La Conferencia de San Sebastián

 

Aunque parezca increíble, las víctimas han sentido con frecuencia que la actitud de los Gobiernos de Zapatero estaba más cercana de los terroristas que de ellos, lo que provocó la convocatoria de varias manifestaciones con gran afluencia de gente en Madrid.

18/10/11 10:52 AM


 

La desafortunada Conferencia que ha tenido lugar el 17 de Octubre en San Sebastián no ha gustado en general nada a las víctimas del terrorismo que se han sentido, una vez más, insultadas no sólo por los etarras y sus cómplices, sino también   por el Gobierno y el Partido Socialista. No oculto, ni como persona ni como sacerdote, mi simpatía en esta cuestión por las víctimas, a quienes procuro atender cuando me lo solicitan y asocio con la frase de Jesús. “los pobres son evangelizados” (Mt 11,5; Lc 7,22), pues aunque algunos de ellos no lo sean materialmente, sí lo son en el sentido que se les priva de algunos bienes fundamentales, quitándoles la vida u  ocasionándoles serias lesiones, y en el caso de sus familiares, también sufren serios daños y traumas. Ya el Antiguo Testamento se expresa con toda claridad: “El que maltrata al pobre, injuria a su Hacedor” (Prov 14,31),  y aquí se les maltrata en grado máximo.

Aunque parezca increíble, las víctimas  han sentido con frecuencia que la actitud de los Gobiernos de Zapatero estaba más cercana de los terroristas que de ellos, lo que provocó la convocatoria de varias manifestaciones con gran afluencia de gente en Madrid. El nombramiento y la actuación de Peces Barba, la frase de Zapatero que Rosa Díez y Pilar Baglieto representaban el pasado, mientras Gema Zabaleta y la abogado batasuna de apellido impronunciable eran el futuro, las excarcelaciones de De Juana y Otegui, el procurar que ANV y Bildu pudiesen estar en las instituciones, para que así  cobrasen de los fondos públicos, el llamar hombres de paz a conocidos etarras, mientras que las víctimas son  malas porque, aunque hayan tenido la categoría moral de no vengarse, piden justicia y el cumplimiento de la Ley, y se oponen a que se conceda lo que quieren los etarras.

A todo esto, ¿qué es lo que dice la Iglesia?: Hace poco, sobre este tema, comenté la Instrucción Pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias. Hoy quiero hacerlo con otro documento, la Instrucción Pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España, del 23-XI-2006, cuyo contenido me parece de total actualidad. Dicen así sus afirmaciones más importantes: “Llamamos terrorismo a la práctica del crimen y de cualquier género de extorsión con el fin de conseguir objetivos políticos, sociales o económicos mediante el terror, con la paralización y el sometimiento de la población y de sus instituciones legítimas. Tal práctica es intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida justa y razonable. No sólo vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad, sino que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo” (nº 65).

“A nadie le es lícito buscar ninguna ventaja política en la existencia de esta dura amenaza” (nº 66). “Al mismo tiempo, proclamamos que es objetivamente ilícita cualquier colaboración con los terroristas, con los que los apoyan, encubren o respaldan en sus acciones criminales” (nº 67). “Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político legítimo de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político. Los eventuales contactos de la autoridad pública con los terroristas han de excluir todos los asuntos referentes a la organización política de la sociedad y ceñirse a establecer las condiciones conducentes a la desaparición de la organización terrorista, en nuestro caso, de ETA.”…”La justicia, que es el fundamento indispensable de la convivencia, quedaría herida si los terroristas lograran total o parcialmente sus objetivos por medio de concesiones políticas que legitimaran falsamente el ejercicio del terror” (nº 68).

Creo que son palabras suficientemente claras que todos debemos reflexionar.

P. Pedro Trevijano, sacerdote