11.08.11

 

Cualquier institución humana que se respete a sí misma procura que entre sus miembros no haya personajes que se dedican a ponerla a caldo un día sí y otro también y a boicotear sus actos principales. Obviamente cabe aceptar cierto grado de disenso y crítica interna, ya que de lo contrario nos encontraríamos ante una secta con un comportamiento militarista. De hecho, esto último suele ocurrir en los partidos políticos, donde está a la orden del día aquello de que “el que se mueve no sale en la foto". Ahora bien, a nadie le debería de extrañar que un partido expulsara de su seno a quien públicamente sostiene una ideología opuesta a la de su formación política y además pide el voto para otros partidos.

La Iglesia no es una institución humana más. Es de origen divino, porque divina es su Cabeza, Aquel que la fundó: Jesucristo. Pero eso no significa que no tenga unas reglas propias, que no posea unas fronteras, de manera que aquellos que las cruzan se sitúan fuera de la misma.

Sabemos también que el cáncer consiste en la aparición en un cuerpo vivo de células malignas que acaban comiéndose a las sanas y, si no es combatido, provoca la muerte del sujeto. Pablo VI habló en su día del humo de Satanás dentro de la Iglesia. Podría haber hablado de células cancerígenas y se le habría entendido igual.

Y sin embargo, en nuestra Iglesia tenemos a gente que se salta sus reglas, que cruza todas las fronteras posibles y que ejercen de tumores asesinos que amenazan la salud del resto del cuerpo. De hecho, están identificados. No se esconden. Todo lo contrario, presumen de ser lo que son. ¿Y por qué lo hacen? Porque se les permite.

Resulta patético el comprobar como alguien que dice pertenecer a la Iglesia de Roma está a la vez al frente de una manifestación contra la visita del Obispo de Roma a España. Y que pide a la Fiscalía que vigile las palabras del Santo Padre por ver si son contrarias a leyes contrarias a la doctrina católica. Es el caso de Evaristo Vilar, presidente y/o portavoz de ese engendro maligno llamado Redes Cristianas. Pero lo realmente alarmante no es que ese sujeto haga lo que hace y diga lo que diga. Lo alucinante es que lo diga sin que la Iglesia le expulse de su seno. Como ciudadano es perfectamente libre de opinar lo que le venga en gana y apoyar cualquier tipo de manifestación. Ahora bien, un católico no puede de ninguna de las maneras ponerse codo con codo al lado de los enemigos de la Iglesia. No puede convertirse en portavoz de nada que sea católico quien lucha abiertamente contra la Iglesia.

Si la Iglesia se tiene un poco de respeto a sí misma, debe de actuar con energía y contundencia contra la quinta columna de Satanás en medio de ella. Da igual que esa quintacolumna se llame Redes cristianas, católicas o mesiánicas. Dentro del rebaño de Cristo tenemos a lobos que ni siquiera se disfrazan como ovejas. Enseñan los dientes, muerden, atacan y causan estragos. Y tan campantes, oigan ustedes.

Dice San Pablo que Satanás se disfraza como ángel de luz. A estos no les hace falta disfraz alguno. Como nadie les ha echado de la Iglesia, hablan desde dentro de ella para destrozarla. Los pastores no podrán decir que no saben quiénes son. Están perfectamente identificados. Hacen todo lo posible para que sus actividades sean conocidas. Son curas, religiosos y seglares que usan en muchas ocasiones parroquias o propiedades eclesiales para arremeter contra el Papa, los obispos, los seglares fieles a la Iglesia, la doctrina, la liturgia y todo aquello que huela a catolicismo.

Ante ese panorama, lo que yo verdaderamente me pregunto es: ¿de quién es la responsabilidad mayor? ¿de los que hacen la labor del Enemigo de las almas, de los lobos que se alimentan del rebaño de Cristo o de quienes teniendo el poder y la autoridad para echarles fuera no lo hacen?

Creo que todos sabemos la respuesta a esa pregunta. Desde este portal, desde estos blogs, desde otros portales y blogs católicos podemos aseverar que hay un cáncer en la Iglesia. Podemos identificar a los lobos. Podemos plantarles cara dialécticamente. Pero no está en nuestra mano aplicar la quimioterapia o la cirujía necesaria para extirpar el cáncer. Y no tenemos la capacidad de echar a las alimañas del rebaño. De hecho, lo que puede ocurrir es que antes o después, algunos de nosotros enfermemos o seamos devorados.

Hoy más que nunca clamamos: ¡Exurge Domine et judica causam tuam!

Luis Fernando Pérez Bustamante