13.09.11

 

La Buhardilla de Jerónimo ha publicado la traducción de una entrevista a Mons. Zollitsch, Arzobispo de Friburgo y Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, a pocos días del importante viaje apostólico de Benedicto XVI a su patria.

Destaco y comento algunas partes de la entrevista. Dice el arzobispo:

Naturalmente hay en Roma también otros que enseguida olfatean el alejamiento de la fe cuando nosotros en Alemania discutimos sobre algo, incluso contraponiéndonos. Entonces debo decir esto: a través de las múltiples experiencias de discusión – en varios contextos, no en último lugar el ecuménico – nosotros discutimos de modo diverso sobre los problemas de la fe respecto a como se hace en Italia. Pero esta apertura a la discusión que hay en Alemania, en Roma no es entendida muy fácilmente.

Hombre, depende cuál sea el tema de discusión, lo de la contraposición puede ser más o menos grave. Es decir, cuando el Papa Pío XII habla de la necesidad de una opinión pública dentro de la Iglesia, se refiere “naturalmente, en las materias dejadas a la libre discusión“. Es decir, ni todo está dicho en la Iglesia ni podemos estar discutiendo sobre aquello que la Iglesia ha dejado cerrado magisterialmente. Y eso vale para un católico en Alemania y para un católico en Papúa Nueva Guinea. Por otra parte, si lo que pasa en Alemania no es entendido bien en Roma, el problema lo tiene Alemania, no Roma. Y mucho más si en Roma el Papa es alemán.

 

Dice más:

Sí, Alemania en Roma es vista – no por el Santo Padre – todavía como el país del cisma. Algunas palabras fuertes de Lutero, también sobre los papas, son referidas todavía hoy. Esto hace renacer ciertos miedos cuando nosotros discutimos sobre cosas internas del catolicismo. La Reforma es sentida por muchos en Roma como una herida, lo cual es psicológica y teológicamente comprensible.

Hombre, acabáramos. ¿Cómo quiere el arzobispo que la Reforma sea sentida no sólo en Roma sino en toda la Iglesia? ¿como una cuestión menor? Guste más o guste menos, Alemania es el país donde nació el cisma y la herejía protestante. Porque, no lo olvidemos, no es un problema solo de división eclesial sino de introducción de un elemento destructor y herético que, en sí mismo, es semilla de una atomización brutal del cristianismo. Me refiero al “libre examen” de las Escrituras que Lutero y el resto de reformadores pusieron en práctica.

Ahora bien, si los católicos alemanes son católicos, apostólicos y romanos, poco importa que Lutero fuera alemán. Tengo para mí que más pesa en el ánimo del resto de católicos un Papa alemán del siglo XXI que un heresiarca del siglo XVI. La mirada de la Iglesia no está en qué hizo Lutero hace cinco siglos sino en qué hacen los obispos alemanes y sus fieles a día de hoy.

Ahora llega la parte más polémica de la entrevista:

- El presidente federal Wulff está muy comprometido con la visita del Papa a Alemania. Wulff es católico, separado y en una nueva unión. Según las reglas vigentes, él está excluido de la Eucaristía. ¿Esto no hace pensar a la jerarquía eclesiástica católica?

Evidentemente esto hace pensar. El presidente federal ha dado mucha importancia al hecho de que el Papa viniese. Nosotros nos planteamos muy frecuentemente la pregunta de cómo podemos ayudar a las personas cuya vida en muchas cosas ha transcurrido de modo infeliz. De estas experiencias forma parte también un matrimonio que ha fracasado. Por lo tanto, es un problema de misericordia y sobre esto en los próximos tiempos hablaremos de modo intenso.

- ¿Cuál es, entonces, su respuesta: el presidente federal es un buen católico?

Para mí es un católico que vive su fe y sufre por cómo es la situación. Yo reconozco al presidente federal por su testimonio público de fe.

- Pero esto tiene gran peso: algunas reglas de la Iglesia son tan severas que ni siquiera un jefe de Estado puede observarlas.

Este es un problema serio del que debemos ocuparnos. Y yo personalmente espero poder vivir todavía un tramo de este camino.

Y un poco más adelante, añade:

- Entonces hagamos preguntas a largo plazo: ¿nuestros hijos verán el final del celibato?

No creo que esta sea la solución de la Iglesia universal. Pero creo que sobre el tema de los divorciados en nueva unión podrán darse pasos adelante – estando yo todavía con vida.

- ¿Qué les dice a los sostenedores de las reformas, que se sienten frustrados por la lentitud de los cambios en la Iglesia católica?

También yo corro el riesgo a veces de cansarme y pienso: ¿por qué las cosas no proceden más de prisa? A veces también yo debo imponerme la paciencia necesaria.

Ojo que no está hablando el presidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ni una monja heterodoxa o un teólogo de dudosa cristología. No, eso lo dice ni más ni menos que un arzobispo al que los obispos alemanes han elegido como presidente de su Conferencia Episcopal. Y como se le entiende todo, lo que cabe preguntarse es: ¿Qué piensa decir el Papa alemán a sus obispos hermanos y compatriotas?

Porque una cosa es clara. Por más que un arzobispo se empeñe, las palabras de Cristo en los evangelios no las podemos cambiar. Y fue Cristo, no un Papa, quien dijo que aquellos que se divorcian y se vuelven a casar son adúlteros. Así, sin más. No hay más cera que la que arde. Dado que el adulterio es un pecado mortal y dado que no se puede comulgar estando en pecado mortal, ¿qué sugiere el arzobispo de Friuburgo que hagamos? ¿que declaremos que el adulterio ya no es un pecado mortal o que se puede comulgar estando en pecado mortal? Que elija cuál de esas opciones quiere para la Iglesia, que ya se encargarán centenares de obispos del resto del mundo en levantar la voz para oponerse a semejante barbaridad. Cabe señalar que en los primeros siglos a los adúlteros no se les admitía de ninguna de las maneras en el culto. No es que no comulgaran. Es que no podían entrar en Misa mientras no dejaran de vivir en adulterio. Hoy se mantiene una actitud menos estricta, pero no se puede llegar a la necedad de hacer como si no pasara nada.

Es posible que a Mons. Zollitsch y el resto de los obispos alemanes les cause un problema de simpatía social el hecho de que los luteranos se casen, divorcien y vuelvan a casar como el que cambia de coche. Pero la Iglesia no está para traicionar a Cristo sino para ser fiel a sus enseñanzas: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (Marc 10,9). Si al arzobispo le cuesta mucho aceptar eso, mejor que deje de ser arzobispo. Y con él, el resto de pastores que anden pensando en que de los adúlteros es el Reino de los cielos. Más bien deben dedicarse a advertir a los divorciados recasados que necesitan ponerse en paz con Dios antes de morir. Cristo perdonó a la adúltera, pero no la dejó marchar sin advertirle que no pecara más. ¿Vamos nosotros a hacer otra cosa? No y mil veces no.

Mal, muy mal está la Iglesia cuando algo tan obvio es puesto en duda por todo un presidente de una conferencia episcopal. Si hay algo más peligroso para la Iglesia que un cisma y una herejía como el luteranismo, es la existencia de un cisma interno que no acaba de afrontarse de forma pública y notoria. En mi opinión es necesario un golpe de autoridad encima de la mesa. Roma ha hablando en repetidas ocasiones sobre estos temas. El caso tiene que estar cerrado. Y el que no lo entienda así, lo siento mucho, pero sobra en la Iglesia que está bajo la autoridad que Cristo dio a San Pedro y a sus sucesores en la Sede Apostólica.

Luis Fernando Pérez Bustamante