1.11.11

 

El actual obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández, es de esos prelados que no tienen el menor problema en salir a la arena pública a defender a la Iglesia de los ataques que recibe de determinados sectores de la sociedad, políticos incluidos. Y como lo hace desde la verdad, su mensaje suele ser la mar de clarificador.

De todo lo que don Demetrio ha dicho a Europa Press, hay solo una frase con la que no estoy de acuerdo. Dice el obispo que lo que busca Rubalcada es dirigirse “a cierto tipo de electorado, que quizás no conozca estos datos de la Iglesia y de su función social hoy“. No, no es que ese sector no conozca los datos. Es que les da lo mismo. Su odio a la Iglesia es mayor que cualquier consideración positiva que merezca su acción en la sociedad. Hablamos de una izquierda a la que se llena la boca de políticas sociales, que por lo general sólo traen más pobreza económica, a la vez que desprecia a quien, tras el Estado, es la mayor fuerza de asistencia social en este país. Tanto que de no realizarla, el colapso social estaría garantizado.

En todo caso, la Iglesia no lleva a cabo su labor social con una calculadora en la mano. No se trata de que el Estado nos da tanto y nosotros tenemos que dar esto otro. No, la Iglesia atiende a los pobres, a los enfermos y a la sociedad entera porque forma parte de su naturaleza y de su misión. Aunque el Estado la ahogara económicamente, como a algunos les gustaría, ella seguiría dando lo mejor de sí misma.

Ahora bien, lo que la izquierda española plantea (PSOE e IU no se llevan mucho) es un grave mal para el bien común de la sociedad española. Porque una cosa es que la Iglesia no deje su labor social aunque se la haga pagar más impuestos -e incluso se le retire la X de la declaración de la Renta- y otra que pueda llevar a cabo dicha labor de la misma manera. Una Iglesia arruinada no puede atender a los pobres de la misma manera que una Iglesia económicamente saneada. Y en un momento de crisis como la actual, atacar a las fuentes de financiación de la Iglesia es atacar a los pobres, enfermos y demás necesitados que están a su cuidado. No sé si eso es de izquierdas o no, pero sí sé que es una propuesta miserable.

Por último, me ha gustado mucho que el obispo de Córdoba haya recordado que la principal misión de la Iglesia es “dar a Dios a las personas, que es el primer alimento y el fundamental, pues, cuando el hombre tiene a Dios, aunque tenga que pasar penalidades, las pasa de manera diferente y se enfrenta a la enfermedad y a la muerte de manera distinta, y la Iglesia tiene la tarea de abrir las ventanas para que en el corazón del hombre entre la luz de Dios“. Toda labor social depende de esa gran verdad. Cualquier ONG puede hacer una labor de atención social. Sólo la Iglesia puede y debe atender las necesidades espirituales de un pueblo. Y aunque a muchos políticos les parezca que dichas necesidades son inexistentes o despreciables, basta con comprobar cuál es la realidad. Los españoles -incluidos muchos de los que irresponsablemente van a votar a Rubalcaba- se sigue casando por la Iglesia, siguen bautizando a sus hijos y siguen siendo enterrados con un cura presidiendo las exequias. Se me dirá que cada vez menos. Pero todavía somos multitud.

Luis Fernando Pérez Bustamante