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Servicio diario - 3 de septiembre de 2011

Foro

Las monedas de Dios

Dios sí, Iglesia no

Documentación

Abusos: Respuesta de la Santa Sede al primer ministro de Irlanda


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Las monedas de Dios
Una relectura de los numerosos pasajes evangélicos donde concretamente se habla de dinero
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 3 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el texto de la conferencia que ha pronunciado monseñor Cesare Pasini, prefecto de la Biblioteca apostólica vaticana en Buja (Údine, Italia) este sábado 3 de septiembre con ocasión de la muestra “Las monedas de Dios. Exposición de las monedas originales citadas por los evangelios” (del 28 de mayo al 30 de noviembre de 2011) organizada por el ayuntamiento de la ciudad en colaboración con la archidiócesis de Údine y la Biblioteca apostólica vaticana. La exposición, que tiene lugar en el Museo de arte de la medalla y de la ciudad de Buja, es probablemente la primera y más completa realizada en todo el mundo, en cuanto a las monedas citadas por los evangelios. El texto ha sido publicado por “L’Osservatore Romano”.

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Me cautiva la ofrenda de la viuda del evangelio. No sólo porque esa mujer mereció el bellísimo elogio de Jesús: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir» (Mc 12, 43-44); sino también porque en ese pasaje figura la lepta, la pequeña moneda desconocida por el sistema monetario romano pero usada comúnmente por la población en Palestina para las necesidades diarias. Los ricos tiraban muchas monedas pero, relata el evangelista, «se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante» (Mc 12, 42). Lo que se traduce con «monedillas» son precisamente las leptas (en hebreo prutót), mientras que el dinero es el kodrántes, es decir el cuadrante, que valía a un cuarto de as.

Detengámonos un poco más en la lepta y las monedas más pequeñas. En los evangelios la palabra lepta aparece dos veces en el relato de la viuda —porque hablan de ello tanto Marcos (12, 41-44), de quien he tomado la cita precedente, como Lucas (21, 1-4), que sintetiza brevemente la narración— y una tercera vez en el evangelio de Lucas, cuando Jesús invita a llegar a un acuerdo con el adversario mientras se va de camino hacia el magistrado, «no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel». La conclusión es muy severa: «Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo» (12, 58-59), es decir la lepta. La misma enseñanza refiere también Mateo, en el sermón de la montaña; y, leyendo la traducción, no percibimos variación alguna, porque la frase es idéntica: «En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo» (5, 26). Haciendo una verificación, aquí ya no se menciona la lepta, sino el kodrántes, que vale el doble, pero, de hecho, es la moneda romana de menor valor. El significado y la fuerza de la afirmación siguen siendo, obviamente, los mismos.

Un último texto, citado paralelamente por Mateo y por Lucas, nos permite concluir el resumen sobre el último tipo de monedas de bronce citadas en los evangelios, es decir, el as. El pasaje evangélico que hace referencia a estas monedas es el pasaje, muy simpático, que se refiere a los pájaros del cielo y a los cabellos de la cabeza. En el evangelio según san Mateo, en efecto, leemos: «Ni uno solo [de los gorriones] cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones» (Mt 10, 29-31). Poco antes se había preguntado sobre el valor de dos pájaros: «¿No se venden un par de gorriones por un céntimo?» (10, 29). En este caso, la moneda de la traducción es un assýrion, es decir, el as, que tiene el valor de cuatro cuadrantes u ocho leptas. Curiosamente, en la presentación de Lucas, Jesús habla de cinco pájaros en lugar de dos. Su valor entonces es de dos ases (12, 6): diríamos que se trata de un pequeño descuento sobre la cantidad. Precisamente un descuento de dos cuadrantes o de cuatro leptas, el doble de cuanto había logrado donar la viuda pobre a la que Jesús miró con tanto afecto en el templo.

Si nos detenemos todavía un poco más sobre la viuda y el conjunto de este primer grupo de textos evangélicos, hemos de llegar a la conclusión de que para Jesús son importantes también estas pequeñas cifras, típicas de la gente sencilla, es más, de los más pobres, que no son avaros: la viuda, leíamos, da todo lo que tiene. El texto del evangelio usa con este propósito el término bíos, una palabra conocida, en su estructura, también en las lenguas modernas (biológico, biodegradable, biografía, etc.) y que significa ante todo y sobre todo «vida». Quiere decir también «sustancias, medios de sustento», y en este sentido hemos encontrado traducido que la viuda ha dado «todo lo que tenía para vivir». El doble significado del término sugiere, por lo tanto, un simbolismo mucho más profundo: ¡la viuda dio toda su vida!

En cambio, ocurre lo contrario cuando hay una actitud mezquina respecto a las monedas.  Entonces no se descuenta ni siquiera una lepta y tampoco se dona nada: es necesario reembolsar hasta el último céntimo. Pero para comprender estas actitudes debemos pasar a las monedas de mayor valor, que hasta ahora no hemos tomado en consideración.

De mayor valor son, obviamente, las monedas de plata y de oro, pero de hecho el evangelio no recuerda explícitamente la moneda de oro.

Sin embargo, podemos señalar una indicación en las instrucciones que Jesús da a los Doce mandándolos en misión, en el pasaje donde enumera consecutivamente los tres metales con los que se acuñaban las monedas: oro, plata y cobre: «No os procuréis en la faja oro (chrysón), plata (árgyron) ni cobre (chalkón)» (Mt 10, 9). El significado más obvio es pensar en las monedas de los respectivos metales. Pero probablemente el oro aludía a los áureos romanos.

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Dios sí, Iglesia no
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 3 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, con el título “Dios sí, Iglesia no”.

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VER

Así decían unos carteles de manifestantes contra la visita del Papa en Madrid, durante la Jornada Mundial de la Juventud. Aceptan a Dios, pero no a quienes representan la institución llamada Iglesia. No sé qué tipo de dios sea el suyo, porque muchos inventan un dios a su medida, un dios que no les cuestione ni contradiga su forma de vivir, un dios según sus criterios, un dios que legitime hasta sus degradaciones. Y traen a colación siempre las incongruencias de nuestra Iglesia, en el pasado y en el presente, para rechazar su mediación para ser salvos.

Aunque no lo expresen en pancartas semejantes, muchos están convencidos de que así está bien: no niegan su fe en Dios y acuden a El sobre todo en momentos difíciles, pero acudir a su parroquia, solicitar sacramentos, ir a Misa los domingos, conocer y asimilar el Catecismo de la Iglesia, confesar ante un sacerdote sus pecados para el perdón divino, consultar a un agente de pastoral sobre los problemas conyugales o las tentaciones del mundo, eso les parece innecesario. Aún más: dicen que cualquier iglesia vale lo mismo, que cualquier religión es buena, que Dios nos oye de todas maneras. Así, caen en un relativismo teológico y pragmático: cada quien se convierte en medida de verdad y de bien.

JUZGAR

En la escena de Cesarea de Filipo (Mt 16,13-19), Jesús une la profesión de Pedro en la divinidad, con la institución de la Iglesia. No se pueden separar: Jesús quiere continuar vivo y operante en su Iglesia, fundada con seres humanos defectibles y pecadores. Si aceptas a Jesús como Salvador, debes asumir también el medio, el sacramento por el que estableció hacerse presente hasta los últimos rincones de la tierra. Con razón, San Pablo llama a la Iglesia “pleroma”  (plenitud), cuerpo y esposa de Cristo (Ef 1,22-23; 5,25; Col 1,18; 2 Cor 11,2; Apoc 21,9.17). Gritar Dios sí, Iglesia no, es pretender enmendarle a Jesús su proyecto de salvación para la humanidad, que pasa por la Iglesia; es pensar que se equivocó, pues debería haber hecho su Iglesia con ángeles, o continuar físicamente entre nosotros por siempre y en todo lugar.

En Madrid, dijo el Papa a los jóvenes: “Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1 Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.

Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.

Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios” (21-VIII-2011).

ACTUAR

Aceptemos con fe, amor, respeto, comprensión y docilidad a nuestra Iglesia. Que sus deficiencias no te alejen de Jesús. Que nos esforcemos todos, pastores y fieles, por ser una Iglesia santa, inmaculada, sin mancha, ni arruga ni nada parecido, sino esplendorosa y digna de Jesús, para que el mundo crea y se salve.

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Documentación


Abusos: Respuesta de la Santa Sede al primer ministro de Irlanda
Sobre el informe de abusos sexuales cometidos por eclesiásticos en la diócesis de Cloyne
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 3 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos la síntesis de la respuesta que ha ofrecido la Santa Sede al señor Eamon Gilmore, vice primer ministro de Irlanda y ministro de Exteriores y Comercio, acerca del Cloyne Report, informe sobre acusaciones de abuso sexual de niños y jóvenes contra eclesiásticos en la diócesis de Cloyne

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El 14 de julio de 2011, después de la publicación del Informe de la Comisión de Investigación sobre la diócesis de Cloyne, conocido como Cloyne Report, el señor Eamon Gilmore, vice primer ministro de Irlanda (Tánaiste) y ministro de Exteriores y Comercio, en el curso de un encuentro con el Nuncio Apostólico en Irlanda, el arzobispo Giuseppe Leanza, trasladó la petición del Gobierno irlandés de una respuesta por parte de la Santa Sede al Informe y a las consideraciones del Gobierno sobre el mismo.

Observaciones generales acerca del Cloyne Report

La Santa Sede ha examinado cuidadosamente el Cloyne Report, que ha evidenciado graves e inquietantes errores en la forma de afrontar las acusaciones de abuso sexual de niños y jóvenes por parte de eclesiásticos en la diócesis de Cloyne.

La Santa Sede desea reafirmar, ante todo, su profunda repugnancia por los delitos de abuso sexual sucedidos en esa diócesis y lamenta y se avergüenza profundamente por los terribles sufrimientos que las víctimas y sus familias han tenido que soportar en la Iglesia de Jesucristo, lugar donde eso jamás tendría que ocurrir. La Santa Sede está muy preocupada por los hallazgos de la Comisión respecto a las graves carencias en el gobierno eclesial de la diócesis y el trato inadecuado de las acusaciones de abuso. Es particularmente alarmante que todas estas deficiencias hayan podido suceder a pesar de que los obispos y los superiores religiosos hayan asumido el compromiso de aplicar las líneas guía desarrolladas por la Iglesia en Irlanda a fin de ayudar a garantizar la protección de los niños, y a pesar de las normas y de los procedimientos de la Santa Sede relativos a los casos de abuso sexual. En cualquier caso, la actitud adoptada por la Iglesia en Irlanda en tiempos recientes respecto al problema del abuso sexual de menores se está beneficiando de la experiencia en marcha y está demostrando cada vez mayor eficacia en la prevención de la repetición de tales delitos y en el trato de los casos que surgen.

Cuestiones suscitadas por el Cloyne Report

El texto de la Respuesta de la Santa Sede afronta detalladamente las diversas acusaciones presentadas contra ella, que parecen fundarse principalmente en la relación y la valoración que el Cloyne Report ha dado respecto a la carta dirigida a los obispos irlandeses el 31 de enero de 1997 por el entonces Nuncio Apostólico, el arzobispo Luciano Storero, relativa a la respuesta de la Congregación para el Clero al documento Child Sexual Abuse: Framework for a Church Response (el Documento Marco). La Comisión de Investigación afirma que la mencionada respuesta proporcionó apoyo a quienes disentían de la línea oficial de la Iglesia y fue de poca ayuda especialmente respecto a la denuncia ante las autoridades civiles.

La Santa Sede desea afirmar cuanto sigue en relación a la respuesta de la Congregación para el Clero:

La Congregación describió el Documento Marco como un "documento de estudio" sobre la base de la información que le habían proporcionado los obispos irlandeses, quienes describieron el texto no como un documento oficial de la Conferencia Episcopal Irlandesa, sino más bien como un "informe" del Comité consultivo de los obispos católicos irlandeses sobre los abusos sexuales de menores cometidos por clérigos y religiosos; informe recomendado "a las diócesis individuales y a las congregaciones como marco para afrontar la cuestión del abuso sexual de menores".

Los obispos irlandeses jamás buscaron la recognitio de la Santa Sede para el Documento Marco, que, según el canon 455 del Código de Derecho Canónico, habría sido necesario solicitar sólo si ellos pretendían que el documento fuera un decreto general de la Conferencia Episcopal vinculante para todos sus miembros. En cualquier caso, la falta de la recognitio de por sí no impide la aplicación de las indicaciones contenidas en el documento, dado que cada obispo podía adoptarlas sin tener que referirse a la Santa Sede. Esto es, de hecho, cuanto generalmente ha sucedido en Irlanda.

Los obispos irlandeses consultaron a la Congregación para resolver dificultades relativas a algunos contenidos del Documento Marco. La Congregación aconsejó a los obispos con el fin de asegurar que las medidas que querían aplicar resultasen eficaces y non problemáticas desde un punto de vista canónico. Por esa razón, la Congregación llamó la atención sobre la necesidad de que dichas medidas estuvieran en armonía con la normativa canónica para evitar conflictos que pudieran dar lugar a apelaciones con éxito en los tribunales eclesiásticos. La Congregación no ha rechazado el Documento Marco. La Congregación no rechazó el Documento Marco. Ésta, más bien, quiso asegurar que las medidas contenidas en el Documento Marco no minaran los esfuerzos de los obispos en la aplicación de las medidas disciplinarias contra los culpables de abuso sexual de menores en la Iglesia. Al mismo tiempo, es importante recordar la decisión de la Santa Sede en 1994 de conceder una normativa especial a los obispos de los Estados Unidos para tratar los abusos sexuales de menores en la Iglesia. Esta normativa se extendió a los obispos de Irlanda en 1996 para ayudarles a superar las dificultades que estaban experimentando en aquel tiempo (Cfr. Parte VI de la Respuesta).

Cumplir con los requisitos canónicos para asegurar la correcta administración de justicia en la Iglesia de ningún modo impedía la cooperación con las autoridades civiles. La Congregación para el Clero expresó reservas acerca de la obligación de denuncia, pero no prohibió a los obispos irlandeses denunciar a las autoridades civiles las acusaciones de abuso sexual de menores, ni animó a los obispos a que no observaran la ley irlandesa. Al respecto, el entonces prefecto de la Congregación, el cardenal Darío Castrillón Hoyos, en su encuentro con los obispos irlandeses en Rosses Point, Condado de Sligo (Irlanda), el 12 de noviembre de 1998, afirmó inequívocamente: "Deseo también decir con gran claridad que la Iglesia, especialmente a través de sus pastores (los obispos), no debe de ningún modo poner obstáculos al legítimo camino de la justicia civil, cuando éste es emprendido por quienes tienen ese derecho, mientras que al mismo tiempo la Iglesia debe proseguir con sus propios procedimientos canónicos, en la verdad, en la justicia y en la caridad hacia todos". Se debe observar que, en ese tiempo, no sólo la Iglesia, sino también el Estado irlandés estaba comprometido en el esfuerzo de mejorar su propia legislación sobre abuso sexual de menores. A tal fin, el Gobierno irlandés organizó en 1996 una amplia consulta sobre la obligación de denuncia y, después de haber tomado en consideración las reservas expresadas por varios grupos profesionales e individuos de la sociedad civil -que estaban en gran medida en sintonía con las indicadas por la Congregación-, decidió no introducir la obligación de denuncia en el sistema legal irlandés. Dado que el Gobierno irlandés de entonces decidió no legislar sobre la materia, difícilmente se comprende cómo la carta del arzobispo Storero a los obispos irlandeses, que se escribió con posterioridad, pudo ser interpretada como un instrumento que de algún modo subvertía la ley irlandesa o debilitaba al Estado irlandés en sus esfuerzos por tratar el problema en cuestión.

Cuestiones suscitadas por líderes políticos irlandeses

La Santa Sede desea precisar lo siguiente respecto a algunas reacciones de líderes políticos irlandeses:

La Santa Sede comprende y comparte los profundos sentimientos de enfado y frustración ante las conclusiones del Cloyne Report, y que se manifestaron en el discurso del señor Enda Kenny, primer ministro (Taoiseach), pronunciado en la Cámara de Diputados (Dáil Éireann) el 20 de julio de 2011. Sin embargo, la Santa Sede mantiene importantes reservas sobre algunos aspectos del discurso. En particular, es infundada la acusación de que la Santa Sede pretendiera "frustrar una Investigación en una República soberana y democrática hace sólo tres años, no hace tres décadas". Por lo demás, un portavoz gubernamental, cuando se le preguntó al respecto, aclaró que el señor Kenny no se refería a ningún incidente específico.

De hecho, las acusaciones de injerencia contra la Santa Sede se desmienten en muchos informes que, con todo, se utilizan para criticarla. Tales informes -elogiados por su exhaustiva investigación del abuso sexual y la forma en que se trató- no proporcionan pruebas de que la Santa Sede haya interferido en los asuntos internos del Estado irlandés o de que haya estado involucrada en la gestión ordinaria de las diócesis irlandesas o de las congregaciones religiosas acerca de los problemas de abuso sexual. Más bien lo que impacta de estos informes, y de la amplia información sobre la que se basan, es que no existe base para tales acusaciones.

Al respecto, la Santa Sede desea dejar bien claro que de ningún modo ha obstaculizado o intentado interferir en ninguna investigación de casos de abuso sexual de menores en la diócesis de Cloyne. Además, en ningún momento la Santa Sede ha intentado interferir en la ley civil irlandesa o impedir a las autoridades civiles el ejercicio de sus funciones.

La Santa Sede desea señalar que el texto del entonces cardenal Joseph Ratzinger, mencionado por el señor Kenny en su discurso, está tomado del número 39 de la Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 24 de mayo de 1990. Este texto no se refiere a la manera en que la Iglesia debe comportarse en una sociedad democrática ni tampoco tiene relación con temáticas de protección de la infancia, como parecería sostener el uso que, de la cita, hizo el señor Kenny, sino que se refiere al servicio del teólogo a la comunidad eclesial.

En su encuentro con el Nuncio Apostólico, el vice primer ministro de Irlanda (Tánaiste) y ministro de Exteriores y Comercio, el señor Eamon Gilmore, afirmó que "entre las conclusiones más inquietantes del Cloyne Report se encuentra aquella según la cual las autoridades vaticanas, describiendo el Documento Marco adoptado por la Conferencia Episcopal como un mero 'documento de estudio', socavaron los esfuerzos de la Iglesia irlandesa para tratar los abusos sexuales de menores cometidos por el clero". Como se aclara en la Respuesta de la Santa Sede, tal descripción se basó en las explicaciones de su naturaleza, proporcionadas por los obispos irlandeses y en el texto mismo publicado. De ningún modo fue una desestimación de los serios esfuerzos emprendidos por los obispos irlandeses para afrontar el flagelo del abuso sexual de menores.

En cuanto a la moción aprobada en la Cámara de Diputados (Dáil Éireann) el 20 de julio de 2011 y, una semana después, en el Senado (Seanad Éireann), deplorando "la intervención Vaticana que contribuyó a obstaculizar el Documento Marco para la protección de la infancia y las líneas guía del Estado irlandés y de los obispos irlandeses", la Santa Sede desea aclarar que en ningún momento se pronunció sobre las medidas de protección a la infancia adoptadas por el Estado irlandés, y menos aún intentó obstaculizarlas. La Santa Sede observa que no existen pruebas citadas en ninguna parte del Cloyne Report que permitan concluir que su presunta "intervención" contribuyera a "obstaculizar" dichas medidas. En lo que respecta a las líneas guía establecidas por los obispos irlandeses, la Respuesta ofrece suficientes aclaraciones para mostrar que aquellas en modo alguno fueron debilitadas por una intervención de la Santa Sede.

Observaciones finales

En su Respuesta, la Santa Sede ofrece una presentación de la actitud de la Iglesia hacia la protección de menores, incluyendo la correspondiente legislación canónica, y hace referencia a la Carta a los católicos de Irlanda del Santo Padre Benedicto XVI, publicada el 19 de marzo de 2010, en la que el Papa Benedicto indica su vivo deseo de que los obispos irlandeses cooperen con las autoridades civiles, apliquen plenamente las normas del Derecho Canónico y aseguren la aplicación plena e imparcial de las normas de la Iglesia en Irlanda para la protección de los menores.

La publicación del Cloyne Report es un paso más en el largo y difícil camino de comprobación de la verdad, de penitencia y purificación, de sanación y renovación de la Iglesia en Irlanda. La Santa Sede no se considera ajena a este proceso, sino que lo comparte en espíritu de solidaridad y compromiso.

La Santa Sede, a la vez que rechaza las acusaciones infundadas, acoge con espíritu de humildad todas las observaciones y sugerencias objetivas y útiles para combatir con determinación el espantoso delito del abuso sexual de menores. La Santa Sede desea manifestar de nuevo que comparte la profunda preocupación e inquietud expresadas por las autoridades irlandesas, por los ciudadanos irlandeses en general y por los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de Irlanda respecto a los actos delictivos y pecaminosos de abuso sexual perpetrados por miembros del clero y por religiosos. La Santa Sede es también consciente de la comprensible rabia, de la desilusión y del sentimiento de traición experimentados por quienes, particularmente las víctimas y sus familias, se han visto afectados por estas acciones viles y deplorables y por el modo en que a veces se han afrontado por parte de las autoridades eclesiásticas. Y por ello la Santa Sede desea reiterar su dolor por lo sucedido. Desea que las medidas que la Iglesia ha introducido en los últimos años, universalmente, como también en Irlanda, sean más eficaces para prevenir la repetición de dichos actos y contribuyan a la sanación de quienes han sufrido los abusos y a restablecer la confianza recíproca y la colaboración entre las autoridades eclesiásticas y las estatales, lo cual es esencial para luchar eficazmente contra el flagelo del abuso. Naturalmente, la Santa Sede sabe bien que la dolorosa situación provocada por los episodios de abuso no puede resolverse rápida o fácilmente y que, aunque se hayan realizado muchos progresos, queda aún mucho por hacer.

Desde los primeros días del Estado irlandés, y especialmente desde el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1929, la Santa Sede siempre ha respetado la soberanía de Irlanda, ha mantenido relaciones cordiales y amistosas con el país y sus autoridades, frecuentemente ha expresado su admiración por la extraordinaria contribución de hombres y mujeres de Irlanda a la misión de la Iglesia y a la mejora de las condiciones de vida de poblaciones de todo el mundo; además, la Santa Sede no ha ahorrado su apoyo a todos los esfuerzos para promover la paz en la isla durante las últimas atormentadas décadas. En sintonía con dicha actitud, la Santa Sede desea reafirmar una vez más su compromiso por dialogar constructivamente y cooperar con el Gobierno irlandés, diálogo y cooperación que naturalmente deben basarse en el respeto mutuo, de forma que todas las instituciones, tanto públicas como privadas, religiosas o civiles, trabajen juntas para asegurar que la Iglesia, más aún, la sociedad en general, sea siempre un lugar seguro para la infancia y los jóvenes.

[Traducción del texto original en inglés distribuida por la Santa Sede]

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