25.08.11

Me cuenta un amigo que su padre, un maestro a punto de jubilarse, cuando empezaba a trabajar como maestro hace casi cuarenta años (entonces se pudo empezar con los 18 años), tenía una clase de cincuenta alumnos, de modo que algunos no se podían ni sentar en las sillas, sino estaban escribiendo sentados en el suelo. Con todo eso, con su edad de 18 años que no le podía aportar experiencia, y a pesar de tratarse de una enseñanza obligatoria – no se podía oír ni una mosca en la clase.
Hoy ese mismo maestro tiene una clase de veinte alumnos, que no le da problemas especiales – la experiencia cuenta – pero son las quejas de los padres que han hecho que tiene que pedir el cambio del centro escolar.
¿Dónde está el problema? Antes de abordar el asunto, expresaremos esta situación mediante una caricatura bastante ilustrativa:

Hay una sola respuesta fundamental: porque se ha abolido la autoridad. Pero toda autoridad legítima proviene de Dios, la de los padres, profesores, autoridades civiles,… con lo cual, expulsado Dios del proyecto de la sociedad, es necesario buscar un sustituto.
Ese sustituto es el hombre, su razón a secas, su pedagogía, psicopedagogía, pedagogía social, etc.
Pero he aquí el problema: el hombre no puede imponer su criterio a otro nombre. Pero si no se le impone, esto no funciona. Por eso, se recurre a “razonar”, se pretende que los que tengan menos dinero y menos poder, “acepten razonablemente” lo que se les está instruyendo.
En la última instancia, llegamos a la situación en la que la ideología ha sustituido a Dios. Hasta tal punto que se le dan atributos de Dios mismo, en resumen, todo debe ser sometido a una determinada ideología.
Por eso, como un botón de muestra, la “aconfesionalidad” de Cayo Lara es en la realidad anticonfesionalidad, sobre todo respecto a la fe católica.
Pero nos ocuparemos principalmente del tema educativo. Estas nociones de “reflexión”, “pedagogía”, etc. meramente humanas, han penetrado también en el ambiente cristiano. Lo noto en la desnaturalización del comportamiento de los padres respecto a los hijos. En definitiva, los niños se han hecho niñatos en muchos casos. Tanta comprensión, tanto juego, tanta diversión y al final los niños parecen tiranos maleducados. Tengo muchas veces la sensación de que a los padres les cuesta reñirles, como si se les va a ir la vida en ello. El castigo físico moderado ha desaparecido del uso, y eso me parece muy desacertado. ¡Pero ojo! Solamente el que ama, puede castigar. Ama, y haz lo que quieras, dice San Agustín. “Corrijo a quien amo”, dice la Escritura, y San Pablo recuerda, cuando todavía estas palabras, “todo padre educa a su hijo con la disciplina” se podían oír con toda naturalidad.
Pero, ¡si todo el mundo sabe que esto es cierto! Pero al mismo tiempo, dices hoy en día esto y se oye: “uyyyy, lo que ha dichooo”. Y eso porque se ha ofendido a dios-ideología dominante. Se pongan como se pongan, no debemos olvidar lo elemental: si no hay autoridad, habrá anarquía, y con ella el sin sentido, la desorientación más absoluta.
Naturalmente, nosotros no podemos seguir a los ídolos, sino a Cristo Jesús, a quien rendiremos cuentas por toda palabra y acción cometida. Se trata de nuestra fe y de nuestra misión en esta tierra, también la educativa, también aquella llamada a poblar la faz de la tierra de personas educadas y constructivas, las que agradan al Corazón de Dios.