28.10.11

Eppur si muove - ¿A quién hay que votar el 20-N?

A las 12:38 AM, por Eleuterio
Categorías : Eppur si muove
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Cada vez queda menos para el famoso 20-N que no es el recuerdo de la muerte del Generalísimo Francisco Franco o la de José Antonio Primo de Rivera sino la fecha escogida por quien corresponde, seguramente no sin mala intención, para la celebración de las próximas elecciones generales en España.

El panorama no es nada bueno porque está resultando bastante difícil encontrar una opción a la que confiar nuestra voluntad de aceptar lo que dice si nos fijamos, exclusivamente, en los principios que dicen defender unos y otros.

No cabe la menor duda que para un católico no debe ser igual votar a uno o a otro y, ni siquiera, que lo que importe sea que el gato cace ratones sea blanco o sea negro. Para un católico, como dijo Jesucristo, donde es sí, ha de ser sí y donde es no, ha de ser no. Y es, esto, más que suficiente como para escoger, entre unos y otros, a quienes nos representen.

Eso sería, por otra parte, lo ideal pero, a la hora de la verdad, existe mucho comportamiento políticamente correcto, mucho católico que se viene atrás por según qué extraños principios que, casualmente, no coinciden con los que deberían ser los suyos y, más que nada, porque parece que muchos que se dicen discípulos de Cristo no quieren bajarse del tren que, parece, va a resultar ganador para poder decir, luego, “yo les voté y han ganado los míos”.

Pero, en verdad, ¿Son los nuestros? o, dicho de otra forma ¿Hay que votar a los que se dicen católicos, en caso de que lo digan, sin demostrar que lo son?

Pero, para esto (y no es que seamos menores de edad intelectual ni nada por el estilo) nuestros obispos, pastores nuestros antes que nada, han dicho lo que tenían que decir que no es otra cosa que lo que deben decir y, así, tratar de orientar el camino que debe seguir el voto de quien se dice católico.

Si muchos han ladrado por lo que han dicho desde la Conferencia Episcopal Española es que, sin duda alguna, ha molestado y, entonces, sólo podemos llegar a la conclusión de que es más que posible que no se hayan equivocado al decir, en pocas palabras, lo que ha de saber quien sea hijo de la Iglesia católica y hermano de su fundador, el Hijo de Dios pues para eso está la “unidad de vida” aunque muchas personas pasen de ella y la ignoren de la forma más absoluta.

La cosa no es, sin embargo, tan difícil como pudiera pensarse porque aquello que se relaciona con la fe de uno es tan simple como aceptar lo que la misma dice. Así, por ejemplo,

Hay que tener en cuenta el peligro que suponen determinadas opciones legislativas que no tutelan adecuadamente el derecho fundamental a la vida de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, o que incluso llegan a tratar como un derecho lo que en realidad constituye un atentado contra el derecho a la vida”.

Luego, respeto a la vida, a toda la vida y en todo momento.

No hay que olvidar que son también peligrosos y nocivos para el bien común ordenamientos legales que no reconocen al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto unión firme de un varón y una mujer ordenada al bien de los esposos y de los hijos. Es necesario promover nuevas leyes que reconozcan y tutelen mejor el derecho de todos a la vida, así como el derecho de los españoles a ser tratados por la ley específicamente como ‘esposo’ y ‘esposa’”, en un matrimonio estable, que no quede a disposición de la voluntad de las partes ni, menos aún, de una sola de las partes.

Luego, respeto a la naturaleza intrínseca del matrimonio.

Por último, no dejemos de tener en cuenta que El ordenamiento jurídico debe facilitar el ejercicio efectivo del derecho que asiste a los niños y jóvenes a ser educados de modo que puedan desarrollar lo más posible todas sus capacidades. Debe evitar imposiciones ideológicas del Estado que lesionen el derecho de los padres a elegir la educación filosófica, moral y religiosa que deseen para sus hijos

Luego, respeto al derecho a tener una educación moral de acuerdo a los valores que los padres tienen por importantes para sus hijos.

Resulta, pues, todo bastante sencillo porque basta con analizar lo que cada opción dice al respecto, como mínimo (pero básico y elemental), para decidir a quien se tiene que votar.

Sin embargo, la conclusión que podemos sacar, mirando donde hay que mirar, es que a lo mejor resulta difícil votar a nadie de los que se presentan porque, para un católico el voto útil es aquel que se pone en manos de quien defiende lo mismo que él piensa, de la doctrina que sigue y de los valores que tiene como buenos. A nadie extrañe esto.

Por otra parte, en pocos días empezará la campaña electoral y, con franqueza, lo único que deberíamos escuchar es a nuestro corazón de católicos. Lo otro, seguramente, sobra.

Eleuterio Fernández Guzmán