un cierto tono documental con las hazañas de estos dos picaros españoles que también habrían encajado en la literatura española del siglo XV, sino o fuese que sus actos los hubiese conducido primero al Tribunal de la Santa Inquisición y de aquí derechos a la hoguera. "Todo empezó el 30 de marzo de 1968, sí el mismo día que Massiel ganó en Eurovisión, en un pueblecito de Andalucía cuatro niñas se escaparon de la escuela, y al regresar a sus casas para no ser regañadas mintieron..." Afirmaron a ver visto a la Virgen del Carmen.

Después de esta introducción nos metemos de lleno en las andanzas de los dos pícaros homosexuales: Manuel (Juan Jesús Valverde) y Clemente (Ángel de Andrés López), hoy bastante conocido por una de esas series españolas que tienen cierto éxito televisivo, "Manolo y Benito corporeison". Manuel es el cerebro y Clemente su pareja dispuesta a complacer los deseos de su amigo, sean cuales fueren. La película abarca el decenio 1968-78, desde la falsa aparición de la Virgen, hasta la coronación como Papa de Clemente.

He echado en falta la supuesta expulsión de 16 litros de sangre de nuestro querido Clemente, y su trance ante 30.000 personas. Pero sí son impagables las caras que pone Ángel de Andrés en sus fingidos trances. Y lo mejor es que aporta algunos datos como el nombre de la famosa donante de los millones para comprar la finca, una tal señora Patrocinio (¿nombre real o ficticio?). Asimismo sin entrar a saco queda bien patente la homosexualidad de nuestra pareja y se dibuja bastante bien la línea seguida para financiar la iglesia del Palmar, una forma de defraudar a través de donaciones que desgravan al fisco donde gente de otros países juega un papel importante.

Aparte de esto siempre nos quedarán algunas escenas cómicas como las duchas de agua fría que Manuel le hace tomar a Clemente, los pequeños papeles de Héctor Alterio o Alfonso del Real, dos actores que siempre aportaban algo de chispa. O esa primera misa, ya como Papa Clemente, en que la imagen de este, con su barba y su actitud me recordó por sus pintas a aquel alcalde rockero del PP, que era de un pueblecito de León y que en los noventa nos torturó con sus discos tales como "Necesito respirar".

Y lo mejor quizá sean los planos finales, cuando de nuevo la película que, por cierto, dura unos ochenta minutos, adquiere un tono documental con la catedral de fondo y sobreimpresionados aparecen los elevados a los altares y los excomulgados. Entre estos últimos desconocía que estuviesen todos los curas obreros, y todos aquellos que vieron la película Jesucristo Superstar.

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La RIES es una red de expertos y estudiosos católicos sobre el fenómeno sectario y la nueva religiosidad, presentes en España y Latinoamérica, y abarcando las zonas lusoparlantes. Pretende ofrecer, también con este boletín informativo, un servicio a la Iglesia y a toda la sociedad. La RIES no se responsabiliza de las noticias procedentes de otras fuentes, que se citan en el momento debido. La RIES autoriza la reproducción de este material, citando su procedencia.