18.09.11

Un encuentro con el nuevo ateísmo (5)

A las 12:37 PM, por Daniel Iglesias
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(Continúa mi comentario de un discurso de Richard Dawkins, darwinista ortodoxo y propagandista del ateísmo. Reproduzco las palabras de Dawkins en letra itálica).

4. Conclusión

“Retornemos ahora hacia la acusación de que la ciencia es sólo fe. La versión más extrema de esta acusación –y una que encuentro tanto como científico cuanto como racionalista– es la acusación de fanatismo y sectarismo en los científicos, tanto como el que se encuentra en la gente religiosa. Algunas veces puede haber un poco de justicia en estas acusaciones, pero como fanáticos y sectarios, los científicos son simples amateurs del juego. Nos agrada argüir con aquellos que disienten de nosotros. No los matamos.”

Dawkins parece afirmar la superioridad moral de los científicos con respecto a la gente religiosa. Parece no tener en cuenta que, si bien la ciencia es una actividad noble (como la política, por ejemplo), los científicos son seres humanos como los demás, tan expuestos al egoísmo y las pasiones como ellos (por ejemplo, como los políticos). De hecho los científicos han actuado a menudo de forma inmoral, por ejemplo desarrollando armas nucleares, químicas y bacteriológicas, realizando experimentos médicos inmorales, intentando crear técnicas de manipulación genética que atentan contra la dignidad humana (por ejemplo, la clonación), etc. Los científicos no escapan a la “ley de la culpabilidad universal", que es casi la comprobación empírica del dogma del pecado original. De modo que los científicos también han causado la muerte de unas cuantas personas; en el siglo XX, sin duda muchas más que los católicos.

Además, de forma deshonesta, Dawkins sugiere que la forma típica en que un creyente trata a un disidente es el homicidio.

 

“Pero me gustaría negar la acusación menor, relativa al fanatismo puramente verbal. Hay una gran, pero gran diferencia entre sentir fuertemente, y aun apasionadamente lo que nos parecen verdades aprendidas desde la evidencia y examinadas por medio de ella, a sentir lo mismo porque se nos reveló internamente, o se reveló internamente a algún otro en la historia, y fue consagrado por la tradición. Hay toda la diferencia del mundo, entre creer lo que uno está preparado para defender citando evidencias y utilizando la lógica, y creer lo que no se sustenta más que en la tradición, la autoridad o la revelación.”
 

Al final de su discurso, Dawkins vuelve a su falsa idea inicial: el ámbito de la racionalidad coincide con el de la ciencia y la religión es algo puramente irracional.

Richard Dawkins tiene un estilo literario atractivo y de cierto brillo, pero en el fondo es un pensador muy superficial. No es sorprendente que haya sido nombrado “Humanista [ateo] del Año". Esto es una señal más de las grandes y crecientes dificultades intelectuales que enfrenta la filosofía atea.

Por su soberbia, agresividad e irreverencia, algunos ateos (no todos, por supuesto) merecen los reproches que Paul Johnson dedicó a Richard Dawkins en un ensayo que citaré parcialmente para terminar este capítulo.

“¿Por qué se han acobardado los ateos? Tras haber proclamado durante un siglo que los argumentos a favor de la existencia de Dios sólo debían exponerse a la luz del día y la discusión pública para desmoronarse ignominiosamente, ¿por qué comienzan a sentir pánico de sus propios argumentos? ¿Por qué, después de atrincherarse en su altiva arrogancia, empiezan a temblar de repente? Lo pregunto a la luz de la terminante negativa de Richard Dawkins a abandonar su seguro reducto académico para debatir conmigo, en un foro abierto, según reglas convenidas y con coordinación neutral, la existencia o inexistencia de Dios. Si el cabecilla del lobby antiteísta de Gran Bretaña, y dueño de la primera cátedra de Ateísmo de Oxford –sí, sé que oficialmente es para explicar las ciencias, pero todos sabemos qué se trae Dawkins entre manos–, no está dispuesto a defender sus convicciones, debemos llegar a la conclusión de que están en graves aprietos. […]

Sospecho que hay tres razones principales para que Dawkins no compita. Una es la pereza intelectual típica de los divos de Oxford y Cambridge. […]

Además, sospecho que Dawkins está preocupado por la pobreza de sus argumentos. […]

En tercer lugar, a diferencia de sus predecesores, los ateos de hoy tienen las cosas fáciles. La sociedad –en el mundo académico, en los medios de comunicación, en el discurso público, en la conversación común– está orientada a su favor, como antaño estaba a favor de los cristianos. Como bien sé por experiencia propia, la inclusión de Dios en las argumentaciones –en un estudio de televisión, en una mesa, en una discusión pública– es un delito social que provoca inquietud, contrariedad y vergüenza. “Dios” es una palabra insultante que sólo se debe pronunciar dentro de zonas certificadas. En todas partes se da por sentado cierto agnosticismo irreflexivo, así que los ateos rara vez deben exponer sus argumentos ab initio. Casi los han olvidado. […]

No siempre fue así. […] Pero Dawkins no sabe si puede salirse con la suya. Está inseguro de sus argumentos, su causa y su destreza. Teme ponerse en ridículo frente al mundo y frente a sus colegas académicos, quienes, al margen de sus creencias, disfrutarían en grande si vieran un tropezón del Rey Ateísmo. Así que Dawkins masculla en su campamento del New College, temeroso de ponerse la armadura y afrontar la lid. Como dijo el poeta Chapman, hay algo despreciable en el escéptico inactivo:
“Oh incredulidad, ingenio de los necios, / que chapuceramente escupen sobre todo lo bello, / castillo del cobarde y cuna del perezoso”.” (Paul Johnson, Al diablo con Picasso y otros ensayos, Javier Vergara Editor, Buenos Aires 1997, Capítulo “¿Qué teme el ateo de Oxford?”, pp. 292-294). (Fin).

(Daniel Iglesias Grèzes, En el principio era el Logos. Apologética católica en diálogo con los no creyentes, Centro Cultural Católico “Fe y Razón”, Montevideo 2011, Capítulo 14; este libro está disponible en: http://stores.lulu.com/feyrazon).