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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de noviembre de 2011

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Benedicto XVI en Benín

Sed generosos y rezad por África

Benedicto XVI oró por los países que sobrevoló su avión

La Iglesia desea dar lo mejor que tiene

Pañuelos blancos y amarillos y mucho ritmo

Reina de la justicia, alcánzanos el amor filial y fraterno

Mundo

Italia: Ciencia y Vida, diálogo a 360 grados sobre la dignidad humana

El 'metabeneficio', un modo original de hacer negocios

Flash

II Jornada por la Vida en Barcelona

Espiritualidad

El infierno y los infiernos


Benedicto XVI en Benín


Sed generosos y rezad por África
Benedicto XVI rumbo a Benín
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 18 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- Este viernes por la mañana, Benedicto XVI inició su veintidós viaje internacional que lo llevó a Benín, para la firma y publicación de la exhortación apostólica postsinodal Africae munus de la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, en coincidencia con el 150 aniversario de la evangelización del país africano.

A su salida del aeropuerto internacional Leonardo da Vinci de Roma Fiumicino, el papa fue despedido por el neo presidente del consejo de ministros de la República italiana Mario Monti.

El avión con el papa a bordo --un A 330 de Alitalia- despegó a las 9.00. La llegada al aeropuerto internacional Cardenal Bernardin Gantin de Cotonou, Benín, estaba prevista para las 15.00 horas de este viernes.

En el momento de abandonar territorio italiano, Benedicto XVI envió un mensaje telegráfico al presidente de la República italiana Giorgio Napolitano.

“En el momento en el que me dispongo a realizar un viaje apostólico a Benín, movido por el vivo deseo de encontrarme con los hermanos en la fe y los habitantes de aquél querido país, me es grato dirgirle, señor presidente, la expresión de mi deferente despedida que compaño con fervientes oraciones por el bien y la prosperidad de todo el pueblo italiano”.

Pocos días antes, el papa hizo un llamamiento en favor del continente que lo acoge desde hoy hasta el domingo 20 de noviembre. Al final de su catequesis en lengua francesa, en la Audiencia general del miércoles 16 de noviembre, el papa lanzó desde la plaza San Pedro el siguiente llamamiento: “El viernes, visitaré el continente africano. ¡No lo olvidéis en vuestras oraciones y en vuestra generosidad! ¡Qué Dios os bendiga!”

En Benín, será en estos días toda África la que acoge al papa. Para el pontífice, no sólo será una ocasión para celebrar el 150 aniversario de la evangelización de Benín y el 40 de la instauración de las relaciones diplomáticas entre los países de África occidental y la Santa Sede, sino también para consignar a los representantes de las conferencias episcopales del continente --35 nacionales y 7 regionales- su exhortación apostólica Africae Munus (El compromiso de África), fruto de la II Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, que se desarrolló en Roma en octubre de 2009. El documento se publicará en varias lenguas.

Ya antes, el domingo 13 de noviembre, el papa había invitado a los católicos a rezar por este viaje: “Confío a vuestras oraciones este viaje y los amados pueblos de África, especialmente los que conocen la inseguridad y la violencia”, pidió después del Ángelus.

El papa hizo también una referencia a la exhortación apostólica, fruto del sínodo que trató el tema “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz. Sois la sal de la tierra... sois la sal del mundo (Mt 5,13.14)”.

Comentando la parábola de los talentos, Benedicto XVI se dirigió a los peregrinos de lengua francesa diciendo: “El Señor nos envía hoy a reconocer los dones que nos ha hecho. Él confía a cada uno la responsabilidad de hacerlos fructificar para que sea la sal de la tierra y la luz del mundo. Estas palabras de Cristo han guiado los trabajos de la II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos. Espero repetirlas a todos mientras me preparo para ir a Benín para reconfirmar en la fe y en la esperanza a los cristianos de África y de las islas adyacentes”.

“¡Que nuestra Señora de África acompañe y apoye los esfuerzos de todas las personas que trabajan por la reconciliación, la justicia y la paz!”, concluyó el pontífice.

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Benedicto XVI oró por los países que sobrevoló su avión
Paz y estabilidad para Túnez
ROMA, viernes 18 noviembre 2011 (ZENIT.org).- El papa Benedicto XVI ha dirigido sus deseos de “paz” y de “estabilidad” a Túnez. Como es costumbre, el papa dirige un saludo a los pueblos de los países por los que sobrevuela su avión en sus viajes internacionales.

El papa emprendió en la mañana de este viernes su veintidós vuelo apostólico internacional, un vuelo de más de cuatro mil kilómetros, que le llevó a la capital de Benín, con siete millones de habitantes, de los que el 17% son católicos.

El avión del papa sobrevoló Italia, Túnez, Argelia, Mali, Níger, Burkina Faso y Ghana, antes de aterrizar a las 15 horas en el aeropuerto Cardenal Bernardin Gantin, de Cotonou.

Le papa deseó “paz” y “estabilidad” a Túnez, subraya Radio Vaticano.

En cuanto a Argelia, el papa le dirigió sus “mejores deseos” e invoca sobre todo el países “los beneficios del Todopoderoso”.

“Que el Altísimo bendiga a Mali y conceda a todos sus habitantes prosperidad y felicidad”, dice el telegrama para este país.

El papa expresó a Níger, sus deseos “de vivir en prosperidad y de progresar sin cesar en la concordia y la paz”.

Para Burkina Faso deseó “vivir siempre en la paz y la fraternidad” y que Dios le conceda “prosperidad y felicidad”.

Para Ghana el papa deseó las “bendiciones de Dios, de paz y de armonía social”.

ASB

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La Iglesia desea dar lo mejor que tiene
Discurso de Benedicto XVI en el aeropuerto de Benín
*****

Señor Presidente de la República,

Señores Cardenales,

Señor Presidente de la Conferencia Episcopal de Benin,

Autoridades civiles, eclesiásticas y religiosas,
Queridos amigos

Le agradezco, Señor Presidente, sus cálidas palabras de bienvenida. Usted sabe el afecto que siento por su continente y su país. Quería volver a África, y son tres los motivos que me han inducido a emprender este viaje apostólico. En primer lugar, Señor Presidente, su amable invitación a visitar el país. Una iniciativa que ha ido a la par con la de la Conferencia Episcopal de Benin. Son iniciativas felices, pues se enmarcan en el año en que Benín celebra el 40 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas con la Santa Sede y el 150 aniversario de su evangelización. Al estar entre ustedes, tendré ocasión de participar en numerosos encuentros. Me alegro por ello. Todos serán diferentes y culminarán en la Eucaristía que celebraré antes de despedirme.

También se cumple mi deseo de entregar en suelo africano la Exhortación apostólica postsinodal Africae Munus. Sus reflexiones guiarán la acción pastoral de numerosas comunidades cristianas en los próximos años. Este documento podrá germinar, crecer y dar fruto, produciendo «el ciento o sesenta o treinta por uno», como dijo Jesucristo (Mt 13,23).
Hay, en fin, un tercer motivo más personal o de sentimiento. Siempre he tenido en alta estima a un hijo de este país, el cardenal Bernardin Gantin. Los dos hemos trabajado durante muchos años, cada uno según sus propias competencias, al servicio de la misma viña. Hemos ayudado lo mejor posible a mi Predecesor, el beato Juan Pablo II, a ejercer su ministerio petrino. Tuvimos ocasión de encontrarnos muchas veces, de conversar en profundidad y de orar juntos. El cardenal Gantin se había ganado el respeto y el afecto de muchos. Por eso me ha parecido justo venir a su país natal, para rezar ante su tumba y para agradecer a Benin el haber dado a la Iglesia a este hijo eminente.

Benin es un país de antiguas y nobles tradiciones. Su historia es reconocida. Quisiera aprovechar esta oportunidad para saludar a los jefes tradicionales. Su contribución es importante para construir el futuro de este país. Quiero animarlos a contribuir con su sabiduría y comprensión de las costumbres a la delicada transición que se está produciendo actualmente de la tradición a la modernidad.

No se ha de temer a la modernidad, pero tampoco se puede construir olvidando el pasado. Debe ir acompañada de la prudencia para el bien de todos, evitando los escollos que hay en el continente africano y en otras partes, como la sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o las finanzas, el nacionalismo o tribalismo exacerbado y estéril, que puede llegar a ser funesto, la politización extrema de las tensiones interreligiosas en detrimento del bien común o, finalmente, la erosión de los valores humanos, culturales, éticos y religiosos. La transición a la modernidad debe estar guiada por criterios seguros basados en las virtudes reconocidas, como las citadas en vuestro lema nacional, pero también aquellas enraizadas en la dignidad de la persona, la grandeza de la familia y el respeto de la vida. Todos estos valores son para el bien común, el único que debe primar, y el único que debe ser la mayor preocupación de todo sujeto responsable. Dios confía en el hombre y desea su bien. Nos atañe a nosotros corresponder con una honestidad y justicia que esté a la altura de su confianza.

La Iglesia, por su parte, ofrece su contribución específica. Con su presencia, su oración y sus diversas obras de misericordia, especialmente en el campo de la educación y la sanidad, desea dar lo mejor que tiene. Desea mostrarse cercana de quien está en necesidad, de quien busca a Dios. Quiere hacer comprender que Dios no está ausente, ni es inútil, como se trata de hacer creer, sino que es amigo del hombre. Señor Presidente, vengo a vuestro país con este espíritu de amistad y hermandad.

En lengua fon, ha añadido: ACe MAWU T]N NI K]N DO BENIN TO ] BI JI (¡Dios bendiga a Benin!).

© Libreria Editorial Vaticana

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Pañuelos blancos y amarillos y mucho ritmo
Cotonou da la bienvenida en las calles al santo padre
COTONOU, viernes 18 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Al término de la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto, grupos de fieles, sobre todo mujeres ataviadas con el vestido confeccionado con la tela conmemorativa que en algunos países africanos es costumbre hacer en los grandes eventos, y tocados multicolores, agitaban en sus manos un pañuelo blanco y otro amarillo, simbolizando la bandera de la Santa Sede, al paso del papa que abordaba el vehículo panorámico con el que se dirigió a la catedral de Nuestra Señora de la Misericordia de Cotonou, la capital.

Los benineses bailaban, saludaban y también acompañaban al papa, expresando su alegría con cantos corales y mucho ritmo.

El cortejo papal hizo un largo recorrido, pasó ante la sede de la Conferencia Episcopal de Benín y, atravesando los dos puentes sobre el canal entre la laguna Nokoué y océano Atlantico, recorrió ambos lados de la ciudad para permitir lo más posible a los fieles darle la bienvenida.

Benedicto XVI llegó a la catedral, donde le esperaban los obispos de Benín, los obispos invitados y algunos centenares de fieles.

Acogido por el rector, el papa rezó ante el Santísimo Sacramento e hizo una plegaria ante las tumbas de los dos prelados que dirigieron la archidiócesis de Cotonou: Christophe Adimou (de 1971 a 1990) e Isidore de Sousa (de 1990 a 1999).

Tras el discurso de bienvenida del arzobispo Antoine Ganyé, el papa pronunció un discurso en el que se centró en el tema de la misericordia que da nombre a esta catedral mariana.


Ver el texto completo en: http://www.zenit.org/article-40939?l=spanish.

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Reina de la justicia, alcánzanos el amor filial y fraterno
Oración de Benedicto XVI en la catedral de Cotonou
COTONOU, viernes 18 noviembre 2011 (ZENIT.org).- La “doble expresión de la misericordia divina” fue el tema de la meditación de Benedicto XVI en su segundo discurso en Benín, este viernes, en la catedral de Cotonou. Ocrecemos el texto a continuación.

*****

Señores Cardenales,

Señor Arzobispo y queridos hermanos en el Episcopado,
Señor Rector de la catedral,
Queridos hermanos y hermanas

El antiguo himno del Te Deum que acabamos de cantar, expresa nuestra alabanza a Dios tres veces santo, que nos reúne en esta hermosa catedral de Nuestra Señora de la Misericordia. Rendimos homenaje con reconocimiento a los arzobispos precedentes que aquí reposan: Monseñor Christophe Adimou y Monseñor Isidore de Sousa. Fueron valerosos trabajadores en la viña del Señor, y su recuerdo sigue vivo en el corazón de los católicos y de numerosos benineses. Estos dos prelados, cada uno a su manera, fueron pastores llenos de celo y caridad. Se entregaron sin reservas al servicio del Evangelio y del Pueblo de Dios, especialmente de los más desvalidos. Todos ustedes saben que Monseñor de Sousa era un amigo de la verdad y que desempeñó un papel determinante en la transición a la democracia de vuestro país.

Mientras alabamos a Dios por las maravillas con las que sigue colmando a la humanidad, les invito a meditar por un momento en su infinita misericordia. Esta catedral se presta providencialmente a ello. La historia de la salvación, que culmina en la encarnación de Jesús y tiene su pleno cumplimiento en el misterio pascual, es una revelación conmovedora de la misericordia de Dios. En el Hijo se hace visible el «Padre de las misericordias» (2 Co 1,3) que, siempre fiel a su paternidad, «es capaz de inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado» (Juan Pablo II, Dives in Misericordia, 6). La misericordia divina no consiste sólo en la remisión de nuestros pecados; consiste también en que Dios, nuestro Padre, a veces con dolor, tristeza o miedo por nuestra parte, nos devuelve al camino de la verdad y de la luz, porque no quiere que nos perdamos (cf. Mt 18,14; Jn 3,16). Esta doble manifestación de la misericordia de Dios muestra lo fiel que es Dios a la alianza sellada con todo cristiano en el bautismo. Al releer la historia personal de cada uno y la de la evangelización de nuestros países, podemos decir con el salmista: «Cantaré eternamente las misericordias del Señor» (Sal 88,2).

La Virgen María experimentó el misterio del amor divino en su más alto grado: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Lc 1,50), exclama en su Magnificat. Por su «sí» a la llamada de Dios, ha contribuido a la manifestación del amor divino entre los hombres. En este sentido, ella es Madre de la Misericordia por su participación en la misión de su Hijo; y ha recibido el privilegio de socorrernos siempre y en todo lugar. «Por su múltiple intercesión, continúa alcanzándonos los dones de la eterna salvación. Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias, y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz» (Lumen gentium, 62). Bajo el amparo de su misericordia, sanan los corazones quebrantados, se vencen las acechanzas del Maligno y los enemigos se reconcilian. En María, no sólo tenemos un modelo de perfección, sino también una ayuda para lograr la comunión con Dios y con nuestros hermanos y hermanas. La Madre de la Misericordia es una guía segura para los discípulos de su Hijo, que quieren servir a la justicia, la reconciliación y la paz. Ella nos indica con sencillez y corazón de madre la única Luz y la única Verdad: su Hijo, Jesucristo, que lleva a la humanidad hacia su plena realización en el Padre. No tengamos miedo de invocar confiadamente a aquella que no cesa de dispensar a sus hijos las gracias divinas:

Madre de la Misericordia,
Salve, Madre del Redentor;
Dios te salve, Virgen gloriosa;
Salve, Reina nuestra.

Reina de la Esperanza,
muéstranos el rostro de tu divino Hijo;
guíanos por el camino de la santidad;
danos la alegría de los que saben decir «sí» a Dios.

Reina de la paz,
colma las más nobles aspiraciones de los jóvenes de África;
sacia los corazones sedientos de justicia, paz y reconciliación;
corona las esperanzas de los niños que sufren el hambre y la guerra.

Reina de la justicia,
alcánzanos el amor filial y fraterno;
haz que seamos amigos de los pobres y pequeños;
consigue para los pueblos de la tierra el espíritu de hermandad.

Nuestra Señora de África,
implora a tu divino Hijo la curación de los enfermos,
el consuelo de los afligidos,
el perdón de los pecadores.
Intercede por África ante tu Hijo,
y consigue para toda la humanidad la salvación y la paz.
Amén 

© Libreria Editrice Vaticana

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Mundo


Italia: Ciencia y Vida, diálogo a 360 grados sobre la dignidad humana
La crisis aviva la necesidad de defender a los más frágiles
ROMA, viernes 18 octubre 2011 (ZENIT.org).- El octavo congreso nacional de la italiana Asociación Ciencia y Vida que se realiza en Roma este viernes 18 y sábado 19, toma como tema central la relación entre la democracia y el reconocimiento de los derechos inviolables de cada uno, desde la concepción hasta la muerte natural, y particularmente el de las personas más débiles.

El evento cuenta con la lección magistral del cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) y una mesa redonda moderada por el director del diario Avvenire Marco Tarquinio, con importantes exponentes de los diversos sectores del mundo político.
Los temas del congreso están plasmados en el manifiesto publicado en marzo pasado por la asociación Ciencia y Vida con el título “Ciencia y cuidado de la vida: educación en la democracia”.

El manifiesto indica que “la democracia, como concepción político social y como ideal ético, se funda en el reconocimiento de los derechos inviolables de cada uno, independientemente de cualquier juicio sobre sus condiciones existenciales”.

El manifiesto invocando los artículos de la Constitución de Italia solicita que sean tomadas las medidas necesarias para que “en cada contexto de vida el respeto de la dignidad humana no sea solamente declarado sino también concretamente realizado”.

Añade que “una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas” sino también de la aceptación “de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de la persona humana”, así como “asumir el bien común como fin y criterio que regule la vida política”.

El subsecretario de la CEI, monseñor Domenico Pompili, indica a ZENIT que el objetivo del congreso “es suscitar el diálogo entre ciencia, mundo de la cultura y opinión pública, sobre temas límites muy delicados que están relacionados con la bioética”.

Una discusión sobre este tema --prosigue- que tiene como objetivo “un diálogo a 360 grados, que evite los atajos de la polémica ideológica y de la conflictividad permanente que muchas veces acaba por distraer la atención de los problemas centrales para acabar circunscrito en aspectos más bien secundarios”.

“El punto que hoy realmente es decisivo --indica el prelado- entender cómo atravesar este período de profundas transformaciones tecnológicas que llaman en causa al hombre, porque es necesario orientar el desarrollo según criterios que defiendan lo humano”.

Recuerda que existen “atajos peligrosos que consisten en desatender el cuidado de la vida en nombre de criterios funcionales y de tipo instrumental”.

Y da el ejemplo de la actual crisis económica: “Todos somos conscientes que esta crisis económica es fruto de un operar que se apoya sólo en un plano individual, sin preocuparse por el conjunto”. Y concluye indicando que “si no se cuidan los bienes de las personas más indefensas y frágiles, mucho menos se cuidará el conjunto de la sociedad”.

Por su parte, el copresidente de la Asociación Ciencia y Vida, Lucio Romano, indica a ZENIT que “desde hace varios años la declinación de estos valores necesita una corrección normativa a nivel legislativo”.

El profesor de bioética del ateneo Regina Apostolorum de Roma, añade que “la exigencia de los diversos parlamentos de legislar “vuelve necesaria una reflexión sobre determinados valores y principios de referencia, por lo tanto dentro del ámbito de la ética y de la antropología”.

En otros términos, indica: “si no se reconoce el valor intrínseco de cada ser humano, especialmente en las situaciones de vulnerabilidad, desde la concepción a la muerte natural, no existe ya ningún derecho, no existe la democracia, porque prevalecería la ley del más fuerte sobre el más débil”.

Y se adentra en algunas particularidades de la ley 40 en Italia sobre la procreación asistida, que más allá de algunas normativas discutibles, tiene una carga de tipo ético y jurídico, pues reconoce los derechos de los sujetos, incluido el del concebido.


Programa del encuentro:
http://www.scienzaevita.org/materiale/Invito_sito_27_10.pdf.

Manifiesto Scienza&Vita: http://www.scienzaevita.org/materiale/ManifestoSeV_2011_2012_AVVENIRE%201%287%29.pdf.

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El 'metabeneficio', un modo original de hacer negocios
Un libro aborda ideas innovadoras de la Caritas in Veritate
ROMA, viernes 18 noviembre 2011 (ZENIT.org).- En tiempos de crisis, el diálogo entre economía y Doctrina Social de la Iglesia se acorta. Los desafíos de la economía actual, incapaz de absorber sus propios fallos, piden nuevas soluciones. Se acaba de publicar en italiano un ensayo que abre una original perspectiva a la gestión empresarial, a partir de la constatación de que las organizaciones empresariales son multiformes y la acción económica humana no está siempre guiada por fines utilitarios.

La pregunta de fondo se refiere al espacio de la gratuidad en el ámbito de la actividad económica: ¿la lógica del don, es siempre “no económica” o puede jugar un rol también en la empresa? ¿la creación de valor, queda siempre contenida al interno de esquemas rígidamente económicos o los sobrepasa llegando hacia horizontes más amplios?

La perspectiva del metaprofit (metabeneficio) parece abrirse a un panorama más amplio, en el que –junto a las típicas formas económicas de empresa– florecen nuevas tipologías empresariales, para conjugar explícitamente la dimensión económica con la social, cultural, ambiental, etc. Todo a partir de la lógica –económica– del don: los intercambios no siempre están motivados por el utilitarismo, sino que a menudo derivan de relaciones humanas más amplias y profundas que no son ajenas al concepto de gratuidad.

Partiendo de un riguroso planteamiento metodológico económico-empresarial y de un cuidadoso análisis del magisterio, este ensayo analiza algunas teorías empresariales descubriendo sus límites y traza las primeras líneas de una renovada teoría metaprofit de la empresa.

La conclusión del ensayo supone una nueva apertura ética frente a los retos económicos; de hecho, parece que la lógica económica no siempre es suficiente en sí misma, sino que requiere una renovada conjugación ética.

Los autores del libro Giorgio Mion y Cristian Loza Adaui explican –en la página web del Observatorio Van Thuan- qué entienden por metaprofit: “Hemos decidido recorrer un camino nuevo pero al mismo tiempo antiguo: queríamos, en efecto, subrayar que el profit (beneficio) –aún siendo un legítimo objetivo humano– no es la única motivación de la actividad económica. Hemos considerado por lo tanto el prefijo meta en el sentido etimológico como 'a través de' y como 'más allá de', para subrayar que el beneficio económico es un instrumento y no un fin de la actividad económica”.

¿Cuáles son las fuentes que han inspirado su idea?: “Nos hemos referido al mismo tiempo a dos tipos de fuentes: por un lado, la literatura económico-empresarial internacional, que ha demostrado en las últimas décadas una cierta atención a temas de responsabilidad social empresarial, aún si algunas aproximaciones a ese tema no siempre se pueden compartir. Por el otro lado, la Doctrina Social de la Iglesia; en particular algunas ideas innovadoras que se encuentran en la última encíclica de Benedicto XVI, que propone la pluralidad de formas empresariales como solución innovadora para el desarrollo económico”.

Los autores señalan un punto de tropiezo: “El estudio de los fenómenos empresariales no puede escapar al espíritu de los tiempos: en demasiadas partes, el enfoque –incluso ético– de la actividad económica se resuelve en clave individualista. Hemos tratado de poner de relieve las limitaciones de este enfoque, que elimina el elemento social y degrada el fenómeno empresarial a un reduccionismo inaceptable”.

Confiesan que la doctrina de Benedicto XVI ha sido una inspiración: “Exacto, hemos tratado de poner de manifiesto, en términos empresariales, que el retorno a una visión comunitaria de la actividad económica, en la que junto a las expresiones propiamente empresariales hay un florecer de experiencias empresariales multiformes, que puede convertirse en una importante innovación para el estudio y la gestión empresarial. Reducir la acción humana a los estrechos límites del utilitarismo –incluso cubriendo el tema en clave ética– es una equivocación para con el hombre y un error científico grave”.

¿Piensan en una empresa un poco menos “empresa”?: “No, este no es el centro de nuestro razonamiento: Cuando la empresa hace bien ella es innegablemente social, porque crea valor y lo difunde en torno a si. Sin embargo, existen tantas realidades – cooperativas, fundaciones, etc. – que se están haciendo cada vez más fundamentales para el desarrollo social y económico, donde la lógica económica es conciliada e inspirada por otras finalidades. El descubrimiento de nuevas dimensiones del valor empresarial no niegan lo económico, lo exaltan”.

¿Cuáles son las condiciones para que este metaprofit pueda hacerse en realidad?: “En primer lugar, el nuestro no es un 'sueño', sino un argumento que comienza con la lectura de la realidad, así como en Caritas in Veritate Benedicto XVI no propone una exhortación, sino una observación con respecto a la pluralidad de las formas de negocios. Las condiciones de desarrollo, son múltiples sean tanto de orden cultural –interno y externo a la organización empresarial– como de gestión: pensemos, por ejemplo, en el conocimiento como generador de valor o en la sistematicidad como carácter fundamental de las estrategias empresariales orientadas a superar una perspectiva lucrativa de corto plazo”.

El libro cuenta con un prólogo escrito por monseñor Giampaolo Crepaldi, presidente del Observatorio Cardenal Van Thuân, una entidad especializada en Doctrina Social de la Iglesia.

Para comprender su significado, afirma monseñor Crepaldi, es necesario volver a la Caritas in Veritate de Benedicto XVI. Como se sabe, la encíclica afronta problemas emergentes, como la progresiva erosión de los límites entre el profit y el non profit por nuevas realidades económico-empresariales.

“No es que se trate de realidades económicas y empresariales que se ubican en una zona fronteriza donde profit y non profit se superponen y se mezclan –precisa monseñor Crepaldi--, se trata más bien de realidades nuevas, no configurables en las dos categorías precedentes y mucho menos en una mezcla de ellas en distintos grados. Después de haber constatado el nacimiento de este nuevo mundo económico y de haber hecho también algunos ejemplos, el papa pide a los estudiosos investigar el fenómeno y ofrecer a los responsables de políticas y a los legisladores los instrumentos para disciplinarlos desde el punto de vista jurídico y fiscal”.

Nótese que Benedicto XVI, señala, “afirma expresamente que no se trata de un “tercer sector”, queriendo así superar definitivamente la concepción 'residual' del non profit y tal vez también la articulación triangular de sinergia entre mercado, sociedad civil y estado proyectada por Juan Pablo II en la Centesimus Annus. Este último hablaba de la 'sociedad de trabajo libre, de la empresa y de la participación' que 'no se opone al mercado, pero que exige que sea oportunamente controlado por las fuerzas sociales y por el Estado'. El metaprofit no es sólo el 'tercer sector' y la yuxtaposición de las tres dimensiones no explica la realidad”.

“Este libro, obra de dos jóvenes profesores de administración de empresas, se inscribe precisamente en el terreno del metaprofit indicado por Benedicto XVI y asume la invitación del Papa de profundizar en su conocimiento”, señala monseñor Crepaldi.

Recuerda que este neologismo nació en el ámbito del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân para la Doctrina Social de la Iglesia, y expresa una nueva realidad y un nuevo compromiso.


Para obtener el libro en italiano se puede enlazar con: http://www.amazon.es/gp/product/8882727378/ref=as_li_qf_sp_asin_il_tl?ie=UTF8&tag=zenit058-21&linkCode=as2&camp=3626&creative=24790&creativeASIN=8882727378.

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Flash


II Jornada por la Vida en Barcelona
Jóvenes de San José y otras organizaciones trabajan con entusiasmo
MADRID, viernes 18 noviembre 2011 (ZENIT.org).- La II Jornada por la Vida, que organizan entre otros los Jóvenes de San José en Barcelona, tendrá lugar el 28 de diciembre. Estos jóvenes, que trabajan con entusiasmo por el evento, estuvieron en Roma presentando la Jornada ante la Santa Sede.

“No puede haber auténtica paz sin respeto de la vida, especialmente si es inocente e indefensa, como es la de los niños que todavía no han nacido”, dijo el beato Juan Pablo II, y es una de las frases de los Jóvenes de San José para su campaña "Su vida en tus manos", cuyo punto fuerte será la cita en Barcelona a finales de año.

En su afán, han llegado incluso a Roma. Monseñor Manuel Monteiro de Castro, secretario de la congregación vaticana para los obispos, ex nuncio en España, recibió el pasado 25 de octubre a un grupo de Jóvenes de San José, compuesto por Marcos Vera, presidente; Pablo Álvarez, responsable de liturgia; y Rafael Moreno, portavoz de la asociación. La comisión de Jóvenes de San José asistía a esta entrevista para presentarle la II Jornada por la Vida.

El interés del prelado, afirman, “fue admirable. Animó a todos los participantes en la jornada y a todos los organizadores a tirar adelante con esta labor tan necesaria” en nuestro país.

“Con renovadas fuerzas volvió la comisión a España con un mensaje de esperanza y una bendición para todos los miembros de la asociación”, afirman. “Vale la pena que gastemos nuestro día en la defensa por la vida, el próximo 28 de diciembre. Es poco lo que se pide a cada voluntario y es mucho lo que todos juntos podemos conseguir. Os animamos a inscribiros en la jornada cuanto antes”, concluyen.

Para saber más: http://suvidaentusmanos.com/

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Espiritualidad


El infierno y los infiernos
El misterio de la 'otra orilla'
MADRID, viernes 18 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a nuestros lectores la firma del arzobispo castrense de España Juan del Río Martín, quien aborda un interesante tema escatológico unas veces negado hoy, otras debatido, y otras utilizado por sectas de todo pelaje: el infierno.

*****

+ Juan del Río Martín

Algunos se han empeñado en dejar vacío el infierno, movidos por un fuerte sentimentalismo que representa “el buenismo religioso”. Esta postura es falaz porque adolece de un doble error: que el amor divino no puede estar en contradicción con la justicia (cf. Conc. IV de Letrán) y que ignora el papel de la libertad del sujeto. “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, dirá san Agustín. En esta misma línea, dice el Papa actual: “puede haber personas que han destruido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor. Personas en las que todo se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y que han pisoteado el mismo amor. Ésta es una perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia historia podemos distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no habría ya nada remediable y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se indica con la palabra infierno” (Benedicto XVI, Spe Salvi, 45).

Dios no predestina a nadie a ir al infierno. Su existencia no es un invento de la Iglesia para tener a sus fieles atemorizados. Nunca el miedo nos acerca al Señor, porque estrecha la mente, anquilosa el corazón y nos hace inoperantes. En cambio, el “santo temor de Dios” y el no olvidar que podemos ser merecedores de “las penas del infierno”, es otra cosa muy distinta, porque nos estimula al reconocimiento continuo de la grandeza del amor divino, a la conversión del corazón y a mantener una actitud vigilante en nuestra vida.

Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia acerca del infierno no son amenazas, sino llamamientos a la responsabilidad con la que el hombre debe usar su libertad en relación con Dios, con los demás y consigo mismo. Sólo aquellos que mantienen una aversión voluntaria a Dios (pecado mortal) y persisten en él hasta el final de sus días, escucharán la sentencia divina: “apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41). Ese “fuego que nunca se apaga”, que diría Jesús (cf. Mt 5,22.29; 13, 42.50; Mc 9,43-48), representa la separación total y eterna de Dios. En esa situación el pecador sufrirá la infelicidad, se hallará “en tinieblas y en sombras de muerte” para siempre (cf. Vaticano II, LG, 48; CAT 1035).

Si algunos piensan que esto es exagerado y pasado de moda, les remito a que repasen “los infiernos humanos”, fabricados por las ideolologías deshumanizadas y las estructuras sociales injustas, que pisotean la dignidad de los hombres y de los pueblos. Que vean “los infiernos familiares” como consecuencias del desamor, del engaño y que, en muchísimas ocasiones, llegan hasta la violencia de todo tipo. Se pueden continuar analizando tantos “infiernos personales”, que son frutos del egoísmo y del desprecio de lo más elemental, que es el cumplimiento de los Diez Mandamientos. Y contemplando este panorama de “infiernos”, ¿se podrá negar la existencia de un infierno eterno después de la muerte? ¿No son los mismos que hacen aquí estos “infiernos” lo que se ganan a pulso ser miembros del reino del diablo? Porque, como dice san Agustín: “se hizo digno de pena eterna el hombre que aniquiló en sí el bien que pudo ser eterno” (La ciudad de Dios, 11) ¡No olvidemos nunca, que el misterio de la “otra orilla”, se anticipa de alguna manera en esta “otra orilla”!

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