7.11.11

Baby box en Rusia

 

Hablábamos hace unas semanas de la ruptura que supuso el cristianismo en las «civilizadas» costumbres romanas respecto a las personas. Crueles costumbres, pero coherentes.

Los niños no tenían suficiente con nacer para ser integrados en una familia, debían ser reconocidos. La comadrona que había ayudado a traer al mundo la criatura lo depositaba en el suelo. Si el padre lo recogía en sus brazos y manifestaba su aprobación –normalmente elevándolo y mostrándolo– el niño pasaba a formar parte de la familia. En caso contrario, lo dejaba allí y se quedaba expuesto.

Exponer a un niño era una crueldad. Suponía abandonarlo a su suerte, en lugar público. Si alguien se hacía cargo de él –normalmente para ser esclavo– tenía alguna posibilidad de vivir. De otro modo frío, hambre y sed. Tertuliano llegó a decir en Apologeticus adversus gentes pro christianis: «es ciertamente la manera más cruel de morir, por la exposición al frío, al hambre y a los perros»

Se calcula que en los primeros siglos entre de un 20% a un 40% de los recién nacidos eran expuestos. Pero no sólo en Roma, basta recordar el caso de Moisés.

Lógicamente una «cultura de la muerte» como en la que estamos metidos lleva consigo un adormecimiento de la conciencia y perder de vista al hombre como hijo de Dios. Más que una animalización es una cosificación de la persona. Incluso con los cachorrillos se tiene más piedad.

En Rusia, tantos años de educación socialista han embrutecido a la sociedad, y dentro del plan global con el que quieren recuperar los valores sociales más elementales –una pena que sean valores y no virtudes– está la dulcificación de las condiciones de abandono de los bebés. Las autoridades han empezado a instalar urnas en las que se puedan abandonar a los niños en mejores condiciones que un cubo de basura, destino habitual.

Baby box en Rusia

Los «baby box» o «baby nest» son ventanas en esquinas discretas de hospitales infantiles que se abren desde afuera y que dan a una cuna climatizada, garantizando a un bebé condiciones seguras. El sistema permite que las madres que quieran abandonar a su bebé puedan hacerlo sin ser identificadas: los puestos no serán equipados con cámaras. Una persona podrá simplemente abrir la puertecilla y dejar al niño en el ‘buzón’. Después de eso la puerta se bloquea y a los pocos minutos dentro del hospital suena la alerta que da a entender al personal que tienen un nuevo paciente.

El sistema ya funciona en Alemania, Austria, República Checa, Lituania, Pakistán, Japón, Canadá y Suecia desde hace años. Debe ser que una educación no-socialista tampoco es suficiente, ¿no?. Parece cruel, y lo es, pero sobretodo da una idea del grado de dureza de corazón de la sociedad actual.