Amenazados los delicados equilibrios del Golfo Pérsico

El viento de la insurrección sopla en Bahréin

 

2011-09-07 L’Osservatore Romano


 

La primavera árabe que en los últimos seis meses ha devastado África del Norte (Túnez, Egipto y Libia), Yemen y Siria ha llegado también a Bahréin —Al Bahrayn, Mamakiat Al Bahrayan—, el estratégico archipiélago de treinta y tres islas del Golfo Pérsico. Las protestas de la mayoría chiita (cerca del sesenta por ciento de la población) contra la monarquía sunita de los Al Khalifa volvió a estallar en las calles después de la muerte de un muchacho de 14 años durante una protesta de la oposición en la isla de Sitra.
Tras las violentas manifestaciones antigubernamentales a inicios de año por las reformas políticas, el rey tardó mucho en responder a las peticiones de los contestatarios. Cuando lo hizo, predominó la línea militar con la proclamación del estado de emergencia y el territorio completamente militarizado. Y —algo que incendió el fervor de la oposición— para garantizar el orden público, llegaron soldados extranjeros: militares de Arabia Saudí y policías de los Emiratos Árabes Unidos. Algo menos de dos mil hombres (doscientas tropas) dispuestos a todo.
Los Estados Unidos —así como Irán, aunque con intereses opuestos— han condenado la llegada de los carros armados saudíes a la plaza de las Perlas, ocurrido sin consultar a Washington, en contraste con la administración Obama que solicitaba a las autoridades de Manama un diálogo con la oposición. Los americanos tienen en Bahréin la base de la Quinta Flota. Las naves (buques) tienen la tarea de patrullar el Golfo Pérsico en defensa de Arabia Saudí y de sus propios intereses petrolíferos (América importa el 13 por ciento de crudo de Riad). En términos de geopolítica, el Golfo Pérsico es de vital importancia porque es el lugar donde transita casi el 20 por ciento del petróleo mundial, una media de 17 millones de barriles al día en dirección a Europa y los Estados Unidos.
 

Giuseppe M. Petrone 8 de septiembre de 2011