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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 11 de enero de 2012

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Santa Sede

Transformad vuestra cruz en sacrificio libre y responsable, invitó el papa

MIRANDO A ORIENTE

Filipinas: millones de católicos en la procesión del Nazareno Negro

Mundo

Hacia un nuevo modelo económico, solidario y responsable

Una exposición revela parte de los archivos secretos vaticanos

El Evangelio en tiempos de 'Facebook'

Nace la fundación Familia y Educación

Documentación

El papa comentó la oración de Jesús en la Última Cena


Santa Sede


Transformad vuestra cruz en sacrificio libre y responsable, invitó el papa
Audiencia general en el Aula Pablo VI del Vaticano
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 enero 2012 (ZENIT.org).- La audiencia general de este miércoles 11 de enero tuvo lugar a las 10,30 de la mañana en el Aula Pablo VI, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de fieles y peregrinos provenientes de Italia y del mundo. En el discurso en italiano, retomando el ciclo de cetquesis sobre la oración, el papa centró su meditación en la oración de Jesús en la Última Cena (Mt 26,26-28).

Tras resumir su catequesis en varias lenguas, Benedicto XVI saludó especialmente a algunos grupos de fieles presentes. A audiencia general concluyó con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica. Ofrecemos a los lectores la traducción al español de la catequesis del papa.

El papa se detuvo hoy a hacer una reflexión sobre la oración de Jesús, presentada en los Evangelios, en la Última Cena, con la perspectiva de la muerte, que siente ya cerca.

“¿Cuál es el meollo de esta cena?”, se preguntó Benedicto XVI. “Lo son aquellos gestos de la fracción del pan --respondió--, de distribuirlo a los suyos y de compartir el cáliz del vino con las palabras que los acompañan, y en el contexto de la oración en la que se insertan: es la institución de la Eucaristía, es la gran oración de Jesús y de la Iglesia”.

Pero invitó a los presentes a ver más de cerca este momento. “Es la gran oración de acción de gracias y bendición de la tradición de Israel, que marcaba el inicio de las grandes fiestas”. “Esta oración de alabanza y acción de gracias que se eleva a Dios, vuelve como una bendición, que viene de Dios sobre el don y lo enriquece. Dar gracias, alabar a Dios se vuelve así una bendición y la ofrenda dada a Dios retorna al hombre bendecida por el Todopoderoso. Las palabras de la institución de la Eucaristía se sitúan en este contexto de oración”, explicó el papa.

Siguió el pontífice explicando la institución en la Eucaristía en este contexto de oración: “Con el don del pan y del vino que ofrece en la Última Cena, Jesús anticipa su muerte y resurrección realizando aquello que había dicho en el discurso del Buen Pastor”, “por lo tanto Él ofrece de antemano la vida que le será quitada y de este modo transforma su muerte violenta en un acto libre de donación de sí para los demás y a los demás. La violencia se convierte en un sacrificio activo, libre y redentor”.

Se detuvo a considerar que el evangelista Lucas ha conservado un valioso elemento adicional de los acontecimientos de la Última Cena, “que nos permite ver la profundidad conmovedora de la oración de Jesús por los suyos aquella noche, la atención por cada uno”. “La oración de Jesús cuando se acerca la prueba también para sus discípulos, los sostiene en su debilidad, en sus esfuerzos por comprender que el camino de Dios pasa a través del Misterio pascual de la muerte y resurrección, anticipado en la ofrenda del pan y del vino. La Eucaristía es el alimento de los peregrinos que se convierte en fuerza también para el que está cansado, agotado y desorientado”.

“Participando de la Eucaristía –recordó el papa--, vivimos de una manera extraordinaria la oración que Jesús ha hecho y hace continuamente por cada uno, a fin de que el mal, que todos enfrentamos en la vida, no logre vencer, y actúe así en nosotros el poder transformador de la muerte y resurrección de Cristo”.

Y concluyó invitando a los presentes a pedir al Señor que, “después de habernos preparado debidamente, también con el Sacramento de la Penitencia, nuestra participación en su Eucaristía, que es esencial para la vida cristiana, sea siempre el punto más alto de todas nuestras oraciones”. Y también a pedir que, “unidos profundamente en su propia ofrenda al Padre, también nosotros podamos transformar nuestras cruces en sacrificio, libre y responsable, del amor a Dios y a los hermanos”.

Para leer el discurso completo del papa, enlazar aquí: http://www.zenit.org/article-41256?l=spanish.

Al terminar estas palabras, Benedicto XVI se dirigió a los diversos grupos lingüísticos. A los peregrinos en español, les resumió su discurso de esta manera: “Quisiera hablar hoy sobre la oración de Jesús en la Última Cena, en la que Él celebra su Pascua, anticipa su Cruz y su Resurrección, se entrega a sí mismo a sus discípulos e instituye el sacramento de la Eucaristía”.

“La gran oración del Señor, que se expresa con sus gestos y palabras sobre el pan y el vino, comprende una doble dimensión --añadió--. El agradecimiento y la alabanza que sube al Padre, es también bendición. La ofrenda presentada baja hasta el hombre santificada por el Omnipotente. La Iglesia, por mandato de Jesús, repite esta oración en las palabras de la consagración con las que el pan y del vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Así, cada uno de nosotros, participando en la Eucaristía, alimentándonos de esas especies, unimos nuestra oración a la de Cristo, para que nuestra vida no se pierda, y no obstante nuestra debilidad, se vea totalmente transformada”.

Por último saludó grupos provenientes de España, México y otros países latinoamericanos. Invitó a todos a participar con fe y devoción en la Eucaristía, “a unirse más profundamente a la ofrenda de alabanza y bendición de Jesús al Padre, y así poder transformar vuestra cruz en sacrificio libre y responsable, en amor a Dios y a los hermanos”. 

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MIRANDO A ORIENTE


Filipinas: millones de católicos en la procesión del Nazareno Negro
El peligro de posibles ataques terroristas no asustó a los fieles
ROMA, miércoles 11 enero 2012 (ZENIT.org) - A pesar de las advertencias del gobierno de Manila sobre posibles atentados, millones de católicos filipinos participaron este lunes 9 en la tradicional procesión del "Nazareno Negro".

En un clima de gran fervor, millones de fieles participaron en Manila, y en muchas otras ciudades del país, en la procesión de una escultura de tamaño natural de Cristo, expuesta a la veneración de la población sólo en Viernes Santo y cada 9 de enero. A pesar de los temores de las autoridades, no se reportaron mayores incidentes, según informó Eglises d'Asie, la agencia de noticias de las Misiones Extranjeras de París.

La procesión es una de las manifestaciones más tradicionales de la devoción católica en el archipiélago. La imagen, que representa a Cristo con la cruz, está expuesta a los fieles en la basílica menor de Quiapo, en Manila. La gran devoción popular se remonta a cuatrocientos años atrás, cuando, según la tradición, el 31 de mayo de 1606, la escultura se salvó milagrosamente de un incendio que estalló a bordo del buque que la trasladaba de México a Manila. Ennegrecida por el fuego --de ahí el nombre de "Nazareno Negro"--, la estatua también se salvó de los incendios que devastaron la basílica de Quiapo en 1791 y 1929, así como de los grandes terremotos de 1645 y 1863, y del bombardeo de Manila en 1945.

Cada 9 de enero, la imagen de Cristo, doblada bajo el peso de la cruz, es transportada sobre un carro por las calles de Manila, lo que atrae a la multitud --mucha de la cual a pie descalzo en memoria de Cristo en el Calvario-- trata de tocarlo. Al no ser capaces de acercarse a la estatua, considerada milagrosa, la mayor parte de los fieles le lanzan sus bufandas, chales o camisas en el sentido del carro y de su preciosa carga, con la esperanza de que las prendas que han tocado la escultura se vuelvan a lanzar a la multitud, que corre a recuperarlas. Según la tradición popular, tocar la imagen, el carro o el tejido que se puso en contacto con ellos, les garantiza la respuesta a sus oraciones.

Si bien la procesión --que a causa de la multitud que la acompaña--, culmina cada año con numerosas lesiones e incluso muertes, las autoridades vieron particularmente grave la amenaza "creíble" de un atentado este año. El presidente Aquino en persona se sintió en el deber de advertir al público. El anuncio fue tan apremiante que los organizadores pensaron muchas veces en cancelar la procesión.

De acuerdo con el rector de la basílica de Quiapo José Clemente Ignacio, "se decidió por consenso organizar la misa a pesar de todo". El prelado considera que las advertencias de las autoridades han contribuido a la afluencia significativa que la procesión tuvo este año.

Habiendo partido del parque Rizal, la estatua regresó a la basílica menor al final de un recorrido seguido –según la estimación de la prensa local--, por un número que va de seis a siete millones de personas, aproximadamente.

Para el palacio presidencial, el hecho de que no haya habido ninguna muerte en la procesión no significa que las autoridades hubieran pecado de exceso de precaución. Según reveló un portavoz de la Presidencia, Abigail Valt, como medida de precaución, todas las antenas de los teléfonos móviles a lo largo del recorrido de la procesión fueron desactivadas, para evitar la detonación de bombas activadas a distancia por un teléfono móvil.

Para los líderes de la Iglesia católica en Filipinas --que no desalientan tales expresiones de devoción popular, ni hasta ahora han reconocido un milagro atribuido a la procesión del "Nazareno Negro"--, el desarrollo pacífico del evento fue recibido con alivio y el arzobispo de Manila Luis Antonio Tagle dió las gracias al presidente Aquino. En su homilía, el arzobispo oró en particular por las víctimas del tifón que asoló el sur de Filipinas recientemente. "La imagen del Nazareno Negro nos enseña cómo el poder de Dios, mediante la gracia del Espíritu Santo, nos puede ayudar a superar las dificultades de la vida", dijo.

Entrevistado por la agencia Fides, el obispo auxiliar de Manila Bernardino Cortés, dijo: "Hoy, más de un millón de personas en Mindanao, en la región de Cagayán de Oro, que fue golpeada recientemente por el tifón Sendong, oran al Nazareno, hallando en Él apoyo y consuelo en el sufrimiento".

"Los incidentes terroristas --continuó- no han disuadido a los fieles. De hecho, muchos de ellos dicen que, si se muere durante la procesión del Nazareno, realizando un acto de fe, sin duda se ha de estar en el Paraíso. El Nazareno obra milagros, un hermano en el sufrimiento, un mensaje de esperanza para los pobres: nada podrá detener a los fieles".

"La devoción al Nazareno –añadió--, hoy tiene un profundo significado para el pueblo filipino, especialmente para los pobres, como recordó en su mensaje el nuevo arzobispo de Manila Antonio Tagle. Lo que sorprende es que el Nazareno es un punto de referencia especialmente para los jóvenes, muy numerosos en el evento de hoy".

Traducido del italiano por José Antonio Varela

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Mundo


Hacia un nuevo modelo económico, solidario y responsable
Declaración de los obispos europeos sobre la Economía social de mercado
BRUSELAS, miércoles 11 enero 2011 (ZENIT.org).- En respuesta a la crisis económica y financiera que atraviesa actualmente Europa, los obispos de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE) proponen que el Mercado Común evolucione según el concepto de economía social de mercado, para que la Unión Europea (UE) pueda llegar a ser una comunidad de solidaridad y responsabilidad viable.

En una declaración, que se presenta el 12 de enero en Bruselas, los obispos de la COMECE se pronuncian sobre el concepto de “economía social de mercado altamente competitiva”, que forma parte de los objetivos de la UE desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa.

Sobre todo, utilizado en los países de lengua alemana pero también presente en la tradición constitucional de otros países, como Polonia, este concepto político se traduce en: una gran libertad de mercado, asociada a los instrumentos de una economía competitiva así como el principio de solidaridad y los mecanismos de equidad social, es decir una protección social amplia asegurada por el Estado. Es necesario sin embargo darle contenido. Este es el objeto de esta declaración.

Gratuidad

Tras apelar a las bases culturales de la economía social de mercado, la declaración comienza subrayando la importancia de la gratuidad en la economía social de mercado: “las instituciones correspondientes a esta forma libre de solidaridad --sociedades mutuas, cooperativas y organismos municipales- y otras formas de economía social y de inversión ética, requieren una atención especial con vistas a la elaboración de una economía social de mercado europeo”.

Competitividad y responsabilidad

El mercado no es antisocial por principio. Bien ordenado, puede convertirse en un espacio de encuentros que permiten establecer relaciones. La declaración recuerda en especial el papel positivo de la competencia en una economía social de mercado: “Los monopolios, cárteles, acuerdos sobre los precios y la distorsión de la competencia por abuso del poder económico o de las ayudas públicas deben ser activamente combatidos e impedidos por el legislador y el ejecutivo de la Unión Europea”.

Condenan sin embargo una economía volcada únicamente en el beneficio y que “amenaza con eclipsar las dimensiones social y ecológica de la calidad de vida, que a menudo no pueden ser directamente expresadas en término monetarios, y transferir los costes de la actividad económica a otras personas, en especial las generaciones futuras”.

Recuerdan también que “la autoridad pública tiene el deber de garantizar el suministro de los bienes esenciales y de los servicios de interés general” y llaman a la Unión Europea a adoptar “una reglamentación adecuada en el Mercado Común europeo de los servicios de interés general, y de los servicios sociales en particular”.

A fin de cuentas, “son los consumidores quienes, por sus hábitos de consumo determinan en gran parte la vida económica en Europa y en el mundo. Toda decisión económica tiene una consecuencia moral”. Por ello, los obispos llaman a “un esfuerzo cultural con determinado para permitir a los ciudadanos un consumo responsable. La Iglesia está dispuesta a hacer, en este aspecto, su aportación”.

Política social

Los obispos llaman a repensar el reparto de competencias entre la Unión y sus estados miembros en materia de política social. “En la economía social de mercado europea, el mercado debe completarse con prestaciones sociales de manera que se pueda garantizar a todos los ciudadanos y ciudadanas una vida en el respeto de su dignidad humana. Esta preocupación no puede ser sólo de los estados sino que debe ser también preocupación de la Unión.

Respecto a las contrapartes sociales, los obispos invitan a “las instituciones de la Unión a crear las condiciones para que en este tiempo de crisis y de adaptación a veces muy difícil, el diálogo social entre las contrapartes europeas pueda desempeñar el papel que le corresponde en el marco legislativo europeo” y recuerdan que la reciente adopción del Pacto Euro debería permitir “una convergencia de las políticas fiscales y sociales hacia una mayor equidad”.

Por un desarrollo sostenible

La declaración apela con firmeza al respeto del principio económico y ético de desarrollo sostenible. “Al final, ni la competitividad económica, ni la justicia social, pueden alcanzarse sin una integración sistemática de factores ecológicos”.

Llaman a un compromiso y una garantía institucionales específicos tanto a nivel europeo como mundial para la protección del medio ambiente.

Conclusión

Los obispos de la COMECE llaman a la UE a comprometerse en el desarrollo a largo término de una “auténtica autoridad política mundial” que, más allá de la ingeniosidad económica, deberá también tomar en consideración la justicia y la responsabilidad ecológica. Concluyen: “Hoy, hay que europeizar la economía social de mercado para hacer frente a la competencia mundial, para seguir ofreciendo una protección social eficaz a los más débiles y para llegar a ser una economía sostenible respecto a las exigencias medioambientales y climáticas. Necesitamos una comunidad de solidaridad y de responsabilidad para dar vida a la economía social de mercado en la Unión europea. Solidarios y responsables, de esta manera, nosotros los europeos, podremos controlar la grave crisis actual y seguir juntos nuestro camino para dar finalmente un signo eficaz de justicia y de paz a todos los hombres en el mundo entero”.

La declaración será presentada este jueves 12 de enero por el cardenal Reinhard Marx, vicepresidente de la COMECE, arzobispo de Munich-Freising, en la Representación Permanente de Polonia en Bruselas.

Seguirá un debate con un representante de la República de Polonia y un miembro del Parlamento Europeo, moderado por Sébastien Maillard, del diario francés La Croix.

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Una exposición revela parte de los archivos secretos vaticanos
En los Museos del Capitolio de Roma a partir del 1 de marzo de 2012
ROMA, miércoles 11 enero 2012 (ZENIT.org).- Los archivos secretos de los papas serán por primera vez objeto de una exposición en Roma, Italia. Los Museos del Capitolio albergarán la muestra del 1 de marzo al 9 de septiembre de 2012, anunció el diario vaticano L’Osservatore Romano de este miércoles.

La exposición permitirá examinar un centenar de pergamimos, registros, manuscritos, originales y valiosos, del sigloVIII al XX, habitualmente conservados en los Archivos secretos del Vaticano.

El título de la exposición es Lux in arcana: los archivos secretos del Vaticano revelados. Y los documentos expuestos serán acompañados de soportes multimedia.
 

L’Osservatore Romano menciona especialmente una carta de los miembros del Parlamento inglés al papa Clemente VII sobre la causa matrimonial del rey de Inglaterra Enrique VIII, las Actas del proceso Galileo, una carta de los Indios de América, escrita sobre una corteza de abedul al papa Léon XIII, y también documentos elegidos entre los referidos a la segunda guerra mundial, tpdavía no accesibles, o la bula de excomunión de Lutero, y la relativa a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, o la del papa Alejandro VI sobre el descubrimiento del nuevo mundo y la carta de María Estuardo al papa Sixto V.

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El Evangelio en tiempos de 'Facebook'
La amistad en la red social más grande del mundo
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 enero 2012 (ZENIT.org).- Facebook, la red social de internet más popular del mundo no tiene manitas con el dedo hacia abajo, sí en cambio las figuras o thumbs con el pulgar hacia arriba. Aquí las relaciones se pueden ‘romper’ sin que la otra persona se entere.

Es una curiosidad del network, indicada ayer en un artículo del diario vaticano L'Osservatore Romano, firmado por Cristian Martini Grimaldi.

Para hacer amistad hay que clicar un botón y quien recibe el pedido si está de acuerdo, hace lo mismo.

Entretanto cuando uno en Facebook borra a un amigo de su lista de amistades, no necesita el consentimiento del otro, pero además este otro ni siquiera se entera.

¿Es posible que nuestras amistades sean reputadas tan frágiles como para sucumbir si uno recibe una cancelación de amistad virtual a través de un feedback negativo?

"Será un caso –indica el articulista- pero corresponde al más antiguo principio de amor hacia el prójimo que la humanidad haya conocido. "Todo lo que quieres que los hombres hagan contigo, también tú házselo a ellos; esta es de hecho la ley de los profetas".

¿Qué sucedería, se pregunta, si todos los inscritos en Facebook comenzaran a recibir notificación de la pérdida de amigos? Se correría el riesgo de desencadenar una serie de venganzas por las cuales muchos borrarían a amigos de amigos, etc.

Menos suscritos se transforman en menos clic y por lo tanto en menos poder para el network. Quien ideó Facebook, indica el artículo del diario vaticano, pensó bien en no darnos los instrumentos que nos podrían poner en dicha tentación.

Facebook, un sistema en internet al que se accede como en cualquier página web y en la que la persona se inscribe, tiene millones de usuarios que primero se aceptan como amigos y entonces se pueden envían mensajes, fotos, cartas, etc.

Quien está inscrito en Facebook, va a una ventanita de la página y pone el nombre de algún amigo que conoce o que considera importante contactar, o del cual perdió contacto y le envía su solicitud de amistad.

El artículo considera que los programadores de Facebook instruidos por los administradores y pensadores que crearon el sistema, han inspirado el corazón de su máquina de hacer o encontrar amigos, en la más antigua receta para una sana economía: difundir el mayor optimismo posible.

Originalmente era un sitio para estudiantes de la Universidad de Harvard, pero actualmente está abierto a cualquier persona que tenga una cuenta de correo electrónico y que navegue en internet.

En julio de 2010, Facebook tenía 500 millones de miembros, y traducciones a 70 idiomas. En noviembre de 2011, alcanzó los 800 millones de usuarios.

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Nace la fundación Familia y Educación
En la diócesis española de Orihuela-Alicante
ORIHUELA/ALICANTE, miércoles 11 enero 2012 (ZENIT.org).- Con el principal objetivo de promover la vivencia del matrimonio y la vida familiar, de acuerdo con los principios evangélicos y la Doctrina Social de la Iglesia Católica, nace en la Diócesis de Orihuela-Alicante la Fundación Familia y Educación, integrada por un completo y nutrido grupo de profesionales que pretenden dar respuesta tanto en el ámbito de la familia como en el de la educación.

Esta nueva Fundación está compuesta a su vez por tres organismos que trabajarán conjuntamente y en diferentes marcos. Son el Instituto de Familia y Educación (IFE), el Centro de Orientación Familiar (COF), y la Red de Familias (RF).

Con el IFE, a través de charlas, escuela de padres y cursos monográficos se quiere ayudar y asesorar a las familias, acompañándolas a lo largo de todos sus ciclos vitales, ofreciendo formación e información sobre temas tan dispares como la comunicación en pareja, el control emocional, la educación en la fe, el aborto, los estilos educativos o la familia como sistema, entre otros muchos. De este modo un equipo de profesionales de distintas disciplinas como la psicología, la medicina, el derecho, la sociología o las ciencias religiosas se ponen al servicio no sólo de padres e hijos sino también de profesores, monitores y catequistas para ofrecer formación profesional a través de este Instituto de Familia y Educación.

Por su parte el COF (Centro de Orientación Familiar) se centrará de pleno en el apoyo y ayuda a las familias en tres planos diferentes: el asesoramiento y orientación familiar, la terapia personal, de pareja y de familia y la fertilidad y la vida.

Y con el objetivo de que las familias no se sientan solas en su misión educativa esta Fundación pone en marcha además la Red de Familias, una vía de comunicación directa que permitirá a todos los asociados recibir información sobre temas de interés en relación con la familia y la educación animando además a los padres a que hagan oír su voz en los lugares donde se toman decisiones que afectan a la educación de sus hijos, como pueden ser las Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (AMPAS), los consejos escolares o las asociaciones.

La creación de esta Fundación ha sido muy bien recibida por el obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante Rafael Palmero, ya que, según sus propias palabras se trata de “un instrumento nuevo a favor de la vocación al matrimonio y la familia”.

“Vivimos un momento en el que los ataques a la familia se suceden casi de manera continua y observamos en nuestro entorno cómo se desintegran muchas familias ocasionando dramas humanos de dimensiones incalculables”, explica monseñor Palmero.

“Por ello --añade- os invito a acoger esta nueva Institución y a darle difusión en vuestro entorno, pues sabemos todos muy bien que, sin la familia es muy difícil vivir la vocación a la santidad, y mucho más difícil cuidar y acompañar las vocaciones específicas. Pido al Señor y deseo vivamente que esta Fundación ayude a nuestras familias a ser lo que deben ser, 'iglesia doméstica', presente y futuro de nuestra Iglesia diocesana y de nuestra sociedad”.

Más información: www.comprometidosconelamor.com.

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Documentación


El papa comentó la oración de Jesús en la Última Cena
Audiencia general en el Aula Pablo VI del Vaticano
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 enero 2012 (ZENIT.org).- La audiencia general de este miércoles 11 de enero tuvo lugar a las 10,30 de la mañana en el Aula Pablo VI, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de fieles y peregrinos provenientes de Italia y del mundo. En el discurso en italiano, retomando el ciclo de cetquesis sobre la oración, el papa centró su meditación en la oración de Jesús en la Última Cena (Mt 26,26-28).

Tras resumir su catequesis en varias lenguas, Benedicto XVI saludó especialmente a algunos grupos de fieles presentes. A audiencia general concluyó con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica. Ofrecemos a los lectores la traducción al español de la catequesis del papa.

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Queridos hermanos y hermanas,

En nuestro camino de reflexión sobre la oración de Jesús, presentada en los Evangelios, me gustaría meditar hoy sobre el momento, muy solemne, de su oración en la Última Cena.

El fondo temporal y emocional de la cena en el que Cristo se despide de sus amigos, es la inminencia de su muerte, que Él siente ya cerca. Durante mucho tiempo, Jesús había empezado a hablar de su pasión, tratando también de implicar cada vez más a sus discípulos en esta perspectiva. El Evangelio de Marcos nos dice que desde el inicio de su viaje a Jerusalén, en los pueblos de la lejana Cesarea de Filipo, Jesús había comenzado "a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días" (Marcos 8:31).

Además, justo en los días en que se estaba preparando para despedirse de los discípulos, la vida del pueblo estaba marcada por la proximidad de la Pascua, es decir, del recuerdo de la liberación de Israel de Egipto. Esta liberación, experimentada en el pasado y esperada de nuevo en el presente y en el futuro, tomaba vida en las celebraciones familiares de la Pascua. La Última Cena se enmarca en este contexto, pero con una novedad de fondo. Jesús mira su Pasión, Muerte y Resurrección, siendo plenamente consciente. Él quiere vivir esta Cena con sus discípulos, con un carácter totalmente especial y diferente de los otros convites; es su Cena, en la cual ofrece Algo totalmente nuevo: a Él mismo. De este modo, Jesús celebra su Pascua, anticipa su Cruz y su Resurrección.

Esta novedad se refleja en la historia de la Última Cena del Evangelio de Juan, el cual no la describe como la Pascua, justamente porque Jesús quiere inaugurar algo nuevo, celebrar su Pascua, relacionada sí, con los acontecimientos del Éxodo. Y para Juan, Jesús murió en la cruz en el momento mismo en que, en el templo de Jerusalén, los corderos de la Pascua estaban siendo inmolados.

Entonces, ¿cuál es el meollo de esta cena? Lo son aquellos gestos de la fracción del pan, de distribuirlo a los suyos y de compartir el cáliz del vino con las palabras que los acompañan, y en el contexto de la oración en la que se insertan: es la institución de la Eucaristía, es la gran oración de Jesús y de la Iglesia. Pero veamos más de cerca este momento.

En primer lugar, las tradiciones neotestamentarias de la institución de la Eucaristía (cf. 1 Co. 11:23-25, Lc. 22, 14-20, Mc.14:22-25, Mt. 26:26-29), indicando la oración que introduce los gestos y las palabras de Jesús sobre el pan y el vino, usan dos verbos paralelos y complementarios. Pablo y Lucas hablan de eucaristía/acción de gracias: "tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio" (Lucas 22:19). Marcos y Mateo, en vez, subrayan el aspecto de elogio/bendición: "tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio" (Mc 14:22). En ambos, los términos griegos eucaristeìn y eulogeìn se refieren a la berakha hebrea, que es la gran oración de acción de gracias y bendición de la tradición de Israel, que marcaba el inicio de las grandes fiestas. Las dos diversas palabras griegas indican las dos direcciones intrínsecas y complementarias de esta oración. La berakha, de hecho, es ante todo acción de gracias y alabanza que se eleva a Dios por el don recibido: la Última Cena de Jesús, este es el pan --elaborado a partir del trigo que Dios hace germinar y crecer de la tierra--, y del vino producido a partir del fruto madurado sobre la vid. Esta oración de alabanza y acción de gracias que se eleva a Dios, vuelve como una bendición, que viene de Dios sobre el don y lo enriquece. Dar gracias, alabar a Dios se vuelve así una bendición y la ofrenda dada a Dios retorna al hombre bendecida por el Todopoderoso. Las palabras de la institución de la Eucaristía se sitúan en este contexto de oración: en ellas, la alabanza y la bendición de la berakhase vuelven bendición y transformación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.

Antes de las palabras de la institución vienen los gestos: aquello de la fracción del pan y del ofertorio del vino. Quien parte el pan y pasa la copa es sobre todo el cabeza de familia, que acoge en su mesa a los familiares, pero estos gestos son también los de la hospitalidad, de la acogida a la comunión cordial con los extranjeros, que no forman parte de la casa. Estos mismos gestos, en la cena con la que Jesús se despidió, adquieren una profundidad del todo nueva: Él da una señal visible de acogida a la mesa en la cual Dios se da. Jesús en el pan y en el vino se ofrece y se transmite a Sí mismo.

Pero, ¿cómo se puede realizar esto? ¿Cómo puede Jesús darse, en aquel momento, a Sí mismo? Jesús sabe que la vida está por serle quitada a través del tormento de la cruz --la pena de muerte de los hombres que no son libres--, aquella que Cicerón definió la mors turpissima crucis. Con el don del pan y del vino que ofrece en la Última Cena, Jesús anticipa su muerte y resurrección realizando aquello que había dicho en el discurso del Buen Pastor: "Yo doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita: yo la doy. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo. Este es el mandato que he recibido de mi Padre" (Jn 10:17-18). Por lo tanto Él ofrece de antemano la vida que le será quitada y de este modo transforma su muerte violenta en un acto libre de donación de sí para los demás y a los demás. La violencia se convierte en un sacrificio activo, libre y redentor.

Una vez más en la oración, iniciada según las formas rituales de la tradición bíblica, Jesús revela su identidad y su voluntad de cumplir totalmente su misión de amor total, de ofrenda en obediencia a la voluntad del Padre. La profunda originalidad del don de sí a los suyos, a través del memorial eucarístico, es la culminación de la oración que marca la cena de despedida con ellos. Al contemplar los gestos y las palabras de Jesús esa noche, vemos claramente que la relación íntima y constante con el Padre es el lugar donde Él realiza el gesto de dejar a los suyos, y a cada uno de nosotros, el Sacramento del amor, el"Sacramentum Caritatis". Dos veces en la Última Cena resuenan las palabras: "Hagan esto en memoria mía" (1 Cor. 11, 24.25). Con el don de Sí mismo, Él celebra su Pascua, convirtiéndose en el verdadero Cordero que lleva a cumplimiento todo el antiguo culto. Esta es la razón por la que San Pablo, hablando a los cristianos de Corinto afirma: "Cristo, nuestra Pascua, [nuestro Cordero pascual!], ha sido inmolado. Así que, celebramos la fiesta... con panes ázimos de sinceridad y verdad" (1 Cor 5,7-8).

El evangelista Lucas ha conservado un valioso elemento adicional de los acontecimientos de la Última Cena, que nos permite ver la profundidad conmovedora de la oración de Jesús por los suyos aquella noche, la atención por cada uno. Iniciando con la oración de acción de gracias y de bendición, Jesús añade al don de la Eucaristía, el don de Sí mismo, y, al mismo tiempo que da esta realidad sacramental decisiva, se dirige a Pedro. Al final de la cena, le dijo: "Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido el poder cribaros como trigo, pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos" (Lucas 22:31-32). La oración de Jesús cuando se acerca la prueba también para sus discípulos, los sostiene en su debilidad, en sus esfuerzos por comprender que el camino de Dios pasa a través del Misterio pascual de la muerte y resurrección, anticipado en la ofrenda del pan y del vino. La Eucaristía es el alimento de los peregrinos que se convierte en fuerza también para el que está cansado, agotado y desorientado. Y la oración es sobre todo para Pedro, para que una vez convertido, confirme a sus hermanos en la fe. El evangelista Lucas recuerda que fue justo la mirada de Jesús la que buscó el rostro de Pedro en el momento en que este acababa de realizar su triple negación, para darle la fuerza de continuar su camino detrás de Él: "En aquel mismo momento, mientras que aún estaba hablando, cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro. Recordó Pedro las palabras que le había dicho el Señor"(Lc 22,60-61).

Queridos hermanos y hermanas, participando de la Eucaristía, vivimos de una manera extraordinaria la oración que Jesús ha hecho y hace continuamente por cada uno, a fin de que el mal, que todos enfrentamos en la vida, no logre vencer, y actúe así en nosotros el poder transformador de la muerte y resurrección de Cristo. En la Eucaristía, la Iglesia responde a la indicación de Jesús: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19; cf 1 Co 11, 24-26.); repite la oración de acción de gracias y de bendición, y con ella, las palabras de la transustanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nuestras Eucaristías se realizan en ese momento de oración, en un unirnos siempre y de nuevo a la oración de Jesús. Desde el principio, la Iglesia ha comprendido las palabras de la consagración como parte de la oración realizada junto a Jesús; como una parte central de la alabanza llena de gratitud, a través de la cual el fruto de la tierra y del trabajo del hombre, nos viene nuevamente donados como cuerpo y sangre de Jesús, como auto donación de Dios mismo en el amor acogedor del Hijo (cf. Jesús de Nazaret, II, p. 146.). Participando en la Eucaristía, nutriéndonose de la Carne y la Sangre del Hijo de Dios, unimos nuestras oraciones a la del Cordero Pascual en la noche suprema, para que nuestra vida no se pierda, a pesar de nuestra debilidad y de nuestras infidelidades, sino que sea transformada.

Queridos amigos, pidamos al Señor que, después de habernos preparado debidamente, también con el Sacramento de la Penitencia, nuestra participación en su Eucaristía, que es esencial para la vida cristiana, sea siempre el punto más alto de todas nuestras oraciones. Pidamos que, unidos profundamente en su propia ofrenda al Padre, también nosotros podemos transformar nuestras cruces en sacrificio, libre y responsable, del amor a Dios y a los hermanos. Gracias.

Traducido del italiano por José Antonio Varela.

©Librería Editorial Vaticana.

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