No hay soluciones mágicas para salir de la pobreza

 

2011-08-29 L’Osservatore Romano


(Córdoba - Argentina-) Se debe distinguir claramente entre las actividades lúdicas, como son la recreación, el deporte y el esparcimiento, de la perniciosa influencia de los juegos de azar, en especial los que se brindan en los casinos. Estos últimos, además de facilitar la adicción patológica al juego, «afectan especialmente a las familias más pobres, que ven allí la solución mágica a sus problemas económicos y afectan a los jóvenes que son atrapados por el egoísmo de un juego esencialmente individualista y que atenta contra la cultura del trabajo y contra la solidaridad». Lo escriben, en un comunicado, los miembros de la Pastoral social de la archidiócesis de Córdoba, en Argentina, que ponen en guardia a los fieles frente a las graves consecuencias vinculadas al abuso del juego de azar y a la utilización de las máquinas «tragamonedas», fenómenos cada vez más difundidos en ese país sudamericano. Un tema de actualidad —se afirma— mientras se realiza la campaña electoral (en octubre en Argentina tendrán lugar las elecciones presidenciales), sobre el que la archidiócesis de Córdoba, en consonancia con la Iglesia católica en Argentina, quiere intervenir para dar «nuestro aporte a la sociedad y expresar lo nocivo que puede transformarse el juego de azar y tragamonedas en la vida de nuestros conciudadanos, y en ellos, de nuestras familias».
En el documento, titulado «Construyamos una sociedad sana y digna», se recuerdan las diversas reflexiones sobre el tema ya hechas por algunos obispos, que han señalado con preocupación que en todo el país se ha multiplicado la oferta del juego de azar (sea privada sea estatal), la cual puede favorecer actitudes adictivas. «Vemos —escribe la Pastoral social— cómo han proliferado los casinos, los bingos, unidos al fabuloso negocio de las máquinas tragamonedas, aun en cercanías a barrios pobres. También se han multiplicado las cuantiosas ofertas de juegos de apuestas en locales de lotería. Asimismo, el fenómeno de las nuevas tecnologías, como Internet, hace emerger nuevas y cada vez más masivas formas de juego».
Para la Iglesia de Córdoba, es importante hablar sin eufemismos: «El juego de azar es un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres». El Estado —se subraya en la nota— «debe garantizar la protección integral de la familia. Quien se apasiona en el juego puede arriesgar y perder aquello que pertenece también a su cónyuge y sus hijos. Es una acción que daña la comunión familiar, y lleva muchas veces a discusiones, reproches y peleas. Cuando la situación se torna incontrolable, aparecen las conductas adictivas». La ludopatía es «una enfermedad emocional de naturaleza progresiva», que tiene una raíz común con otras adicciones: «Quien padece esta patología —escribe el documento— suele tener baja estima de sí mismo».
Pero como en muchas otras cuestiones que afectan a la sociedad, a la familia, a los jóvenes y particularmente a los más pobres, la Pastoral social cree que «es con la educación desde la escuela y el hogar, y desde el ejemplo de los gobernantes que se logrará evitar el fomento de este tipo de actividad que no tiene como finalidad acrecentar el aspecto lúdico del hombre y la comunidad, sino asegurar ganancias fáciles y sin riesgo a las empresas que la propician». Además, es fundamental alentar las actividades deportivas para jóvenes y niños, la construcción de centros comunitarios en los barrios para que sean utilizados como «mecanismos de contención e incorporación de la gente» al disfrute de la música, el teatro, el cine, los juegos y toda forma de arte. Sin olvidar el componente espiritual, con la participación activa y comunitaria en capillas y centros religiosos. Espacios que son «más eficaces y sustentables para alcanzar el objetivo de dignificación del ser humano que las más simples y muchas veces inoperantes prohibiciones».