7.01.12

La caja negra de Darwin (2)

A las 3:42 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Existencia de Dios, Creación y Evolución, Libros
 

Comentario de: Michael J. Behe, Darwin’s black box: the biochemical challenge to evolution, Free Press, New York 2006; 10th anniversary edition, with a new afterword.

Darwin desconocía cuál era el mecanismo que generaba las variantes biológicas. El neodarwinismo identificó ese mecanismo con las mutaciones genéticas aleatorias. Fieles al darwinismo ortodoxo, los neodarwinistas defienden una visión de la evolución producida por una enorme sucesión de micromutaciones, cada una de las cuales produce un pequeño cambio por vez.

Al comienzo del Capítulo 2 (“Tuercas y tornillos”) Behe presenta sintéticamente las principales críticas científicas al darwinismo. Durante más de un siglo, siempre ha habido científicos bien informados y respetados que han encontrado inadecuado al darwinismo. En 1871, St. George Mivart resumió sus críticas al darwinismo de la siguiente manera, sorprendentemente actual: “Que la “selección natural” es incompetente para dar cuenta de las etapas incipientes de estructuras útiles. Que no armoniza con la coexistencia de estructuras muy similares de orígenes diversos. Que hay razones para pensar que las diferencias específicas podrían desarrollarse súbitamente en vez de gradualmente. Que la opinión de que las especies tienen límites definidos, aunque muy diferentes, a su variabilidad es aún sostenible. Que ciertas formas fósiles de transición, que se habría esperado que estuvieran presentes, están ausentes… Que hay muchos fenómenos notables en las formas orgánicas sobre los cuales la “selección natural” no arroja ninguna luz.” (p. 30).

A lo largo de los años los matemáticos se han quejado de que los números del darwinismo simplemente no cuadran. En 1967 el matemático M. P. Schützenberger sostuvo lo siguiente: “Hay una brecha considerable en la teoría neodarwinista de la evolución, y creemos que esta brecha es de tal naturaleza que no puede ser salvada con la actual concepción de la biología.” (p. 29).

En 1992 el profesor de biología Jerry Coyne, de la Universidad de Chicago, dio este veredicto inesperado: “Concluimos… que hay poca evidencia de la visión neodarwinista: sus fundamentos teóricos y la evidencia experimental que la apoyan son débiles.” (p. 29).

En opinión de Lynn Margulis, proponente de la teoría de la endosimbiosis (mecanismo no darwinista que habría originado las células eucariotas a partir de células procariotas), la historia en última instancia juzgará al neodarwinismo como “una secta religiosa menor del siglo XX dentro de la extensa creencia religiosa de la biología anglosajona” (p. 26).

A continuación Behe repasa dos discusiones entre el darwinista Richard Dawkins (autor de “El relojero ciego”) y Francis Hitching, autor de “El cuello de la jirafa”, libro que expone muchas ideas de los llamados “creacionistas”: la primera discusión trata sobre el escarabajo bombardero y la segunda sobre el ojo humano. Behe sostiene que los argumentos de Hitching están mal planteados y que los argumentos de Dawkins no son concluyentes, porque eluden los detalles bioquímicos de su tesis.

En la parte final del Capítulo 2 Behe aborda el tema de la complejidad irreducible y la naturaleza de las mutaciones.

El gradualismo es un componente absolutamente esencial de la teoría darwinista de la evolución. Charles Darwin escribió: “Si pudiera demostrarse que existió cualquier órgano complejo que no podría haber sido formado por medio de modificaciones numerosas, sucesivas y leves, mi teoría sería absolutamente destruida” (p. 39). Los críticos de Darwin sospechan que su criterio de fracaso se ha cumplido. ¿Pero cómo podemos estar seguros de esto? ¿Qué tipo de sistema biológico no podría ser formado por medio de “modificaciones numerosas, sucesivas y leves”? Behe responde: “Para empezar, un sistema que es irreduciblemente complejo” (p. 39).

Enseguida Behe propone su ya célebre definición de la complejidad irreducible: “Por irreduciblemente complejo me refiero a un solo sistema compuesto de varias partes bien coordinadas que interactúan entre sí, contribuyendo a la función básica, en donde la eliminación de una cualquiera de las partes hace que el sistema efectivamente cese de funcionar. Un sistema irreduciblemente complejo no puede ser producido directamente… por modificaciones leves y sucesivas de un sistema precursor, porque cualquier precursor… que carece de una parte es por definición no-funcional. Un sistema biológico irreduciblemente complejo, si existe tal cosa, sería un desafío poderoso a la evolución darwinista.” (p. 39).

Hay sólo tres formas en que el darwinismo podría resolver el problema del origen de un sistema irreduciblemente complejo, pero las tres son muy poco creíbles: 1) que el sistema surja por una vía directa y gradual, pero sin cumplir su función hasta alcanzar el grado de complejidad irreducible; 2) que el sistema se forme por una vía indirecta; 3) que el sistema surja entero, como una unidad integrada, de un solo golpe.

La primera solución es altamente improbable porque la selección natural, que asegura la supervivencia de las variantes biológicas más aptas, sólo puede favorecer a los sistemas que cumplan una función útil. Pero nuestro sistema, antes de alcanzar el grado de complejidad irreducible, no cumple ninguna función, por lo que la selección natural debería descartar las variantes dotadas de las versiones incompletas del sistema.

La probabilidad de la segunda solución cae precipitadamente a medida que aumenta la complejidad de los sistemas considerados. En esta perspectiva, las vías indirectas de formación de los sistemas con complejidad irreducible deberían volverse cada vez más tortuosas, hasta un grado inimaginable.

La tercera solución no es estrictamente darwinista porque implicaría renunciar al postulado del gradualismo, absolutamente central para Darwin y los darwinistas ortodoxos. Dawkins lo explica así: la evolución “debe ser gradual cuando está siendo usada para explicar la venida a la existencia de objetos complicados y aparentemente diseñados, como los ojos. Porque si no es gradual en estos casos, ella deja de tener todo poder explicativo. Sin gradualidad en esos casos, estamos de vuelta en el milagro, lo cual es simplemente un sinónimo de la total ausencia de explicación.” (p. 40). (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Nota: Las citas han sido traducidas por mí.