13.11.11

Novena a la Inmaculada por José María Gorgojo

A las 11:36 AM, por Reme
Categorías : General

Hace ahora casi un año, José María Gorgojo, Director de Promoción y Desarrollo del Patronato de Torreciudad, nos envió a sus amigos y conocidos unas maravillosas consideraciones en honor a la Inmaculada Concepción de María.
Con el permiso del autor, y con la intención de que este texto pueda ayudar a la oración personal durante los cuatro domingos previos a la festividad de la Inmaculada Concepción, iré editando la contemplación de las escenas del retablo del Santuario de Torreciudad. Un retablo de alabastro, esculpido por Joan Mayné, que refleja lo que el Fundador del Opus Dei, san Josemaría Escriva de Balaguer quería: “que las imágenes inspirasen devoción y llevasen a rezar. Y que todo el retablo fuese una catequesis en piedra de alabastro, como los retablos de Aragón".
Soy consciente de que puede parecer un texto un poco extenso, pero les aseguro que su lectura y meditación vale la pena.

 

Novena a la Inmaculada. Retablo del Santuario de Torreciudad por José María Gorgojo

Madre mía, aquí me tienes delante de este retablo tan maravilloso, que lleva treinta cinco años dando luz a las almas de millones de peregrinos que te han visitado en estos cinco lustros. Ayúdame a aprovechar muy bien estos nueve días, que presiento se me van a hacer muy cortos, y que voy a tener la suerte de acompañarte y aprender de Ti. Me hace ilusión poder, una vez más, postrarme a tus pies, y en este año 2010 desde tan bonito Santuario, para pedirte, implorarte, llorarte, suplicarte, acariciarte, abrazarte, consolarte, ¡amarte! Pasan los años y cada vez te veo más Madre, y yo más hijo pequeño necesitado.
Voy a intentar hablar en voz alta contigo. Me voy a dejar llevar de tu mano y de la compañía de Dios Padre; de tu Hijo amado, Jesús; de las inspiraciones de mi Santificador, el Espíritu Santo; de tu esposo y mi buen San José; del Apóstol San Juan; de tus padres Joaquín y Ana; de tus primos Isabel y Zacarías; de los Ángeles del Cielo; de las Santas mujeres; del soldado que convertiste al pie de la cruz; de los pastores; del burro fiel, hasta incluso del buey y la mula, y ¿por qué no? También del corderillo de los pastores; y sobre todo, de mi gran amigo San Josemaría, a quien debo todo en mi vida: gracias a él soy capaz de poder emplear este lenguaje y atrevimiento para dirigirme a ti. Dios ha querido que el fuese mi maestro desde el año 1973, y desde que nos dejó el 26 de junio de 1975 lo sigue siendo con más eficacia -a pesar de mis rémoras-, desde el Cielo. ¡Gracias tocayo mío, a quien me unen tantas cosas: el nombre, la abogacía, la fecha de tu bautismo con mi nacimiento, el doctorado romano en teología, la larga residencia en la ciudad eterna, Zaragoza, Madrid, y ahora en tu tierra natal, y ojala, cuando termine mis días en esta vida, el amor por María!
Las nueve escenas –ya habrá lugar en otro momento de mi vida para charlar con los Patronos e Intercesores: San Miguel, San Gabriel, San Rafael, San Pedro, San Pablo San Juan, San Nicolás de Bari, Santo Tomás Moro, Santa Catalina de Siena, San Juan María Vianney, y San Pio X-, que voy a meditar en estos días de la Novena de la Inmaculada quiero empezarlas con el orden que San Josemaría las contempla desde su lado privilegiado: empezaré por lo alto y daré la vuelta al anillo del retablo en sentido contrario a las agujas del reloj, para descender por el centro, de la Coronación a la Cruz, y terminar en la habitación del camarín, “la casa de María” como le gustaba llamar a Torreciudad a Mons. Álvaro del Portillo, fiel sucesor de San Josemaría, y de quien tanto cariño he recibido en sus últimos diez años en Roma. El último día te dejaré hablar a ti ¡ya te puedes preparar para que me digas “corazonadas” que pueda entender y poner en práctica! En estos días me irás conociendo un poco mejor, aunque estoy absolutamente convencido que sabes muy bien, desde que nací, lo poco que soy. Me gustaría que en estos encuentros, que se me harán cortos, pudiese dar un pasito adelante en conocerte yo mejor a ti. No termino de quererte y amarte más, porque no llego en mi pobreza interior a verte como Hija, Madre y Esposa de Dios. Le pido a la Trinidad del Cielo que me ayuden a conocerte y amarte como ellos saben hacerlo desde toda la eternidad.
Si al final he querido que lean esta pobre oración, en voz alta, mis amigos, y algún que otro lector que haya caído en sus manos por la ley de la lluvia, ya que todos los ríos van a parar a la mar, es única y exclusivamente para que pueda ayudarles a quererte un poquito más a Ti, Madre de Torreciudad, que a pesar de ser “morena”, tienes en tu corazón y tu alma todas las pigmentaciones de tus hijos de los cinco Continentes. Reconozco que la Virgen que más me gusta es la Guadalupana, pero Ella juega con ventaja, porque realmente has hecho un milagro en la tilma, para enseñarnos lo guapa que eres. Tú tienes la ventaja de que tu fotografía hierática le lleva siglos de ventaja a la mexicanita -siempre contando con nuestro efímero tiempo-, y has empezado a recibir desde el siglo XI la oración de los peregrinos que acudían a estos parajes buscando tu protección.
Madre, estás son las escenas que quiero contemplar en estos nueve días:
1º Los Desposorios
2º La Anunciación
3º La Visitación
4º El Taller de José
5º La Huida a Egipto
6º El Portal de Belén
7º La Coronación
8º La Crucifixión
9º El Camarín “Tu casita”

Los Desposorios (1º día)

Amor de esposos.

Madre mía, siempre he querido saber ¿Cómo era José? Joven, ¿verdad? ¿Cuántas virtudes vistes en su persona para elegirlo como tu esposo? ¡Todas!, me dirás. Me gustaría que me contases de qué hablabais cuando estabais juntos y paseabais, deseando conoceros mejor el uno al otro. ¿De qué color eran sus ojos? La barba la llevaba siempre muy bien cuidada ¿no? Y las manos, ¿Cómo eran? Seguro que no se mordía las uñas, pero algún que otro golpe de su trabajo manual le pasaría factura, y más de una vez se presentaría vendado o con los signos de la lesión. Seguro que le quitaba importancia cuando tú le dijeras que tenía que tener más cuidado con las herramientas, ¡ja, ja! ¿Y su voz? Sabría cantar alguna cancioncilla de amor ¿no? ¿Quién se fijo primero en el otro? Seguro que los dos estuvisteis al quite para en cuanto el Espíritu Santo os iluminó dar el paso de declararos.
Madre mía, perdóname mi curiosidad si quisiera saber más cosas de vuestro limpio amor, pero es única y exclusivamente con el fin de que pueda enseñárselas a tantos jóvenes de hoy en día, para que su amor de novios no sea un “amor sin alas”, título de una de mis poesías como muy bien sabes, y que no es el caso que ahora la declame, aunque tal vez pueda ayudarme esta estrofa para rezar por tantos novios, y que sus perlas de amor tenga un inmenso valor que les dará tu corazón:

“Te saludo, pero me quedo mío,
te acaricio, pero no te doy nada;
porque mi amor es sólo mío,
mis perlas: ¡no valen nada!”.

Me gustaría que a los jóvenes de hoy les ayudaseis tú y José a ser en su noviazgo ejemplares como vosotros. ¡Qué amor más puro entre los dos! ¡Qué bien os conocíais el uno al otro!, porque los dos habíais puesto como fin de vuestras vidas el Amor a Dios que os daba alas, en vuestra inteligencia y voluntad, en el conocimiento mutuo, y en el respeto al alma y cuerpo de la persona querida. ¡Madre mía, que todos los novios del mundo se quieran de verdad!, ayúdales a que se conozcan, que sepan con una simple mirada en los ojos manifestar la alegría de poseer lo mejor de la persona querida. Infúndeles ese afecto que tuviste por José a todas las novias del Planeta. ¡Qué alegría da un noviazgo en el que imperan las palabras: respeto, conocimiento, preparación, ayuda, sinceridad, diálogo, acogida, perdón, comprensión, compromiso, donación del alma, y alegría, de un día no muy lejano, poseer su ser entero!.
Descubre a los novios, ya hablaremos de los casados otro día, de que el verdadero enamoramiento en esta etapa es la de “dar sin tomar, con ánimo de un día poseer”. Qué alegría ver dos personas que se quieren, que se ayudan a conocerse, que rezan juntos, que piden perdón a Dios -y al ser amado-, cuando no han sido capaces de respetarse.
¿Estabas emocionada cuando San José te puso el anillo? Seguramente sí. Tal vez te hizo más ilusión ponérselo tú a José, porque tu amor era purísimo, y sabrías que ese hombre te lo había dado Dios para que cuidase de tu Hijo. ¡Cuánto ayudaste a José a que su amor por ti fuera como el tuyo! Concédeles a todas las novias que se inspiren en tu delicadeza de amor. Concede a todos los novios que imiten a San José en el cariño y respeto a su futura mujer. Los novios a veces tienen que probar y confiar si esa persona que están conociendo será su ayuda para llegar al Cielo. Haz que no mordisqueen la manzana antes de que esté madura, para que si no es el momento de cogerla del árbol, quien de verdad la arranque en su día, la encuentre intacta. ¡Qué bien ha hecho Dios las cosas queriendo que exista esta etapa del noviazgo en la vida de los hombres! Es una preparación para dar el paso a un Sí con mayúscula que les unirá en un futuro y les llevará al Cielo.
Ayuda a los novios para que las dificultades de trabajo, económicas, de estudio, de incomprensiones de sus familias de sangre y de sus amigos, no les retrase en su decisión de unirse para toda la vida. Los hijos quieren ver a sus padres jóvenes, y no valoran cuando son pequeños si tienen más o menos juguetes, o una habitación más grande. Pero si que aprecian el cariño que les dan sus padres cuando les abrazan, les besan, les limpian y ríen, junto con otros hermanitos, de la gracia del benjamín de la casa.

Papel de los padres.

Que bien están reflejados en esta escena San Joaquín y Santa Ana. Qué felices estaban de ver el buen partido que se llevaba su hija. No conocemos donde estaban los padres de José. Seguro que también estuvieron en esa fiesta si vivían todavía. ¿Qué tal te llevaste con tu suegra? Seguro que la madre de San José era encantadora, y su padre, un trabajador nato y hombre virtuoso. ¿Cuántos hermanos tenía San José? Los cuñados y cuñadas se quieren mucho entre ellos porque ven que sus hermanos han encontrado la felicidad en la criatura que aman. Hay una sana envidia y cierta crítica buena hacia la familia del cónyuge, ¿verdad? Cuida de todos los cuñados del mundo. Dales fuerzas y luces para que recen por sus hermanos en esta etapa de la vida.
Seguro que el modelo de tus padres Joaquín y Ana, y el de los padres de José estuvo presente en toda vuestra vida. ¡Cuanto debemos a nuestros padres! Ayúdanos a que todos confiemos en la ayuda de nuestros verdaderos maestros, los padres. Suplid Tú y José, en los niños que no los tengan, o que no les den buen ejemplo sus padres, para que su educación cristiana les lleve a conocer a su Padre Dios. ¡Gracias por los padres que me has dado! Son muchos millones de hombres que te pueden decir esto en voz alta: ¡Que buenos padres tengo! Sigue intercediendo para que la sociedad del siglo XXI pueda mantener su verdadero fundamento en la familia, en el cariño de los esposos, en la fidelidad de los padres al proyecto que Dios les ha confiado en sus manos desde toda la eternidad. Ya hablaremos en la Huida a Egipto de la grandeza y defensa de la vida.

Para toda la vida.

Aunque está el sacerdote -rezo para que haya siempre muy buenos y santos sacerdotes en los cinco continentes-, en el centro de la escena asistiendo al compromiso, sabemos muy bien que los verdaderos ministros del matrimonio son los esposos. ¡Que importante recibir el sacramento del matrimonio! Si ya es difícil vivir fiel al cónyuge con la gracia divina, ¿por qué hay tantos miles de personas que se empeñan en estrellarse contra el muro? Dales luces para que vean que el único modo de cumplir con la voluntad divina es entrelazando sus vidas poniéndole a tu Hijo y a ti de testigos y de ayuda. El camino para ser fieles y felices es el de perdonar hasta setenta veces siete a quien han prometido ser fieles en la enfermedad y en la vejez ¡siempre! Dales fortaleza para que antes de casarse comprendan todos que el matrimonio es un camino de rosas pero con espinas. Hay días que si uno quiere sólo ve los pinchazos, pero también hay tantas flores que reflorecen delante de Dios una vez cortadas. Enséñales a los esposos que esas flores que cada día caen al suelo, las encontrarán en su llegada a la meta del Cielo, y verán que haber ido a las carreras de galgos durante treinta años seguidos, sin que le gustase para nada a uno de ellos, sólo por complacer a su media manzana, han sido pétalos arrojados al suelo que han acolchado el sendero de su eternidad.
Se me ha pasado la media hora de oración volando. Mañana espero aprovechar más y mejor estos minutos contigo, porque tengo sensación de haberme tragado el caramelo sin paladearlo. ¡Gracias! y un beso muy fuerte a Jesús y un abrazo a mi Padre y Señor San José. A mis abuelos Joaquín y Ana diles que en estas navidades cercanas protejan a todos los “nietos” del Mundo. Y a San Josemaría, que lo tienes a tu lado, dile que le tengo envidia, que le quiero imitar en ser santo, a pesar de que él en vida no quisiera que intentásemos tal cosa, pero como abrió la puerta en que le imitásemos en el cariño hacia Ti, pues aquí estoy intentándolo por ese ventanuco que ha dejado ¡ja, ja!

La Anunciación (2º día)

Vida de Oración.

¿Qué le contabas al Señor antes de la Anunciación? ¿Tenías barruntos de que Dios te estaba preparando para algo grande? Ayúdame a no descuidar cada día mis ratos de oración.
Tú has hecho muchos años de tu vida terrena oración diaria teniendo a Cristo presente. Yo también lo siento en mi alma en gracia, y lo palpo con su cuerpo, sangre, alma y divinidad en el sagrario que nos preside. No he querido que el óculo de este tabernáculo fuese una escena más de estos días de la novena, pero como puedes comprender, sin Él no estaría aquí. Y mi oración en todos estos días es Él quien la preside. Quien da valor a este retablo es su presencia real, y hace que descubramos que tenemos una madre buena que eres Tú.
Quiero pedirte por el santo Padre y sus colaboradores, por la Iglesia entera en los cinco Continentes. ¡Que no haya guerras! ¡Si somos todos hijos tuyos! Haz que se terminen las empezadas y que no se abran nuevos frentes bélicos. En tu época también los hombres se enfrentaban en luchas intestinales por el poder. ¿No podría llegar la paz en el mundo si todos nos empeñásemos un poco más? Tu Hijo dijo que no había venido a traer la paz al mundo sino la guerra, pero pienso que no se refería a este tipo de divisiones ¿verdad?
Danos la paz en las familias, en nuestras almas; que queramos a todos los hombres y nos sintamos hermanos de todos. Tú lo puedes conseguir porque eres la Reina de la Paz. Te lo decimos todos los días millones de almas en todo el mundo: “Regina pacis, ¡ora pro nobis!”
Tengo una lista de amigos y parientes por los que pido a diario desde hace años, pero sacarla ahora sería alargarme mucho. Tú sabes quienes son “nominatim”. ¡Hazles santos! Cada año crece más esta lista porque me mandas nuevos amigos en cualquier lugar que me muevo. Como hay muchos millones de hombres que les pasa lo mismo, cada vez nuestras oraciones de los unos por los otros estarán más entrecruzadas. ¡Como se nota las tres Iglesias que nos ayudamos en el Cuerpo Místico de tu Hijo: la militante, la purgante y la triunfante! los últimos juegan con ventaja, ¡ja, ja!
En este Santuario es muy fácil intimar e incorporar nuevos amigos, porque todos los que llegan, les remueves Tú primero, para que yo sólo recoja los frutos de tus cuidados maternos. Te vuelvo a poner a tus pies todas estas almas que necesitan de mi lucha.
Ahora que tienes cerca a Juan Pablo II, dile que me ayude a hacer como él, que cada día tenía especialmente presente a las personas que acudían a su Misa privada. Que me ayude a que en el Santo Sacrificio del Altar meta a todas las personas e intenciones de mis parientes y amigos, y ¡al mundo entero!

Humildad.

Estás en una bonita actitud receptora. Mayné ha sabido esculpirte acogiendo el mensaje, aunque este escultor sabe muy bien que sin la ayuda de San Josemaría, que le inspiró, no hubiese sido capaz de llegar a esta obra maravillosa. Dudo que haya retablos del siglo XX que tengan la fuerza que vemos en el de Torreciudad, aunque rezo para que desde cualquier simple representación tuya, los hombres sepan descubrirte en tu ayuda hacia ellos.
Se ve que te asustaste ante la embajada del Ángel ¿verdad? Pero me supongo no porque Gabriel fuese feo, sino por lo grandeza del mensaje ¿no? A propósito ¿Cómo era el Arcángel Gabriel? Lo de las alas lo hemos inventado los hombres, me supongo, porque pensando que son criaturas que sirven a Dios en los cielos, no nos los imaginamos si no vuelan. Que me perdone mi Ángel Custodio a quien lo siento siempre a mi lado, aunque haya momentos del día que desconecte de él, aunque últimamente cada vez menos, porque, si no me ayudas, ¡buenos batacazos que me daría!, y no sólo por mis caídas en bicicleta, ¡ja, ja! “Josemaría”, que es como le llamo, que no te pida sólo ayuda para aparcar el coche, aunque desde que no vivo en Madrid, ni Roma, lo tengo más fácil, ¡ja, ja!
Me gustaría paladear y repetirte las palabras del “Magnificat”:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”.

Ya me puedes ayudar, en el tiempo que me quede, a descubrir los ramalazos de soberbia que me apartan de tu Hijo, y que con tu gracia los consiga quitar.

Instrumento en las manos de Dios.
Madre mía, aunque quisiera, yo no me puedo poner a tu altura, pero si me ayudas, sí que quiero seguir siendo un buen instrumento. Me veo como el lápiz que utilizábamos de niños, siempre con la mina partida e intentando sacar punta, sin volverla a partir.
Tengo la sensación de pintar sólo sombras, y no veo si las luces del cuadro se deben a mi valía. Seguramente sólo sé escribir torcido, pero no se sabe por qué aparecen después los renglones derechos. Se ve que tu mano me guía en cada momento. Que no quiera pensar en alguna ocasión que ya puedo yo sólo. Quiero ser siempre un hijo necesitado que cuenta siempre con su Madre. Te repito ahora la poesía del pincel que compuse, hace ya unos cuantos años, para ver si me convencía de que tenía que ser un buen instrumento en Sus manos.

El pincel no es el Artista,
y lo sabe bien su dueño,
abrir siempre la pista,
forjar cuadros de ensueño.
No importa la dimensión,
ni tampoco su hechura,
las púas siempre en tensión,
sirven por su frescura.
El pincel nunca se expone,
lo que reluce es el cuadro,
el pintor con el compone,
esculpiendo sin taladro.
Lo que llamamos pincel,
siendo de poco tamaño,
con su cara de doncel,
evoca gestas de antaño.
Ser pincel ayuda mucho,
a conocer los colores,
en el arte serás ducho,
pintarás muy bellas flores.
Al terminar la tarea,
mejor ponerse a remojo,
y cuando el árbol florea,
serás del Artista el ojo.
No se requieren las lenguas,
ni tampoco los honores,
trazarás muchas más leguas,
si no recibes loores.
Cada pincel desarrolla,
una función muy precisa,
en su camino no arrolla,
su trayectoria es concisa.
El cuadro vive en la historia,
el pincel pronto sucumbe,
pero al final en la Gloria,
el firmamento retumbe.