26.07.11

México: se acelera la sucesión en Guadalajara

A las 8:37 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en México
 

El rumor es cada vez más fuerte tanto en México como en Roma. La sucesión del arzobispado de Guadalajara está al caer y quizás el Papa no decida esperar a septiembre para anunciar el nombre del sucesor del cardenal Juan Sandoval Iñiguez. Tras la designación del arzobispo de Milán (Italia), el nombramiento del nuevo pastor de la “perla tapatía” reviste capital importancia no sólo para América Latina sino para la Iglesia universal.

Los candidatos a ocupar tan importante sede episcopal no son muchos, por perfil y méritos. En septiembre de 2010 en este espacio ofrecimos algunos nombres posibles para la terna de la cual saldrá el nuevo arzobispo. Hicimos un breve análisis sobre personalidades como Javier Navarro Rodríguez, obispo de Zamora; Ramón Castro Castro, prelado de Campeche; José Leopoldo González, auxiliar de Guadalajara y Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla.

Además nos referimos a candidatos menos probables: Miguel Romano Gómez, rector del seminario tapatío y Felipe Salazar Villagrana, prelado de San Juan de los Lagos (se puede leer el análisis completo aquí). Con el paso del tiempo se sumaron algunos otros nombres, uno posible e importante: Francisco Robles Ortega, actual arzobispo de Monterrey y ya cardenal.

Nacido en Mascota el 2 de marzo de 1949, una buena parte de su ministerio eclesiástico lo desarrolló en el estado de Jalisco, del cual Guadalajara es capital. Estudió en los seminarios de Autlán de Navarro, Guadalajara y Zamora. Tras recibir la ordenación sacerdotal en 1976 estudió en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Se desempeñó además como párroco del Santuario de Guadalupe en Autlán y rector del seminario de esa diócesis hasta que el 30 de abril de 1991 el Papa Juan Pablo II lo designó como obispo de Toluca. Es alguien que conoce la arquidiócesis pero, al mismo tiempo es un externo. Su punto fuerte es su “vocación romana”, nada menos que con el peso de un birrete cardenalicio.

Empero el único candidato del cardenal Juan Sandoval es Javier Navarro Rodríguez. Tiene mucho a su favor para quedarse con el puesto. De hecho ya en la arquidiócesis parte del presbiterio no sólo da por descontado su designación sino que prácticamente lo piden a gritos. Ayuda su estilo cercano y su carácter afable. Conoce a profundidad los resortes de Guadalajara, donde ocupó diversos puestos entre otros el de vicario para la pastoral.

Aunque se trata del candidato natural, un “delfín”, quienes analizan fríamente la situación e ignoran la euforia local, saben que el principal reto de Navarro sería justamente su predecesor. Piensan que la llegada de un externo, alguien sin compromisos, pudiera significar cambios positivos en la curia y rompería con añejas inercias.

Según estas voces sacras en la jerarquía de Guadalajara falta el recambio desde tiempos de Juan Jesús Posadas Ocampo, quien tomó las riendas de la arquidiócesis en 1987 y las mantuvo hasta 1993, cuando fue bárbaramente asesinado. Muchos de los puestos de importancia –sobre todo en las comisiones episcopales- su sucesor Sandoval no quiso tocarlos, asegurando cierto enquistamiento.

En sus 17 años como arzobispo Sandoval Iñiguez pretendió que el camino diocesano siguiera un ritmo eminentemente “romano”, con una especial atención al magisterio del Papa y a los documentos del Vaticano. Eso se notó incluso en los planes pastorales pero significó también una cierta marginación a un proceso que venía de mucho más atrás, desde las asambleas del Celam de Puebla y Santo Domingo.

Desde finales de los 60 y hasta mediados de los años 90 Guadalajara evolucionó hacia un modelo diocesano más incluyente y de impronta latinoamericana, proceso que se interrumpió con el nuevo arzobispo, quien buscó una síntesis entre esa identidad propia y el horizonte romano. Esta mezcla no convenció a todos.

Ahora, muchos sacerdotes de aquella época saben que Javier Navarro tiene las cualidades para recuperar esa pastoral abierta y no tan verticalista. Empero temen que, si llega como arzobispo, no pueda superar la el peso de su antecesor. Porque como reza el dicho mexicano: “debajo de un gran árbol, no crece ningún huizache”.