1.10.11

En los altares - San Francisco de Asís

A las 12:03 AM, por Eleuterio
Categorías : General, En los altares
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San Francisco de Asís

Francisco nació en el año 1182 en Asís (Italia). Su padre, comerciante, le ofreció una vida de disipación que aprovechó el joven hasta que supo ver la pobreza que en el mundo había y le hizo cambiar de modo de pensar y de ver las cosas. No se conformó con menos que abrazar la pobreza, renunciar a la vida que hasta entonces había llevado y fundar una Orden religiosa de frailes que iban a tener, entre corazón y corazón, en el suyo al más necesitado de los que pudieran encontrar.

Pero Francisco no actuó, incluso en lo que hacía, de forma ordinaria sino que lo hizo de una que lo fue radical. Así, presentó la pobreza, la castidad y la obediencia de una forma testimonial y radical que sirvió de ejemplo tanto a los que lo conocían como a los que, con el tiempo, supieron lo que había sido capaz de hacer aquel joven entregado a Dios y al prójimo.

Así, fue radical la separación de su padre y la renuncia a su herencia Pedro Bernardone y su entrega a la voz de Cristo “Francisco, repara mi Iglesia, pues ya ves que está en ruinas". Y lo hizo con la de San Damián, en efecto ruinosa. Pero también lo hizo, con la aprobación de su Orden religiosa, con la misma Iglesia católica al recordar el verdadero espíritu cristiano y lo que ha de hacer, al respecto del prójimo, quien se considera hijo de Dios.

Como respuesta a su vida y a las plegarias de amor hacia el prójimo fue premiado, alrededor del día de la Santa Cruz de 1224 con un regalo que pocos creyentes han recibido: los estigmas.

En efecto, cercana la fiesta de la Asunción de aquel año se retiró al monte Alvernia y allí mismo construyó una celda pequeña. El hermano León lo acompañó pero prohibió que nadie, hasta después de la fiesta de San Miguel, acudiera para visitarle. Entonces, en el periodo de tiempo citado arriba sucedió el milagro de los estigmas que trató de ocultar Francisco porque es posible que se sintiera indigno de padecer de igual forma a como había padecido Nuestro Señor. No extraña, pues, que a partir de entonces, las manos las llevara dentro de las mangas del hábito y usara medias y zapatos.

Pero pocos meses antes, Francisco quiso hacer una representación viviente del nacimiento de Jesús en Belén. Para eso construyó en Grecehio, en 1223 y en la ermita, una cueva y, con la participación de sus vecinos, llevó a cabo su creación navideña. Debemos, pues, a San Francisco, también, los famosos “nacimientos” o “belenes” que, con sus figuras recuerdan, cada año, el nacimiento del Hijo de Dios.

De Francisco, santo desde un 16 de julio de 1228 lo canonizara Gregorio IX mucho se ha escrito y mucho se ha admirado porque quien ha sabido contemplar el espíritu de Cristo y ha correspondido con una vida de entrega al prójimo de tal manera que muy bien se puede decir que fue “alter Christus”, sólo cabe admiración, estima de lo que hizo y dejó para el mundo en uno que lo es tenebroso y triste pero que, con personas como aquel joven que lo dejó todo para ser todo en su nada ahora es un poco mejor.

Y como siempre conviene saber cómo dirigirse a quien está en el definitivo Reino de Dios, con las siguiente Oraciones hagamos lo propio:

La siguiente es del propio santo de Asís.

Oración ante el crucifijo de San Damián
¡Oh alto y glorioso Dios!, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.

Y, ahora, la siguiente escrita por el beato Juan Pablo II:

“Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza.
Amén.”

Francisco subió a la casa del Padre en 1226, el sábado 3 de octubre, hacia las 19 horas, en la Porciúncula, capillita que pertenecía a la abadía benedictina de Monte Subasio y que se encargó de reparar con el fin de fijar allí su lugar de residencia, pobre como el espíritu que encontró, bienaventurado por serlo.

Eleuterio Fernández Guzmán