13.12.11

Así se desprecia el regalo de la Santa Misa

A las 1:18 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Vivir la Eucaristía
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Santa Misa

Hay formas de actuar que a uno le ponen especialmente triste porque muestran una forma de actuar que se compadece poco con una fe que se dice tener. Son, además, comportamientos muy alejados de la comprensión que se ha de tener de uno de los regalos más importantes que nos hizo Jesucristo y que no es otro que la Santa Misa.

El caso que hoy traigo a InfoCatólica a mí me gustaría que no fuera muy común en nuestras iglesias. Sin embargo, a lo mejor alguna persona sostiene lo contrario.

Hace apenas unos días me encontraba en la Casa de Dios gozando de la Santa Misa y, como suele suceder (por desgracia) muchas personas entran a la misma después de que haya dado comienzo la celebración. Hay que decir que en casi todos los casos apenas han pasado unos minutos y, aunque se eche de menos un poco, bastante, más de respeto a la Eucaristía, se puede atribuir a un simple retraso no exento de falta de concienciación al respecto de lo que supone un momento tan especial como es el del Sacramento aquí traído (¡Ay! aquel “sine dominico non possumus” de antaño).

Sin embargo, el día citado hubo una persona que sobrepasó toda consideración caritativa de entendimiento hacia el comportamiento que debe, un católico, mostrar con la Santa Misa. La citada persona no sólo llegó después de la proclamación del Credo sino que, ni corta ni perezosa, se marchó de la Casa de Dios antes de que el sacerdote diera la bendición y dijera, aún sin decirlo, aquel Ite Misa est que viene a suponer, en realidad, la misión que a cada católico se nos ofrece a cumplir tras la celebración de la Santa Misa y que no otra que la de transmitir el Evangelio allá donde estemos.

Según San Francisco de Sales, esto es lo que se tiene, digamos, que hacer para gozar de la Santa Misa.

“Desde el principio has que el sacerdote sube al altar prepárate juntamente con él, lo cual harás poniéndote en la presencia de Dios, reconociendo tu indignidad y pidiéndole perdón de tus defectos.

Desde que el sacerdote suba al altar hasta el Evangelio, considera sencillamente y en general la venida de nuestro Señor al mundo y su vida en él.

Desde el Evangelio, hasta concluido el Credo, considera la predicación del Salvador, protesta que quieres vivir y morir en la fe y obediencia a su santa palabra y en la unión de la Santa Iglesia Católica.”

Por lo tanto, aquella persona y, en general, quien así actúe, que haya entrado en la Casa de Dios tras la proclamación del Credo no se ha preparado con el sacerdote como si estuviera en la presencia de Dios, no ha tenido en cuenta lo que supuso la venida de Cristo al mundo o, por último, no ha tenido para nada en cuenta los textos de las Sagradas Escrituras leídos porque, sencillamente, allí no ha estado presente.

Conviene, para que nadie se lleve a engaño, saber (seguro que casi todas las personas católicas lo saben) que el número 2042 del Catecismo de la Iglesia Católica recoge, como el primero de los cinco mandamientos de la Iglesia el que dice que hay que “oír misa entera los domingos y demás fiestas de precepto” porque es considerado como importante que el Sacramento del que nace, seguramente, toda la vida espiritual del católico, se tenga en cuenta, en la vida ordinaria, como importante y vital.

Pero es que, si como digo, también ha marchado antes de ser formalmente enviada (aunque se entienda tal envío de forma tácita) la tal persona a hacer lo que se supone que siente en su corazón y que no es otra cosa que fe y creer en Dios Misericordioso, en su Hijo Jesucristo y en su Espíritu Santo, difícilmente se puede comprender qué labor evangelizadora hará, no ya con otras personas sino ni siquiera consigo misma pues lo primero que se debe hacer, antes de dar a los demás es tener de lo que dar. Y eso, en materia de fe, no puede ser de otra forma.

En fin… podríamos preguntar lo siguiente:

¿Qué es para tal persona la Santa Misa?

¿Qué valor da tal persona a la Santa Misa?

¿Qué importancia le da al sacrificio de Cristo?

En fin… ¿es tal forma de vivir la Santa Misa una que lo sea válida espiritualmente hablando?

Y todo esto no hace más que poner el dedo en la llaga de la poca comprensión que se puede llegar a tener hacia el sacrificio de Cristo y hacia lo que supone para nosotros, hermanos suyos que, como hijos de Dios, sólo podemos amar una forma de ser como la de quien, por sus amigos, dio hasta la vida.

Es posible que alguien pueda decir que es suficiente con estar presente desde que se produce el ofertorio hasta la comunión del sacerdote o, lo que es lo mismo, en la llamada “parte sacrificial”. Sin embargo, resulta difícil creer que alguien que haya estado ausente en todo lo anterior y, luego, ponga tierra de por medio antes de que se le dé la bendición, pueda creer, en conciencia, que ha hecho bien las cosas. Y si, de verdad, así lo tiene por bueno y benéfico para su alma… Dios tenga compasión de un alma a la que le falta alimento espiritual y se conforma con no gozar con todo el que se le ofrece.

Y para mí eso es despreciar, mucho, el regalo de la Santa Misa.

Por cierto, la imagen aquí traída refleja un instante del momento en el que Jesucristo instaura la Santa Misa y esto sucedió unas horas antes de que entregara su vida por toda la humanidad. ¿No vale eso unos minutos de tiempo?

Eleuterio Fernández Guzmán