13.09.11

Joven Stepinac. Cartas a la novia (II). Elección

A las 11:16 AM, por Milenko
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Al volver de la guerra, su visión del futuro no estaba nada clara. De entrada rechazaba la idea de volver al seminario, pero las otras vías no estaban nada claras. Prueba de ello es que al matricularse en la facultad de agronomía en Zagreb (sus padres eran pudientes y se lo podían permitir), abandona los estudios ya en el primer trimestre. Las juergas estudiantiles, la vida de señorito que es lo que parecía que le esperaba, no le entusiasman, todo lo contrario. Vuelva a casa, a gran decepción de su padre. Sin embargo, la madre no estaba triste en absoluto. No abandonaba el sueño que su Lojzek (en croata, como en otros idiomas eslavos, sea por el uso de las declinaciones, sufijos o prefijos, sea por la mentalidad, los nombres cambian de muchísimas maneras, cada cual dejando un toque particular, de travieso, tierno, valiente, cabezota,… de lo que se quiera acentuar), nacido en mayo, sea sacerdote. Por eso ayunará y rezará rosarios sin tregua durante treinta años, primero hasta que vea cumplido su sueño, luego en agradecimiento a Dios por el don concedido. Pero todo con discreción, sin insistir.
Por eso al verlo venir de Zagreb, estaba muy contenta, ¿tal vez su sueño pronto se realizará? No era ella la única que veía que su Alojzije no era como los demás. Absorto en sus pensamientos, sin mirar ninguna muchacha, yendo a la iglesia cuando no iba nadie, incluso lo veían volver de campo en su carro con el rosario en una mano. Pensar sobre qué hacer con su vida tal vez hizo que un día descarrile del camino y termine en la cuneta con el carro. En casa decía pensativo a su madre: “Madre, no valgo yo para ser un campesino”. Su madre esperaba el desenlace, pero el diablo también tiene sus caminos. No deja las cosas sí porque sí. Un día se cruza su hijo con el farmacéutico del pueblo el cual le enseña el folleto que imprimió el así llamado “Movimiento Amarillo”, en el que constaban los nombres de los 250 sacerdotes que pedían la abolición del celibato. Su párroco también estaba en la lista. Eso le provoca repugnancia y asco. Si Dios sobra, era necesaria una diosa. ¿Cómo tragar y tener algo con esa infidelidad y traición? Eso definitivamente no era para él, así lo interpreta y hace saber a su padre que quiere casarse.
El padre ya estaba preocupado. Un hijo con 25 años, camino de ser un solterón, lo peor que podía pasar a una familia campesina pudiente. ¡Qué vergüenza, Dios nos libre! Y enseguida, los consejos. Mira hijo, ¿te preocupas por la muchacha? Anda, sube a la primera colina y haz un silbido, ya verás como vienen volando todas. Un joven rico, apuesto, solamente puede elegir. Pero, como padre, solamente te recomiendo a esta (además se trae en el dote más de tres hectáreas del bosque) y esta otra. Pero, ¡por favor! La mujer no se impone, se elige. Yo solamente así, ya lo sabes.
Alojzije no pretendía cambiar a su padre, no había nada que hacer, así eran los campesinos croatas, hará la boda de su hijo por todo lo alto, aunque coma habichuelas hasta que se muera por devolver todas las deudas, pero se hablará en toda la región que en la boda de su hijo estaban invitados hasta los gitanos. El hijo se casará con el que quiera, ¡pero la celebración de la boda es asunto mío!
¿Y a quién le echa el ojo Alojzije? Esto es lo más curioso. Era una compañera de las clases, hija de su maestro en la infancia y preadolescencia. Una muchacha educada, elegante, algo tímida, buena cristiana, patriota. Esa, esa podría ser la esposa de su vida, la mujer compañera codo a codo, la ama de su hogar y la madre de sus hijos. Y su padre era muy buena persona y maestro, le pegó solamente una vez, cuando no quiso delatar a los que hablaron en la clase. Le tenía mucho cariño y aprecio. Además, las dos familias eran amigas y se veían con cierta frecuencia hasta que el maestro no se marchó a Zagreb. Se llamaba Marija Horvat, era soltera, y nuestro hidalgo se dispuso a escribirle su primera carta. Esa carta no llegó hasta nosotros, pero sabemos su contenido por la respuesta de la que sí se dispone. Le pidió la mano, ni más ni menos.
¿Pero cómo se atreve a hacer algo así? Aunque eran los años veinte, algo así no era nada habitual. Pero él era un hidalgo. Ya como estudiante para oficial le tira de un golpe al suelo a un compañero tan sólo por decir una palabra inadecuada a una señorita. Tenía en tanta estima el matrimonio, que no lo tenía que demostrar, solamente había que verlo. Por eso sus escritos son su alma, no esconde nada, es franco, sincero y sin ambigüedades. Por eso sus cartas se pueden publicar porque no ofenden a nadie, ni hay razones para esconder nada. Todo lo contrario, de esta correspondencia se podrá aprender tanto sobre el valor del matrimonio, sobre los ideales, honestidad y valores que no pasarán nunca.
De momento, esperamos la respuesta de Marija. Siempre es bonito hablar de amor, sea el nuestro en cuestión o de otros. Pero que valga la pena. Y así es.