2.11.11

Santa Teresa intercediendo por Bernardino de Mendoza en el Purgatorio. Royal Museum of Fine Arts de Antwerp

 

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que el arte religioso tenía como objetivo dirigirnos a Dios y explicarnos sus misterios. Hoy apunta más bien al ombligo peludo del artista. Un tiempo en el que las obras de arte eran catequesis en estado puro, ‘propaganda‘ en su sentido más pleno. Ya fuesen escenas bíblicas o los conceptos más abstractos.

Un buen ejemplo de esto es el encargo que se le hizo al pintor Pedro Pablo Rubens. Un cuadro que explicase el Purgatorio para colocarlo en plena «línea de batalla» con los protestantes, en el Carmelo de Amberes, a ver si así lo entendían mejor. El resultado fue «Santa Teresa intercediendo por Bernardino de Mendoza en el Purgatorio».

El cuadro se pintó entre 1630 y 1635. Santa Teresa había sido canonizada hacía poco y el Carmelo de Amberes, fundado por la mano derecha y buena amiga de la santa, la Beata Ana de San Bartolomé, el primero en serle dedicado: Carmelo de Santa Teresa y San José.

La descripción del cuadro que ofrece el museo en los catálogos lo dice todo. Rubens aprovecha la historia de uno de esos «españoles bandera» hoy tan desconocidos. La nota presenta la escena:

Bernardino de Mendoza se había ganado su lugar en el cielo. Durante su vida, el noble español había sido diplomático, historiador, sacerdote[1] y un generoso benefactor. Había donado sus tierras cerca de Valladolid a Santa Teresa de Jesús para la fundación de un convento. Entonces, Mendoza muere de forma inesperada, por lo que no pudo recibir los Últimos Sacramentos: la unción de los enfermos. Santa Teresa, entristecida por el hecho de que iba a ir al purgatorio, oró por su salvación, con lo cual Cristo descendió del cielo para decirle que su súplica había salvado el alma de Mendoza.

Ambos aspectos están representados en la pintura de Rubens. Cristo se presenta ante la santa arrodillada y le enseña cómo un ángel está tirando de Mendoza desde un mar de llamas. El segundo ángel, al lado de Cristo, le enseña los Cielos. Un tercer querubín da la bienvenida a Mendoza a la felicidad eterna.

No estoy seguro de que hoy muchos católicos fuesen capaces de explicar el cuadro tan teológicamente bien como lo hace un museo: una amiga de la Iglesia militante, Teresa –que está todavía viva–, intercede por un amigo de la Iglesia purgante y fiesta en el Cielo; el Señor que es el que «lo hace todo», ahí está, siempre responde a nuestras súplicas.

Algunos católicos no lo explicarán por puro desconocimiento, y otros, qué pena, por no sentirse así, como pieza de museo. No entiendo por qué hay tanto miedo a hablar y enseñar «los Novísimos».

 


Notas

[1] No fue sacerdote, fue Caballero de Santiago y se retiró a un convento a morir.