Los secretos de la Sagrada Familia de Gaudí

Guiados de la mano en un arco iris de símbolos

"En su íntima estructura arte y fe son hermanas"

Gianfranco Ravasi, 03 de agosto de 2011 a las 19:37

(Cardenal Ravasi en L'Osservatore romano).- «He encontrado entre mis papeles un folio: en él definía la arquitectura como una música cristalizada». Así escribía Goethe a su amigo y secretario Johann Peter Eckermann, evocando una definición de la arquitectura que se atribuirá también a Madame de Staël e incluso a Napoleón. De cualquier modo, es sugestiva la idea según la cual en las formas arquitectónicas nobles se puede concentrar casi un pentagrama de armonías, una especie de pergamino cuyos mensajes se han convertido en mármoles, cristales y piedras preciosas.

Esta imagen pasó por mi mente cuando, en enero de 2010, acompañado por el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, y por el continuador de la obra de Gaudí, Jordi Bonet, subí hasta las alturas vertiginosas de la Sagrada Familia, recorrí sus grandiosos espacios, asistí al intenso trabajo de los obreros, que estaban preparando el edificio para la visita que  Benedicto XVI realizaría en el mes de noviembre sucesivo.

La intuición de Goethe también está implícitamente en la base de la extraordinaria “hermenéutica” de la basílica que ahora nos ofrece el biblista catalán Armand Puig i Tàrrech, un autor  conocido desde hace tiempo también en Italia por sus finos escritos exegéticos (los más recientes se centran en el mundo fascinante de los apócrifos neotestamentarios). Sabe unir siempre la finura del análisis con la perspectiva de una visión de conjunto, sitúa el dato y el detalle en el tejido de la página, ilustra el contenido mostrando todos sus matices temáticos y aúna la precisión filológica con la sensibilidad estética. Pues bien, ahora presenta al lector un texto convertido en piedra, lo recorre hoja por hoja, y revela sus secretos y maravillas en un auténtico arco iris de mensajes que transforman a cada visitante-lector en un peregrino de la fe y del arte.

De hecho, si es verdad que en su íntima estructura arte y fe son hermanas, porque ambas tienden a lo trascendente y representan lo Invisible que está en lo visible –por usar una expresión de otro gran artista catalán, Joan Miró, que refería palabras de Paul Klee– con mayor razón este encuentro se hace realidad en la obra de Gaudí.

En este sentido fue significativa la homilía que Benedicto XVI pronunció el 7 de noviembre de 2010 durante la solemne celebración de la dedicación del templo. La Sagrada Familia, según el Papa, se presenta no sólo como una «suma admirable de técnica, de arte, de fede», sino también como  «un signo visible del Dios invisible», porque en ella se abren los tres grandes códices de la revelación divina: «El libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la liturgia». Se realiza así, en esta obra maestra de la arquitectura  –que, precisamente por la continuidad pluridecenal de su realización, se manifiesta como una criatura viviente–, el matrimonio supremo entre teología y arte, transformándose en una «catequesis» divina bella y verdadera.

  Gianfranco Ravasi
4 de agosto de 2011