Católicos
19/08/2011

Victimas de los terremotos de Japón, Haití y Lorca portan la cruz de la JMJ hasta la decimocuarta estación en el via crucis presidido por el Papa

El momento más emotivo del via crucis celebrado por el Papa en el paseo de Recoletos de Madrid  ha sido cuando jóvenes damnificados de los recientes terremotos de Haití, Japón y Lorca han llevado la cruz de la Jornada Mundial de la Juventud desde la decimotercera hasta la última estación del 'Cristo yacente'.


 

El via crucis de hoy, viernes, ha reflejado en cada una de sus estaciones el papel de Jesucristo en los problemas de la humanidad. Que en Dios cabemos todos, así lo simbolizan los brazos abiertos de Cristo en la cruz que hemos visto en el décimo paso, 'La Crucifixión' de Ramón Álvarez Prieto (1885).

Los fieles han visto a Jesús como el buen amigo, el padre. Ese que levanta al que yace, aquel donde el que sufre encuentra consuelo: la madre que llora a su hijo fallecido, el país en guerra, el cristiano perseguido, la mujer vejada, el niño indefenso, el parado, el drogadicto.

Especialmente vistosa y emocionante ha sido la presencia en la undécima estación del 'Santísimo Cristo de la buena muerte', 'el Cristo de Mena', hasta donde han portado la cruz de la JMJ un grupo de discapacitados.

También han transportado la cruz de la JMJ jóvenes con precariedad laboral o en paro, personas que sufren algún tipo de marginación social, jóvenes que cuidan a enfermos de sida y cristianos perseguidos en Sudán, Irak y Tierra Santa.

Durante toda la ceremonia el Santo Padre se ha mostrado muy sonriente y alegre. Para dar por terminado el via crucis ha pronunciado unas palabras en las que ha animado a los jóvenes a "abrazar la Cruz, que representa ese amor del Padre y de Cristo a los hombres y que devuelve la esperanza al mundo". Benedicto XVI también ha hablado de la Virgen como Madre que nos consuela en los momentos de dolor, así como auxilió a Jesús en el Calvario.

Tras estas palabras, la multitud de jóvenes presentes se ha deshecho en aplausos y mensajes de cariño al Papa. Los alrededores de la Castellana eran un mar de gente y banderas de todos los países.