12.10.11

Un libro sobre el gozo de la cruz: "Marina de Cristo, carmelita descalza"

A las 12:04 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Libros y otros textos
Sobre la Virgen del Pilar.

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Miércoles, 12 de octubre de 2011
Un libro sobre el gozo de la cruz

Título: Marina de Cristo, carmelita descalza.
Autor: P. José María Iraburu
Editorial: Fundación Gradis Date
Páginas: 56
Precio aprox.: 1,75 €
ISBN: 84-87903-81-9
Año edición: 2010
Lo puedes adquirir en Fundación Gratis Date

Extiendo los brazos del cuerpo y los del alma
sobre su Corazón y que obre en mí
a su voluntad. No le pido otra cosa, pero no temo nada

Marina de Cristo, carmelita descalza
Empeora la salud y mejora el abandono

Cuando se habla de la cruz, de lo que supone para un discípulo de Cristo, no se ha de entender en el sentido exclusivo según el cual supone algo que se lleva con esfuerzo, sea el que sea, sino, sobre todo, el saberse y reconocerse participante en la salvación eterna ganada por el Hijo de Dios con su muerte, precisamente, en una cruz.

Podemos decir, si se da el caso de comprensión de lo que es la cruz, y quien así lo entiende ha comprendido el sentido verdadero e intrínseco de la misma.

“Marina de Cristo, carmelita descalza”, es ejemplo, exacto, de esto y espejo, además, en el que deberíamos mirarnos.

Muchos son los que, aún siendo cristianos (los que no lo sean allá ellos con el sentido que puedan tener de lo que piensen o digan a tal respecto) creen que la cruz es, en efecto, una carga demasiado pesada para sus creyentes espaldas.

Sobre el tema de la cruz, sobre la importancia de la misma para el cristiano y sobre su verdadero poder de conversión, el autor del libro aquí traído, el P. José María Iraburu, ha escrito mucho. Este libro sobre la Madre Marina de Cristo (1955-2006) muestra el ejemplo de una persona que toma su cruz y la ama con todas sus fuerzas además de mostrar el sentido tan sobrenatural que tenía sobre el sufrimiento y sobre la entrega a Jesucristo desde una salud tan precaria como la suya quien entregó el alma al propio P. Iraburu en la dirección espiritual a la que se sometió diciendo, por ejemplo (en carta de fecha 28 de febrero de 1998) “Deme duro en la cresta, pues si me conociera, vería cuánto lo necesito y puedo con este orgullo hace sufrir –a las Hermanas-“ a pesar de que en el mismo escrito confiesa que “Estoy pasándolo muy mal, pues físicamente no estoy bien…” (p. 17)

Y, sin embargo, si hay algo sobre lo que un cristiano ha de mostrar admiración es el hecho de que una hermana en la fe, Marina de Cristo, sepa sobrellevar la propia cruz con una entereza a prueba de todo y, además, tratando de no causar desazón en los demás a causa de su enfermedad pues en 1994 se le detectó un cáncer, que llevaría con el gozo de quien sabe qué es la cruz hasta 2006, del que fue operada el 13 de octubre de aquel año.

Pues Marina de Cristo, carmelita descalza, le dice (vía telefónica) al P. Iraburu, pocos días antes de morir que el mensaje que “debía transmitir a su madre y a la comunidad” era que había “sido felicísima” (p. 24) lo cual muestra hasta qué punto quien sufre y lo hace por Cristo lo da todo por bien empleado.

Sabía, pues, a qué se refería y por eso la misma religiosa carmelita, en Carta de fecha 6 de noviembre de 1998 dejó escrito que “permanezco habitualmente en disposición muy sencilla, pero totalmente ofrecida y dispuesta a lo que Dios quiera” (p. 22). Pero lo mejor viene luego cuando, inmediatamente dice “No me gusta llamarlo sacrificio, ni cruz, pues pienso si un marido le dijere a su mujer que le preparase algo agradable para ambos, y ella fuese diciendo ‘voy a hacer la comida, que es la cruz del matrimonio’, esto no sería agradable ni a su marido ni a ella” (p. 22) Es decir, la cruz sin considerarla cruz a pesar de serlo es prueba más que evidente del sentido tan fuera de lo mundano que tenía Marina de la Cruz al respecto del sufrimiento.

Es más, confirma más tarde (Carta de fecha 13 de marzo de 1999) su especial espíritu sobrenatural cuando escribe que “Tengo un gozo y una felicidad enormes… Presentía que el Señor quería meterme en algún crisol de sufrimiento y quizá haya sido así. Me da como vergüenza llamar cruz a su voluntad, pero es cierto que me ha estrujado un poquito…” (p. 23).

Pero no fue un poquito como escribía Marina de la cruz para quitarse y quitarle importancia sino que fue mucho y bastante a pesar de que nada le hiciera pensar en cambiar de idea al respecto de la entrega total de su vida a Jesucristo y, con él, a Dios mismo. Es más, en la última, que sería, de sus cartas (3 de febrero de 2006 y que se reproduce en facsímil en el libro) al P. Iraburu redondea una forma de vida que ha de ser gozada por todo católico que quiera seguir queriendo ser considerado como tal.

Decía, entonces, que “Estoy regular de salud, pero es que tengo un mal de amor mucho mayor que el físico. Es un deseo de verle, de que me posea, que ya ni me basta la Cruz. Le quiero a Él, me quiero morir y no me quiero morir, por n tener deseos más que los que Jesús quiera” (p. 51).

¿Es posible mejorar la forma de sentir la cruz?

Y ya para terminar, cuando se lee un libro con intención de decir algo sobre el mismo, se debe hacer una recomendación de a qué tipo de personas puede ir dirigido. En este caso particular deberían ser las siguientes:

-Para todos aquellos cristianos que no comprendan el verdadero significado de la cruz.

-Para todos aquellos cristianos que quieran saber cómo actuar en las situaciones difíciles por las que puedan pasar.

-Para todas aquellas personas que, sin ser creyentes, quieran entender qué es la fe y cómo se puede manifestar la misma.

-Para todas aquellas personas que no sean capaces de comprender qué es la cruz y qué una cruz concreta para quien la lleva con gozo.

Eleuterio Fernández Guzmán