20.10.11

El planeta privilegiado (2)

A las 10:37 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Existencia de Dios, Libros
 

Comentario de: Guillermo Gonzalez and Jay W. Richards, The Privileged Planet. How our place in the cosmos is designed for discovery, Regnery Publishing Inc., Washington DC, 2004.

La mayoría de los científicos contemporáneos asume como un postulado básico el llamado “principio copernicano” o “principio de mediocridad”. En resumen, este principio establece que los seres humanos no ocupamos un lugar privilegiado en el cosmos. El Capítulo 12 del libro que estoy comentando (una obra de gran erudición científica) es una minuciosa refutación del “principio copernicano”. Los autores plantean esta refutación en seis pasos.

Primer paso. No es cierto que la Tierra sea un planeta ordinario. Las propiedades excepcionales de la Tierra que contribuyen a su habitabilidad son, entre otras muchas, las siguientes:

• La Tierra tiene una órbita de poca excentricidad (o sea, casi circular).
• Está dentro de la Zona Circunestelar Habitable (ZCH) del Sistema Solar.
• Está suficientemente cerca del borde interno de la ZCH para permitir una alta concentración de oxígeno y una baja concentración de dióxido de carbono en su atmósfera.
• Tiene una Luna grande y un período de rotación planetaria correcto que contribuyen a evitar variaciones caóticas en su oblicuidad.
• Está dentro del rango correcto de masa planetaria.
• Tiene una concentración adecuada de azufre en su núcleo.
• Tiene una cantidad correcta de agua en su corteza.
• Tiene una tectónica de placas que evita que toda la superficie terrestre sea un solo gran océano y ayuda a mantener temperaturas adecuadas en esa superficie.

La Tierra tiene también muchas características que contribuyen a hacer de ella una magnífica plataforma para la investigación científica del universo. Entre otras características de esta clase, los autores destacan las siguientes:

• La Tierra permite gozar de eclipses solares totales e incluso de eclipses solares perfectos (véase el Capítulo 1).
• Incluye docenas de fenómenos naturales que actúan como registros de datos de gran precisión, que permiten estudiar el pasado de nuestro planeta: anillos concéntricos en los troncos de los árboles, depósitos de hielo en las regiones polares, sedimentos marinos orgánicos o inorgánicos, etc. (véase el Capítulo 2).
• Tiene un magnetismo planetario que permite medir la deriva de los continentes (véase el Capítulo 3).
• Tiene una atmósfera transparente (véase el Capítulo 4).

Segundo paso. No es cierto que el Sol sea una estrella ordinaria. El Sol cumple de un modo excelente las dos funciones principales de una estrella con respecto a la habitabilidad: como fuente de la mayoría de los elementos químicos y como fuente estable de energía. Las propiedades excepcionales del Sol que contribuyen a la habitabilidad de la Tierra son, entre otras, las siguientes:

• El Sol está dentro del rango de masa más favorable a la habitabilidad (es una estrella enana de tipo espectral G relativamente muy luminosa). Las estrellas con más de 1,5 veces la masa del Sol probablemente no son adecuadas para soportar vida compleja, porque su luminosidad cambia de modo relativamente rápido y pasan relativamente poco tiempo en la secuencia principal, antes de convertirse en gigantes. Cerca del extremo opuesto de la escala, la mayoría de las estrellas son enanas rojas. Éstas, por muchas razones, tienen poca probabilidad de soportar vida compleja.
• El Sol ha sido una estrella de la secuencia principal durante unos 4.500 millones de años.

Tercer paso. No es cierto que el Sistema Solar sea ordinario y que debamos esperar que otros sistemas solares sean muy similares al nuestro. Las propiedades del Sistema Solar que contribuyen a la habitabilidad de la Tierra son, entre otras, las siguientes:

• El Sistema Solar tiene ocho planetas en órbitas casi circulares y muy estables (Plutón no es un planeta propiamente dicho).
• Tiene cuatro planetas terrestres (Mercurio, Venus, la Tierra y Marte) en su parte interna y cuatro planetas gaseosos gigantes (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) en su parte externa. Ambos grupos están separados por un cinturón de asteroides. Los demás planetas (especialmente Júpiter y Venus) y la Luna protegen a la Tierra reduciendo significativamente el número de asteroides y cometas que la golpean. Esto ha evitado la esterilización de la Tierra, es decir la desaparición de todos los seres vivos que la habitan.

Cuarto paso. No es cierto que las distintas configuraciones de los sistemas planetarios y las variables como el número y el tipo de planetas y de lunas tengan poca influencia en la habitabilidad de dichos sistemas.

Este paso podría fusionarse con el anterior, porque no es más que su contracara. Si las órbitas de los planetas de nuestro Sistema Solar fueran más excéntricas o menos estables, podrían ocurrir muchas cosas desfavorables para la habitabilidad de la Tierra (por ejemplo, resonancias entre los planetas gigantes). Y si la configuración del sistema planetario fuera muy diferente, probablemente un planeta habitado estaría sometido a muchos impactos grandes de asteroides y cometas.

Quinto paso. No es cierto que el lugar que nuestro Sistema Solar ocupa dentro de la Vía Láctea tenga poca importancia con respecto a la habitabilidad y la mensurabilidad. Las propiedades de ese lugar que contribuyen a la habitabilidad de la Tierra son, entre otras, las siguientes:

• El Sistema Solar está dentro de la Zona Galáctica Habitable (ZGH).
• Está cerca del círculo de co-rotación de la Vía Láctea.
• Tiene una órbita galáctica de baja excentricidad.
• Está fuera de los brazos espirales de la Vía Láctea.
• Está expuesto a un número relativamente bajo de eventos de radiación transitoria.

Sexto paso. No es cierto que la Vía Láctea sea una galaxia ordinaria. Alrededor del 98% de las galaxias del universo local son menos luminosas –y así, en general, más pobres en metal– que la Vía Láctea. La metalicidad es una propiedad fundamental de las estrellas y galaxias. Los astrónomos llaman “metales” a todos los elementos químicos más pesados que el helio. En líneas muy generales, se puede decir que el hidrógeno y el helio surgieron en el Big Bang, mientras que los demás elementos (los “metales”) son sintetizados dentro de las estrellas. Los “metales” representan una fracción pequeña de la masa total del universo pero constituyen casi toda la masa de los planetas terrestres y gran parte de la de los seres vivos. Por ejemplo, la bacteria E. coli necesita 17 elementos (hidrógeno y 16 “metales”); mientras que el cuerpo humano necesita 27 elementos (los mismos que esa bacteria más 10 “metales” adicionales). En definitiva, la menor metalicidad de la gran mayoría de las galaxias podría implicar que galaxias enteras estén desprovistas de planetas terrestres.

Por otra parte, el hecho de que el Sistema Solar esté ubicado en la Vía Láctea (una galaxia espiral), y no en una galaxia vieja, pequeña, elíptica o irregular, favorece la detección y medición de la radiación cósmica de fondo de microondas y, por ende, el estudio del Big Bang, el origen del universo.

Batiéndose en retirada, al “principio copernicano” le queda un solo lugar donde refugiarse: el universo en su conjunto. Pero también allí está gravemente amenazado por las recientes evidencias científicas. Lo veremos en un próximo post, Dios mediante. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes