6.09.11

El Padre Ángel no tiene quien le escriba

A las 12:32 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Benedicto XVI
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Entre los cristianos, aquí católicos, se debe aplicar aquello dicho por nuestro Maestro y que se refiere a que cuando hacemos algo pues no conviene que se proclame a los cuatro vientos (eso de la mano derecha y la izquierda). Sobra la soberbia y falta, a lo mejor, la consideración de que no somos nada ante Dios más, y no es poco, que sus hijos y creación suya.

Se suele pensar que lo mejor es que Dios, que ve en lo secreto, sepa, como sabe, que lo que hacemos no tiene intención de vanagloria o de sometimiento a las propagandas y publicidades del mundo pues, de otra forma, puede quedar disminuida una intención y, en fin, un determinado obrar.

Al fin y al cabo nos debería bastar con el gozo particular e, incluso, íntimo, de saber que hemos hecho todo lo posible por remediar el sufrimiento del prójimo o por allanar el camino de quien encuentra muchos obstáculos en esta vida y, yendo un poco más lejos, facilitar, en lo que se pueda, el trayecto que le separe del definitivo Reino de Dios.

Todo esto es, claro, expresión de una actuar callado que, como suele pasar, por ejemplo, con las personas consagradas, la importancia de su labor se encierra en que, en cuanto eso sea posible (que lo es mucho) Dios la conoce y, si es posible, nadie más que quien la lleva a cabo.

Pero, como no todas las personas actúan de la misma forma hay algunas que, al parecer, necesitan de algo más en la vida que hacer lo que deben. Necesitan, según consta en los papeles diversos y en los muchos medios de comunicación no escritos, el aliciente de verse reflejados en los mismos para reconocerse hijos de Dios. Y eso lo hacen como si no fuera suficiente, muchas veces más que suficiente, obrar y que sólo Dios, y quien reciba el bien hecho, lo sepa.

Pues el P. Ángel da la impresión de ser una de las personas que necesitan lo que sobra. Y además, se siente defraudado porque, según dice (y debe ser cierto pues tal cosa no se dice si no lo es) el Santo Padre no tiene la costumbre de responderle a las cartas que le dirige y que, al parecer, han sido varias y por diversos motivos.

Yo me imagino que muchas personas escribirán a Benedicto XVI por las más diversas razones. Seguramente muchas de las mismas saben que es más que posible que no reciban respuesta del Santo Padre porque, simplemente, eso es imposible. Es más, algunas de ellas se conforman con saber que alguien habrá leído su escrito y que, es probable que alguna persona del Vaticano le conteste.

Pero el P. Ángel, del que se dice que le gusta ser el perejil de todas las salsas, no le parece nada bien que no le responda el Vicario de Cristo porque se ha de creer en disposición mejor que otros creyentes de ser contestados. A lo mejor es que no quiere darse cuenta de que es más que posible que no sean pertinentes sus peticiones y que lo mejor es guardar un silencio negativo sobre lo que pide como, por ejemplo, que a la mujer se le admita al Orden Sacerdotal. Así no se le pone en evidencia sobre lo que está dicho y redicho, tratado y requetetratado y se puede ver su insistencia como puro comportamiento extemporáneo.

Es una pena, una verdadera pena que, por otra parte, tenga tanta preocupación por hacerse ver por los medios de comunicación y no opte por el silencio y el gozo de hacer lo que debe. A lo mejor cree que actuando de tal forma Dios lo ve mejor hijo suyo. No sería conveniente, para su vida espiritual futura, que creyese que lo que interesa es que los hombres lo vean mejor porque de tal forma pueden tener más éxito sus campañas en defensa del desfavorecido que, si bien, son importantes, pierden valor por el exhibicionismo que es tan contrario al comportamiento del hijo de Dios que se sabe bien pagado si lo que hace lo conoce, como es así, su Creador.

De todas formas, Benedicto XVI habla de muchas formas en sus escritos, en sus Homilías, en sus Mensajes, en sus Catequesis, etc. No debería hacer falta que el P. Ángel se preocupara tanto por decirle lo que piensa al Santo Padre. Seguramente, ya lo sabe… y de ahí su silencio.

Debería tomarlo como corrección fraterna. Pero muy fraterna.

Eleuterio Fernández Guzmán