6.10.11

 

Era de esperar. Mons. Uriarte no podía estarse quietecito ante el protagonismo que está tomando Mons. Munilla en la opinión pública en todo lo relacionado con la tantísimas veces profetizada y nunca cumplida desaparición de ETA. Eso de pedir la conversión de todos, pero muy especialmente de los asesinos, desequilibra bastante el “modelo Setién” que abrazó con alegría el propio Uriarte. Y claro, como un obispo emérito no deja de ser obispo, pues toca salir a la palestra para poner las cosas en su sitio. Es decir, en el sitio que quiere el nacionalismo vasco, especialmente el PNV.

Que Mons. Uriarte les diga a las víctimas que a ellas “no les corresponde decidir una determinada política pacificadora, que es responsabilidad de los gobernantes, ni establecer las penas y ni su duración, ni su cumplimiento, tarea que corresponde a los jueces” es una forma como cualquier otra de decirles que hagan el favor de callarse y aceptar la política antiterrorista que determinen los políticos. Tanto si les gusta como si no. Sí, luego el obispo dice que hay que hacerles justicia, que esto y que lo otro. Hay que decorar el discurso con verdades sin alma. Y digo sin alma porque no tiene alma quien tiene la poca vergüenza de abordar la cuestión de ETA situando en una especie de equilibro a los que matan y a los que son asesinados. Y es que, según este obispo, “hay víctimas inocentes y otras que no lo son. Hay víctimas que han sido a la vez agresores y agredidos. Todas ellas requieren nuestra atención, que ha de ser diferencia según estas circunstancias“. Traducido: los asesinos también son víctimas.

Por supuesto, Mons. Uriarte ha tirado de manual para recordar que no sólo ETA ha matado. También mató el GAL y el Batallón Vasco español. Oigan ustedes, y Napoleón. Y ni les cuento los que mataron unos y otros en las guerras carlistas. Es más, seguro que los miembros de alguna tribu prerrománica se pasaron por tierras vascas a pegar cuatro estacazos a los tatarabuelos de ese racista repugnante llamado Sabino Arana, a cuya memoria honra ese obispo dando una conferencia en la Fundación que lleva su nombre.

Pero no nos engañemos. En España, y especialmente en las vascongadas, el problema no es el GAL y el Batallón Vasco. El problema es ETA. El Gal fue una indecencia criminal y una necia irresponsabilidad del gobierno socialista en tiempos de Felipe González. Del Batallón Vasco Español no se acuerda casi ni el tato. Esas siglas son ya historia. ETA, y todo lo que acompaña a ETA, es doloroso presente para las víctimas a las que este obispo desprecia miserablemente.

Alguien me dirá que, efectivamente, no le toca a las víctimas decidir cuál es la política antiterrorista. Tampoco lo pretenden. Pero no habrá política antiterrorista decente que sea llevada a cabo con la oposición frontal de las víctimas del terrorismo. Es una cuestión de decencia, de dignidad de la nación española, esa a quien ETA ha querido pisotear durante décadas.

Dice el obispo emérito de San Sebastián que “bastantes víctimas experimentan una poderosa resistencia a perdonar a sus agresores y, además, en estos agresores subyace un rechazo a pedir perdón“. Pues lo cierto es que a mí, personalmente, lo que de verdad me cuesta perdonar es la actitud cobarde y traidora de un sector importante de la Iglesia en el País Vasco. Concretamente ese que representa tanto Mons. Uriarte como Mons. Setién. Sí, es esa iglesia para la que hay diferencias entre las ovejas del Señor. Las que tienen el ADN nacionalista vasco son mejores. Las otras, pueden ser despreciadas y pisoteadas con declaraciones como las de don Juan María. Menos mal que sabemos que Dios hará auténtica justicia.

Luis Fernando Pérez Bustamante