22.11.11

Darwin a juicio (7) – El hecho de la evolución

A las 12:20 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Existencia de Dios, Creación y Evolución, Libros
 

Comentario de: Phillip E. Johnson, Darwin on Trial, InterVarsity Press, Downers Grove – Illinois, 2010, 3rd edition; foreword by Michael Behe.

En el Capítulo 5 de este libro (titulado “El hecho de la evolución”) el autor critica los intentos darwinistas de hacer pasar parte de la teoría darwinista de la evolución como un hecho, fijando incorrectamente el límite entre hechos y teoría. De este modo se busca evitar la posibilidad de que el darwinismo fracase totalmente como hipótesis científica. Las objeciones científicas –dicen los darwinistas– se refieren sólo a la teoría, pero la evolución en sí misma sigue siendo un hecho. En este contexto, ellos generalmente consideran el término “evolución” como un sinónimo de la explicación básica dada por Darwin de las relaciones entre las especies. Al parecer piensan que esa explicación se deduce inevitablemente del hecho de esas relaciones. “La misma lógica inspira a los darwinistas de hoy cuando hacen caso omiso a los críticos que sostienen que un elemento u otro de la teoría es dudoso. “Di lo que quieras contra cualquier detalle”, responden. “De todos modos, nada en la biología tiene sentido excepto a la luz de la evolución”.” (p. 89).

Johnson critica detalladamente el influyente artículo “La evolución como hecho y como teoría” de S. J. Gould, que sigue la línea de razonamiento descrita más arriba. Gould se basa en una analogía entre la teoría de la gravitación de Newton y la teoría de la evolución de Darwin. La primera fue reemplazada por la teoría de la gravitación de Einstein sin que la gravitación dejara de ser un hecho. Análogamente, la teoría de la evolución de Darwin podría ser mejorada o sustituida por otra teoría sin que la evolución deje de ser un hecho. Esta analogía entre gravitación y evolución es falsa en dos niveles diferentes.

Comenta Johnson: “Observamos directamente que las manzanas caen cuando se las suelta, pero no observamos un ancestro común de los simios modernos y los humanos. Lo que sí observamos es que los simios y los humanos son física y bioquímicamente más semejantes entre sí que con los conejos, las serpientes o los árboles. El ancestro común simiesco es una hipótesis dentro de una teoría, que pretende explicar cómo surgieron estas semejanzas mayores y menores. La teoría es plausible, especialmente para un materialista filosófico, pero no obstante podría ser falsa.” (p. 90). Yo diría que, por más plausible que sea una teoría, no deja de ser una teoría; no se convierte por eso mismo en un hecho.

Pero hay un segundo nivel en el que la analogía en cuestión es mucho más peligrosa. En este nivel se considera como teoría a la selección natural de Darwin y como hecho, no meramente a la evolución, sino a la evolución materialista o naturalista, una evolución no planificada ni guiada por inteligencia alguna, sino impulsada por fuerzas naturales ciegas y aleatorias. Reclasificar esta teoría como un hecho sirve para protegerla de la refutación.

Gould ofrece tres pruebas del “hecho de la evolución”.

 

Primero, tenemos evidencia abundante, directa y observacional de la evolución en acción.” (p. 91). Johnson responde que todos (incluso los creacionistas) concuerdan en que existe evidencia de la microevolución. “El punto en discusión no es si la microevolución ocurre, sino si nos dice algo importante sobre los procesos responsables de crear a las aves, los insectos y los árboles… Sin embargo, en lugar de explicar cómo las variaciones de las polillas se relacionan con el tipo de evolución que realmente importa, él (Gould) cambia de tema y golpea a los creacionistas.” (p. 92).

Otros darwinistas, en vez de simplemente ignorar el problema de la relación entre la microevolución (evolución dentro de las fronteras de la especie) y la macroevolución (evolución de las especies mismas), apelan a una doctrina filosófica de uniformidad de las leyes de la ciencia. Pero esta doctrina no constituye ninguna prueba. La física moderna suministra un excelente contraejemplo: las mismas fuerzas no gobiernan los fenómenos en todos los niveles de magnitud. A nivel cósmico predomina absolutamente la fuerza de gravedad. Sin embargo, a nivel molecular predomina la fuerza eléctrica, y la fuerza de gravedad, aunque aún existe, es despreciable. Y a nivel de los núcleos atómicos cuentan sobre todo las fuerzas nucleares, despreciables en los otros dos niveles. Por esto, no hay ninguna prueba de que el mismo mecanismo de selección natural, que puede hacer cambiar las proporciones de polillas claras y oscuras en una población local, también puede transformar un pez en un anfibio.

El segundo argumento de Gould es que la imperfección de la naturaleza revela la evolución. Los darwinistas suelen depender pesadamente del tema “Dios no lo habría hecho así”. Podemos responder simplemente que este argumento no es científico, sino teológico; y que además, se trata de mala teología. Dios puede tener sus razones (inescrutables o no) para tolerar determinadas imperfecciones en sus diseños. Además, no siempre los ejemplos de imperfecciones citados por los darwinistas son verdaderas imperfecciones. A veces se trata de simples preferencias subjetivas; y otras veces podría tratarse de características cuya utilidad no se ha descubierto aún. En esta última dirección, entre otros ejemplos que podrían citarse, señalo el caso del apéndice, tradicionalmente considerado como un vestigio inútil de un órgano anterior atrofiado. Recientemente se descubrió que el apéndice cumple una función de cierta importancia.

La tercera prueba de Gould se refiere al registro fósil. “Gould concede que raramente se ha encontrado evidencia fósil de transformaciones macroevolutivas, pero insiste en que hay al menos dos instancias en la secuencia de los vertebrados donde tales transformaciones pueden ser confirmadas. Un ejemplo son los reptiles con apariencia de mamíferos… El otro son los homínidos.” (p. 98). Johnson considera esta evidencia fósil en el capítulo siguiente. Por mi parte, agrego que esta supuesta evidencia, en el mejor de los casos, probaría una evolución en sentido amplio, no la evolución darwinista (en ninguna de sus dos versiones aquí descritas, como “hecho” y como “teoría”). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes


Nota: Los textos citados han sido traducidos por mí.