19.10.11

 

Cementerio madrileño de la Almudena, diez de la mañana. Una familia va a incinerar a su esposo, su padre, su abuelo, su tío. Como es habitual en estos casos cuando el finado es católico, un sacerdote preside las exequias. En esta ocasión, el presbítero era de origen hispanoamericano. Su discurso es agradable para los que lloran la partida de su ser querido. Pero llega un momento en que el cura afirma, sin que le tiemble la voz, que la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre el infierno y el purgatorio ya no es válida. En otras palabras, que no existen.

Algunos de los familiares parecen sentirse aliviados. Creen que su amado está ya en el cielo con Dios. Pero un amigo de la familia, protestante para más señas, se queda con la boca abierta. Tanto que nada más acabar el oficio religioso me llama para preguntarme si es cierto que la Iglesia Católica ha dejado de enseñar que existe un purgatorio y un infierno. No es que le importe mucho lo del purgatorio, ya que él no cree en su existencia, pero le preocupa que la herejía universalista se haya instalado en el seno del catolicismo. Al menos entre algunos de sus sacerdotes.

Ante la pregunta de mi amigo, la respuesta es obvia. No, la Iglesia no ha dejado de enseñar que existe el purgatorio y el infierno. Pero sí, la Iglesia admite en su seno a sacerdotes que niegan esos dogmas de fe. Y por eso algunos llevamos años dedicados a pedir a la Iglesia que haga el favor de hacer algo para impedir que tal cosa ocurra. Pero este caso es especialmente sangrante. El sacerdote que profesa herejías sobre el destino final de las almas es uno de los responsables de oficiar las exequias en el cementerio de más “solera” de Madrid. No sé quién es. Puede incluso que no sea uno de los habituales. Quizás esté de paso. Pero quienes hemos asistido ya a unos cuantos funerales sabemos que ese sacerdote no es la excepción.

Evidentemente en un funeral o unas exequias cristianas no es necesario que el sacerdote diga que el muerto se va a ir al infierno en caso de haber muerto en pecado mortal. Sí que puede hacer reflexionar a los presentes sobre el hecho de que lo que hagamos en vida maracará nuestro destino en la eternidad, pero hay modos y maneras de hacerlo de forma delicada y pastoralmente caritativa. Lo que no tiene sentido es intentar calmar la posible ansiedad de los familiares y amigos negando aquello que, como católicos, sabemos que es dogma de fe. Si un sacerdote no cree que existe el purgatorio y el infierno, que deje el ministerio sacerdotal. Y si no deja de serlo por voluntad propia, corresponde a la Iglesia retirarle de dicho ministerio.

Como quiera que he dicho que esto tuvo lugar en el cementerio de la Almudena, corresponde al cardenal arzobispo de Madrid tomar las acciones oportunas. Es él quien debe de enterarse quién es ese sacerdote y actual en consecuencia. Yo estaría dispuesto a darle los datos exactos, día y hora, para que no haya dudas sobre su identidad. Porque si hay algo claro es que esto no debería de repetirse. Vamos, me parece a mí. Lo mismo llevo creyéndome durante una década que el catolicismo es algo diferente a lo que en verdad es. Pero me da que no. Ahora bien, la mujer del César no sólo tiene que ser casta sino parecerlo. No digamos nada la Novia del Cordero. No es bueno que nadie la entregue en manos de la fornicación herética.

Luis Fernando Pérez Bustamante