ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 24 de septiembre de 2011

Santa Sede

El Papa desafía a los jóvenes a ser santos

Dos horas antes de la misa del Papa, disparos de aire comprimido

El Papa: La crisis de la Iglesia en el mundo occidental es de fe

Benedicto XVI en Friburgo: en Dios nuestro futuro está asegurado

El Papa augura que se avance hacia el Concilio panortodoxo

Benedicto XVI: La fe católica “tiene aún futuro” en Alemania

Foro

Benedicto XVI plantea a Alemania la cuestión de Dios

Jóvenes solidarios

Documentación

Vigilia del Papa con los jóvenes en la Feria de Friburgo

Discurso del Papa al Comité de los Católicos Alemanes (ZdK)

Discurso del Papa a representantes ortodoxos y de las Iglesias orientales

Saludo del Papa a la ciudadanía de Friburgo en la plaza de la catedral

Homilía del Papa en la Domsplatz de Erfurt


Santa Sede


El Papa desafía a los jóvenes a ser santos
Durante la vigilia de oración en Friburgo
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI desafío a ser santos a los 35 mil jóvenes, reunidos en la noche de este sábado en una vigilia de oración en la Feria de Friburgo.

Al visitar la ciudad del sudeste alemán en su tercer día de peregrinación apostólica, el Papa invitó a los chicos y chicas a no tener miedo de las renuncias y sacrificios por amor.

“Permitid que Cristo arda en vosotros, aun cuando ello comporte a veces sacrificio y renuncia. No temáis perder algo y quedaros al final, por así decirlo, con las manos vacías”, les aseguró.

La osadía de ser santos

“Tened la osadía de ser santos ardientes, en cuyos ojos y corazones reluzca el amor de Cristo, llevando así luz al mundo”, les dijo.

Y concluyó su discurso con el lema que ha tomado para esta visita: “Dios es vuestro futuro”.

La vigilia, que recordó en muchos aspectos a una Jornada Mundial de la Juventud, se vivió bajo el signo de la luz. En el centro, pudo verse la imagen de Cristo, luz del mundo, que entregó a sus discípulos la misión de ser luz del mundo.

Nueve jóvenes ofrecieron su testimonio de relación personal con Jesucristo ante el Papa, evocando figuras de santos, hombres y mujeres que han sido luz del mundo y que han suscitado grandes movimientos religiosos y comunidades, en las que los jóvenes ha encontrado una patria espiritual.

Luz del mundo

Como signo visible del mandamiento recibido de Cristo, el Papa encendió durante la vigilia antorchas cuya luz procedía de la gran llama central que simbolizaba  a Cristo. Los jóvenes, a continuación, llevaron la llama a la muchedumbre. Cada quien iluminó su vela, símbolo tomado de la liturgia pascual que invita a llevar la luz de Cristo a los demás con la propia vida.

Tras la lectura del pasaje evangélico de Mateo (5, 13-16), el Papa recordó que los “esfuerzos humanos” o “el progreso técnico de nuestra época”, no pueden llevar la luz al mundo. Sólo Cristo resucitado de los muertos es una luz “más fuerte que la oscuridad”.

“La luz no se queda sola. A su alrededor se encienden otras luces. Bajo sus rayos se delinean los contornos del ambiente, de forma que podemos orientarnos”, siguió diciendo el Papa. “No vivimos solos en el mundo. Precisamente en las cosas importantes de la vida tenemos necesidad de otras personas”.

“No estamos solos en la fe, somos eslabones de la gran cadena de los creyentes --aseguró a los chicos y chicas que le escuchaban--. Nadie  llega a creer si no está sostenido por la fe de los otros y, por otra parte, con mi fe, contribuyo a confirmar a los demás en la suya”.

El mal y los cristianos

El obispo de Roma reconoció que “sigue habiendo guerras, terror, hambre y enfermedades, pobreza extrema y represión sin piedad. E incluso aquellos que en la historia se han creído ‘portadores de luz’, pero sin haber sido iluminados por Cristo, única luz verdadera, no han creado ciertamente paraíso terrenal alguno, sino que, por el contrario, han instaurado dictaduras y sistemas totalitarios, en los que se ha sofocado hasta la más pequeña chispa de humanidad”.

“Llegados a este punto, no debemos silenciar el hecho de que el mal existe. Lo vemos en tantos lugares del mundo; pero lo vemos también, y esto nos asusta, en nuestra vida”.

“Algunos finos observadores han señalado frecuentemente que el daño a la Iglesia no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres. ¿Cómo puede entonces decir Cristo que los cristianos, y también aquellos cristianos débiles y frecuentemente mediocres, son la luz del mundo?”, se preguntó el Papa.

“Cristo no se interesa tanto por las veces que vaciláis o caéis en la vida, sino por las veces que os levantáis”, respondió el Papa dirigiéndose a sus “queridos amigos”, los jóvenes.

“No os llama porque sois buenos y perfectos, sino porque Él es bueno y quiere haceros amigos suyos --concluyó--. Sí, vosotros sois la luz del mundo, porque Jesús es vuestra luz. Vosotros sois cristianos, no porque hayáis cosas especiales y extraordinarias, sino porque Él, Cristo, es vuestra vida. Sois santos porque su gracia actúa en vosotros”.

Por Marine Soreau

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Dos horas antes de la misa del Papa, disparos de aire comprimido
El episodio realizado por un desequilibrado no ha afectado al viaje pontificio
ERFURT, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).-  Unas dos horas antes de la celebración de la misa, que Benedicto XVI presidió en la mañana de este sábado en Erfurt, un desconocido disparó al menos tres balines con un arma de aire comprimido, hiriendo levemente a un guardia de seguridad.

El padre Federico Lombardi, S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, aclaró que el acto ha sido cometido por un desequilibrado, y explicó que el episodio tuvo lugar lejos del lugar de la ceremonia, sin que tuviera consecuencias para la organización de la visita del Papa a Alemania.

Benedicto XVI fue informado de los hechos “al final de la misa”, precisó el padre Lombardi. “En el séquito papal, nadie se dio cuenta de lo que había sucedido. El viaje continúa según el programa previsto”.

“El episodio no ha tenido ninguna importancia o consecuencia para la celebración”,  añadió el padre Lombardi. “Ha sido un acontecimiento totalmente marginal, que ha tenido lugar antes de la misa, fuera de la plaza, bastante lejos y sin gravedad alguna, ni siquiera para la persona que fue herida”.

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El Papa: La crisis de la Iglesia en el mundo occidental es de fe
Discurso al Comité de los Católicos Alemanes
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- “La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe”, dijo Benedicto XVI a los miembros del Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK) al recibirles este sábado en la Hörsaal del Seminario de Friburgo.

En su discurso en este encuentro del tercer día de su visita a Alemania, el Papa advirtió que “si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”.

Refiriéndose a la situación específica alemana, Benedicto XVI indicó que “la Iglesia está organizada de manera óptima”.

“Pero detrás de las estructuras, ¿se encuentra la fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en un Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu”, destacó.

El Obispo de Roma manifestó su aprecio a los miembros del ZdK “por su compromiso en sostener en publico los intereses de los católicos y en dar impulso a la obra apostólica de la Iglesia y de los católicos en la sociedad”.

Reconoció que en Alemania, junto al “bienestar, el orden y la eficacia”, puede constatarse también “mucha pobreza, pobreza en las relaciones humanas y en el ámbito religioso”.

“Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida”, subrayo.

“A veces, este relativismo llega a ser batallador, dirigiéndose contra quienes afirman saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida”, añadió.

Y señaló que el relativismo “ejerce cada vez más un influjo sobre las relaciones humanas y sobre la sociedad” y “se manifiesta en la inconstancia y discontinuidad de tantas personas y en un excesivo individualismo”.

Tras exponer algunos ejemplos como la disminución del compromiso altruista por el bien común, las dificultades de algunas personas de sacrificarse por los demás o de prometer fidelidad para toda la vida, señaló que “en nuestro rico mundo occidental hay carencias”.

“Muchos carecen de la experiencia de la bondad de Dios -planteó-. No encuentran ningún punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué?” 

El Papa indicó que “esta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente” y explicó que “ocuparse de ella es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización”.

El Papa destacó a los representantes católicos que las personas a las que les falta la experiencia de la bondad de Dios “necesitan lugares donde poder hablar de su nostalgia interior”.

E invitó a dar respuesta, señalando que “estamos llamados a buscar nuevos caminos de evangelización, caminos que podrían ser pequeñas comunidades donde se vive la amistad que se profundiza regularmente en la adoración comunitaria de Dios”.

“Aquí hay personas que hablan de sus pequeñas experiencias de fe en su puesto de trabajo y en el ámbito familiar o de los conocidos, testimoniando de este modo un nuevo acercamiento de la Iglesia a la sociedad”, dijo.

“A ellos les resulta claro que todos tienen necesidad de este alimento de amor, de la amistad concreta con los otros y con Dios -añadió-. Pero sigue siendo importante la relación con la sabia vital de la Eucaristía, porque sin Cristo no podemos hacer nada”.

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Benedicto XVI en Friburgo: en Dios nuestro futuro está asegurado
Saludó a la ciudadanía congregada ante la catedral gótica dedicada a María
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- En Dios encontramos el sentido de la vida y una garantía para el futuro. Con estas palabras dio inicio el Papa Benedicto XVI a su última etapa del viaje apostólico a Alemania, durante su visita a la catedral gótica de Friburgo, dedicada a “María Nuestra Señora”.

La ceremonia tuvo lugar en Münsterplatz, en la plaza situada junto al transepto derecho se la catedral, edificio cuya terminación costó unos 350 años, desde el 1200 hasta la mitad del siglo XVI, y cuyo campanario tiene 116 metros de alto.

Este fue el primer lugar que visitó el Papa en Friburgo, procedente de Erfurt, donde había presidido una Misa en la plaza de la catedral de esa ciudad.

En su discurso de bienvenida, monseñor Robert Zollitsch, arzobispo de Friburgo, ciudad universitaria con cerca de 200.000 habitantes, afirmó: “Después de 1.600 años de cristianismo en la región del Rhin superior, por primera vez un Pontífice visita Friburgo. Le damos las gracias y estamos contentos de que esté aquí”.

En un breve saludo, el Papa se dirigió a la multitud de Münsterplatz, bromeando: “el obispo había insistido tanto que no he podido decir que no”.

Sucesivamente, recordando el lema de la visita pastoral “Donde hay Dios, allí hay futuro”, añadió: “como Sucesor del Apóstol Pedro, al que el Señor encomendó el encargo de confirmar a los hermanos, vengo gustoso a estar con vosotros para rezar juntos, para proclamar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía”.

“Os pido que recéis para que estos días sean fructíferos, de modo que Dios confirme nuestra fe, fortalezca nuestra esperanza y acreciente nuestro amor. “

.Que en estos días, lleguemos a ser nuevamente conscientes del amor que Dios nos tiene y de su bondad, de forma que, con fe plena, nos pongamos a nosotros mismos en sus manos, así como todo lo que motiva nuestro corazón y es importante para nosotros.”.

“En Él, nuestro futuro está asegurado. Él da sentido a nuestra vida y puede llevarla a plenitud. El Señor os acompañe en la paz y os haga mensajeros de la alegría”.

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El Papa augura que se avance hacia el Concilio panortodoxo
Insta a los ortodoxos a seguir debatiendo sobre la cuestión del primado
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI auguró hoy, en su discurso a los representantes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales, que aumente la comunión interna en la Ortodoxia, y que se pueda celebrar el Concilio panortodoxo, pendiente desde hace casi cien años.

Este Concilio, que aún no tiene fecha prevista, fue anunciado en junio de 2010 por el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, y reuniría a todas las ramas de la Ortodoxia.

Actualmente, los trabajos de preparación del Concilio se encuentran en un cierto stand-by, por falta de acuerdo, especialmente entre el Patriarcado de Constantinopla y el de Moscú, sobre la cuestión de la autocefalia.

Estas palabras de aliento del Papa son importantes, pues la Santa Sede considera que la celebración de este Concilio supondría un paso muy importante en el camino hacia la unidad de los cristianos (ver www.zenit.org/article-35590?l=spanish).

El Papa, al recibir a primera hora de la tarde a los representantes ortodoxos, subrayó su satisfacción personal por “el incremento de la colaboración panortodoxa que en los últimos años ha realizado progresos esenciales”.

En este sentido, consideró muy positiva la fundación de las Conferencias Episcopales Ortodoxas, allí donde estas Iglesias se encuentran en la diáspora, subrayando su alegría de que “también en Alemania el pasado año se haya dado dicho paso”.

“Que las experiencias que se viven en estas Conferencias Episcopales refuercen la unión entre las Iglesias ortodoxas y hagan avanzar los esfuerzos en favor de un concilio panortodoxo”, auguró el Papa.

“Repito lo que ya he dicho en otras ocasiones: entre las Iglesias y las comunidades cristianas, teológicamente, la Ortodoxia es la más cercana a nosotros; católicos y ortodoxos poseen la misma estructura de la Iglesia de los orígenes. Por ello, podemos esperar que no esté muy lejano el día en que de nuevo podamos celebrar juntos la Eucaristía”, añadió.

La cuestión del primado

El Papa Ratzinger quiso recordar su propia experiencia de diálogo con las comunidades ortodoxas cuando era profesor en Bonn “y especialmente luego, siendo también arzobispo de Múnich y Frisinga”.

Aseguró que pudo, “a través de la amistad personal con representantes de las Iglesias ortodoxas, conocer y apreciar cada vez más en profundidad la Ortodoxia”.

Quiso recordar sobre todo el trabajo que se comenzó en aquellos años a través de la Comisión conjunta de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Iglesia Ortodoxa. “Desde entonces, con sus textos dedicados a cuestiones pastorales y prácticas, promueve la comprensión recíproca y contribuye a consolidar y desarrollar las relaciones católico-ortodoxas en Alemania”.

En este sentido, insistió en la importancia de “continuar el trabajo para aclarar las diferencias teológicas, porque su superación es indispensable para el restablecimiento de la plena unidad, que deseamos y por la que oramos”.

Actualmente, el nudo del debate teológico entre los católicos y los ortodoxos está en la cuestión del primado de Pedro sobre las demás iglesias patriarcales.

“Hemos de continuar nuestros esfuerzos de diálogo en la cuestión del primado, para su justa comprensión. Aquí las reflexiones acerca del discernimiento entre la naturaleza y la forma del ejercicio del primado, como lo hizo el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint, pueden darnos aún impulsos fructuosos”, subrayó el Pontífice.

Frente común

Por último, el Papa insistió, como lo hizo ayer con los luteranos evangélicos en Erfurt, en la importancia de hacer un “frente cristiano común” en cuestiones como la defensa de la vida humana y de la familia.

“En la actual tendencia de nuestro tiempo, en que son bastantes los que quieren, por así decir, 'liberar' de Dios a la vida pública” afirmó, todos los cristianos están llamados a caminar juntos “por la senda de un testimonio pacífico para la comprensión y la comunión entre los pueblos”.

En este sentido, insistió en que hay que poner “el milagro de la encarnación de Dios en el centro del anuncio”, como había dicho en su discurso de ayer (ver www.zenit.org/article-40470?l=spanish), “conscientes de que sobre este milagro se funda la dignidad de la persona”.

Por ello, invitó a todas las Iglesias a comprometerse “juntas en la protección de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural”.

“La fe en Dios, creador de la vida, y el permanecer absolutamente fieles a la dignidad de cada persona fortalece a los cristianos para oponerse con ardor a cualquier intervención que manipule y seleccione la vida humana”.

“Por otra parte, conociendo como cristianos el valor del matrimonio y de la familia, nos preocupa, porque es importante, preservar de toda interpretación errónea la integridad y la singularidad del matrimonio entre un hombre y una mujer”, añadió.

Concluyó pidiendo un “compromiso común de los cristianos, entre los que se encuentran numerosos fieles ortodoxos y ortodoxos orientales” para contribuir “a la edificación de una sociedad con futuro, en la cual se dé el debido respeto a la persona humana”.

Por Inma Álvarez

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Benedicto XVI: La fe católica “tiene aún futuro” en Alemania
“No nos escondamos en una fe privada”, pide a los fieles
ERFURT, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- La fe no debe ser un asunto meramente privado, sino un tesoro que comunicar al mundo y que vivir en el contexto comunitario de la Iglesia.

El Papa quiso lanzar un mensaje de esperanza a los católicos alemanes, asegurando que el catolicismo “aún tiene futuro” en el país, durante la homilía de la Misa celebrada en la Domsplatz de Erfurt en honor de la patrona de la diócesis, santa Isabel de Turingia (o de Hungría).

Dirigiéndose a los presentes, el Pontífice afirmó que los cambios políticos de 1989 en la ex República Democrática Alemana “no fueron motivados sólo por el deseo de bienestar y de libertad de movimiento, sino, decisivamente, también por el anhelo de veracidad”.

“No queremos escondernos en una fe solamente privada, sino que queremos usar de manera responsable la libertad lograda”, afirmó, pidiendo hacer “visible y audible” “el testimonio de Cristo en el mundo en que vivimos”.

Ante la plaza llena de fieles, y en una jornada agradablemente soleada, el Papa volvió a insistir en uno de los mensajes clave de este viaje, es decir, la importancia de renovar la pertenencia a la Iglesia.

“El hecho de poder creer lo debo sobre todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, "enciende" mi fe – explicó –. Pero, más concretamente, debo mi fe también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y creen conmigo”.

“Este 'con', sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia. Y esta Iglesia franquea las fronteras de los países”.

“Si nos abrimos a toda fe, en la historia entera y en los testimonios de toda la Iglesia, entonces la fe católica tiene futuro también como fuerza pública en Alemania”.

Lluvia ácida”

El Papa recordó que en la zona de Turingia donde se encuentra Erfurt, y en general en todo el territorio de la ex RDA, la población tuvo que “soportar una dictadura 'oscura' [nazi] y una roja [comunista], que para la fe cristiana fueron como una lluvia ácida”.

En esta difícil situación, “muchos católicos convencidos permanecieron fieles a Cristo y a la Iglesia” aceptando “desventajas personales por vivir su propia fe”.

En este contexto, el Pontífice quiso dar las gracias “a los sacerdotes, así como a sus colaboradores y colaboradoras de aquellos tiempos”, recordando en particular “la pastoral de los refugiados inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial”, cuando “muchos eclesiásticos y laicos llevaron a cabo grandes iniciativas para aliviar la penosa situación de los prófugos”.

“Un agradecimiento sincero”, añadió, “a los padres que, en medio de la diáspora y en un ambiente político hostil a la Iglesia, educaron a sus hijos en la fe católica”.

“Muchos católicos resistieron a la ideología comunista – reconoció –. Que Dios les recompense abundantemente la perseverancia en la fe. El testimonio valiente y la confianza paciente en la providencia de Dios son como una semilla valiosa que promete un fruto abundante para el futuro”.

Esperanza

A pesar de los esfuerzos de éstos, sin embargo, “muchas consecuencias tardías de ese tiempo han de ser aún asimiladas, sobre todo en el ámbito intelectual y religioso”, admitió, indicando que “la mayoría de la gente en esta tierra vive lejana de la fe en Cristo y de la comunión de la Iglesia”.

Las dos últimas décadas, añadió, “presentan también experiencias positivas: un horizonte más amplio, un cambio más allá de las fronteras, una confiada certeza de que Dios no nos abandona y nos conduce por nuevos caminos.”.

Al respecto, afirmó que “la nueva libertad ha ayudado a conferir a la vida de los hombres una mejor dignidad y a abrir múltiples y nuevas posibilidades”.

Desde el punto de vista eclesial, por ejemplo, se pueden “subrayar también con agradecimiento muchos beneficios: nuevas posibilidades para las actividades parroquiales, la reestructuración y ampliación de iglesias y centros parroquiales, iniciativas diocesanas de carácter pastoral y cultural”.

“Pero estas posibilidades, ¿nos han llevado también a un incremento de la fe?”, preguntó. “¿No es necesario, tal vez, buscar las raíces profundas de la fe y de la vida cristiana en algo más que en la libertad social?”

Ejemplo de los santos

Por ello, Benedicto XVI invitó a sus compatriotas a mirar el ejemplo de los santos, en quienes “la presencia de Dios se manifiesta, de modo particularmente claro”, y cuyo “testimonio de fe puede darnos también hoy la fuerza para un nuevo despertar”.

Citó a los santos patronos de la diócesis de Erfurt: santa Isabel de Turingia, que “llevó una vida intensa de oración, unida a la penitencia y a la pobreza evangélica”; san Bonifacio, obispo misionero y mártir inglés fundador de la diócesis de Erfurt en 742, venerado como “Apóstol de Alemania”; san Kilian, misionero itinerante irlandés que murió también mártir en Würzburg “porque criticaba el comportamiento moralmente equivocado del duque de Turingia”.

El Papa citó también a san Severo, “el patrón de Severikirche. En el siglo cuarto, fue obispo de Rávena; en el año 836, su cuerpo fue trasladado a Erfurt, para arraigar más profundamente la fe cristiana en esta región”.

Los santos, afirmó, “nos muestran que es posible y bueno vivir de manera radical la relación con Dios, poner a Dios en primer lugar y no como una realidad más entre otras”, “nos muestran de manera evidente el hecho de que Dios ha tomado la iniciativa de dirigirse a nosotros; en Jesucristo se ha manifestado y se nos manifiesta”.

“Cristo sale a nuestro encuentro, habla a cada uno y lo invita a seguirlo”. Los santos “han tendido a Él desde lo más recóndito de su ser, y de Él recibieron la luz que les abrió a la vida verdadera.”.

“Los santos, aunque sólo sean pocos, también cambian el mundo”, concluyó el Papa.

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Foro


Benedicto XVI plantea a Alemania la cuestión de Dios
Por Giovanni Maria Vian
ERFURT, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el análisis que ha hecho de esta última etapa del viaje de Benedicto XVI a Alemania el director de “L’Osservatore Romano”, Giovanni Maria Vian.

* * *

En los últimos días del Concilio Vaticano II, al final de un encuentro con los observadores de otras Iglesias y confesiones cristianas, Pablo VI regaló a cada uno de ellos una pequeña campana que cada día llama a la oración común. Un símbolo elocuente abierto al futuro, que de otro modo Benedicto XVI ha evocado hoy remitiéndose a la Gloriosa, la gigantesca campana medieval de la catedral de Erfurt cuyos toques solemnes resonaron al final de la misa, “signo vivo de nuestro profundo enraizamiento en la tradición cristiana, pero también una llamada a ponernos en camino y a comprometernos en la misión”, dijo el Papa.

Precisamente desde la altera Roma —exactamente así, “segunda Roma”, se llamaba en el Renacimiento, por su gran número de iglesias, a la espléndida capital de Turingia, en el corazón de Alemania— ha llegado de Benedicto XVI una reflexión sobre la historia alemana, desde la evangelización durante el alto medioevo hasta los tiempos más recientes, en el siglo XX marcado de forma espantosa y nefasta por dos dictaduras de distinto color, pero ambas impías y enemigas del hombre. Una reflexión que ha sabido contemplar con ojos claros hasta el pasado más oscuro.

Hace treinta años, en 1981, ¿quién habría podido imaginar la caída del muro de Berlín, ocurrida ocho años después? O remontándose siete décadas, ¿cuántos pensaban en 1941 que del tercer Reich, exaltado desde la retórica nazista como milenario, no quedarían más que cenizas sólo cuatro años más tarde? Acontecimientos que se alejan cada vez más —aunque en Erfurt el Papa se reunió con el último sacerdote católico superviviente de Dachau, el prelado de 98 años Hermann Scheipers—, pero cuyos efectos para la fe cristiana persisten hoy, deletéreos como la lluvia ácida para el ambiente de la región.

Al plantear estas preguntas Benedicto XVI recordó, sin embargo, que hubo quien, en nombre de Cristo, supo oponerse —no raramente hasta el martirio— a la pretendida omnipotencia pagana de Hitler, igual que más tarde muchos católicos se resistieron a la ideología comunista, educando a sus hijos en la fe y visitando frecuentemente el pequeño santuario mariano de Etzelsbach, en el centro de una región sofocada por el totalitarismo que se declaraba democrático, donde se venera una antigua imagen de la Dolorosa, meta de una peregrinación repetida por Benedicto XVI, quien presidió allí la oración de la tarde con decenas de miles de fieles.

También en Erfurt ha vuelto sobre todo la cuestión de Dios, la única verdaderamente crucial y de cual depende todo. Por eso el Papa la ha planteado con fuerza hablando a los evangélicos en el convento de Lutero y pidiendo un compromiso de testimonio común en un mundo extraviado y a menudo inhumano. Y para mostrar la importancia de Dios existe además el ejemplo de los santos, que —llegados de distintas partes de Europa (Italia, Irlanda, Inglaterra, Hungría)— evangelizaron Alemania. El obispo Severo con sus reliquias, los misioneros Kilian, Bonifacio, Eoban y Adelar con su martirio, la joven Isabel con su caridad, mostraron de hecho que es posible la relación con Dios y que vale la pena vivirla. En una comunión que sobrepasa las distancias y el tiempo y que es necesario contemplar con ojos claros porque abre al futuro de Dios.

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Jóvenes solidarios
Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo escrito por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título “Jóvenes solidarios”.

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VER

La situación de los jóvenes preocupa, pues la esperanza que ponemos en ellos se ensombrece. Se les ve más como problema que como solución. No se sabe qué hacer con ellos. Hay desconcierto en las familias, en los barrios y en las escuelas. Se les teme, sobre todo cuando se organizan en pandillas. Quieren hacerse notar, demostrar que son alguien, que son capaces, aunque para ello utilicen formas extravagantes, que nos chocan. Líderes políticos abordan el caso y ofrecen alternativas, pero no sabemos si es sólo propaganda con intereses electorales.

Los jóvenes son una fuerza de Dios, una gracia, una energía y una vitalidad, que, bien orientada, trae grandes beneficios a todos, a su familia en primer lugar, a la sociedad y a la Iglesia. Lo único que necesitan es ser comprendidos, escuchados, valorados y lanzados a servicios creativos, a iniciativas de solidaridad social y eclesial. Cuando ellos se sienten útiles y que aportan algo bueno a la comunidad, le encuentran sentido a su vida y dejan de ser una amenaza social.

JUZGAR

Entre tantos mensajes que dio el Papa Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud, rescato lo que comentó, a partir de un texto del apóstol Juan: «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). “La pasión de Cristo nos impulsa a cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo, con la certeza de que Dios no es alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes. Al contrario, se hizo uno de nosotros para poder compadecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre.

Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer. Las diversas formas de sufrimiento son llamadas del Señor para edificar nuestras vidas siguiendo sus huellas y hacer de nosotros signos de su consuelo y salvación. Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo”.

“Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. Si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. Nuestra atención desinteresada a los enfermos y postergados, siempre será un testimonio humilde y callado del rostro compasivo de Dios. Que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra”.

Y a los seminaristas dijo: “Os preparáis para ser apóstoles con Cristo y como Cristo, para ser compañeros de viaje y servidores de los hombres. Su vivir fue un servicio, y su desvivirse, una intercesión perenne”.

ACTUAR

Joven: ¿Quieres que tu vida tenga sentido? ¿Quieres ser alguien que en verdad vale? ¿Deseas ya no sentirte infravalorado, menospreciado, rechazado y temido? ¿Has sentido algo así como asco o vergüenza de ti mismo, y hasta deseos de no vivir?

Sigue el camino de Jesús: Ama, sirve, ayuda, preocúpate por enfermos, ancianos, presos,  migrantes, y por quien sufre. Propón a tus amigos y compañeros iniciativas de solidaridad y servicio comunitario, campañas de limpieza ambiental y forestación, diversas formas de voluntariado. Observa en tu comunidad quiénes están más desprotegidos e inventa algo en su favor. Empieza por ayudar en los quehaceres diarios de tu hogar. Verás que no sólo te aprecian, que recibes cariño y reconocimiento, sino que le encuentras un nuevo sabor a tu existencia; te sientes feliz por hacer felices a otros, por hacerles sentir que no están solos. Tu vida tiene sentido y color. Eres alguien y vales mucho, a los ojos de Dios, de los demás y de ti mismo. Inténtalo.

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Documentación


Vigilia del Papa con los jóvenes en la Feria de Friburgo
Viaje Apostólico a Alemania
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el discurso pronunciado este sábado por el Papa Benedicto XVI, con ocasión de la Vigilia de oración con los jóvenes en la plaza exterior de la Feria de Friburgo.

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Queridos jóvenes amigos:

He pensado con gozo todo el día en esta noche, en la que estaría aquí con vosotros, unidos en la oración. Algunos habéis participado tal vez en la Jornada Mundial de la Juventud, donde experimentamos esa atmósfera especial de tranquilidad, de profunda comunión y de alegría interior que caracteriza una vigilia nocturna de oración. Espero que también nosotros podamos tener esa misma experiencia en este momento: que el Señor nos toque y nos haga testigos gozosos, que oran juntos y se hacen responsables los unos de los otros, no solamente esta noche, sino también durante toda la vida.

En todas las iglesias, en las catedrales y conventos, en cualquier lugar donde se reúnen los fieles para celebrar la Vigilia pascual, la más santa de todas las noches, ésta se inaugura encendiendo el cirio pascual, cuya luz se trasmite a todos los participantes. Una pequeña llama irradia en muchas luces e ilumina la casa de Dios en tinieblas. En este maravilloso rito litúrgico, que hemos imitado en está vigilia de oración, se nos revela mediante signos más elocuentes que las palabras el misterio de nuestra fe cristiana. Jesús, que dice de sí mismo: "Yo soy la luz del mundo" (Jn 8, 12), hace brillar nuestra vida, para que se cumpla lo que acabamos de escuchar en el Evangelio: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 14). No son nuestros esfuerzos humanos o el progreso técnico de nuestro tiempo los que aportan luz al mundo. Una y otra vez, debemos experimentar que nuestro esfuerzo por un orden mejor y más justo tiene sus límites. El sufrimiento de los inocentes y, más aún, la muerte de cualquier hombre, producen una oscuridad impenetrable que, quizás, con nuevas experiencias, se esclarece de momento, como un rayo en la noche. Pero, al final, queda una oscuridad angustiosa.

Puede haber en nuestro entorno tiniebla y oscuridad y, sin embargo, vemos una luz: una pequeña llama, minúscula, que es más fuerte de la oscuridad, en apariencia poderosa e insuperable. Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte, vive, y la fe en Él, como una pequeña luz, penetra todo lo que es oscuridad y zozobra. Ciertamente, quien cree en Jesús no siempre ve solamente el sol en la vida, casi como si pudiera ahorrarse sufrimientos y dificultades; ahora bien, tiene siempre una luz clara que le muestra el camino hacia la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Los ojos de los que creen en Cristo vislumbran aun en la noche más oscura una luz, y ven ya la claridad de un nuevo día.

La luz no se queda sola. A su alrededor se encienden otras luces. Bajo sus rayos se delinean los contornos del ambiente, de forma que podemos orientarnos. No vivimos solos en el mundo. Precisamente en las cosas importantes de la vida tenemos necesidad de otras personas. Así, en particular, no estamos solos en la fe, somos eslabones de la gran cadena de los creyentes. Ninguno llega a creer si no está sostenido por la fe de los otros y, por otra parte, con mi fe, contribuyo a confirmar a los demás en la suya. Nos ayudamos recíprocamente a ser ejemplos los unos para los otros, compartimos con los otros lo que es nuestro, nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestro afecto. Y nos ayudamos mutuamente a orientarnos, a discernir nuestro puesto en sociedad.

Queridos amigos, "Yo soy la luz del mundo – vosotros sois la luz del mundo", dice el Señor. Es algo misterioso y grandioso que Jesús diga lo mismo de sí y de cada uno de nosotros, es decir, "ser luz". Si creemos que Él es el Hijo de Dios, que ha sanado los enfermos y resucitado los muertos, más aún, que Él ha resucitado del sepulcro y vive verdaderamente, entonces comprendemos que Él es la luz, la fuente de toda las luces de este mundo. Nosotros, en cambio, una y otra vez experimentamos el fracaso de nuestros esfuerzos y el error personal a pesar de nuestra mejor intención. Por lo que se ve, el mundo en que vivimos, no obstante los progresos técnicos nunca llega en definitiva a ser mejor. Sigue habiendo guerras, terror, hambre y enfermedades, pobreza extrema y represión sin piedad. E incluso aquellos que en la historia se han creído "portadores de luz", pero sin haber sido iluminados por Cristo, única luz verdadera, no han creado ciertamente paraíso terrenal alguno, sino que, por el contrario, han instaurado dictaduras y sistemas totalitarios, en los que se ha sofocado hasta la más pequeña chispa de humanidad.

Llegados a este punto, no debemos silenciar el hecho de que el mal existe. Lo vemos en tantos lugares del mundo; pero lo vemos también, y esto nos asusta, en nuestra vida. Sí, en nuestro propio corazón existe la inclinación al mal, el egoísmo, la envidia, la agresividad. Quizás, con una cierta autodisciplina, esto puede ser de algún modo controlable. Pero es más difícil con formas de mal más bien oscuras, que pueden envolvernos como una niebla difusa, como la pereza, la lentitud en querer y hacer el bien. En la historia, algunos finos observadores han señalado frecuentemente que el daño a la Iglesia no lo provocan sus adversarios, sino los cristianos mediocres. ¿Cómo puede entonces decir Cristo que los cristianos, y también aquellos cristianos débiles y frecuentemente mediocres, son la luz del mundo? Quizás lo entendiéramos si Él gritase: ¡Convertíos! ¡Sed la luz del mundo! ¡Cambiad vuestra vida, hacedla clara y resplandeciente! ¿No debemos quizás quedar sorprendidos de que el Señor no nos dirija una llamada de atención, sino que afirme que somos la luz del mundo, que somos luminosos y que brillamos en la oscuridad?

Queridos amigos, el apóstol san Pablo, se atreve a llamar "santos" en muchas de sus cartas a sus contemporáneos, los miembros de las comunidades locales. Con ello, se subraya que todo bautizado es santificado por Dios, incluso antes de poder hacer obras buenas y actos concretos. En el Bautismo, el Señor enciende por decirlo así una luz en nuestra vida, una luz que el catecismo llama la gracia santificante. Quien conserva dicha luz, quien vive en la gracia, es ciertamente santo.

Queridos amigos, tantas veces, se ha caricaturizado la imagen de los santos y se los ha presentado de modo distorsionado, como si ser santos significase estar fuera de la realidad, ingenuos y sin alegría. A menudo, se piensa que un santo sea aquel que lleva a cabo acciones ascéticas y morales de altísimo nivel y que precisamente por ello se puede venerar, pero nunca imitar en la propia vida. Qué equivocada y decepcionante es esta opinión. No existe algún santo, excepto la bienaventurada Virgen María, que no haya conocido el pecado y que nunca haya caído en él. Queridos amigos, Cristo no se interesa tanto por las veces que vaciláis o caéis en la vida, sino por las veces que os levantáis. No exige acciones extraordinarias, quiere, en cambio, que su luz brille en vosotros. No os llama porque sois buenos y perfectos, sino porque Él es bueno y quiere haceros amigos suyos. Sí, vosotros sois la luz del mundo, porque Jesús es vuestra luz. Vosotros sois cristianos, no porque hayáis cosas especiales y extraordinarias, sino porque Él, Cristo, es vuestra vida. Sois santos porque su gracia actúa en vosotros.

Queridos amigos, esta noche, en la que estamos reunidos en oración en torno al único Señor, entrevemos la verdad de la Palabra de Cristo, según la cual no se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Esta asamblea brilla en los diversos sentidos de la palabra: en la claridad de innumerables luces, en el esplendor de tantos jóvenes que creen en Cristo. Una vela puede dar luz solamente si la llama la consume. Sería inservible si su cera no alimentase el fuego. Permitid que Cristo arda en vosotros, aun cuando ello comporte a veces sacrificio y renuncia. No temáis perder algo y quedaros al final, por así decirlo, con las manos vacías. Tened la valentía de usar vuestros talentos y dones al servicio del Reino de Dios y de entregaros vosotros mismos, como la cera de la vela, para que el Señor ilumine la oscuridad a través de vosotros. Tened la osadía de ser santos brillantes, en cuyos ojos y corazones reluzca el amor de Cristo, llevando así luz al mundo. Confío que vosotros y tantos otros jóvenes aquí en Alemania sean llamas de esperanza que no queden ocultas. "Vosotros sois la luz del mundo". Dios es vuestro futuro. Amén.

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Discurso del Papa al Comité de los Católicos Alemanes (ZdK)
Viaje Apostólico a Alemania
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los miembros del Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK), a quienes recibió en la Hörsaal del Seminario de Friburgo.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra tener la oportunidad de encontrarme, aquí en Friburgo, con ustedes, Miembros del Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes. Con gozo les manifiesto mi aprecio por su compromiso en sostener en publico los intereses de los católicos y en dar impulso a la obra apostólica de la Iglesia y de los católicos en la sociedad. Agradezco al mismo tiempo al Presidente de dicho Comité Central, Zdk, Alois Glück, su amable invitación.

Queridos amigos, desde hace años existen los así llamados programas exposure para ayudar a los países en vías de desarrollo. Personas responsables del mundo de la política, la economía y de la Iglesia viven por un cierto tiempo con los pobres en África, Asia o América Latina, y comparten con ellos su vida cotidiana. Al ponerse en la situación en que viven estas personas ven el mundo con sus ojos y sacan una lección de esa experiencia, válida para la propia actuación solidaria.

Imaginémonos que este programa exposure tuviese lugar en Alemania. Expertos llegados de un país lejano vendrían a vivir con una familia alemana media por una semana. Aquí admirarían muchas cosas, por ejemplo el bienestar, el orden y la eficacia. Pero, con una mirada sin prejuicios, constatarían también mucha pobreza, pobreza en las relaciones humanas y en el ámbito religioso.

Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida. A veces, este relativismo llega a ser batallador, dirigiéndose contra quienes afirman saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida.

Y notamos cómo este relativismo ejerce cada vez más un influjo sobre las relaciones humanas y sobre la sociedad. Esto se manifiesta en la inconstancia y discontinuidad de tantas personas y en un excesivo individualismo. Hay quien parece capaz de renunciar a nada en absoluto o a sacrificarse por los demás. También está disminuyendo el compromiso altruista por el bien común, en el campo social y cultural, o a favor de los necesitados. Otros ya no son idóneos para unirse de manera incondicional a un partner. Ya casi no se encuentra el valor de prometer fidelidad para toda la vida; el valor de optar y decir: "yo ahora te pertenezco totalmente", o de buscar con sinceridad la solución de los problemas comprometiéndose con decisión por la fidelidad y la veracidad.

Queridos amigos, en el programa exposure, al análisis sigue la reflexión común. Esta elaboración debe considerar a la persona humana en su totalidad, de la que forma parte – no sólo implícita, sino precisamente explícitamente - su relación con el Creador.

Vemos que en nuestro rico mundo occidental hay carencias. Muchos carecen de la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran algún punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que esta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Ocuparse de ella pregunta es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Pero, evidentemente, se dirige a todos nosotros. Permitidme afrontar aquí un punto de la situación específica alemana. La Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿se encuentra la fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en un Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz.

Volvamos a estas personas que les falta la experiencia de la bondad de Dios. Necesitan lugares donde poder hablar de su nostalgia interior. Estamos llamados a buscar nuevos caminos de evangelización, caminos que podrían ser pequeñas comunidades donde se vive la amistad que se profundiza regularmente en la adoración comunitaria de Dios. Aquí hay personas que hablan de sus pequeñas experiencias de fe en su puesto de trabajo y en el ámbito familiar o de los conocidos, testimoniando de este modo un nuevo acercamiento de la Iglesia a la sociedad. A ellos les resulta claro que todos tienen necesidad de este alimento de amor, de la amistad concreta con los otros y con Dios. Pero sigue siendo importante la relación con la sabia vital de la Eucaristía, porque sin Cristo no podemos hacer nada (cf. Jn15, 5).

Queridos hermanos y hermanas, que el Señor nos indique el camino para ser siempre luz del mundo y para mostrar a nuestro prójimo el camino hacia el manantial donde pueden satisfacer su más profundo deseo de vida.

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Discurso del Papa a representantes ortodoxos y de las Iglesias orientales
Viaje Apostólico a Alemania
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los representantes de las Iglesias ortodoxas y orientales, a quienes recibió a primera hora de la tarde en el Seminario Arzobispal de Friburgo.

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Eminencias, Excelencias,

Venerables representantes de las Iglesias Ortodoxas y Ortodoxas Orientales

Me alegra mucho que hoy estemos aquí reunidos. Les agradezco de todo corazón su presencia y la posibilidad de este encuentro amistoso. Agradezco en particular al Metropolita Augoustinos sus palabras llenas de confianza. En este contexto, repito lo que ya he dicho en otras ocasiones: entre las Iglesias y las comunidades cristianas, teológicamente, la Ortodoxia es la más cercana a nosotros; católicos y ortodoxos poseen la misma estructura de la Iglesia de los orígenes. Por ello, podemos esperar que no esté muy lejano el día en que de nuevo podamos celebrar juntos la Eucaristía (cf. Luz del Mundo. Una conversación con Peter Seewald, pp. 99s).

La Iglesia católica sigue con interés y simpatía el desarrollo de las comunidades ortodoxas en Europa occidental, que han tenido un notable crecimiento. Actualmente, en Alemania, viven aproximadamente un millón seiscientos mil cristianos ortodoxos y ortodoxos orientales. Ellos se han convertido en parte constitutiva de la sociedad, contribuyendo a hacer más vivo el patrimonio de las culturas cristianas y de la fe cristiana en Europa. Me alegra el incremento de la colaboración panortodoxa que en los últimos años ha realizado progresos esenciales. La fundación de las Conferencias Episcopales Ortodoxas, allí donde las Iglesias Ortodoxas se encuentran en la diáspora, es expresión de las intensas relaciones dentro de la Ortodoxia. Me alegra también que en Alemania el pasado año se haya dado dicho paso. Que las experiencias que se viven en estas Conferencias Episcopales refuercen la unión entre las Iglesias ortodoxas y hagan avanzar los esfuerzos en favor de un concilio panortodoxo.

Desde que era profesor en Bonn y especialmente luego, siendo también Arzobispo de Múnich y Frisinga, a través de la amistad personal con representantes de las Iglesias ortodoxas, pude conocer y apreciar cada vez más en profundidad la Ortodoxia. En aquel tiempo, se inició también el trabajo de la Comisión conjunta de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Iglesia Ortodoxa. Desde entonces, con sus textos dedicados a cuestiones pastorales y prácticas, promueve la comprensión recíproca y contribuye a consolidar y desarrollar las relaciones católico-ortodoxas en Alemania.

Es igualmente importante continuar el trabajo para aclarar las diferencias teológicas, porque su superación es indispensable para el restablecimiento de la plena unidad, que deseamos y por la que oramos. Hemos de continuar nuestros esfuerzos de diálogo en la cuestión del primado, para su justa comprensión. Aquí las reflexiones acerca del discernimiento entre la naturaleza y la forma del ejercicio del primado, como lo hizo el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint (n. 95), pueden darnos aún impulsos fructuosos.

Veo también con gratitud el trabajo de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales. Estoy contento, veneradas Eminencias y venerables representantes de las Iglesias Ortodoxas orientales, de encontrar con ustedes a los representantes de las Iglesias implicadas en este diálogo. Los resultados obtenidos hacen crecer la recíproca comprensión y el acercamiento mutuo.

En la actual tendencia de nuestro tiempo, en que son bastantes los que quieren, por así decir, "liberar" de Dios a la vida pública, las Iglesias cristianas en Alemania, entre las cuales están también los cristianos ortodoxos y ortodoxos orientales, fundado en la fe en el único Dios y Padre de todos los hombres, caminan juntas por la senda de un testimonio pacífico para la comprensión y la comunión entre los pueblos. Al hacer esto, no dejan de poner el milagro de la encarnación de Dios en el centro del anuncio. Conscientes de que sobre este milagro se funda la dignidad de la persona, se comprometen juntas en la protección de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. La fe en Dios, creador de la vida, y el permanecer absolutamente fieles a la dignidad de cada persona fortalece a los cristianos para oponerse con ardor a cualquier intervención que manipule y seleccione la vida humana. Por otra parte, conociendo como cristianos el valor del matrimonio y de la familia, nos preocupa, porque es importante, preservar de toda interpretación errónea la integridad y la singularidad del matrimonio entre un hombre y una mujer. En este sentido, el compromiso común de los cristianos, entre los que se encuentran numerosos fieles ortodoxos y ortodoxos orientales, ofrece una contribución valiosa a la edificación de una sociedad con futuro, en la cual se dé el debido respeto a la persona humana.

Al concluir, volvamos nuestra mirada a María, la Hodegetria, la "guía del camino", que es venerada también en Occidente bajo el título de "Nuestra Señora del Camino". La Santísima Trinidad ha dado a María, la Virgen Madre, a la humanidad, para que Ella, con su intercesión, nos guíe a través del tiempo y nos indique el camino hacia el cumplimiento. A Ella nos encomendamos y presentamos nuestra petición de llegar a ser en Cristo una comunidad cada vez más íntimamente unida, para alabanza y gloria de su Nombre. Dios os bendiga a todos.

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Saludo del Papa a la ciudadanía de Friburgo en la plaza de la catedral
Viaje Apostólico a Alemania
FRIBURGO, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el breve saludo que el Papa Benedicto XVI dirigió a los ciudadanos de Friburgo, durante el acto de bienvenida a la ciudad celebrado en la Muensterplatz, a la puerta de la catedral.

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Queridos amigos:

Os saludo a todos con gran alegría y os agradezco la cordial acogida. Tras los hermosos encuentros en Berlín y Erfurt, me alegra estar ahora con vosotros en Friburgo. Doy las gracias especialmente a Monseñor Robert Zollitsch por su invitación y amables palabras de bienvenida.

"Donde está Dios, allí hay futuro"; así reza el lema de esta Visita Pastoral. Como Sucesor del Apóstol Pedro, al que el Señor encomendó el encargo de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22,32), vengo gustoso a estar con vosotros para rezar juntos, para proclamar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía. Os pido que recéis para que estos días sean fructíferos, de modo que Dios confirme nuestra fe, fortalezca nuestra esperanza y acreciente nuestro amor. Que en estos días, lleguemos a ser nuevamente conscientes del amor que Dios nos tiene y de su bondad, de forma que, con fe plena, nos pongamos a nosotros mismos en sus manos, así como todo lo que motiva nuestro corazón y es importante para nosotros. En Él, nuestro futuro está asegurado. Él da sentido a nuestra vida y puede llevarla a plenitud. El Señor os acompañe en la paz y os haga mensajeros de la alegría.

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Homilía del Papa en la Domsplatz de Erfurt
Viaje Apostólico a Alemania
ERFURT, sábado 24 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy en la Misa celebrada en la Domsplatz de Erfurt, en honor de santa Isabel de Turingia.

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Queridos hermanos y hermanas:

"Alabad al Señor en todo tiempo, porque es bueno". Así acabamos de cantar antes del Evangelio. Sí, tenemos verdaderamente motivos para dar gracias a Dios de todo corazón. Si en esta ciudad volviéramos atrás con el pensamiento a 1981, el año jubilar de Santa Isabel, hace treinta años, en tiempos de la República Democrática Alemana, ¿quién habría imaginado que el muro y las alambradas de las fronteras habrían caído pocos años después? Y si fuéramos todavía más atrás, cerca de setenta años, hasta 1941, en tiempos del nacionalsocialismo, ¿quién habría podido predecir que el denominado "Reich milenario" quedaría reducido a cenizas cuatro años después?

Queridos hermanos y hermanas, aquí en Turingia, y en la entonces República Democrática Alemana, tuvisteis que soportar una dictadura "oscura" [nacista] y una roja [comunista], que para la fe cristiana fueron como una lluvia ácida. Muchas consecuencias tardías de ese tiempo han de ser aún asimiladas, sobre todo en el ámbito intelectual y religioso. Actualmente, la mayoría de la gente en esta tierra vive lejana de la fe en Cristo y de la comunión de la Iglesia. Los últimos dos decenios, sin embargo, presentan también experiencias positivas: un horizonte más amplio, un cambio más allá de las fronteras, una confiada certeza de que Dios no nos abandona y nos conduce por nuevos caminos. "Donde está Dios, allí hay futuro".

Todos estamos convencidos de que la nueva libertad ha ayudado a conferir a la vida de los hombres una mejor dignidad y a abrir múltiples y nuevas posibilidades. Desde el punto de vista de la Iglesia, podemos subrayar también con agradecimiento muchos beneficios: nuevas posibilidades para las actividades parroquiales, la reestructuración y ampliación de iglesias y centros parroquiales, iniciativas diocesanas de carácter pastoral y cultural. Pero estas posibilidades, ¿nos han llevado también a un incremento de la fe? ¿No es necesario, tal vez, buscar las raíces profundas de la fe y de la vida cristiana en algo más que en la libertad social? Muchos católicos convencidos han permanecido fieles a Cristo y a la Iglesia en la difícil situación de una opresión exterior. Han aceptado desventajas personales por vivir su propia fe. Ahora, quisiera dar las gracias a los sacerdotes, así como a sus colaboradores y colaboradoras de aquellos tiempos. En particular, quisiera recordar la pastoral de los refugiados inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial: entonces, muchos eclesiásticos y laicos llevaron a cabo grandes iniciativas para aliviar la penosa situación de los prófugos y darles una nueva Patria. Y, cómo no, un agradecimiento sincero a los padres que, en medio de la diáspora y en un ambiente político hostil a la Iglesia, educaron a sus hijos en la fe católica. Por ejemplo, merecen ser recordadas las Semanas Religiosas para los niños durante las vacaciones, así como también el trabajo fructuoso de las casas para la juventud católica "San Sebastián", en Erfurt, y "Marcel Callo", en Heiligenstadt. Especialmente en Eichsfeld, muchos católicos resistieron a la ideología comunista. Que Dios les recompense abundantemente la perseverancia en la fe. El testimonio valiente y la confianza paciente en la providencia de Dios son como una semilla valiosa que promete un fruto abundante para el futuro.

La presencia de Dios se manifiesta, de modo particularmente claro, en sus santos. Su testimonio de fe puede darnos también hoy la fuerza para un nuevo despertar. Pensamos ahora, sobre todo, en los santos Patronos de la Diócesis de Erfurt: Isabel de Turingia, Bonifacio y Kilian. Isabel vino de un país extranjero, de Hungría, a Wartburg en Turingia. Llevó una vida intensa de oración, unida a la penitencia y a la pobreza evangélica. Bajaba asiduamente de su castillo, en la ciudad de Eisenach, para cuidar allí personalmente de los pobres y enfermos. Su vida en esta tierra duró poco: vivió solamente veinticuatro años, pero el fruto de su santidad fue inmenso. Santa Isabel es muy estimada también por los cristianos evangélicos; puede ayudarnos a todos nosotros a descubrir la plenitud de la fe recibida y a ponerla en práctica en nuestra vida cotidiana.

A las raíces cristianas de nuestro país, se vincula también la fundación de la Diócesis de Erfurt por san Bonifacio, en el año 742. Este evento constituye, al mismo tiempo, la primera mención documentada de la ciudad de Erfurt. El Obispo misionero había llegado de Inglaterra y trabajó en estrecha unión con el Sucesor de san Pedro. Lo veneramos como "Apóstol de Alemania"; murió mártir. Dos de sus compañeros, que compartieron con él el testimonio del derramamiento de la sangre por la fe cristiana, están enterrados aquí, en la Catedral de Erfurt: son los santos Eoban y Adelar.

Antes de los misioneros anglosajones, trabajó en Turingia san Kilian, un misionero itinerante venido de Irlanda. Junto con dos compañeros murió mártir en Würzburg, porque criticaba el comportamiento moralmente equivocado del duque de Turingia, residente allí. Aquí en la plaza de la Catedral no podemos olvidar a san Severo, el patrón de Severikirche. En el siglo cuarto, fue Obispo de Rávena; en el año 836, su cuerpo fue trasladado a Erfurt, para arraigar más profundamente la fe cristiana en esta región.

¿Qué es lo que estos santos tienen en común? ¿Cómo podemos describir y hacer fecunda para nosotros su particular forma de vida? Sí, los santos nos muestran que es posible y bueno vivir de manera radical la relación con Dios, poner a Dios en primer lugar y no como una realidad más entre otras. Los santos nos muestran de manera evidente el hecho de que Dios ha tomado la iniciativa de dirigirse a nosotros; en Jesucristo se ha manifestado y se nos manifiesta. Cristo sale a nuestro encuentro, habla a cada uno y lo invita a seguirlo. Los santos han tomado en serio esta posibilidad, decirlo por así, en el continuo diálogo de la oración, han tendido a Él desde lo más recóndito de su ser, y de Él recibieron la luz que les abrió a la vida verdadera.

La fe es siempre, y esencialmente, un creer junto con otros. El hecho de poder creer lo debo sobre todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, "enciende" mi fe. Pero, más concretamente, debo mi fe también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y creen conmigo. Este "con", sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia. Y esta Iglesia franquea las fronteras de los países como lo demuestran las nacionalidades de los santos que he mencionado anteriormente: Hungría, Inglaterra, Irlanda e Italia. En este sentido, se resalta lo importante que es el intercambio espiritual que se extiende a través de toda la Iglesia universal. Si nos abrimos a toda fe, en la historia entera y en los testimonios de toda la Iglesia, entonces la fe católica tiene futuro también como fuerza pública en Alemania. Al mismo tiempo, las figuras de los santos que he recordado nos muestran la gran fecundidad de una vida santa, de ese amor radical por Dios y por el prójimo. Los santos, aun que sólo sean pocos, también cambian el mundo.

De esta manera, los cambios políticos del año 1989 en vuestro país no fueron motivados sólo por el deseo de bienestar y de libertad de movimiento, sino, decisivamente, también por el anhelo de veracidad. Este anhelo se mantuvo vivo, entre otras cosas, por personas totalmente dedicadas al servicio de Dios y del prójimo y dispuestas a sacrificar su propia vida. Ellos y los santos antes recordados nos animan a aprovechar la nueva situación. No queremos escondernos en una fe solamente privada, sino que queremos usar de manera responsable la libertad lograda. Como los santos Kilian, Bonifacio, Adelar, Eoban e Isabel di Turingia, queremos salir como cristianos al encuentro de nuestros conciudadanos, e invitarlos a descubrir con nosotros la plenitud de la Buena Nueva. Entonces seremos semejantes a la famosa campana de la Catedral de Erfurt, que lleva el nombre de "Gloriosa". Se considera la campana medieval más grande del mundo que oscila libremente. Es un signo vivo de nuestro profundo enraizamiento en la tradición cristiana, pero también una señal para ponernos en camino y empeñarnos en la misión. Sonará hoy al final de esta Misa solemne. Que nos aliente a hacer visible y audible, según el ejemplo de los santos, el testimonio de Cristo en el mundo en que vivimos. Amén.

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