1.12.11

Novena a la Inmaculada por José María Gorgojo ( y IV)

A las 4:58 AM, por Reme
Categorías : General

La Crucifixión (8º día)

De cien almas las cien

San Josemaría nos animaba en nuestro apostolado a llegar a todas las almas, a que ninguna quedase excluida de nuestra oración, de nuestro afecto, de nuestra ayuda y comprensión. Él ha inspirado esta poesía que compuse en Navidades del 2008, y de la que sois protagonistas Tú y Jesús.

Que sea una realidad que no quede ningún alma de las que pasen por Torreciudad sin vuestra ayuda. Y aunque en un primer viaje se haya quedado indiferente, dale la oportunidad de un segundo, o de los que hagan falta, para que se vaya de este querido Santuario, con la paz en el alma después de una buena confesión. Ayúdale a que traiga consigo el sacerdote que le entienda en su lenguaje, porque de momento en el Santuario los confesores son limitados, ¡ja, ja! Tú y Jesús, como entendéis todas las lenguas, no tenéis problemas para acoger el perdón si hace falta al regreso a su país, y con el sacerdote que actuará en nombre de tu Hijo, le devuelva la luz de la gracia.

 

Torreciudad es María,
la Virgen vino a morar,
esperó que Josemaría,
le pudiese ver e implorar;
y aquí quedarse con Ella,
por toda la eternidad.

Aquel niño no pensaba,
la que iba a organizar,
la ermita a el le llamaba,
a punto de agonizar.
Tres “ángeles” precedieron,
y dieron ese gran salto,
al niño se le encendieron,
los deseos de volar alto.
Al volver a esta colina,
con su corazón de maño,
a su Madre peregrina,
devolvió el amor de antaño.
En este noble Santuario,
su alegría fue forjar,
un grande “penitenciario",
y a todas almas salvar.
Al ver los confesionarios,
que intentaban construir,
con cuatro buenos armarios,
los pensaban concluir.
Pero en la mente del Santo,
las almas son mucho más,
viendo a su Madre en llanto,
puso, ¡diez veces más!
¿Quien vendrá a este paraje?,
preguntaba un lugareño,
todo aquel que se abaje,
y vea en Ella su dueño.
Que le quita las cadenas,
le pone un vestido nuevo,
sangre buena en sus venas,
con Ella, ¡remonta el vuelo!
Caras de todos colores,
peregrinan a visitar,
cantando bellos loores,
y sus pecados dejar.
Al bajar a la llanura,
y el corazón remozado,
la huerta verde ternura,
de campo bien desbrozado.
Esta Ciudad es la meta,
para forjar ilusiones,
poder alcanzar la veta,
y moderar las pasiones.
La Virgen logra influir,
en todos los visitantes,
y su corazón fundir,
y darles el Cielo antes.
Madre e Hijo consiguen,
viendo las almas caídas,
que rezando primero a Ella,
y mirando luego a Él;
queden todas redimidas,
¡de cien almas, las cien!.

Pedir por los pecadores

Quisiera que todos mis amigos repitiesen a diario la oración que tu nos enseñaste en Fátima: “oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, presérvanos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de tu misericordia”.

Viendo a Jesús clavado en la Cruz, es natural que el dolor del pecado nos mueva a quitarlo de nuestras vidas y de todos los hombres. Si Dios nos ha dicho que nos perdona siempre, “hasta setenta veces siete”, es decir, ¡siempre!, ¿cómo no vamos a poner toda la carne en el asador para que no ceje nuestra oración por esta intención que Cristo mismo nos dice?: “he venido al Mundo para que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.

Consigue de Tu Hijo que sus palabras tengan eficacia universal. En el Avemaría te repetimos cada día, decenas de veces, ¡“Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”!. No puedes dejar de escucharnos a quienes rezamos la magnífica oración del Santo Rosario. Estamos rezando no sólo por nosotros, sino por todos los pecadores del mundo entero de todos los tiempos.

¡Escúchanos para que cada día sean menos las ofensas a la Trinidad!, y ojala llegue un momento en que podamos decir, que todos tus hijos pedimos perdón a Dios a través del sacramento de la confesión.

Con la mirada en el Cielo

Quiero con esta poesía anónima que tantas veces me ha ayudado a hacer oración, y que se la recito a Cristo vivo en la Cruz, en la Capilla del Santísimo, cada vez que entro a saludarle, que ahora me ayudes Tú a darle de verdad contenido en mi vida:

“No me mueve, mi Dios, para quererte
el Cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno, tan temido,
para dejar por eso de ofenderte.
Tu me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en esa Cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu Cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu Amor, y en tal manera
que aunque no hubiera Cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar por que te quiera
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera”.

Madre, consigue que mi amor por Jesús sea como el tuyo: grande, apasionado, sin propósitos, como el de una madre. La Cruz está en el centro del retablo, está como soportando el óculo. Los cuatro ángeles que adoran a Jesús sacramentado, indican que el camino para llegar a la gloria del Cielo es pasando por la Cruz.

Quiero hacer de San Juan para recibirte como Madre en mi casa, y no dejarte ya nunca más. Si te parece nos llevamos con nosotros a los soldados que contemplan a Jesús, y les explicamos que la Redención se ha realizado en sus vidas gracias a tu Hijo que acaban de traspasar y que ya les ha perdonado, porque no han tenido ninguna culpa. ¡Enséñanos, de una vez por todas, a conocer a tu Hijo Jesús!
Seguro que las santas mujeres nos ayudarán también, con su valentía, a no huir nunca de la Cruz, porque contemplando a Cristo la mirada queda prendada en el Cielo.

Quien mira a Jesús en la Cruz no puede dejar de conmoverse y formular propósitos de mejora, de rectificación. Cura nuestra ceguera y miopía para que con la vista limpia y transparente podamos pedir como Cristo en la Cruz, una vez purificados nuestros pecados: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

El Camarín “Tu casita”(9º día)

Hoy te dije que te tocaba hablar a ti, y por eso no he pensado ningún epígrafe para que sirva de pauta a mi oración, porque tienes Tú la palabra. Te quiero declamar mi poesía de “vale la pena ser niño” antes de cederte la palabra:

Niño que quiere crecer,
escrito en su frontispicio,
virtudes para mecer,
estando en el Paraíso.
Su cumbre más bien bajita,
sin grandes inclinaciones,
su espíritu nunca se agita,
no padece tentaciones.
El reloj nunca lo mira,
de tiempo tampoco entiende,
no sabe lo que es la ira,
su pequeñez lo defiende.

Sin grandes disquisiciones,
los días pasan volando,
y todas las aflicciones,
se las olvida cantando.
Al niño siempre le agarra,
la mano fuerte del Padre,
y si llora y se desgarra,
rápido lo cura la Madre.
Dios juega al escondite,
deja escuchar su eco,
que el corazón palpite,
el Mundo, su recoveco.
Nadie le infunde terrores,
imagina lo que es cierto,
sueño para los mayores,
descanso de los pequeños.
Tropezar y caer de bruces,
levantarse y seguir corriendo,
estas pequeñas cruces,
las acomete riendo.
Los hombres piden amor,
el niño quiere la luna,
la criatura con su candor,
escribe sin tinta y pluma.
No conoce si es solfeo,
ni sabe de melodía,
pero descubre a voleo,
lo referente a María.
En el alma ninguna herida,
en el cuerpo un sopetón,
su pobre mente aterida,
la calienta su corazón.
Son de arcilla sus pies,
reflejo pobre su sombra,
después de cada traspiés,
él , ¡nunca se asombra!
En sus actos fragilidad,
en sus pisadas zozobra,
pero ganando en docilidad,
todo lo demás le sobra.
En ese estado inicial,
todo rebosa cariño,
esa es la meta final,
¡vale la pena ser niño!

Y ahora, Madre mía, como tienes la palabra, ¿Qué les puedo decir de tu parte a mis amigos?:

“¡Que les quiero mucho! Que se me cae la baba con todos y cada uno de mis hijos.
Estoy siempre presente en vuestras batallas. El tapiz de vuestras vidas lo veo desde el lado justo; vosotros todavía no entendéis el por qué de tantos nudos y puntadas que os desconciertan, porque producen dolor, hambre, miseria, llanto.

También hay días con menos borrascas, porque aunque la vida está llena de claroscuros, la verdadera Cruz la ha llevado Cristo. A mi hubo cosas de la vida de Jesús que las entendí mucho tiempo después, y otras sólo en el Cielo. Es lo que os pasará a vosotros cuando veáis la belleza del tapiz que habéis confeccionado en la tierra con vuestras luchas, pero tenéis que esperar a verlo desde el lado bonito, y esto sólo se aprecia desde la beatitud del Cielo.

Estad tranquilos que no os fallaré en el último momento. Hago como las madres de la tierra, que quiero a todos los hijos por igual, pero me vuelco con el más necesitado para que ninguno se quede perdido en el camino.
Os repito y digo lo que en todas las apariciones he señalado: ¡Que tenéis que rezar más! Que la oración es arma poderosa para remover los obstáculos del pecado y vivir llenos de Amor.

Estoy en cuerpo y alma en el Cielo, pero mi corazón y cariño de madre está en la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de mi Hijo. Gozo con la Iglesia Triunfante; me uno a la purificación de la Iglesia Purgante; no dejo de pedir por la Iglesia Militante.

A Dios le estoy continuamente diciendo que todos mis hijos son estupendos y maravillosos, porque os ha creado Él, que sabe muy bien que cada uno es un “geniecillo”, y premio nóbel con sus talentos.

Veo que os esforzáis. Me llena de alegría recibir a diario las alabanzas y súplicas de niños, ancianos, madres de familia, hombres barbados, adolescentes, enfermos, deportistas, moribundos, laicos y clérigos.

No dejéis de rezar a diario el Santo Rosario. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo se gozan cuando de vuestras voces escuchan la alabanza hacia sus Personas, aunque muchas veces estáis distraídos. Rezad esta oración acompañando a los más necesitados. Me da alegría ver que el Rosario lo rezan en todos los lugares y a todas las horas hay hijos míos desgranando las Avemarías: en la cárcel, desde alta mar, viajando en taxi, pedaleando en bicicleta, dentro del coche, en un avión, caminando, en una iglesia, en la montaña, en un autobús, en el tren, en helicóptero, hasta desde una cápsula espacial, y en las profundidades del mar en el interior de un submarino.

Lo han rezado en guerras pidiendo los dos frentes por la salvación de los combatientes. Lo recitan en todas las lenguas posibles de los cinco continentes. No hay ningún idioma que no entienda, y me conmueve escucharlo en los países en los que todavía son pocos católicos, y me conmueve de modo especial escucharlo en mi lengua hebrea, que aprendí de pequeña en la tierra, y en la que hablaba con Jesús.

Quiero que no dejéis nunca de acudir a mí, de modo especial cuando las tentaciones sean más fuertes. ¡El diablo no tiene nada que hacer, os lo aseguro!

Tenéis también a un gran amigo en el Cielo que está continuamente mandándome piropos, y pidiendo por vosotros: ¡San Josemaría! El arquitecto ha hecho muy bien colocándolo a mi derecha, porque cuando veáis su estatua os recordará, que así os quiero yo, continuamente en mi presencia, ¡día y noche!

No dejéis sólo al Santo Padre, acompañadle con vuestro cariño y oración. Es muy bueno y santo, pero necesita como mi Hijo Jesús en el huerto de los olivos, de vuestra compañía, aunque a veces os durmáis, pero estad siempre a su lado.

Pedid por la santidad de los sacerdotes y del clero en todo el Mundo. Apoyad con vuestra oración a los religiosos y religiosas.

Cuidadme la familia. Quereos de verdad padres e hijos. Perdonaos siempre. Los abuelos, padres e hijos tenéis que formar una piña. Imitad a la Sagrada Familia, y pedidle a José que os proteja como lo hizo conmigo y Jesús. ¡Es muy bueno!

Ya seguiremos hablando a lo largo del año. Con lo que os he sugerido podéis empezar a dar pasos para que la Navidad llegue a todas vuestras familias con la bendición de Jesús, José y la mía.”

Despedida

Sabía que se me iban a hacer muy cortos los nueve días. Me ocurre lo mismo todos los años, pero esta novena: ¡se me ha pasado volando!. La sensación es la de haber estado muy a gusto a tu lado, y la de haber avanzado un pasito más en el cariño que te tengo. ¡Muchas gracias, Madre mía, y un beso muy fuerte! Si me permites, no me marcho, y me quedo ya aquí para siempre como San Josemaría, pero yo, como soy muy pequeño, me escondo detrás de ti en el Camarín ¿vale?