12.09.11

Perú: universidad rebelde y mezquina

A las 4:03 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América
 

Viernes 9 de diciembre de 2005. Ese día Lima acogió al escritor mexicano Edgar González Ruíz para la presentación de “Cruces y sombras. Conservadurismo católico en América Latina”, un texto que aspiró a ser libro pero sólo se quedó en formato de archivo digital pdf.

En la conferencia tanto el autor como los comentaristas invitados defendieron el aborto, denostaron a grupos católicos pro-vida y hasta tacharon de “aprovechadores” a los obispos porque “ganan sueldos de ministros”. Una “edificante” tertulia acogida nada menos que por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Todo ocurrió en el centro cultural de la PUCP. Además de González Ruiz comparecieron Luis Távara, artífice del “informe técnico” que permitió la legalización de la píldora del día siguiente en esa nación sudamericana y Sofía Macher, defensora de los derechos humanos. ¿Su objetivo? Avalar el escrito que supuestamente desenmascaró a “movimientos conservadores, redes y coaliciones secretas en países como México, Perú y Argentina”.

Aquello que los organizadores habían convocado como un evento académico, pensado para alabar la destacada investigación del mexicano, se salió de control. Resulta que el trabajo exhibido ni era tan notable ni, mucho menos, alabable.

Ante el auditorio quedaron evidenciados sus múltiples errores, desde el abuso de Google como fuente de información hasta la cita de intelectuales desconocidos e inexistentes, como un tal Jack T. Mangio, más parecido al dicho “ya te manyo” (ya te como) que al apellido italiano pretendido por González.

El encuentro terminó con varios de los presentes cuestionando al autor, quien decidió retirarse sin explicar los motivos que lo llevaron a atacar en su escrito a la doctrina de la Iglesia en materia de vida y familia, a diversas asociaciones, a congregaciones religiosas y a organismos del Vaticano.

Este relato viene a cuento porque puede servir –a manera de ejemplo- para explicar, en parte, la actual y encendida controversia protagonizada por la Pontificia Universidad Católica del Perú, una institución que se niega a acatar las normas eclesiásticas y a respetar a sus legítimos superiores.

Hace unas semanas la Congregación para la Educación Católica del Vaticano emitió una carta en la cual pide reformar los estatutos de esa casa de estudios y ponerlos en sintonía con la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, promulgada por Juan Pablo II en 1999.

Empero ni su rector, Marcial Rubio, ni la Asamblea Universitaria parecen estar dispuestos a hacer tal modificación. Prefieren no cambiar nada y continuar como hasta ahora, con independencia absoluta de la arquidiócesis de Lima, último garante de la catolicidad de este centro de instrucción. La Sede Apostólica busca poner fin a una añeja historia de malos entendidos y mala fe (para saber más leer el siguiente artículo).

Se trata de la enésima pataleta de una institución apóstata, cuyos directivos han orillado a traicionar sus propios valores y orígenes. Pero no es una sorpresa. Hace años la Iglesia perdió el control de la PUCP y dejó que se convirtiera en un infeccioso foco ideológico. Por sus aulas desfilaron los íconos de la izquierda y el progresismo peruano. En sus pasillos se gestó la tan controvertida “teología de la liberación” de origen marxista, con el sacerdote dominico Gustavo Gutiérrez como su principal artífice. Este, conocido como “padre” de aquella corriente de pensamiento, fue siempre catedrático estrella de la universidad.

Por todo ello no resulta extraña la rebelión de hoy. Sólo que, esta vez, la “mini-revolución de los caviares” podría costar demasiado caro a sus impulsores. Sin cambio de estatutos la institución se arriesga a perder su título de “pontificia” y “católica”. Sería lo mínimo, visto que en tal benemérito claustro universitario no se respeta ni al Papa ni a la doctrina de la Iglesia.