30.10.11

Biblia

1 Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos 2 y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. 4 Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. 5 Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; 6 quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7 que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí". 8 «Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. 9 Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 10 Ni tampoco os dejéis llamar “Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. 11El mayor entre vosotros será vuestro servidor. 12 Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

COMENTARIO

Hacer lo que se debe hacer

En muchas ocasiones es posible que nos dejemos aconsejar, en lo que a lo espiritual se refiere, por personas a las que consideramos preparadas. Sin embargo, Jesús nos advierte al respecto de las mismas porque, a lo mejor, no hacen lo que dicen que hay que hacer sino que llevan una vida alejada, de verdad, de la fe verdadera.
Aconseja, por eso mismo, Jesús, acerca de qué hacer en determinadas ocasiones que nos pueden hacer caer en tentación.

No es poca cosa lo que podemos hacer y, aunque pueda parecer duro en determinadas ocasiones, sólo podemos y debemos hacer eso.

Sólo podemos tener como Padre a Dios porque sólo Él es Creador. Por lo tanto, sólo podemos confiar en Dios y no de tal manera en el hombre que nos haga olvidar lo que debemos a quien nos creó.

Tampoco podemos olvidar que entre nosotros nadie tiene que pensar en situarse por encima de los demás porque todos somos hermanos y nadie tiene que querer imponer sus ideas por sobre los demás. Es, además, una forma de comportarse que lo es humilde y que es aceptada por Dios por suponer que nos comportamos de forma no soberbia ni con los demás ni con nuestro propio Creador.

Pone, además, Jesús, el acento en aquello que vino a hacer entre nosotros: servir.

Servir a los demás, a nuestro prójimo, no puede estar alejado del comportamiento del discípulo de Cristo. Es más, como el Maestro haría en la Última Cena ciñéndose la toalla y lavando los pies a sus discípulos, así, en el sentido y en las circunstancias que sean, tenemos que hacer cada uno de nosotros porque así actuaremos como Dios quiere que actuemos.

Bien podemos ver que lo que Jesús dice al respecto de cómo ha de ser el comportamiento del buen hijo de Dios no es, precisamente, la forma como se comportaban aquellos que ponía como ejemplo de lo que no se tenía que hacer. Muy al contrario, obligaban a los demás a llevar cargas que ellos mismos no son capaces de llevar (pensemos en el cumplimiento de muchas leyes impuestas al pueblo fiel y creyente), no cumplían aquello de que no sepa tu mano izquierda lo que hace la mano derecha y hacían públicas sus buenas obras sin tener humildad alguna o, por ejemplo, presumían de lo que son sin darse cuenta de que lo que tienen les viene de Dios actuando como si ellos mismos fueran el origen de sus bienes.

Tal forma de actuar no es la querida ni por Dios ni, claro, por Jesucristo, fiel cumplidor de la voluntad de su Padre.

PRECES

Por todos aquellos que no hacen lo que dicen sino que mienten sobre su fe.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no son humildes y se dejan vencer por la soberbia.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a no caer en la tentación de la soberbia y a huir del mal de falta de humillación.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán