9.12.11

Escatología y Apologética (5)

A las 10:37 AM, por Daniel Iglesias
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5. Crítica de las desviaciones heterodoxas con respecto a la escatología católica

Históricamente, las principales desviaciones doctrinales en la escatología cristiana fueron las siguientes:

• El platonismo negó la resurrección.
• El origenismo enseñó la apocatástasis, el infierno medicinal, la preexistencia de las almas y la reencarnación.
• La reforma protestante negó la existencia del purgatorio y las indulgencias. La constitución Benedictus Deus del Papa Benedicto XII (en 1336) había definido el dogma de la retribución inmediata: visión beatífica, purgatorio o penas infernales. El Concilio de Trento supuso que la existencia del purgatorio es una doctrina de fe definida.
• Algunos protestantes del siglo XX enseñaron la doctrina de la muerte total y la recreación. (12)

En la última parte de esta ponencia haré una breve referencia a tres tendencias erróneas en materia de escatología dentro de la teología católica contemporánea.

El primero de esos errores se refiere a la escatología colectiva, o sea la parte de la teología que trata acerca de la Parusía, el fin de los tiempos, el juicio final, la resurrección de los muertos, los cielos nuevos y la tierra nueva.

Creemos que todo será recapitulado en Cristo (13). La fe católica sobre la relación del mundo presente con el mundo futuro integra dos aspectos complementarios: por una parte, el mundo futuro surgirá a partir de una transformación del mundo presente; por otra parte, el mundo futuro será un mundo renovado, fruto de la acción transfiguradora de Dios. La tensión entre estos dos aspectos complementarios de nuestra fe ha dado lugar a dos corrientes de pensamiento en la escatología católica, corrientes que suelen designarse como encarnacionismo y escatologismo. El encarnacionismo subraya más la continuidad entre el mundo presente y el mundo futuro, mientras que el escatologismo subraya más la discontinuidad entre ambos mundos. Estas dos corrientes se dan tanto en formas moderadas, que permanecen dentro de la ortodoxia, como en formas radicales, heterodoxas. Hoy en día el encarnacionismo radical es más común que el escatologismo radical.

Opino que Pierre Teilhard de Chardin es el principal exponente del encarnacionismo radical. Aunque no es fácil dar un juicio definitivo sobre su pensamiento, debido a la oscuridad y ambigüedad de su forma de expresión, pienso que es justo decir que en Teilhard se puede apreciar una escatología de sabor naturalista e incluso panteísta. Casi podría decirse que, según Teilhard, la evolución cósmica, biológica y antropológica, converge finalmente en Cristo, el Punto Omega de la evolución, por su propia fuerza intrínseca. En cambio, según la Divina Revelación, la Jerusalén celestial desciende de lo alto, como un don de Dios (cf. Apocalipsis 21,2). (14)

El segundo error que mencionaré se refiere a la escatología intermedia, o sea la parte de la teología que trata acerca del período entre el juicio particular y el juicio final. En ese período existen las almas separadas y el purgatorio. Los que mueren en la gracia de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios. En virtud de la “comunión de los santos”, la Iglesia encomienda los difuntos a la misericordia de Dios y ofrece sufragios en su favor, en particular el santo sacrificio eucarístico.

El error en cuestión es la doctrina de la resurrección en la muerte, impulsada principalmente por Karl Rahner (15). Esta doctrina, que no parece dejar lugar para la fe católica en el Purgatorio, fue rechazada por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en la carta Recentiores, de 1979 (16). Este error es una de las principales consecuencias de la corriente de pensamiento que ha dado en llamarse “deshelenización” o “desplatonización” del cristianismo. Esa corriente considera erróneamente que la antropología unitaria de la Biblia es incompatible con la antropología hilemorfista de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, a la que acusa falsamente de “dualismo”, equiparándola con la muy diferente antropología platónica. Por esa razón, la misma corriente sostiene erróneamente que la doctrina bíblica sobre la resurrección de los muertos es incompatible con la doctrina “griega” de la inmortalidad del alma.

El tercer y último error que señalaré se refiere a la escatología individual, o sea la parte de la teología que trata acerca de la muerte, el juicio particular, el infierno, el purgatorio y la gloria del cielo.

El error en cuestión es la negación de la existencia del Infierno, negación que hoy en día se ha difundido mucho, en una especie de rebrote de la apocatástasis origenista. (17)

Siguiendo las enseñanzas de Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la “triste y lamentable realidad de la muerte eterna”, llamada también “Infierno". La pena principal del Infierno consiste en la separación eterna de Dios, en quien solamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira. La Iglesia ruega para que nadie se pierda: “Jamás permitas, Señor, que me separe de ti.” Si bien nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1 Timoteo 2,4) y que para Él “todo es posible” (Mateo 19,26). (Fin).

Daniel Iglesias Grèzes

Buenos Aires, 2 de diciembre de 2011.
XIV Encuentro de Formación Católica.


Notas

12) Lo dicho hasta aquí en el numeral 5 está basado en: Justo Collantes, La Fe de la Iglesia Católica. Las ideas y los hombres en los documentos doctrinales del Magisterio, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1986, Capítulo X. Las realidades últimas, pp. 804-844.

13) Cf. 1 Corintios 15,16-28; Concilio Vaticano II, constitución dogmática Lumen Gentium, n. 51b.

14) Véase, por ejemplo, este texto de Teilhard:

… imagino que nuestra Noosfera está destinada a cerrarse aislada en sí misma, y que debe ser sobre una dirección no espacial, sino psíquica, por donde ha de hallar, sin necesidad de abandonar ni de desbordar la Tierra, la línea de su evasión.

Es aquí ahora en donde reaparece de una manera perfectamente natural la noción de cambio de estado.

La Noogénesis va ascendiendo de una manera constante en nosotros y a través de nosotros. Hemos reconocido ya las características principales de este movimiento: acercamiento de los granos de Pensamiento, síntesis de individuos y síntesis de naciones o de razas, necesidad de un Foco personal autónomo y supremo para coaligar, sin deformarlas, dentro de una atmósfera de simpatía activa, las personalidades elementales. Todo ello, de nuevo, bajo el combinado efecto de las curvaturas: la esfericidad de la Tierra y la convergencia cósmica del Espíritu, de acuerdo con la Ley de Complejidad y Consciencia.

Pues bien: una vez que, gracias a la aglomeración suficiente de un número también suficiente de elementos, este movimiento de naturaleza esencialmente convergente, haya alcanzado una tal intensidad y una tal cualidad para unificarse aún más, la Humanidad, considerada en su conjunto, deberá, tal como había sucedido ya en las fuerzas individuales del instinto, reflejarse a su vez “puntualmente” sobre sí misma (es decir, en este caso, abandonar su soporte órgano-planetario para excentrarse hacia el Centro trascendental de su concentración creciente), y entonces llegará para el Espíritu de la Tierra el fin y la coronación.

(Pierre Teilhard de Chardin, El fenómeno humano, Ediciones Orbis S.A., Historia del pensamiento 14, Barcelona 1984, pp. 289-290).

Para una buena síntesis del pensamiento de Teilhard, véase la Gran Enciclopedia Rialp, voz “Teilhard de Chardin, Pierre”, en: http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=3102&cat=biografiasuelta

El Magisterio de la Iglesia rechazó sustancialmente la obra de Teilhard en los siguientes documentos: Sagrada Congregación del Santo Oficio, Advertencia acerca de los escritos del Padre Teilhard de Chardin, 30/06/1962; Comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede (publicado en la edición inglesa de L´Osservatore Romano del 20/07/1981). Ambos documentos pueden ser consultados en http://www.ewtn.com/library/CURIA/CDFTEILH.HTM.

15) La enorme producción teológica de Karl Rahner incluye muchos escritos acerca de la escatología. Para obtener una visión sintética de la escatología de Rahner, véase: Karl Rahner, Curso fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo, Editorial Herder, Barcelona 1979, Grado noveno: La escatología, pp. 495-513. Allí la tesis de la resurrección en la muerte está presente de un modo implícito y matizado (¿o disimulado?). Varios discípulos de Rahner (entre ellos Leonardo Boff) propusieron la misma tesis de un modo más radical.

16) “Esta Congregación, que tiene la responsabilidad de promover y de salvaguardar la doctrina de la fe, se propone recoger aquí lo que, en nombre de Cristo, enseña la Iglesia, especialmente sobre lo que acaece entre la muerte del cristiano y la resurrección universal.

1) La Iglesia cree (cfr. el Credo) en la resurrección de los muertos.
2) La Iglesia entiende que la resurrección se refiere a todo el hombre: para los elegidos no es sino la extensión de la misma Resurrección de Cristo a los hombres.
3) La Iglesia afirma la supervivencia y la subsistencia, después de la muerte, de un elemento espiritual que está dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el mismo «yo» humano. Para designar este elemento, la Iglesia emplea la palabra «alma», consagrada por el uso de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Aunque ella no ignora que este término tiene en la Biblia diversas acepciones, opina, sin embargo, que no se da razón alguna válida para rechazarlo, y considera al mismo tiempo que un término verbal es absolutamente indispensable para sostener la fe de los cristianos.
4) La Iglesia excluye toda forma de pensamiento o de expresión que haga absurda e ininteligible su oración, sus ritos fúnebres, su culto a los muertos; realidades que constituyen substancialmente verdaderos lugares teológicos.
5) La Iglesia, en conformidad con la Sagrada Escritura, espera «la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor» (Dei Verbum I, 4) considerada, por lo demás, como distinta y aplazada con respecto a la condición de los hombres inmediatamente después de la muerte.
6) La Iglesia, en su enseñanza sobre la condición del hombre después de la muerte, excluye toda explicación que quite sentido a la Asunción de la Virgen María en lo que tiene de único, o sea, el hecho de que la glorificación corpórea de la Virgen es la anticipación de la glorificación reservada a todos los elegidos.
7) La Iglesia, en una línea de fidelidad al Nuevo Testamento y a la Tradición, cree en la felicidad de los justos que estarán un día con Cristo. Ella cree en el castigo eterno que espera al pecador, que será privado de la visión de Dios, y en la repercusión de esta pena en todo su ser. Cree, por último, para los elegidos, en una eventual purificación, previa a la visión divina; del todo diversa, sin embargo, del castigo de los condenados. Esto es lo que entiende la Iglesia, cuando habla del infierno y del purgatorio.”

(Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta Recentiores sobre algunas cuestiones referentes a la escatología, 17/05/1979).

17) La existencia y la eternidad del infierno es un dogma de la fe católica. La doctrina de la apocatástasis niega la eternidad de las penas infernales para los hombres pecadores y para los demonios y postula la salvación definitiva de todos los seres racionales. Esa doctrina fue rechazada por todos los Padres de la Iglesia, salvo Orígenes y San Gregorio de Nisa. Además fue rechazada por el Magisterio de la Iglesia en numerosas oportunidades: en el Sínodo provincial de Constantinopla (del año 543), en el símbolo Quicumque, en el credo Firmiter del Concilio Ecuménico de Letrán IV (de 1215), en la constitución Benedictus Deus del Papa Benedicto XVI (de 1336), en el Credo del Pueblo de Dios del Papa Pablo VI (de 1968), etc.

En el siglo XX, quien más influyó para replantear la cuestión de la apocatástasis dentro de la teología católica fue Hans Urs von Balthasar. Von Balthasar niega explícita y reiteradamente que él esté proponiendo la teoría de la apocatástasis. Sin embargo, es tan categórico al negar que nosotros sabemos que hay o habrá seres humanos eternamente condenados, y tan enérgico en su defensa de una esperanza de la salvación de todos, que parece decir que, de hecho, nadie se condenará eternamente. Su tesis puede expresarse así: aunque la condenación eterna sea una posibilidad real, podemos esperar que todos se salven, y es muy improbable que alguien se condene. Von Balthasar repite a menudo que no es posible alcanzar la certeza en esta materia, pero parece afirmar que en la práctica podemos considerar que de hecho no hay condenados. Es casi innecesario agregar que la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y el Magisterio de la Iglesia se oponen masivamente a esta tesis de von Balthasar.