22.11.11

!Viva san Martín¡ (lo digo por lo del cerdo, oiga)

A las 12:31 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Sujetos activos contra la fe
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-No le parece que se está usted pasando un poco.

-Bueno, a lo mejor sí pero no siempre disfruta uno de momentos como éste.

El domingo pasado, 20 de noviembre se produjo un fenómeno que, no por esperado, podemos dejar de destacar: se celebró, por segunda vez, a un santo.

San Martín de Tours, cuya festividad está fijada para el 11 de noviembre, además de ser conocido por ser apóstol, asceta y hombre de oración da nombre a un día en el que, tradicionalmente, en España se procedía a la matanza del cerdo. Ahora, como es de suponer, las cosas han cambiado y cerdos, lo que se dice cerdos, se matan todos los días y no se espera a tal momento.

Sin embargo, como digo, tal echo ha dado vida a un refrán muy conocido que dice que “a todo cerdo le llega su San Martín” que va más allá del simple recuerdo de tal día histórico en el que se le daba el pasaporte a tan provechoso animal al que los católicos no hacemos ascos religiosos sino, más bien, al contrario.

El significado, podríamos decir, que se le da a tal refrán o dicho popular es que a toda persona que habiéndose portado mal a lo largo de su vida o en algún momento de la misma le llega un momento en el que, por las razones que sea, las paga todas juntas. Y, claro, cuanto peor haya sido el comportamiento de la tal persona, más contento hay en quien hubiera sentido que tal día tenía que llegarle aunque fuera por simple justicia compensatoria.

Y eso es lo que ha pasado, exactamente, con el Partido Socialista Obrero Español.

Hace unos años me publicaron en www.analisisdigital.com un artículo titulado “Lo que ZP nos quiere quitar” y decía lo que sigue:

“Sea por la circunstancia que sea, y creo que sabemos cuál es, lo bien cierto es que nos ha tocado, en mala suerte, que el Ejecutivo de España esté “dirigido” (es un decir) por aquel que se hizo llamar, en campaña electoral, y para bien de su crítica (pues esto da mucho de sí), ZP.

Este insigne personaje, del cual tenemos conocimiento sobrado, quiere, o pretende, o quieren, o pretenden, por él (quisiera pensar que no es tan malo como aparenta, aunque no lo tengo tan claro) que determinados aspectos de nuestra vida pasen, eso, a mejor vida. Varias actuaciones, muy conocidas, de las personas que constituyen su “gobierno” (es otro decir) van encaminadas a hacer borrón y cuenta nueva del pensar de varios millones, varios millones, digo, de personas. Da la impresión de que sólo le interesa lo suyo, o sea que quisiera que todos fuéramos unos de los suyos, o sea, unos de los nuestros.

Por ejemplo, quiere que recuperemos la memoria para que perdamos la nuestra. Hace unos meses se aprobó, con el número 24, del pasado año 2006 una Ley, ignominiosa, que se llama “sobre declaración del año 2006 como Año de la Memoria Histórica”. Casi nada al aparato. Y esto era el origen de lo que luego vino, meses más tarde.

En primer lugar vengo a explicar eso de que esta es una Ley ignominiosa. O sea, que es ocasión o causa de ignominia ya que pretende que sintamos vergüenza y deshonor aquellos que no comulguemos (y perdón por utilizar este vocablo religioso) con ella y, sobre todo, con los portadores de tamaña barbaridad.

Como es sabido por todos, la Ley, así, en general, es un instrumento que el ser humano se da para que la vida en sociedad esté algo regulada y no estemos, perpetuamente, en la caverna y viviendo en un estado salvaje donde prime el poder del más fuerte. Esto lo digo porque en este caso concreto, esta norma tiene, precisamente, el sentido contrario, pues pretende sentar sobre unas bases presuntamente benéficas lo que no es sino un faltar a la verdad y, lo que es peor, una manipular, clara y arteramente, la realidad que, por el trabajo de muchos historiadores llamados “revisionistas” (en el mal sentido) está volviendo a ser como fue, realmente y no como nos la han presentado desde hace muchos años.

Esta ley, como norma, es, preferentemente, sectaria, pues sólo quiere atender a aquellos que se “esforzaron por conseguir un régimen democrático”, a “quienes sufrieron las consecuencias del conflicto civil” y, por último, a “los que lucharon contra la dictadura en defensa de las libertades y derechos fundamentales de los que hoy disfrutamos”. Como, evidentemente, el recuerdo no puede positivo para la misma guerra civil, porque la perdieron ni, claro, para los años de gobierno del General Franco, porque no mandaron, queda claro que tan sólo se pretende conmemorar la memoria de aquellos que fueron, digamos, de su bando (y este lenguaje es, en este caso, totalmente, adecuado). Por esta parte, no parece que esta norma tenga un carácter reconciliador sino, más bien, puramente vengativo y ganador, a destiempo. Algo bastante patético.

Si seguimos, paso a paso, esta tergiversación de la realidad, y continuamos con la lectura de los escasos 3 folios que ocupa esta extraña cogitación poco cogitosa (o sea, meditada, reflexionada) podemos apreciar, fácilmente, del pie de que cojean estas escasas líneas (pues, seguramente, la cosa no da para más sino para una ventilación rápida que se apoye en la mayoría parlamentaria que se tiene para llevar a cabo esto).

Así, por decir algo rápido, habla del “legado histórico de la Segunda República Española” (¡eso sí, todo en mayúsculas, para que destaque!) pues parece que quieren que sea aquello que “se deja o transmite a los sucesores” (pura definición de esta palabra, legado). Sin embargo, no parece que haya sucesores de aquellos comportamientos nada lejanos con la barbarie si recordamos, por ejemplo, la persecución religiosa (y no sólo de la que se produjo en la guerra civil sino mucho antes también). O, a lo mejor, es posible que los haya y esto explique algunas formas de proceder con relación a la Iglesia a la que, ahora no puede perseguir hasta la muerte física pero si puede tratar de acallar de las más imaginativas formas (a la realidad me remito).

Dice esta cosa que “el esfuerzo de todos ellos” (refiriéndose, claramente, a aquel período republicano) “culminó en la Constitución Española de 1978”. Esto es, así, pura falsedad, pues es evidente que no fueron los legatarios de la segunda república los que trajeron la democracia a España en el 78 sino, al contrario, las mismas Cortes de Franco. Esto el que no lo vea es que es ciego histórico y voluntario. Que fue el mismo Adolfo Suárez, vinculado totalmente con el régimen anterior, el que desarrolló, con su gobierno, las leyes que ampararon los derechos fundamentales (intimidad personal, etc) es algo obvio. Es decir que esto, también, acuerda poco con la realidad. Luego lo que se dice tiene un sentido eminentemente tergiversador.

Pero no acaba ahí la cosa. Parece, y lo es, que estas letras juntas (me niego a llamarla de otra forma más seria) están hechas, totalmente, absolutamente, radicalmente en recuerdo y memoria, en un remover de muertos (como también están haciendo, por otra parte) de aquellos que eran partidarios de la visión izquierdosa de la llamada “experiencia democrática” (en expresión propia de esto). Personalmente, yo, lo llamaría “experimento” pues de eso se trató y de no haber mediado, provocada, precisamente, la confrontación civil, seguramente, ese experimento hubiera devenido exactamente de resultado igual como lo sucedido en otros lugares malmandados y dominados por esa horda domada de mequetrefes que sentaron sus bases sobre paraísos proletarios. Y creo que ya saben a lo que me refiero.

Y digo lo de antes porque en su artículo único (pero siendo múltiple la villanía) refiere, con insistencia porque se refiere a lo mismo, al mismo campo de personas, digamos, a los partidarios de aquella república, tal como llegó a ser, ya que acto seguido menciona a los que “fueron víctimas de la guerra civil o, posteriormente de la represión de la dictadura franquista. Es evidente que cuando se utiliza esa “o” es porque se pretende decir que tanto unas personas (las que fueron víctimas) como otras (las que fueron víctimas de la represión franquista) son las mismas, o sea, los de su bando (en un lenguaje, como dije antes, muy adecuado a este caso).

Además, si se recuerda que se han tomado medidas para que personas como, por ejemplo, Lluis Companys sean homenajeadas y recordadas por su relevancia en aquella época, está claro, ahora más que nunca, que ésta, denominada, Ley 24/2006, de 7 de julio, sobre declaración del año 2006, como Año de la Memoria Histórica no es ni una cosa ni la otra, ni tiene verdadera memoria, porque la falsea por decir las cosas a medias, ni es verdaderamente histórica, pues es sesgada, por tendenciosa, y limitada a una parte de esa historia. Por lo tanto, dos cosas son las pretendidas: que olvidemos lo que pasó y por qué pasó y, por otro lado, quitarnos la memoria como pueblo para que al no recordar la verdad de la historia podamos repetirla como les gustaría que hubiera sido.

Pero como eso no parece ser nada, también se ha acordado de nosotros para muchas otras cosas.

Por ejemplo, en materia educativa, pretende, como ya sabemos, que nuestros hijos acaparen el mayor índice de desconocimiento de España, tergiversando, en todo lo que puede y depende de su gobierno, la enseñanza de la historia (antes ya ha quedado dicho algo) y permitiendo que se fraccione, por las diversas autonomías, lo que debería ser un único conocimiento. Ya se sabe eso de que “divide y vencerás”. Es más, tengo que decir que mi hijo, el mío, que tiene 9 años, no tiene muy claro si otras ciudades que no sean la suya están en España o son otro país (y esto no es broma). Y, claro, entonces tienes que explicar esto y lo otro…

Pero en fin, así están las cosas. Pero, claro, tampoco acaban aquí estas esperables actuaciones.

Si hablamos de materia religiosa, ¡qué no decir! Como tampoco es plan de hacer memoria de todos los agravios en los que ha incurrido contra nosotros, los creyentes católicos (y, por lo tanto, deberían, también, sentirse concernidos los cristianos, en general) sí que es cierto que, al menos, algo ha hecho bien: se le nota todo perfectamente. En esto sí que hemos ganado, pues siempre es mejor saber a quien se tiene enfrente que dudar sobre sus intenciones. En este caso no cabe duda alguna: es beligerante, ZP y lo son los suyos, por seguidismo o convencimiento, contra todo lo que parezca, suene o diga ser católico (y, por lo tanto, cristiano). Eso tenemos que tenerlo en cuenta, por si acaso. Su laicismo, seguramente ignorante de lo que significa, es evidente y, francamente, patético, aunque perjudicial e insano, triste y esperable, por otra parte.

Todo lo que se pretende, pretende ZP, es modificar todo un sistema de valores que tiene, al menos, 2000 años, toda una forma de actuar basada en unos principios esenciales que, por básicos, no deberían tergiversarse por bien de la comunidad de personas que formamos España. Todo lo que se quiere es, desde ese “gobierno” (otra vez es un decir) es quitarnos la libertad, don primordial dado por Dios a su semejanza, para someternos a sus dicterios que, por eso mismo, son ajenos a nuestra voluntad y a lo que, ciertamente, tenemos que seguir.

Esto es, al menos, algo de lo que ZP nos quiere quitar. Otra cosa es que nosotros nos dejemos robar, hurtar, engañar y manipular, sea por el orden que sea. Para eso, para contrarrestar ese robo, ese hurto, ese engaño y esa manipulación, también estamos dotados de esa libertad citada supra y, claro, lo que hagamos con ella es cosa nuestra. Nuestra.”

Pues eso y mucho más, aumentado y requeteaumentado es lo que ha ido sucediendo a lo largo de los pasados ocho años porque, por ejemplo, la aprobación del gaymonio; el haber conseguido casi implantar la eutanasia y en orden a la libertad religiosa la ley que tenían pergeñada era, seguro, otro engendro manipulador. Y qué les voy a decir en lo referido al aborto, ahora “derecho” de matarifes legalizados.

Yo sé, sin embargo, que lo aquí escrito ha influenciado poco en los votantes a la hora de exigir sus responsabilidades porque, no nos engañemos, las cosas son como son, pero, en verdad, sigo manteniendo que a determinados individuos también les llega su momento de rendir cuentas ante los hombres porque ante Dios será cuando Dios quiera pero, a fe mía que seguro será.

Y no extrañe a nadie que haya traído aquí el nombre de Rodríguez Zapatero porque Pérez Rubalcaba ha sido sólo el mal final de un desastre vergonzoso. Tampoco se extrañe, por lo tanto, que el que esto escribe esté más que contento por el resultado electoral del pasado 20 de noviembre. Ahora bien, de este cerdo, muerto por su podredumbre interna, no come ni siquiera una morcilla. Al vertedero con él y que se acabe de descomponer.

¡Viva San Martín! ¡Ah! y también es bueno recordar otro refrán que viene al dedillo y que dice “Más vale tarde que nunca”. Y otro más: “Cada cual recoge lo que siembra”. Y así otros…

Eleuterio Fernández Guzmán