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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 25 de septiembre de 2011

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Santa Sede

Benedicto XVI: tengo confianza en el futuro del cristianismo en Alemania

Benedicto XVI: “no debemos tener miedo. Dios es bueno”

Papa: para realizar su misión, la Iglesia debe “desmundanizarse”

La Santa Sede desmiente rumores sobre la dimisión del Papa

El Papa exhorta a la Iglesia en Alemania a “permanecer unida a Pedro”

Dios llora en la tierra

Entrevista póstuma del arzobispo emérito de Santiago de Cuba

Ars Christiana

El Papa usa el arte para preparar su camino a Alemania

Actualidad

En Mar Musa, ocho días de ayuno, oración y "sakina"

Análisis

¿Puede la neoescolástica transformar la economía?

Angelus

Benedicto XVI: Allí comenzó históricamente la salvación

Documentación

Discurso de despedida del Papa en el aeropuerto de Lahr

Discurso del Papa en el Konzerthaus a los católicos comprometidos

Homilía del Papa en la Misa en el aeropuerto de Friburgo


Santa Sede


Benedicto XVI: tengo confianza en el futuro del cristianismo en Alemania
El Papa se despide de sus compatriotas en el aeropuerto de Lahr
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI se despidió hoy por la tarde de su patria y de sus compatriotas con un discurso, ante las autoridades federales y locales, en el que subrayó su “confianza” en el futuro de la Iglesia en Alemania, después de lo que ha podido ver y oír en este viaje apostólico.

El Papa llegó al aeropuerto de Lahr tras participar en un encuentro con las “fuerzas vivas” de la Iglesia católica en Alemania, en el Koncerthaus de Friburgo. Allí recibió el último saludo del presidente federal, Christian Wulff, y de las autoridades civiles y religiosas alemanas.

En su despedida, el Papa dio las gracias a los presentes “por estos días espléndidos, por tantos encuentros personales y por las incontables muestras de atención y afecto con que me han colmado”.

Aseguró que los días transcurridos en su país han sido “conmovedores y ricos de acontecimientos”, y destacó los encuentros con los líderes de otras confesiones cristianas y de otras religiones, muy significativos por producirse “en el país de la Reforma”.

Pero recordó que su visita “estaba dirigida en manera especial a los católicos”, y destacó que poder celebrar y rezar “particularmente en las zonas del País donde por decenios se ha intentado eliminar la religión de la vida de las gentes”, le permite “tener confianza en el futuro del cristianismo en Alemania”.

“Como en las visitas precedentes, aquí se ha podido experimentar que muchos dan testimonio de su fe y hacen visible su fuerza transformadora en el mundo de hoy”, subrayó.

También destacó la importancia de la vigilia celebrada ayer por la noche en Friburgo con los jóvenes, en la estela dejada por la “impresionante Jornada Mundial de la Juventud en Madrid”.

El Papa exhortó a los católicos alemanes “a seguir con fuerza y confianza el camino de la fe, que hace volver a las personas a las raíces, al núcleo esencial de la Buena Noticia de Cristo”.

“Surgirán pequeñas comunidades de creyentes, y ya existen, que con el propio entusiasmo difundan rayos de luz en la sociedad pluralista, suscitando en otros la inquietud de buscar la luz que da la vida en abundancia”, añadió.

Se despidió de sus compatriotas recordando el lema de su viaje que concluye con este acto: “donde Dios está presente, allí hay esperanza y allí se abren nuevas prospectivas y con frecuencia insospechadas, que van más allá del hoy y de las cosas efímeras”.

“En este sentido acompaño, con el pensamiento y la oración, el camino de la Iglesia en Alemania”, concluyó.

Terminada la ceremonia, el Pontífice se dirigió con su séquito al avión papal, que le lleva de vuelta a Roma.

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Benedicto XVI: “no debemos tener miedo. Dios es bueno”
Reflexión del Papa sobre el significado del “sí” de María
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- El “sí” de María está dirigido a Dios, pero también a cada uno de los cristianos, a quienes Cristo entregó como madre en la cruz.

El Papa Benedicto XVI quiso reflexionar sobre la grandeza del “sí” de María que cada día se rememora en el rezo del Ángelus, durante la introducción a esta oración mariana, como es costumbre el domingo, con los fieles reunidos en la explanada del aeropuerto turístico de Friburgo (Alemania).

El Ángelus, explicó el Papa a los presentes, “nos recuerda siempre el comienzo histórico de nuestra salvación”.

“El arcángel Gabriel presenta a la Virgen María el plan de la salvación de Dios, según el cual Ella se convertiría en la Madre del Redentor. María se turbó ante estas palabras, pero el Ángel la consoló diciendo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. De esta forma, María pronuncia el gran 'sí'”.

“Este 'sí' a ser sierva del Señor es la afirmación confiada al designio de Dios y a nuestra salvación.”, observó el Papa.

“María nos dice este "sí" a nosotros, que bajo la cruz fuimos confiados como hijos suyos. Nunca pone en duda esta promesa. Por eso se le llama feliz, más aún, bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que le había dicho el Señor”.

Recitando el Ángelus, indicó el Pontífice, “podemos unirnos al 'sí' de María y adherirnos con confianza a la belleza del plan de Dios y de la providencia que Él, en su gracia, nos ha reservado”.

De esta forma, “el amor de Dios se hará carne también en nuestra vida, tomará cada vez más forma”.

“En medio de todas nuestras preocupaciones, no debemos tener miedo”, corroboró Benedicto XVI. “Dios es bueno”.

“Al mismo tiempo, podemos sentirnos sostenidos por la compañía de tantos fieles de todo el mundo que ahora rezan el Angelus con nosotros”.

Tras el rezo del Ángelus, el Papa volvió al Seminario Arzobispal de Friburgo, donde almorzó con los miembros de la Conferencia Episcopal Alemana y del séquito papal.

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Papa: para realizar su misión, la Iglesia debe “desmundanizarse”
La llamada a la apertura debe prevalecer sobre organización e institucionalización
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Si la Iglesia quiere realizar plenamente su misión debe “separarse de la mundanidad”, haciendo que la llamada a la apertura prevalezca sobre la atención a la organización y la institucionalización.

Lo dijo hoy el Papa por la tarde, en la Konzerthaus de Friburgo a los católicos comprometidos en la Iglesia y en la sociedad, en el último encuentro de su visita de cuatro días a Alemania.

“Desde hace décadas – afirmó el Pontífice en su discurso, el más largo de los pronunciados en este 21º viaje apostólico, el tercero a su patria – “asistimos a una disminución de la práctica religiosa, constatamos un creciente distanciamiento de una notable parte de los bautizados de la vida de la Iglesia”.

“Surge, pues, la pregunta: ¿Acaso no debe cambiar la Iglesia? ¿No debe, tal vez, adaptarse al tiempo presente en sus oficios y estructuras, para llegar a las personas de hoy que se encuentran en búsqueda o en duda?”.

A la beata Madre Teresa, recordó, le preguntaron una vez cuál sería, según ella, lo primero que se debería cambiar en la Iglesia, respondió: “usted y yo”.

”Este episodio, explicó el Papa, hace evidentes dos cosas: por un lado, ella entendía “que la Iglesia no son sólo los demás, la jerarquía, el Papa y los obispos; la Iglesia somos todos nosotros, los bautizados”; y de otro, que “cada cristiano y la comunidad de los creyentes están llamados a una conversión continua”.

El Pontífice se preguntó por tanto en qué consiste esta renovación, más bien “una corrección, para retomar el rumbo y recorrer de modo más directo y expeditivo un camino”

“”Por lo que respecta a la Iglesia, el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la Iglesia misma”, afirmó, añadiendo que ésta “”debe verificar constantemente su fidelidad a esta misión”.

El Papa advirtió que, “a causa de las pretensiones y de los condicionamientos del mundo, el testimonio viene repetidamente ofuscado, alienadas las relaciones y relativizado el mensaje”.

Para cumplir su misión, la Iglesia debe tomar “continuamente las distancias de su entorno, debe en cierta medida ser desmundanizada”.

Dos tendencias

La Iglesia “debe su ser” al intercambio desigual entre Dios y el hombre, “encuentra su sentido exclusivamente en el compromiso de ser instrumento de redención, de impregnar el mundo con la palabra de Dios y de trasformarlo al introducirlo en la unión de amor con Dios”.

En este sentido, afirmó, “está siempre en movimiento, debe ponerse constantemente al servicio de la misión que ha recibido del Señor”.

Sin embargo, advirtió, existe “también una tendencia contraria, la de una Iglesia que se acomoda a este mundo, llega a ser autosuficiente y se adapta a sus criterios. Por ello da una mayor importancia a la organización y a la institucionalización que a su vocación a la apertura”.

Por ello, “debe una y otra vez hacer el esfuerzo por separarse de lo mundano del mundo”, y en este sentido, “la historia viene en ayuda de la Iglesia a través de distintas épocas de secularización que han contribuido en modo esencial a su purificación y reforma interior”.

Secularización, positiva

“En efecto, las secularizaciones –sea que consistan en expropiaciones de bienes de la Iglesia o en cancelación de privilegios o cosas similares– han significado siempre un profundo desarrollo de la Iglesia, en el que se despojaba de su riqueza terrena a la vez que volvía a abrazar plenamente su pobreza terrena”.

Así, explicó, “liberada de su fardo material y político, la Iglesia puede dedicarse mejor y verdaderamente cristiana al mundo entero, puede verdaderamente estar abierta al mundo. Puede vivir nuevamente con más soltura su llamada al ministerio del adoración a Dios y al servicio del prójimo”.

La Iglesia se abre al mundo, “no para obtener la adhesión de los hombres a una institución con sus propias pretensiones de poder, sino más bien para hacerles entrar en sí mismos” y conducirlos así a Cristo.

Ante los escándalos

En este sentido, el Papa lamentó que los actuales escándalos relacionados con el clero “han desgraciadamente ensombrecido” el mensaje de la Iglesia.

“Se crea una situación peligrosa, cuando estos escándalos ocupan el puesto del skandalon primario de la Cruz, haciéndolo así inaccesible; esto es cuando esconden la verdadera exigencia cristiana detrás de la ineptitud de sus mensajeros”, advirtió el Papa.

Por ello, el Papa subrayó la necesidad de “dejar todo lo que es mera táctica y buscar la plena sinceridad, que no descuida ni reprime nada de la verdad de nuestro hoy, sino que realiza la fe plenamente en el hoy viviéndola totalmente precisamente en la sobriedad del hoy, llevándola a su plena identidad, quitando lo que sólo aparentemente es fe, pero en realidad no son más que convenciones y hábitos”.

“Una Iglesia aligerada de los elementos mundanos es capaz de comunicar a los hombres –tanto a los que sufren como a los que los ayudan– precisamente en el ámbito social y caritativo, la fuerza vital especial de la fe cristiana”, concluyó.  

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La Santa Sede desmiente rumores sobre la dimisión del Papa
El viaje a Alemania demuestra su buen estado de salud, aclara el portavoz
FRIBURGO, domingo, 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- El portavoz de la Santa Sede considera que no tiene ningún fundamento el rumor publicado este domingo, según el cual Benedicto XVI estaría pensando en presentar su dimisión al cumplir los 85 años, el próximo mes de abril.

Ante las preguntas de los periodistas que acompañaban al pontífice en Friburgo, el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha explicado que “la resistencia del Papa en este viaje habla elocuentemente de su capacidad para afrontar compromisos muy pesados”.

En la edición de este domingo, el diario milanés “Libero” ha publicado el artículo de Antonio Socci que pone en circulación los rumores de una futura dimisión del Papa sin ofrecer ninguna fuente, ni dato más concreto.

Por este motivo, el padre Lombardi, con una sonrisa, ha respondido a los periodistas: "Si lo dice Socci, hay que preguntarle de dónde ha tomado esta información. Lo que sabemos todos es lo que el mismo Papa ha escrito en el libro entrevista 'Luz del mundo'. No tengo otras informaciones”.

En la entrevista “Luz del mundo”, publicada en el año 2010, en respuesta al periodista Peter Seewald, Benedicto XVI declaraba: “Si el Papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”.

Pero en el mismo libro, el Papa añade hablando de las dificultades de la Iglesia, en particular tras el descubrimiento de los casos de pedofilia: “Si el peligro es grande, no se debe huir de él. Por eso, ciertamente no es el momento de renunciar. Justamente en un momento como éste hay que permanecer firme y arrostrar la situación difícil. Ése es mi concepción. Se puede renunciar en un momento sereno, o cuando ya no se puede más. Pero no se debe huir en el peligro y decir: que lo haga otro”.

El padre Lombardi recordó que “el Papa está muy bien” y, “a pesar de que el viaje haya sido muy empeñativo, lo ha afrontado muy bien. Desde el punto de vista de la salud, este viaje ha sido un auténtico éxito”.

El viaje que Benedicto XVI ha concluido este domingo a su tierra natal ha sido uno de los más cansados de todo su pontificado. Ha pronunciado dieciocho discursos y homilías, algunos de ellos históricos tanto para Alemania como para la Iglesia, ha ofrecido una rueda de prensa, y ha mantenido encuentros con todos los representantes instituciones y religiosos de su nación.

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El Papa exhorta a la Iglesia en Alemania a “permanecer unida a Pedro”
“Sólo así seguirá siendo una bendición para la comunidad católica mundial”
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI exhortó hoy a los católicos alemanes a una renovación espiritual para que la Iglesia en este país pueda “superar los retos” actuales, para lo cual debe “permanecer unida” al Sucesor de Pedro.

En una mañana soleada, en la explanada del aeropuerto turístico de Friburgo y en presencia de los obispos de las 27 diócesis de la República Federal, Benedicto XVI habló a los miles de fieles congregados para la Misa sobre la necesidad de una “fe renovada” y una “conversión”.

“La Iglesia en Alemania superará los grandes desafíos del presente y del futuro y seguirá siendo fermento en la sociedad”, afirmó, “si los sacerdotes, las personas consagradas y los laicos que creen en Cristo, fieles a su vocación especifica, colaboran juntos”.

También, añadió, “si las parroquias, las comunidades y los movimientos se sostienen y se enriquecen mutuamente; si los bautizados y confirmados, en comunión con su obispo, tienen alta la antorcha de una fe inalterada y dejan que ella ilumine sus ricos conocimientos y capacidades”.

“La Iglesia en Alemania seguirá siendo una bendición para la comunidad católica mundial, si permanece fielmente unida a los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles”, agregó el Papa, exhortando también a “la colaboración con los países de misión”, y a dejarse “contagiar” por “la alegría en la fe de las iglesias jóvenes”.

La unidad, afirmó el Papa, debe ir acompañada de la humildad; “es una virtud que hoy no goza de gran estima, pero los discípulos del Señor saben que esta virtud es, por decirlo así, el aceite que hace fecundos los procesos de diálogo, fácil la colaboración y cordial la unidad”.

“Las personas humildes tienen los pies en la tierra. Pero, sobre todo, escuchan a Cristo, la Palabra de Dios, que renueva sin cesar a la Iglesia y a cada uno de sus miembros”, dijo Benedicto XVI.

Necesidad de conversión

La homilía del Papa, tomando pie del evangelio del día sobre la parábola de los dos hermanos que son enviados a trabajar a la viña por su padre (Mt 21, 29-32), fue una llamada a los católicos alemanes a no quedarse en una fe vacía que “ya no interpela al corazón”.

La parábola de Jesús, afirmó el Pontífice, se dirige “a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los que entienden de religión en el pueblo de Israel. En un primer momento, ellos dicen "sí" a la voluntad de Dios, pero su religiosidad acaba siendo una rutina, y Dios ya no les inquieta”.

Si esta parábola se tradujera a la actualidad, añadió, diría: “los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; las personas que sufren a causa de nuestros pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cercanos al Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ya solamente ven en la Iglesia el boato, sin que su corazón quede tocado por la fe”.

“Esto no significa en modo alguno que todos los que viven en la Iglesia y trabajan en ella deban ser considerados alejados de Jesús y del Reino de Dios”, aclaró el Papa, sino que “se necesita algo más: un corazón abierto, que se deja conmover por el amor de Cristo”.

Por ello, les exhortó a cuestionarse su “relación personal con Dios, en la oración, en la participación a la Misa dominical, en la profundización de la fe mediante la meditación de la Sagrada Escritura y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica”.

“Queridos amigos, en último término, la renovación de la Iglesia puede llevarse a cabo solamente mediante la disponibilidad a la conversión y una fe renovada”, añadió.

Dios lo puede todo

El Papa concluyó su homilía exhortando a los presentes en el poder de Dios, que “no abandona a su pueblo” frente a las dificultades.

“Ante todas las cosas terribles que suceden hoy en el mundo, hay teólogos que dicen que Dios no puede ser omnipotente”, reconoció.

Pero no, Dios “es todopoderoso”, afirmó. “Pero, al mismo tiempo, debemos darnos cuenta de que Él ejerce su poder de manera distinta a como suelen hacer los hombres”, pues Dios mismo “ha puesto un límite a su poder al reconocer la libertad de sus criaturas”.

“Cuando vemos las cosas tremendas que suceden por su causa, nos asustamos. Confiemos en Dios, cuyo poder se manifiesta sobre todo en la misericordia y el perdón”, exhortó el Papa. “Siempre, y sobre todo en los tiempos de peligro y de cambio radical, Él nos acompaña, su corazón se conmueve por nosotros, se inclina sobre nosotros”.

“Pidamos a Dios el ánimo y la humildad de avanzar por el camino de la fe, de alcanzar la riqueza de su misericordia y de tener la mirada fija en Cristo, la Palabra que hace nuevas todas las cosas”, concluyó.

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Dios llora en la tierra


Entrevista póstuma del arzobispo emérito de Santiago de Cuba
En la que confiesa el amor de su vida
ROMA , domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).-  El 21 de julio fallecía en Miami a los 79 años monseñor Pedro Meurice Estíu, arzobispo emérito de Santiago de Cuba por un  paro cardiaco. Sin embargo su corazón cubano 100% sufría  por diversos motivos desde hacía más de cincuenta años. Le aquejaba un dolor vital por ver a la iglesia y a sus pastores en Cuba limitados, trabados, expropiados de aquello que él siempre quiso que la iglesia y los sacerdotes fueran: pastores para su pueblo.

Sufría de un dolor profundo por ver cómo muchos de sus amados paisanos confundían patria con comunismo, ideología con salvación. Y padecía un dolor todavía más profundo por verse silenciado y acallado durante decenas de años. Silencio sin embargo solo para aquello que no estuvieron cercanos a él, pues monseñor hablaba claro y fuerte para todos los que quisieron y pudieron escucharle.

Esta entrevista fue realizada por la periodista María Lozano a monseñor Pedro Meurice Estíu, con motivo un documental de Catholic Radio and Televisión Network para Ayuda a la Iglesia Necesitada que se emitirá a finales de año, sobre la Virgen de la Caridad del Cobre, cuya fiesta se ha celebrado el 8 de septiembre.

Es una de las últimas entrevistas concedidas por el arzobispo emérito de Santiago de Cuba a quien no gustaba este tipo de cosas, pero que no pudo negarse a la petición de hablar sobre su querida madre, la Virgen de la Caridad del Cobre, y es que monseñor Meurice  en todo lo que tenía que ver con ella nunca decía que no.

--Monseñor ¿Cuántos años lleva siendo arzobispo emérito?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Son tantos que ya no me acuerdo... Empecé a ser emérito el día que cumplí los 75 años, ese mismo día tomó posesión el nuevo arzobispo. Yo le había pedido al Papa con tiempo suficiente esa gracia, no me gustaba que pasara un tiempo entre cumplir la edad y el nombramiento del nuevo arzobispo y después la toma de posesión. Y así me lo concedieron.

--¿Le costó ese paso?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: El paso de la jubilación es un paso difícil para todos, por lo que yo oigo, es un problema a estudiar ese de la jubilación... En mi caso habiendo sido obispo, la vida cambia de un día a otro. Eres el que dispone todo y a de un día para otro ya no es así... A mí me costó al principio, pero Dios y la Virgen me hicieron comprender que debía desprenderme de todo eso, que debía alejarme especialmente de todo lo que oliera ni de lejos a distinción o a poder. Así he tratado de ser lo que siempre quise desde pequeño: ser cura, que es el que va por las casas, visita a los enfermos, prepara a los niños para la comunión, va por los pueblos, visita a los enfermos, es el que ayuda a la gente madura en sus problemas matrimoniales y el que da la unción a los viejitos para ayudarles a que mueran en la presencia de Dios... He tratado de buscar, en la medida de lo posible, eso que quise hacer siempre, dedicándome durante horas a estudiar, a repasar cosas, me apasiona el estudio de las Escrituras y me apasiona el visitar a los ancianos, los enfermos, ayudando a quien pueda en lo que pueda.

--¿Y desde entonces vive al lado del Santuario de la Virgen de la Caridad en el Cobre?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Bueno, yo nunca he dejado de vivir en el Cobre, en cierto sentido. Yo no nací aquí, pero conocí este lugar cuando tenía once años y desde entonces, he vivido aquí de una manera u otra. Yo no sé si hay un lugar más hermoso en Cuba.


--¿Y a qué vino a la edad de once años?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Vine a ingresar en el seminario, no se me olvida ese día; era un lunes 2 de septiembre del 1944. Siempre los seminaristas veníamos para la celebración de la Caridad y ya después de la celebración los seminaristas nos quedábamos y comenzaba el curso.

--¿Por qué eligió regresar a vivir al Cobre?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Después de que me enteré que uno podía jubilarse siempre pensé que el lugar para mí sería éste: El Cobre. Por todo, por el paisaje, por el ambiente... Aquí viví los años más felices de mi vida. Me despierta muchas cosas este lugar, y sobretodo por la presencia de la imagen de la Virgen, eso tiene una connotación en mi vida, no voy a decir espiritual porque es espiritual, pero es más que espiritual, como pienso que es en la de todos los cubanos.

--La devoción a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre se considera un símbolo para toda la isla Cuba... ¿Cómo la vive usted?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Yo creo que cada devoción tiene su historia fundamentada en un hecho en cierto sentido natural pero indudablemente también sobrenatural. Cada pueblo lo vive de una manera distinta y esta devoción el pueblo cubano la vive en la devoción a la Virgen de la Caridad,  porque la historia de nuestra Señora se ha hecho una y se ha fundido con la historia del pueblo cubano. Existe la historia “oficial” por una parte, pero la historia que yo conozco es la que tengo desde niño, la que mi madre me enseñó. Ella fue la que me enseñó a rezar y cuando íbamos los domingos a la parroquia, ella me llevaba ante la imagen de la Virgen de la Caridad...

--El año que viene, en 2012, se van a celebrar los 400 años del hallazgo de la imagen, ¿qué supone esta celebración?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Toda esa historia de mi devoción a la Virgen, que es muy larga, se ha despertado dentro de mí ahora al comenzar esta peregrinación nacional. Yo pude tomar parte, era un adolescente, en la peregrinación nacional que ya se hizo en los años 1951 y 1952. No puedo recordar por qué pero esa  primera vez que se hizo un recorrido nacional, el primer pueblo que visitó la imagen fue el pueblo en el que yo nací: San Luis. Todavía me acuerdo muy bien de aquel día y ahora todo eso se ha revivido porque también en el recorrido nacional que se está celebrando en estos momentos el primer pueblo en visitar ha sido San Luis. Distintas las caras, las personas, la situación..., pero ahí estaba el pueblo igual que en aquella ocasión, e incluso más numeroso que en aquella situación.

--La imagen fue coronada por el Beato Juan Pablo II durante su visita en el año 1998 a Santiago de Cuba, usted estaba presente...

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Sí, la imagen había sido coronada ya por una delegación del arzobispo Valentín Zubizarreta en el año 1936. Al enterarme yo de que el Papa venía a Cuba,  consulté la idea a los demás obispos de pedir al Papa que coronara personalmente la imagen de Nuestra Señora durante su visita. La homilía del Santo Padre fue muy bonita. Mi memoria no está bien, he perdido mucha memoria, pero una de las frases que recuerdo era que la imagen de la Virgen de la Caridad es signo y símbolo de la justicia y libertad del pueblo cubano. Yo creo que la expresión es muy rica y recoge la historia del pueblo cubano. La Virgen toca el núcleo del ser del pueblo, del alma cubana y de cada una de las personas en concreto.

--Esta devoción a la Virgen de la Caridad es parte de la religiosidad popular cubana que se une y entremezcla sin embargo también muchas veces con otras expresiones de religiosidad, por ejemplo tradiciones africanas donde se la conoce como Oshún... 

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Yo me veo en la necesidad de explicar que a nadie se le puede cambiar el nombre...; menos todavía se le puede cambiar el nombre a la Virgen. El nombre que ella tiene - porque se lo puso Dios - es María, para nosotros los cubanos María de la Caridad del Cobre. Oshún es una divinidad dentro del panteón de las divinidades africanas. Cosa que debemos respetar pero que se sepa que María de la Caridad es la Madre de Jesús y Oshún es una divinidad a la que hay que respetar pero que no tiene que ver con la Biblia, ni con la palabra de Dios, ni con las tradiciones de la Iglesia, sino que ella es única, María de la Caridad del Cobre.

--¿Cómo es su relación personal con la Virgen?

--Monseñor Pedro Meurice Estíu: Bueno, ya he dicho mi madre me enseñó a mí quién era la Virgen y a tenerle devoción, después la misericordia de Dios me trajo a vivir aquí junto a ella, al Seminario donde ya fue un cultivo y desarrollo de la fe. En su presencia empezábamos el curso escolar e íbamos a final de curso a despedirnos de ella. Me acuerdo de la canción que le cantábamos “Adiós Madre querida” cuando marchábamos a nuestros pueblos de vacaciones. Los mismos problemas que tienen todas las personas en su proceso de vida, adolescencia, juventud, edad madura... ahí es donde se pone a prueba la devoción a la Virgen y a cualquier santo, donde se purifica, se personaliza la devoción y va tomando otra dimensión. A principio cuando uno es niño es mas bien una devoción afectiva y más tarde se convierte en una entrega del corazón a Dios, por medio de la Virgen.

Más información en: www.ain-es.org

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Ars Christiana


El Papa usa el arte para preparar su camino a Alemania
Benedicto XVI y Rafael parecen ser una buena combinación
ROMA, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- En el año 1512 Rafael Sanzio tuvo su gran momento. El pintor de Urbino acababa de completar su ópera prima, la Stanza della Segnatura para el papa Julio II, y por la que recibió elogios universales. Parecía que sólo Miguel Ángel, ocupado en terminar el techo de la Capilla Sixtina, se mantenía ajeno a la obra maestra que se había expuesto a sólo 100 metros de distancia.

A raíz de este éxito, Rafael se convirtió en el favorito de la corte papal y se le encargaron dos grandes retablos para iglesias ubicadas fuera de los muros del Vaticano. Estos encargos llevarían al joven genio, con gran talento para combinar la fe y la belleza, hasta un público más amplio.

El cardenal Sigismondo dei Conti, el tesorero del Papa, encargó a Rafael la pintura de la Virgen de Foligno, que ahora se conserva en los Museos Vaticanos, mientras el mismo Papa Julio II le pidió la Madonna Sixtina para la iglesia de San Sixto, ubicada en el recién anexado territorio de Piacenza. La Madonna Sixtina fue comprada por Augustus III de Polonia y ha estado en Dresde desde entonces (excepto una breve estancia en Rusia después de la II Guerra Mundial).

Este mes, por primera vez desde que Rafael se llevó los paneles de madera a su taller para pintarlos, estos dos trabajos están el uno al lado del otro, por iniciativa de Benedicto XVI y de los Museos Vaticanos. En preparación para su viaje a Alemania, ahora en curso, el Santo Padre mandó la Virgen de Foligno al Staatliche Kunstsammlungen de Dresde, donde se exhibirá junto a la Madonna Sixtina hasta el 8 de enero.

Aunque las dos obras se iniciaron en la misma época, se completaron con años de distancia y nunca se habían mostrado las dos juntas. La Virgen de Foligno permaneció en la iglesia Ara Coeli de Roma cuando la Madonna Sixtina fue enviada al monasterio de San Benito de Piacenza, en 1513 o 1514. Esta oportunidad de ver a las “dos hermanas” juntas es un raro privilegio para la historia del arte y para la devoción mariana.

Las dos obras tienen la misma anchura aunque la Virgen de Foligno es un poco más alta. Ambas muestran a la Virgen con el Niño, santos y querubines, pero entre las dos se puede observar un avance en el estilo de Rafael.

La Virgen de Folignoilustra el primer compromiso maduro con los requisitos artísticos de Roma. Implicar al espectador fue la primera tarea del pintor renacentista y Rafael encontró formas muy innovadoras de captar la atención. Su Virgen no está aislada en los Cielos, o rodeada de estructuras arquitectónicas, distinto de lo que la rodeaba en sus primeros trabajos, ni el Niño se sienta complaciente en su regazo. La María de Rafael está preparada para ayudar a los que la invocan, con el mismo ímpetu que mostró cuando fue a visitar a su prima Isabel embarazada. En este retablo, la parte superior del cuerpo está rodeado de un haz de luz, una especie de halo gigante, pero con un sentido muy geométrico de la perfección de los cielos abiertos ante nuestros ojos. Este disco amarillo evoca a “la mujer envuelta en sol”, mientras que el arco delgado bajo sus pies recuerda a la luna creciente. Las nubes por debajo, sin embargo, rompen el círculo hacia abajo, como un camino desde ella hacia los que la invocan.

El Niño Jesús, por otro lado, parece haberse escapado de una pintura de Miguel Ángel, girando tímidamente hacia su madre con un pie firmemente situado en el suelo, mientras que señala hacia la luz celestial.

El genio único de Rafael se revela mejor a través de sus ángeles; la misma sustancia que las nubes, emergen a medida que la luz juega a través de sus contornos y cuando caen las sombras vuelven a su forma original. En un alarde de impresionante creatividad y virtuosismo, la técnica de pintura de Rafael desafió la supremacía escultórica de Miguel Ángel.

En la parte inferior, cuatro santos rodean a un querubín que sostiene un letrero. La leyenda de la placa sigue siendo motivo de debate para algunos: hay quien sugieren que es la firma del artista, mientras que otros piensan que es un epitafio en honor al mecenas. Yo sugiero que siendo un retablo para un altar, podrías ser entendido como el INRI de la Cruz de Cristo, sobre el que cual está el niño inocente que sería crucificado algún día.

Debajo de la Virgen y del Niño, los santos y los orantes están en un paisaje rico y variado. De nuevo Rafael usa su prodigiosa imaginación para desarrollar una variedad de posturas. El patrón representado de perfil, se arrodilla con sus ropas de cardenal, con una relación menos dinámica con la escena. Detrás de él, San Jerónimo descansa su mano suavemente en la cabeza del cardenal, suplicando a María que está sobre él.

El otro grupo de santos atrae la atención del espectador. Juan el Bautista mira hacia el exterior y con la mirada y con el gesto señala vigorosamente hacia la Madre y el Hijo. San Francisco (Ara Coeli era una iglesia franciscana), se arrodilla embelesado ante la visión pero con su mano tendida se dirige a aquellos que se congregan alrededor del altar.

Las figuras de las pinturas de Rafael inspiran e interceden, convirtiéndose en ejemplos tanto para la devoción como para la ordenación de la vida de cada uno.

El papel del Pontífice

La Madonna Sixtina reduce las figuras y elimina el paisaje. Al hacerlo sorprende al espectador con la inmediatez de la Virgen y su Hijo. Mientras que en la Virgen de Foligno, Cristo le devuelve la mirada a san Francisco y los ojos de María se encuentran con los de San Jerónimo, en la Madonna Sixtina, María mira directamente a los ojos de espectador, invitándonos a colocar las plegarias ante ella. Tanto ella como Su Hijo parecen preocupados, compadeciéndose de los problemas y de las luchas de aquellos que se acercan a ellos.

Una cortina verde se retira para revelarnos un mundo totalmente diferente. Ningún paisaje conecta al espectador con la realidad conocida sino que las nubes ondulantes llenan el paisaje. Una contemplación más cercana revela los mismos ángeles que del retablo de Foligno, pero sus caras son más sobrenaturales y están más difuminadas.

La solidez de María, Cristo y los santos que los acompañan contrastan con un entorno etéreo. El vestido ondulante de María proyecta una sombra sobre la alfombra neblinosa y Cristo Niño parece a la vez suave y cálido, tanto que uno se puede imaginar cogiendo en brazos a este robusto bebé. Aunque María está a cinco pies de altura en la obra, se convierte en la presencia predominante en el retablo, la verdadera zona de concentración es el círculo que rodea la cabeza y los brazos de María. La pintura parece más un tondo doméstico que un retablo a gran escala.

Santa Bárbara (cuyas reliquias están en el altar) muestra la nueva sensibilidad de Rafael hacia el color con el color limón, el rosa y el oliva. Se gira elegantemente en el espacio mirando a los pícaros ángeles situados en el parapeto.

El Papa Sixto (con la apariencia de Julio II) tiene una postura más activa. Ligeramente más abajo en el triángulo que Santa Bárbara, está más cerca del espectador. Una mano descansa con gesto de adoración en su corazón, mientras que la otra señala a todos los que se acercan a la escena. Esta es la verdadera tarea del Papa, más importante que sus responsabilidades temporales (simbolizadas por la mitra que está a sus pies): las oraciones e intercesión por su rebaño son su deber más importante.

Jesús le dijo a San Pedro: “Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16,19). La Madonna Sixtina muestra a un Papa dispuesto a llevar a las almas hacia el cielo, y aparentemente preparado para presentar a cada una de sus ovejas y corderos por su nombre. Esta es la imagen de papado que Julio II quería mandar al nuevo territorio papal de Piacenza: no la figura amenazante de un Papa sino la de un padre bondadoso que quiere llevar a sus hijos a casa. Los dulces ángeles de Rafael (quizás los más famosos del arte) disminuyen la tensión del icono y lo convierten en algo más amable y accesible, una estupenda presentación del Pontífice y de su papel en la Iglesia.

Puentes

Esta obra de arte ha deleitado a los alemanes durante siglos. Católicos, luteranos y ateos admiran esta imagen de María, ya sea por razones espirituales o estéticas, manteniendo a la Beata María viva y amada en los corazones de los alemanes.

El historiador del arte alemán Hans Bilting escribió de la Madonna Sixtina, “como ninguna otra obra de arte, la Madonna Sixtina de Rafael de Dresde ha disparado la imaginación de los alemanes, uniéndolos o separándolos en un debate sobre arte y religión”.

Esta no es la primera vez que el Papa Benedicto XVI ha usado el arte para prepararse el camino a un país con tanta tensión religiosa. El pasado septiembre, antes de llegar a Inglaterra para la beatificación del cardenal John Henry Newman, el Santo Padre envió varios de los tapices de Rafael desde sus museos para reunirse con sus bocetos en el museo Victoria y Alberto de Londres. Era la primera vez que estos trabajos se habían expuesto unidos en 500 años.

La belleza ha formado parte de la enseñanza del pontificado del Papa Benedicto. Refiriéndose al arte, el Santo Padre dijo durante la Audiencia General del 31 de agosto de 2001 en Castel Gandolfo: “no sólo es una ocasión para el enriquecimiento cultural, sino que, antes que nada, puede ser un momento de gracia, el aliento para reforzar nuestra relación y nuestro diálogo con el Señor, para detenernos y contemplar, en la transición de la simple realidad externa a una más profunda, el rayo de belleza que nos golpea, que casi nos hiere en nuestro interior y que nos invita a dirigirnos hacia Dios”.

Para ambos viajes, Rafael parece ser el artista elegido para establecer puentes a través de Europa. De muchas maneras, el carácter tranquilo, estudioso y encantador del pintor parece adaptarse mejor a la personalidad del Papa Benedicto que la personalidad explosiva y dramática de Miguel Ángel.

El Beato Juan Pablo II, actor, atleta y dínamo que ordenó la restauración de la Capilla Sixtina y que escribió poemas sobre el arte de Miguel Ángel, tenía, claramente, más afinidad con este gran artista de la escultura, pintura y arquitectura que sorprendió al mundo. El Papa Benedicto parece preferir la subestimada gracia de Rafael, su audacia intelectual y su elegante forma de persuasión, que con frecuencia hace que pase desapercibido para la gente el verdadero y activo genio de este gran pintor.

A medida que Europa comience a admirar y a redescubrir el genio del inquietante arte de Rafael, quizás comience a apreciar la belleza de este pontificado suave pero profundamente estimulante.

[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]

* * *

Elizabeth Lev enseña Arte y Arquitectura cristianos en el campus italiano de la Universidad de Duquesne y en el programa de estudios católicos de la Universidad de St. Thomas. Se le puede contactar en: lizlev@zenit.org

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Actualidad


En Mar Musa, ocho días de ayuno, oración y "sakina"
Para invocar el milagro de la reconciliación para Siria
ROMA, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ocho días de ayuno, oración y sakina (la paz que Dios inspira al alma), para “suplicar a Dios el Excelso, Padre de Misericordia, que dé la reconciliación a los ciudadanos sobre la base de una elección común por la no-violencia, como único método de garantizar una reforma duradera, sin resbalar hacia la guerra civil y el círculo vicioso de la venganza”, este es el compromiso y el llamamiento de la Comunidad de Deir Mar Musa al Habasci, en la montaña siria de Nebek.

El monasterio de Mar Musa, construido a casi 1.300 metros de altura en una zona semidesértica a unos 80 km al norte de Damasco, se remonta al siglo VI. Restaurado en 1984 por iniciativa del padre jesuita Paolo Dall'Oglio, acoge hoy a una comunidad monástica dedicada a la oración y al diálogo interreligioso. La comunidad da la bienvenida, cada año, a centenares de visitantes y peregrinos y se dedica a actividades ganaderas y artesanales en colaboración y apoyo a la comunidad local. Toda esta actividad y el paciente tejido de relaciones entre las comunidades cristianas e islámicas se ve gravemente comprometido por la situación creada en el país con la represión de las manifestaciones para la consecución de algunas reformas entre las que hay que destacar una mayor libertad de expresión y el respeto a los derechos humanos.

Por este motivo ha surgido la iniciativa de oración que tendrá lugar desde el 23 al 30 de septiembre dando respuesta a la invitación de Benedicto XVI del Ángelus del 7 de agosto pasado, que a propósito de la situación en Siria, afirmó: “Invito a los fieles católicos a rezar, hasta que el esfuerzo por la reconciliación prevalezca sobre la división y el rencor. Además, renuevo a las autoridades y a la población siria un llamamiento urgente, para que se restablezca cuanto antes la convivencia pacífica y se responda adecuadamente a las aspiraciones legítimas de los ciudadanos, en el respeto de sus dignidades y en beneficio de la estabilidad regional”.

“Nosotros os invitamos a estos días de ayuno, oración y sakina -afirma la Comunidad de Mar Musa- porque nuestra postura no se puede dar sin ascetismo, sin el ejercicio del desprendimiento de todo interés particular en contradicción con el bien común. Serán días de encuentro y de intercambio de opinión en la calma y el respeto por la dignidad de todo individuo y de sus opiniones”.

“Damos la bienvenida -prosigue la nota que pide permanecer en contacto con el monasterio también espiritualmente e intelectualmente y a través de la comunicación vía Internet -a todos los hermanos y las hermanas, a los ciudadanos que pretenden participar en este tiempo bendito en los límites de sus posibilidades. Vuestra sencilla visita ya será muy querida a nuestro corazón”.

El milagro de la reconciliación para Siria: esto es lo que ruega a Dios, con la ayuda de todos, la Comunidad de Mar Musa. “Esperemos -afirma la nota- que todos nuestros hermanos, amigos y ciudadanos de Siria, de cualquier orientación, nos acompañen en este acto de devoción. Lloramos a todos nuestros “mártires”, es decir a nuestros hijos, hermanos y padres... Esperemos tocar el corazón de todos los que se han aproximado al uso de la violencia, justificándolo con el pretexto del miedo, del interés, del deber, de la religión o de la ideología”.

“Nuestro país -destaca la comunidad monástica- está herido, y las almas están llenas de sentimientos de la injusticia sufrida y de miedo hacia el otro. Cada persona ve a la otra como un peligro para la comunidad, como enemigo de la patria, le es difícil reconocerlo como un ser humano similar a él, que tiene los mismos derechos y dignidades, aún cuando se haya echado a perder a sí mismo. Todo esto no puede dejar de reflejarse en la valoración de los mismos sucesos percibidos por las partes de manera distinta.
“El extremismo nos abruma -prosigue la nota-, destruye el espacio para un posible acuerdo nacional en el ámbito de la vida social común y empuja a las personas a dividirse también en el interior de la misma casa, del mismo monasterio. Esto termina con la justificación de la violencia en cada uno de nosotros, más o menos y de un modo u otro, según el bando al que creemos pertenecer”.

Preocupa la pregunta: “¿cómo salir de esta vorágine asesina, que desnaturaliza nuestra humanidad común?¿Cómo podemos, por un lado, realizar, a favor de todos las reformas que algunos esperan, manteniendo, por otro lado, los aspectos positivos del pasado a los que las personas se aferran? ¿Cómo se podrá dialogar entre las dos partes que se consideran entre sí mentirosos, enemigos de la patria y de la humanidad?”

Ninguna situación carece, sin embargo, de esperanza cuando nos confiamos al “Dios Amigo de los Hombres”.

“La reconciliación tiene, según nuestro punto de vista -afirma la nota- varias puertas, aunque también estas son objeto de diálogo y de negocio”. La esperanza es que se abra “la puerta de la libertad de expresión y de prensa, que crezca la ética del sector de los medios de comunicación en el exterior y en el interior del país”. Hoy es efectivamente imposible, para cualquier país, aislarse de la sociedad global. Debemos, por tanto, buscar un mínimo de objetividad, a través de la pluralidad mediática mundial, siendo conscientes de sus límites y actuando contra ellos”.

La segunda puerta está representada “por el deseo del hombre de alcanzar un nivel de conciencia que le permita resolver los conflictos sin recurrir a la violencia en la mayor parte de las ocasiones y de las situaciones. Por eso rechazamos cualquier propuesta de intervención extranjera armada, como rechazamos cualquier ataque terrorista en el interior del país y no podemos aceptar el uso de la violencia practicada para reprimir el movimiento pacífico de reivindicación democrática”.

El pueblo sirio necesita el apoyo de la comunidad internacional. Si entre los principios de la Carta de las Naciones Unidas está el de la prohibición de interferencia en los asuntos internos de un país soberano, “nosotros consideramos necesario añadirle otro principio, el de la solidaridad global por el bien de todos los pueblos y de todos los individuos”. “Algunos de nosotros consideramos oportuno -prosigue la nota-, dada la situación en el país, que se organice una presencia de movimientos pacifistas provenientes de países amigos, que ayude al pueblo sirio a reconciliarse y a realizar una reforma, evitando el círculo de la guerra civil y de la venganza”.

Como consecuencia de lo afirmado “sugerimos que el Gobierno sirio invite al Comité Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja junto a otras organizaciones humanitarias internacionales no partidistas (como el movimiento mundial de los scout, los movimientos gandhianos o las organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos humanos) para que cooperen con las organizaciones gubernamentales sirias, con el fin de alcanzar tres objetivos: garantizar el carácter pacífico de las manifestaciones; acompañar a los periodistas para cubrir los sucesos; garantizar la mediación entre las partes en conflicto para comunicar y alcanzar la reconciliación y la paz”.

La comunidad sugiere también un logo, que retoma los colores nacionales de Siria, uniéndose a las camisetas de los voluntarios pacifistas diseñadas por una niña siria de Homs: “el marco rojo representa nuestro amor por la patria indivisible. El verde de las hojas de olivo simboliza la reforma pacífica que queremos. Las olivas negras son todos nuestros 'mártires' y expresan nuestro compromiso de cuidar a sus hijos”.

La nota concluye con un llamamiento a todas las partes de la causa: “Recemos a Dios que conceda al Presidente de la República y al Gobierno sirio, la sabiduría y la lucidez necesarias para superar la crisis, por amor a la patria y con espíritu de sacrificio a su servicio. Urgimos a todos los representantes en las filas de la oposición, en sus componentes varios, a que elijan el compromiso de la no violencia a cualquier costa. Recemos por todos los ciudadanos sirios, tanto en el interior del país como los emigrados, y por todos los amigos de Siria, para que cada uno de nosotros comprenda y haga suyo el deber en este momento difícil, lejos de todo partidismo confesional o ideológico”. No en nombre de la indiferencia de las pertenencias, ya que “todos pertenecemos los unos a los otros”.

Por Chiara Santomiero. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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Análisis


¿Puede la neoescolástica transformar la economía?
En el horizonte, el redescubrimiento del elemento humano
ROMA, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org). – Con una crisis económica que parece no acabar nunca y los mercados financieros cada vez más volátiles, es el momento de considerar si a la teoría económica le falta algo.

John D. Mueller lo ha hecho en un libro publicado a finales del año pasado titulado: “Redeeming Economics: Rediscovering the Missing Element” (Redimir la Economía: el Descubrimiento del Elemento Perdido) (ISI Books). En él mantenía que Adam Smith cometió un error fundamental en su teoría económica, haciéndola incompleta e incapaz de representar de modo adecuado el comportamiento humano.

Mueller, director del Programa Economía y Ética en el Ethics and Public Policy Center, comienza tratando los principales avances de la teoría económica. Según Mueller, Tomás de Aquino supuso una revolución para la economía al sintetizar las ideas de Aristóteles y San Agustín.

Tomás de Aquino considera que la actividad económica se engloba bajo cuatro categorías: producción, intercambio, distribución y consumo. Fue él quien por primera vez en la historia humana proporcionó una descripción completa de la actividad económica humana, observaba Mueller.

Siglos más tarde, Adam Smith trajo otra revolución en el pensamiento económico, pero abandonó dos de las cuatro categorías de Tomás de Aquino. Eliminó la teoría del consumo y de la distribución final, en lo que se conoce como la teoría clásica de la economía, que se centraba en la producción y el intercambio.

La producción, en especial, necesitaba un nuevo enfoque porque, como explicaba Mueller, en el siglo XVIII - la era de Smith - se necesitaba una teoría que explicara el crecimiento económico sostenido. En los tiempos de Tomas de Aquino, en los siglos XII y XIII, hubo una relativa prosperidad, pero las plagas del siglo XIV y la implosión sufrida a continuación en Europa, hicieron que la prosperidad anterior pareciera una excepción y la idea de explicar el crecimiento se volviera extraña.

En el siglo posterior a la innovadora teoría de Smith, los economistas se dieron cuenta de que sus ideas no eran suficientes y, así, a finales del siglo XIX, los economistas neoclásicos restauraron el elemento del consumo con una teoría modernizada de la utilidad. Por utilidad querían decir la relación entre una persona y una cosa en términos de orden de preferencia de los bienes.

Nueva escuela

Tras su estudio del desarrollo de la teoría económica, Mueller afirmaba que pronto seremos testigos de la aparición de una nueva escuela de pensamiento económico, que denominó de economistas de derecho natural o economistas neoescolásticos.

Esto ocurrirá, decía, porque las actuales ideas no tienen en cuenta del todo los hechos empíricos del comportamiento económico humano. La aportación más importante de esta nueva escuela será crear una versión modernizada de la teoría escolástica de la distribución final. Esta incorporará una descripción de las cualidades personales, de los delitos, y de la justicia distributiva en la familia, los negocios, las fundaciones caritativas y el gobierno.

Según Mueller, el problema fundamental en los conceptos de la teoría económica actual es que no puede explicar el amor y cómo afecta este a la utilidad. Por el contrario, el nuevo enfoque se basa en la idea de que toda acción humana está motivada por el amor.

Mueller mostraba la naturaleza del amor y cómo es su impacto con una cita de G. K. Chesterton, que decía: "Un hombre es afortunado si se casa con la mujer que ama, pero es incluso más afortunado al amar a la mujer con la que se ha casado". Sólo los seres humanos, comentaba Mueller, pueden amar de ambas formas al mismo tiempo.

No es el egoísmo o el altruismo lo que explica nuestras acciones, afirmaba Mueller. Hay amor tanto a uno mismo como a otras personas. El amor por otra persona es la fuente de valor de los bienes utilizados por cualquiera.

Al elegir escogemos a la persona o personas que serán el fin de nuestras acciones. Toda actividad económica, por tanto, implica un don, ya sea a uno mismo o a otras personas. Esto significa que en la teoría económica el amor no es una emoción ni una mera carga de utilidad, sino más bien un sopesar a las personas. Así que lo que asignamos a otra persona se comprende mejor como un don más que como un intercambio.

Este nuevo enfoque tiene también sus implicaciones en nuestra forma de entender el delito, añadía Mueller. Según la teoría económica actual, se supone que todos tienen las mismas preferencias básicas, pero algunas personas cometen delitos porque la utilidad percibida de la recompensa por el delito supera las pérdidas en caso de ser atrapados.

Aunque esto tiene su peso, Mueller sostenía que no explica por qué la gran mayoría de la gente, incluso en entornos pobres, no comete delitos. La postura neoescolástica es que el delito es esencialmente no un sopesar utilidades sino personas.

Por lo tanto, si amor significa distribuir un bien a otra persona y el egoísmo las distribución de todos los bienes a uno mismo, el delito consistirá en privar a una persona de un bien y dar a dicha persona un significado negativo en la distribución de bienes.

Hogares

La teoría económica de hogares y empresas también tendrá que ser reescrita a la luz de este nuevo enfoque, continuaba Mueller. La postura predominante es considerar que un hogar existe como un medio para establecer una división del trabajo. Dos adultos se casan por lo que cada uno puede aumentar su utilidad, comprendida como placer o satisfacción.

En contraste, los neoescolásticos asumen que el principal objetivo económico de un hogar es la procreación, educación y sostenimiento de los seres humanos. Esto significa que un hogar se construye alrededor de la unión entre un hombre y una mujer.

La economía neoclásica no logra explicar el porqué las personas se casan, puesto que es un error asumir que las preferencias de cada persona meramente egoístas, observaba Mueller. El punto de vista neoescolástico es más satisfactorio, ya que considera que el matrimonio se entiende mejor en términos de una serie de dones mutuos en vez de intercambios.

Esto es evidente cuando determinados hechos afectan a personas casadas, por ejemplo, un accidente o una enfermedad que implica a un solo miembro de la pareja. Si el matrimonio se basara únicamente en la utilidad no sobreviviría a estos acontecimientos.

Mueller añadía que la economía política también está necesitada de una reconsideración. La actual teoría económica considera que los políticos rigen la sociedad de una manera parecida a la de un padre que dirige un hogar.

Un grave problema de este enfoque es que no proporciona principio alguno para decidir las cuestiones que tienen que ver con la distribución de los ingresos. Lo que acaba ocurriendo de hecho es que todo se reduce a una batalla por el poder político entre grupos políticos, que ganan o pierden por decisiones políticas.

Al concluir, Mueller afirmaba que la teoría económica se basa fundamentalmente en nuestra comprensión de la naturaleza humana y del mundo creado. Las cosas no han cambiado mucho desde la época de San Pablo, observaba, haciendo referencia a un pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 17:18) en el que Pablo debate con filósofos epicúreos y estoicos.

Citando la encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate, Mueller observaba que, en el resumen del Papa de las tres visiones imperantes en el mundo, las cosas no han cambiado mucho en 2.000 años.

Los creyentes, observaba el Papa, creen que el mundo no viene de una casualidad ciega - epicúreos - ni de la necesidad - estoicos - sino de un plan de Dios: vivir como una familia bajo la atenta mirada del Creador (No. 57).

Sería interesante ver si la predicción de Mueller sobre una nueva escuela de pensamiento económico resulta correcta. Sin duda, una economía basada en una comprensión más profunda y precisa de la naturaleza humana sería un paso adelante.

Por el padre John Flynn, L. C.

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Angelus


Benedicto XVI: Allí comenzó históricamente la salvación
Hoy en el rezo del Ángelus
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras que el Papa pronunció hoy al concluir la Misa en el aeropuerto turístico de Friburgo, para dar paso al rezo mariano del Ángelus con los fieles allí congregados-

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas

Después de esta Santa Misa vamos a rezar el Angelus. Esta plegaria nos recuerda siempre el comienzo histórico de nuestra salvación. El arcángel Gabriel presenta a la Virgen María el plan de la salvación de Dios, según el cual Ella se convertiría en la Madre del Redentor. María se turbó ante estas palabras, pero el Ángel la consoló diciendo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios". De esta forma, María pronuncia el gran "sí". Este "sí" para ser sierva del Señor es la afirmación confiada al designio de Dios y a nuestra salvación. Y, finalmente, María nos dice este "sí" a nosotros, que bajo la cruz fuimos confiados como hijos suyos (cf. Jn 19, 27). Nunca pone en duda esta promesa. Por eso se le llama feliz, más aún, bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que le había dicho el Señor (cf. Lc 1, 45). Recitando ahora el Angelus, podemos unirnos al "sí" de María y adherirnos con confianza a la belleza del plan de Dios y de la providencia que Él, en su gracia, nos ha reservado. Entonces, el amor de Dios se hará casi carne también en nuestra vida, tomará cada vez más forma. En medio de todas nuestras preocupaciones, no debemos tener miedo. Dios es bueno. Al mismo tiempo, podemos sentirnos sostenidos por la compañía de tantos fieles de todo el mundo que ahora rezan el Angelus con nosotros, a través de la televisión y la radio.

[Copyright 2011 - ©Libreria Editrice Vaticana]

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Documentación


Discurso de despedida del Papa en el aeropuerto de Lahr
Viaje Apostólico a Alemania
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso de despedida que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy en el aeropuerto de Lahr, poco antes de embarcar en el avión de vuelta a Roma, concluyendo este tercer viaje apostólico a Alemania.

* * * * *

Señor Presidente Federal,

Distinguidos Representantes del Gobierno Federal,

del Land Baden Württemberg y de los ayuntamientos,

Queridos Hermanos en el Episcopado,

Distinguidos señores y señoras

Antes de dejar Alemania, quiero dar las gracias por los días pasados en mi patria, tan conmovedores y ricos de acontecimientos.

Le agradezco, Señor Presidente Federal Wulff, su acogida en Berlín en nombre del pueblo alemán y que ahora, en el momento de la despedida, me haya honrado de nuevo con sus amables palabras. Doy las gracias a los Representantes del Gobierno Federal y de los Gobiernos de los Länder que han venido a la ceremonia de despedida. Un gracias de corazón al Arzobispo de Friburgo, Mons. Zollitsch, que me ha acompañado durante todo el viaje. Hago, naturalmente, extensible también mi agradecimiento al Arzobispo de Berlín, Mons. Woelki, y al Obispo de Erfurt, Mons. Wanke, que me han mostrado igualmente su hospitalidad, sin olvidar a todo el Episcopado alemán. Por último, dirijo un especial agradecimiento a todos los que han preparado entre bastidores estos cuatro días, asegurando su desarrollo sin inconvenientes: a las instituciones municipales, a las fuerzas del orden, a los servicios sanitarios, a los responsables de los transportes públicos y también a los numerosos voluntarios. Doy las gracias a todos por estos días espléndidos, por tantos encuentros personales y por las incontables muestras de atención y afecto con que me han colmado.

En Berlín, la capital federal, tuve una ocasión especial de hablar ante los parlamentarios del Deutscher Bundestag y exponerles algunas reflexiones sobres los fundamentos intelectuales del Estado. Pienso también con gozo en los fructuosos coloquios con el Presidente Federal y la Señora Canciller sobre la situación actual del pueblo alemán y de la comunidad internacional. Me ha emocionado particularmente la acogida cordial y el entusiasmo de tantas personas en Berlín.

En el País de la Reforma, el ecumenismo ha sido naturalmente uno de los puntos centrales del viaje. Quisiera resaltar aquí el encuentro con los representantes de la "Iglesia Evangélica en Alemania" en el que fue convento agustino, en Erfurt. Estoy profundamente agradecido por el intercambio fraterno y la oración común. Ha sido muy especial también el encuentro con los cristianos ortodoxos y ortodoxos orientales, así como con los judíos y los musulmanes.

Obviamente, esta visita estaba dirigida en manera especial a los católicos de Berlín, Erfurt, Eichsfeld y Friburgo. Recuerdo con agrado las celebraciones litúrgicas comunes, la alegría, el escuchar juntos la Palabra de Dios y el rezar unidos, particularmente en las zonas del País donde por decenios se ha intentado eliminar la religión de la vida de las gentes. Esto me permite tener confianza en el futuro del cristianismo en Alemania. Como en las visitas precedentes, aquí se ha podido experimentar que muchos dan testimonio de su fe y hacen visible su fuerza transformadora en el mundo de hoy.

Me ha alegrado mucho también, tras la impresionante Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, estar de nuevo en Friburgo, con tantos jóvenes, en la vigilia de la juventud de ayer. Animo a la Iglesia en Alemania a seguir con fuerza y confianza el camino de la fe, que hace volver a las personas a las raíces, al núcleo esencial de la Buena Noticia de Cristo. Surgirán pequeñas comunidades de creyentes, y ya existen, que con el propio entusiasmo difundan rayos de luz en la sociedad pluralista, suscitando en otros la inquietud de buscar la luz que da la vida en abundancia. "Nada hay más bello que conocerlo y comunicar a los otros la amistad con él" (Homilía en el inicio solemne del Pontificado, 24 de abril de 2005). De esta experiencia crece al final la certeza: "Donde está Dios, allí hay futuro". Donde Dios está presente, allí hay esperanza y allí se abren nuevas prospectivas y con frecuencia insospechadas, que van más allá del hoy y de las cosas efímeras. En este sentido acompaño, con el pensamiento y la oración, el camino de la Iglesia en Alemania.

Regreso ahora a Roma con muchas experiencias y recuerdos de estos días en mi patria profundamente grabados. A la vez que aseguro mi oración por todos ustedes y por un buen futuro para nuestro País en paz y libertad, me despido con un cordial "Vergelt’s gott" [Dios se lo pague]. Que Dios les bendiga a todos.

[Copyright 2011 - ©Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso del Papa en el Konzerthaus a los católicos comprometidos
Viaje Apostólico a Alemania
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los católicos alemanes comprometidos en diversas iniciativas de acción social, a quienes saludó en el Konzerthaus de Friburgo.

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Queridos hermanos en el episcopado y el sacerdocio,

Ilustres señoras y señores

Me alegra tener este encuentro con ustedes, que están comprometidos de muchas maneras con la Iglesia y la sociedad. Esto me ofrece una ocasión de agradecerles personalmente y de todo corazón su servicio y testimonio como "valerosos pregoneros de la fe y de las cosas que esperamos" (Lumen gentium, 35). En sus ambientes de trabajo, en el momento actual, no siempre es fácil defender con entusiasmo la causa de la fe y de la Iglesia.

Desde hace decenios, asistimos a una disminución de la práctica religiosa, constatamos un creciente distanciamiento de una notable parte de los bautizados de la vida de la Iglesia. Surge, pues, la pregunta: ¿Acaso no debe cambiar la Iglesia? ¿No debe, tal vez, adaptarse al tiempo presente en sus oficios y estructuras, para llegar a las personas de hoy que se encuentran en búsqueda o en duda?

A la beata Madre Teresa le preguntaron una vez cuál sería, según ella, lo primero que se debería cambiar en la Iglesia. Su respuesta fue: usted y yo.

Este pequeño episodio pone de relieve dos cosas: por un lado, la Religiosa quiere decir a su interlocutor que la Iglesia no son sólo los demás, la jerarquía, el Papa y los obispos; la Iglesia somos todos nosotros, los bautizados. Por otro lado, parte del presupuesto de que efectivamente hay motivo para un cambio, de que existe esa necesidad. Cada cristiano y la comunidad de los creyentes están llamados a una conversión continua.

¿Cómo se debe configurar concretamente este cambio? ¿Se trata tal vez de una renovación como la que realiza, por ejemplo, un propietario mediante una restructuración o la pintura de su edificio? ¿O acaso se trata de una corrección, para retomar el rumbo y recorrer de modo más directo y expeditivo un camino? Ciertamente, estos y otros aspectos tienen importancia. Pero por lo que respecta a la Iglesia, el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la Iglesia misma.

En efecto, la Iglesia debe verificar constantemente su fidelidad a esta misión. Los tres Evangelios sinópticos enfocan distintos aspectos del envío a la misión: ésta se basa en una experiencia personal: "Vosotros soy testigos" (Lc 24, 48); se expresa en relaciones: "Haced discípulos a todos los pueblos" (Mt 28, 19); trasmite un mensaje universal: "Proclamad el Evangelio a toda la creación" (Mc 16, 15). Sin embargo, a causa de las pretensiones y de los condicionamientos del mundo, el testimonio viene repetidamente ofuscado, alienadas las relaciones y relativizado el mensaje. Si después la Iglesia, como dice el Papa Pablo VI, "trata de adaptarse a aquel modelo que Cristo le propone, es necesario que ella se diferencie profundamente del ambiente humano en el cual vive y al cual se aproxima" (Carta encíclicaEcclesiam suam, 24). Para cumplir su misión, ella tomará continuamente las distancias de su entorno, debe en cierta medida ser desmundanizada.

La misión de la Iglesia deriva ciertamente del misterio del Dios uno y trino, del misterio de su amor creador. El amor no está presente en Dios de un modo cualquiera: Él mismo, por su naturaleza, es amor. Y el amor de Dios no quiere quedarse en sí mismo, quiere difundirse. En la Encarnación y en el sacrificio del Hijo de Dios, ese amor ha alcanzado a los hombres de modo particular. El Hijo ha salido de la esfera de su ser Dios, se ha hecho carne y se ha hecho hombre; y ciertamente no sólo para confirmar el mundo en su mundanidad, y ser un acompañante suyo que lo deja totalmente intacto tal como es. Del evento cristológico forma parte algo incomprensible, pues incluye -como dicen los Padres de la Iglesia- uncommercium, un intercambio entre Dios y los hombres, en el que ambos, aunque en un modo completamente distinto, dan y adquieren algo, entregan y reciben gratuitamente. La fe cristiana sabe que Dios ha puesto al hombre en una libertad, en la que él puede ser verdaderamente un partner y entrar en un intercambio con Dios. Al mismo tiempo, el hombre es consciente de que ese intercambio es posible sólo gracias a la generosidad de Dios que toma la pobreza del mendigo como una riqueza, para hacer soportable el don divino, pues el hombre no puede corresponder con nada equivalente.

También la Iglesia debe su ser a este intercambio desigual. No posee nada de autónomo ante Aquel que la ha fundada. Encuentra su sentido exclusivamente en el compromiso de ser instrumento de redención, de impregnar el mundo con la palabra de Dios y de trasformarlo al introducirlo en la unión de amor con Dios. La Iglesia se sumerge totalmente en la atención condescendiente del Redentor para con los hombres. Ella misma está siempre en movimiento, debe ponerse constantemente al servicio de la misión que ha recibido del Señor. La Iglesia debe abrirse una y otra vez a las preocupaciones del mundo y dedicarse a ellas sin reservas, para continuar y hacer presente el intercambio sagrado que comenzó con la Encarnación.

En el desarrollo histórico de la Iglesia se manifiesta, sin embargo, también una tendencia contraria, la de una Iglesia que se acomoda a este mundo, llega a ser autosuficiente y se adapta a sus criterios. Por ello da una mayor importancia a la organización y a la institucionalización que a su vocación a la apertura.

Para corresponder a su verdadera tarea, la Iglesia debe una y otra vez hacer el esfuerzo por separarse de lo mundano del mundo. Con esto sigue las palabras de Jesús: "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Jn 17,16). En un cierto sentido, la historia viene en ayuda de la Iglesia a través de distintas épocas de secularización que han contribuido en modo esencial a su purificación y reforma interior.

En efecto, las secularizaciones –sea que consistan en expropiaciones de bienes de la Iglesia o en cancelación de privilegios o cosas similares– han significado siempre un profundo desarrollo de la Iglesia, en el que se despojaba de su riqueza terrena a la vez que volvía a abrazar plenamente su pobreza terrena. Con esto la Iglesia compartía el destino de la tribu de Levi que, según la afirmación del Antiguo Testamento, era la única tribu de Israel que no poseía un patrimonio terreno, sino, como parte de la herencia, le había tocado en suerte exclusivamente a Dios mismo, su palabra y sus signos. Con esta tribu, la Iglesia compartía en cada momento histórico, la exigencia de una pobreza que se abría al mundo para, separarse de su vínculos materiales y, así también, su actuación misionera volvía a ser creíble.

Los ejemplos históricos muestran que el testimonio misionero de la Iglesia "desmundanizada" resulta más claro. Liberada de su fardo material y político, la Iglesia puede dedicarse mejor y verdaderamente cristiana al mundo entero, puede verdaderamente estar abierta al mundo. Puede vivir nuevamente con más soltura su llamada al ministerio del adoración a Dios y al servicio del prójimo. La tarea misionera, que va unida a la adoración cristiana y debería determinar la estructura de la Iglesia, se hace más claramente visible. La Iglesia se abre al mundo, no para obtener la adhesión de los hombres a una institución con sus propias pretensiones de poder, sino más bien para hacerles entrar en sí mismos y conducirlos así a Aquel del que toda persona puede decir, con san Agustín: Él es más íntimo a mí que yo mismo (cf. Conf. 3, 6, 11). Él, que está infinitamente por encima de mí, está de tal manera en mí que es mi verdadera interioridad. Mediante este estilo de apertura al mundo propio de la Iglesia, se queda al mismo tiempo diseñada la forma en la que cada cristiano puede realizar esa misma apertura de modo eficaz y adecuado.

No se trata aquí de encontrar una nueva táctica para valorizar otra vez la Iglesia. Se trata más bien de dejar todo lo que es mera táctica y buscar la plena sinceridad, que no descuida ni reprime nada de la verdad de nuestro hoy, sino que realiza la fe plenamente en el hoy viviéndola totalmente precisamente en la sobriedad del hoy, llevándola a su plena identidad, quitando lo que sólo aparentemente es fe, pero en realidad no son más que convenciones y hábitos.

Digámoslo con otras palabras: la fe cristiana es para el hombre siempre un escándalo, no sólo en nuestro tiempo. Creer que el Dios eterno se preocupe de los seres humanos, que nos conozca; que el Inasequible se haya convertido en un momento dado en accesible; que el Inmortal haya sufrido y muerto en la cruz; que a los mortales se nos haya prometido la resurrección y la vida eterna; para nosotros los hombres, todo esto es verdaderamente una osadía.

Este escándalo, que no puede ser suprimido si no se quiere anular el cristianismo, ha sido desgraciadamente ensombrecido recientemente por los dolorosos escándalos de los anunciadores de la fe. Se crea una situación peligrosa, cuando estos escándalos ocupan el puesto del skandalon primario de la Cruz, haciéndolo así inaccesible; esto es cuando esconden la verdadera exigencia cristiana detrás de la ineptitud de sus mensajeros.

Hay una razón más para pensar que sea de nuevo el momento de abandonar con audacia lo que hay de mundano en la Iglesia. Lo que no quiere decir retirarse del mundo. Una Iglesia aligerada de los elementos mundanos es capaz de comunicar a los hombres –tanto a los que sufren como a los que los ayudan– precisamente en el ámbito social y caritativo, la fuerza vital especial de la fe cristiana. "Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia" (Carta encíclica Deus caritas est, 25). Ciertamente, también las obras caritativas de la Iglesia deben prestar atención constante a la exigencia de un adecuado distanciamiento del mundo para evitar que, ante un creciente alejamiento de la Iglesia, sus raíces se sequen. Sólo la profunda relación con Dios hace posible una plena atención al hombre, del mismo modo que sin una atención al prójimo se empobrece la relación con Dios.

Estar abiertos a las vicisitudes del mundo significa por tanto para la Iglesia "desmundanizada" testimoniar, según el Evangelio, con palabras y obras, aquí y ahora, la señoría del amor de Dios. Esta tarea, además, nos remite más allá del mundo presente: la vida presente, en efecto, incluye la relación con la vida eterna. Vivamos como individuos y como comunidad de la Iglesia la sencillez de un gran amor que, en el mundo, es al mismo tiempo lo más fácil y lo más difícil, porque exige nada más y nada menos que el darse a sí mismo.

Queridos amigos, me queda sólo implorar para todos nosotros la bendición de Dios y la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos, cada uno en su propio campo de acción, reconocer una y otra vez y testimoniar el amor de Dios y su misericordia. Gracias por su atención.

[Copyright 2011 - ©Libreria Editrice Vaticana]

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Homilía del Papa en la Misa en el aeropuerto de Friburgo
Viaje Apostólico a Alemania
FRIBURGO, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la Misa multitudinaria celebrada en el aeropuerto turístico de Friburgo.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas

Me emociona celebrar aquí, una vez más, la Eucaristía, la Acción de Gracias, con tanta gente llegada de distintas partes de Alemania y de los países limítrofes. Dirijamos nuestro agradecimiento sobre todo a Dios, en el cual vivimos y nos movemos. También a todos vosotros por vuestra oración por el Sucesor de Pedro, para que siga ejerciendo su ministerio con alegría y esperanza confiada, confirmando a los hermanos en la fe.

"Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia…", hemos dicho en la oración colecta. En la primera lectura, hemos escuchado cómo Dios ha manifestado en la historia de Israel el poder de su misericordia. La experiencia del exilio en Babilonia había hecho caer al pueblo en una crisis de fe: ¿Por qué sobrevino esta calamidad? ¿Acaso Dios no era verdaderamente poderoso?

Ante todas las cosas terribles que suceden hoy en el mundo, hay teólogos que dicen que Dios no puede ser omnipotente. Frente a esto, profesamos nuestra fe en Dios Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Nos alegramos y agradecemos que Él sea todopoderoso. Pero, al mismo tiempo, debemos darnos cuenta de que Él ejerce su poder de manera distinta a como suelen hacer los hombres. Él mismo ha puesto un límite a su poder al reconocer la libertad de sus criaturas. Estamos alegres y agradecidos por el don de la libertad. Sin embargo, cuando vemos las cosas tremendas que suceden por su causa, nos asustamos. Confiemos en Dios, cuyo poder se manifiesta sobre todo en la misericordia y el perdón. Queridos hermanos, no dudemos de que Dios desea la salvación de su pueblo. Desea nuestra salvación. Siempre, y sobre todo en los tiempos de peligro y de cambio radical, Él nos acompaña, su corazón se conmueve por nosotros, se inclina sobre nosotros. Para que el poder de su misericordia pueda alcanzar nuestros corazones, es necesario que nos abramos a Él, que estemos dispuestos a abandonar el mal, a superar la indiferencia y a dar cabida a su Palabra. Dios respeta nuestra libertad. No nos coacciona.

Jesús retoma en el Evangelio este tema fundamental de la predicación profética. Narra la parábola de los dos hijos enviados por el padre a trabajar en la viña. El primer hijo responde: "«No quiero». Pero después se arrepintió y fue" (Mt 21, 29). El otro, sin embargo, dijo al padre: "«Voy, señor». Pero no fue" (Mt 21, 30). A la pregunta de Jesús, sobre quién de los dos ha hecho la voluntad del padre, los que le escuchaban responden: "El primero" (Mt 21, 31). El mensaje de la parábola es claro: no cuentan las palabras, sino las obras, los hechos de conversión y de fe. Jesús dirige este mensaje a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los que entienden de religión en el pueblo de Israel. En un primer momento, ellos dicen "sí" a la voluntad de Dios, pero su religiosidad acaba siendo una rutina, y Dios ya no les inquieta. Por esto perciben el mensaje de Juan el Bautista y de Jesús como una molestia. Así, el Señor concluye su parábola con palabras drásticas: "Los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis" (Mt 21, 31-32). Traducida al lenguaje de nuestro tiempo, la afirmación podría sonar más o menos así: los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios; las personas que sufren a causa de nuestros pecados y tienen deseo de un corazón puro, están más cercanos al Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ya solamente ven en la Iglesia el boato, sin que su corazón quede tocado por la fe.

De este modo, la palabra de Jesús nos debe hacer reflexionar, es más, nos debe impactar a todos. Sin embargo, esto no significa en modo alguno que todos los que viven en la Iglesia y trabajan en ella deban ser considerados alejados de Jesús y del Reino de Dios. No, absolutamente no. En este momento, más bien debemos dirigir una palabra de profundo agradecimiento a tantos colaboradores, empleados y voluntarios, sin los cuales sería impensable la vida en las parroquias y en toda la Iglesia. La Iglesia en Alemania tiene muchas instituciones sociales y caritativas, en las cuales el amor por el prójimo se lleva a cabo de una forma socialmente eficaz y que llega a los confines de la tierra. Quisiera expresar mi gratitud y aprecio a todos aquellos que colaboran en Caritas alemana o en otras organizaciones, o que generosamente ponen a disposición su tiempo y sus fuerzas para las tareas de voluntariado en la Iglesia. Este servicio requiere, ante todo, una competencia objetiva y profesional. Pero en el espíritu de la enseñanza de Jesús se necesita algo más: un corazón abierto, que se deja conmover por el amor de Cristo, y así presta al prójimo que nos necesita más que un servicio técnico: amor, con el que se muestra al otro el Dios que ama, Cristo. Entonces preguntémonos: ¿Cómo es mi relación personal con Dios, en la oración, en la participación a la Misa dominical, en la profundización de la fe mediante la meditación de la Sagrada Escritura y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica? Queridos amigos, en último término, la renovación de la Iglesia puede llevarse a cabo solamente mediante la disponibilidad a la conversión y una fe renovada.

En el Evangelio de este domingo se habla de dos hijos, tras los cuales, está de modo misterioso un tercero. El primer hijo dice no, pero hace lo que se le ordena. El segundo dice sí, pero no cumple la voluntad del padre. El tercero dice "sí" y hace lo que se le ordena. Este tercer hijo es el Hijo unigénito de Dios, Jesucristo, que nos ha reunido a todos aquí. Jesús, entrando en el mundo, dijo: "He aquí que vengo… para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad" (Hb 10, 7). Este "sí", no solamente lo pronunció, sino que también lo cumplió. En el himno cristológico de la segunda lectura se dice: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz" (Flp 2, 6-8). En la humildad y la obediencia, Jesús ha cumplido la voluntad del Padre, ha muerto en la cruz por sus hermanos y hermanas y nos ha redimido de nuestra soberbia y obstinación. Démosle gracias por su sacrificio, doblemos nuestra rodilla ante su Nombre y proclamemos junto con los discípulos de la primera generación: "Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre" (Flp 2, 10).

La vida cristiana debe medirse continuamente con Cristo: "Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús" (Flp 2, 5), escribe san Pablo en la introducción al himno cristológico. Algunos versículos antes, había exhortado: "Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir" (Flp 2, 1-2). Como Cristo estaba totalmente unido al Padre y le obedecía, así sus discípulos deben obedecer a Dios y tener entre ellos un mismo sentir. Queridos amigos, con Pablo me atrevo a exhortaros: Dadme esta gran alegría estando firmemente unidos a Cristo. La Iglesia en Alemania superará los grandes desafíos del presente y del futuro y seguirá siendo fermento en la sociedad, si los sacerdotes, las personas consagradas y los laicos que creen en Cristo, fieles a su vocación especifica, colaboran juntos; si las parroquias, las comunidades y los movimientos se sostienen y se enriquecen mutuamente; si los bautizados y confirmados, en comunión con su obispo, tienen alta la antorcha de una fe inalterada y dejan que ella ilumine sus ricos conocimientos y capacidades. La Iglesia en Alemania seguirá siendo una bendición para la comunidad católica mundial, si permanece fielmente unida a los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles, si de diversos modos cuida la colaboración con los países de misión y se deja también "contagiar" en esto por la alegría en la fe de las iglesias jóvenes.

Pablo une la llamada a la humildad con la exhortación a la unidad: "No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás" (Flp 2, 3-4). La vida cristiana es una pro-existencia: un ser para el otro, un compromiso humilde para con el prójimo y con el bien común. Queridos fieles, la humildad es una virtud que hoy no goza de gran estima, pero los discípulos del Señor saben que esta virtud es, por decirlo así, el aceite que hace fecundos los procesos de diálogo, fácil la colaboración y cordial la unidad. Humilitas, la palabra latina para "humildad", está relacionada conhumus, es decir con la adherencia a la tierra, a la realidad. Las personas humildes tienen los pies en la tierra. Pero, sobre todo, escuchan a Cristo, la Palabra de Dios, que renueva sin cesar a la Iglesia y a cada uno de sus miembros.

Pidamos a Dios el ánimo y la humildad de avanzar por el camino de la fe, de alcanzar la riqueza de su misericordia y de tener la mirada fija en Cristo, la Palabra que hace nuevas todas las cosas, que para nosotros es "Camino, Verdad y Vida" (Jn 14, 6), que es nuestro futuro. Amén.

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