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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 18 de enero de 2012

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Santa Sede

Esperar el día glorioso en que los cristianos puedan celebrar juntos los sacramentos

Mundo

En la Iglesia, nadie es extranjero

España: Piden al nuevo gobierno sustituir asignatura polémica

Panamá: Los obispos advierten del peligro de regresión autoritaria

Primer año del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham

Dos sacerdotes secuestrados en Sudán

Documentación

Benedicto XVI: Esperamos el día glorioso en que podamos celebrar juntos los sacramentos


Santa Sede


Esperar el día glorioso en que los cristianos puedan celebrar juntos los sacramentos
El papa dedicó la audiencia general a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 18 enero 2012 (ZENIT.org).- La audiencia general de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 en el Aula Pablo VI, donde el santo padre se encontró con grupos de fieles y peregrinos provenientes de Italia y de diversos países. En su discurso, el papa se centró en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este año tiene como tema: “Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo”.

El papa recordó en su discurso que la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos fue introducida en 1908 por el padre Paul Wattson, fundador de una comunidad religiosa anglicana que luego entró en la Iglesia católica. La iniciativa recibió la bendición del papa san Pío X y fue luego promovida por el papa Benedicto XV, que animó su celebración en toda la Iglesia católica con el breve Romanorum Pontificum, del 25 de febrero de 1916.

El octavario de oración fue desarrollado y perfeccionado en los años treinta del siglo pasado por el padre Paul Couturier de Lyon.

“Esta cita espiritual –afirmó Benedicto XVI--, que une a cristianos de todas las tradiciones, acrecienta nuestra conciencia del hecho que la unidad hacia la que tendemos no podrá ser sólo el resultado de nuestros esfuerzos, sino que mas bien será un don recibido de lo alto, que hay que pedir siempre”.

El santo padre explicó que cada año, los materiales para la Semana de Oración los prepara un grupo ecuménico de una diferente parte del mundo. Y que, este año, los textos han sido propuestos por un grupo mixto compuesto por representantes de la Iglesia católica y del Consejo Ecuménico Polaco, que comprende a varias Iglesias y comunidades eclesiales del país.

Explicó luego el tema de la Semana de este año, tomado de la I Carta a los Corintios: “Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo” (cfr 1 Cor 15,51-58). Un tema, dijo el papa, “centrado en el poder transformador de la fe en Cristo, en especial a la luz de la importancia que esta reviste para nuestra oración en favor de la unidad visible de la Iglesia, Cuerpo de Cristo”.

“La plena y visible unidad de los cristianos, que anhelamos, exige que nos dejemos transformar y conformar, de manera cada vez más perfecta, a la imagen de Cristo. La unidad por la que oramos exige una conversión interior, tanto común como personal”, añadió.

Explicó que “no se trata simplemente de cordialidad o de cooperación, es necesario reforzar nuestra fe en Dios, en el Dios de Jesucristo, que nos ha hablado y se ha hecho uno de nosotros; hay que entrar en la nueva vida en Cristo, que es nuestra verdadera y definitiva victoria; hay que abrirse los unos a los otros, tomando todos los elementos de unidad que Dios ha guardado para nosotros y que siempre nuevamente nos da; hay que sentir la urgencia de dar testimonio al hombre de nuestro tiempo del Dios vivo, que se ha dado a conocer en Cristo”.

Desde que nació el movimiento ecuménico moderno, hace más de un siglo, recordó, “siempre hubo una clara conciencia de que la falta de unidad entre los cristianos impide un anuncio más eficaz del Evangelio, porque pone en peligro nuestra credibilidad”.

“El camino de la Iglesia, como el de los pueblos, está en las manos de Cristo resucitado, victorioso sobre la muerte y sobre la injusticia que Él ha soportado y sufrido en nombre de todos. Él nos hace partícipes de su victoria. Sólo Él es capaz de transformarnos y convertirnos, de débiles y titubeantes, en fuertes y valientes para hacer el bien. Sólo Él puede salvarnos de las consecuencias negativas de nuestras divisiones”, afirmó.

Y concluyó invitando a todos “a unirse en oración de modo más intenso durante esta Semana por la Unidad, para que crezca el testimonio común, la solidaridad y la colaboración entre los cristianos, esperando el día glorioso en el que podamos profesar juntos la fe transmitida por los apóstoles y celebrar juntos los sacramentos de nuestra transformación en Cristo”.

Se puede leer el discurso completo en este enlace: http://www.zenit.org/article-41309?l=spanish.

Tras su discurso, el papa se dirigió a los distintos grupos lingüísticos, haciendo una síntesis de su discurso.

En español, dijo: “Inicia hoy la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que desde hace más de un siglo, viene celebrada por todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, para invocar el don extraordinario de la unidad por el que el Señor oró durante la Última Cena, y animar a la oración, como primer camino que conduce a la plena comunión. El tema elegido para este año, "Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo", resalta la importancia de la fe cristiana en medio de las pruebas y dificultades, con relación al don total obrado por Jesús en el Misterio Pascual. La unidad por la cual pedimos requiere una conversión. No se trata simplemente de cordialidad y cooperación, es necesario reforzar la fe en Dios, el Dios de Jesucristo, que ha hablado y se ha hecho uno de nosotros; se requiere entrar en su nueva vida, que es la verdadera y definitiva victoria; abrirse a los demás, acogiendo los elementos de unidad que ofrece el Señor; y dar testimonio del Dios vivo, que se ha hecho conocer en su Hijo”.

Y dirigió un saludo a los peregrinos de lengua española y en especial a algunos grupos presentes en el Aula Pablo VI, como “los miembros del Patronato de la Fundación "Santa Teresa de Ávila" de la Universidad Católica de Ávila, acompañados por el gran canciller de la misma, así como a los demás grupos de España y de los países latinoamericanos”.

Les invitó “a implorar de Dios el don de la unidad de los cristianos, para que crezca el testimonio común y la colaboración, y podamos un día profesar todos juntos la fe transmitida por los Apóstoles y celebrar los sacramentos de nuestra transformación en Cristo”.

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Mundo


En la Iglesia, nadie es extranjero
La experiencia de la oficina Migrantes de la Iglesia italiana
ROMA, miércoles 18 enero 2012 (ZENIT.org).- La pastoral de los migrantes toma experiencia de la migración de cada uno de los países en el exterior, cuando los capellanes asistían a sus compatriotas en otras tierras. La caridad cotidiana nace de la eucaristía y los inmigrantes se vuelven promotores de la evangelización, no sólo con los otros inmigrantes sino también con las personas que asisten. Además de una labor de ecumenismo de base con los que son cristianos que favorece el ecumenismo en general.

Estas y otras cosas interesantes explicó a ZENIT monseñor Pierpaolo Felicolo, director de la Oficina Migrantes de la diócesis de Roma, en ocasión de la 98 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, en la entrevista que les proponemos a continuación.

¿Cómo se realiza en lo cotidiano la pastoral con los inmigrantes?

--Don Felicolo: La pastoral de los migrantes se realiza en Roma y en las grandes ciudades siguiendo las directivas de la conferencia episcopal. Aquí tuvimos también la experiencia de la inmigración de nuestro país en el exterior y de la constitución de las comunidades católicas en otros países. En Roma tenemos más de 46 comunidades con 146 centros.

¿Y en concreto?

--Don Felicolo: Sobre todo celebrando la eucaristía según la tradición de cada comunidad, con cantos en el propio idioma.

¿Por qué la forma se vuelve importante en un mensaje como el cristiano?

--Don Felicolo: Para mi, viajar a otro país y rezar en italiano y no en otro idioma no es la misma cosa. Y en las primeras generaciones esto es muy claro, una experiencia confirmada. Para la segunda generación de inmigrantes las cosas cambian: veo por ejemplo que los niños filipinos hablan mi idioma, incluso mi dialecto romano, como yo. No es así para los padres. Por lo tanto para ellos es importante rezar y encontrar al Señor en el propio idioma.

Este domingo en la iglesia Santo Espíritu en Sassia hicimos una pequeña fiesta de los pueblos. Esto es lindo porque en la Iglesia “nadie es extranjero ni la Iglesia es extranjera para nadie”. Y no es un eslógan, lo vivimos concretamente. De la eucaristía parte la caridad, el empeño, la evangelización.

¿Los inmigrantes por lo tanto se vuelven evangelizadores?

--Don Felicolo: Los inmigrantes se vuelven promotores de la evangelización con otros inmigrantes y también con los italianos: pienso a los cuidadores de ancianos de países como Ucrania y Rumanía.

Acompañan a tantos ancianos en este momento de su vida, evangelizan y los sostienen en el encuentro con el Señor: este testimonio es precioso. Además evangelizan en sus comunidades.

Usted indicó que el modelo se inspiraba en el de los italianos en el exterior.

--Don Felicolo: Esta noche en la iglesia hemos recordado al beato Giovanni Battista Scalabrini, obispo fundador de los escalabrinianos. El tuvo la intuición de decir: yo soy obispo de Piacenza, mis fieles (a finales del 1800 e inicios del 1900) viajan a Canadá, a Brasil, pertenecen a mi diócesis. ¿Cómo puedo hacerme cargo de ellos?

Pensemos por ejemplo en un siciliano que se encuentra con tener que rezar en las iglesias americanas, con cantos gospel. A mi me gustan mucho, pero no es lo mismo para el siciliano acostumbrado a rezar con la procesión de santa Rosa y en dialecto, en el propio idioma. Por lo tanto se trataba de hacerlos encontrar entre ellos, ayudarlos al inicio a superar las dificultades debido al impacto con idioma, tradición y costumbres diversas.

¿Solamente en América?

--Don Felicolo: No, en todas partes, esto es importantísimo. Pienso en el trabajo que los capellanes y los padres escalabrinianos realizaron en el tiempo posterior a la segunda guerra mundial, en Suiza, en Alemania y en Bélgica. Y cuánto hicieron los capellanes para ayudar en cualquier país a los italianos. Y fue importantísmo en la historia del la inmigración italiana y hoy nos permite entender que fue necesario para mantener la fe de tantos italianos.

¿Y en Italia?

--Don Felicolo: Hoy tenemos la responsabilidad de una Iglesia que acoge y al mismo tiempo con los mismos instrumentos tenemos que ayudar a los inmigrantes que vienen aquí.

Los filipinos por ejemplo, no tienen que perder la fe, más aún, tienen que ayudar a evangelizar a sus compatriotas también en Roma. Hay que mantener vivas a estas comunidades, con sus líderes, con los catequistas, con gente que se forma, da lo mismo si después vuelve o no a su país. Hay que educarlos en la fe, en el anuncio y el testimonio. Por lo tanto la Iglesia que acoge tiene dicha responsabilidad.

¿Qué actividades realizan?

--Don Felicolo. La caridad cotidiana nace de la eucaristía y las comunidades se hacen portadoras de esta caridad. Cada primer sábado del mes vamos a la cárcel Regina Coeli, hacemos actividades con los presos.

Y en los hospitales pienso en la comunidad ucraniana y china, que acompañan a las personas que están mal; pienso en quien pierde el trabajo y la orientación que se le da para ayudarlo a encontrar otro. Y después la ventanilla de información, los encuentros con tantas comunidades, porque los inmigrantes se descuidan incluso en la salud con tal de trabajar. Y entonces en primer lugar se da atención a la salud, a la dignidad de la persona.

¿Qué Iglesia encuentran los inmigrantes que llegan aquí?

--Don Felicolo: También aquí pienso en la comunidad latinoamericana, en donde tienen un cuarto en el que quienes llegan pueden dejar sus valijas, como me mostró el capellán, el padre Guidolín. Las valijas representan el universo de los inmigrantes, tienen todas sus cosas. Si pierdo la agenda me quedo sin los contactos. ¿Dónde las dejo? Allí y me quedo tranquilo. Incluso se informan antes de venir dónde están los centros.

¿Y con los inmigrantes cristianos, pero no católicos?

--Don Felicolo: Sí, en particular con las comunidades rumana y las ortodoxas, el ecumenismo es activo. Nos ayudamos, nos sostenemos en diversas circunstancias. Hay un ecumenismo de base que ayuda mucho el ecumenismo en general.

¿Y con los no cristianos?

--Don Felicolo: Del aspecto caritativo se ocupa la Caritas, que da ayuda a todos.

¿Cuáles son los problemas de los inmigrantes?

--Don Felicolo: El primero es aprender a hablar bien el idioma. Después el trabajo, la familia, la esperanza de la reunificación familiar. Desde el punto de vista espiritual el inmigrante se tiene que medir con una sociedad en la que la secularización es muy fuerte, y esto influye en ellos, porque están acostumbrados a vivir la fe de manera diversa. Y nuestro trabajo es el de crear comunidades para expresar la fe en conjunto y aquí encontrar la orientación para la vida diaria.

Por H. Sergio Mora

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España: Piden al nuevo gobierno sustituir asignatura polémica
Acusan a Educación para la Ciudadanía de imponer una ideología
MADRID, miércoles 18 enero 2012 (ZENIT.org).- Ante la reunión del nuevo ministro de Educación de España José Ignacio Wert con los consejeros de Educación de todas las comunidades autónomas, los padres objetores de conciencia, representados por la asociación Profesionales por la Ética, piden una reforma urgente que sustituya la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, considerada un instrumento de indoctrinación ideológica, por otra cuyo contenido esté basado en los valores constitucionales y en el conocimiento de las instituciones españolas y europeas.

La Ley de Calidad de la Educación (LOE) de 2006, afirma la asociación Profesionales por la Ética, pasará a la historia “por haber provocado la inacabada polémica por la imposición del conjunto de asignaturas denominadas Educación para la Ciudadanía (EpC)”.

En vísperas de la primera cumbre educativa que celebrará este jueves el nuevo ministro de Educación, José Ignacio Wert, con los consejeros de Educación de todas las comunidades autónomas para diseñar las grandes líneas de la reforma educativa, Profesionales por la Ética recuerda cuatro motivos por los que urge derogar la EpC.

En primer lugar, afirma esta asociación, “Frente a la imposición de estas materias se han presentado más de 54.000 objeciones de conciencia y abierto casi tres mil procesos judiciales; todavía se encuentra pendiente de decisión la demanda (presentada por casi cuatrocientos padres) en Estrasburgo y los recursos de amparo ante el Tribunal Constitucional”.

El conflicto –añade la asociación- demuestra que la EpC, tal y como ha sido desarrollada en España, “pretende conformar la mentalidad y las conductas de los menores según una moral de Estado que no es neutral. La formación de la ética personal, la reconstrucción de los valores, la construcción de una conciencia moral, la transmisión de una ética común y la ideología de género constituyen el núcleo de este conjunto de asignaturas”.

Profesionales por la Ética recuerda que el Partido Popular, ganador de las recientes elecciones y hoy en el gobierno, “se comprometió en su programa electoral a sustituir EpC por otra asignatura cuyo contenido esté basado en los valores constitucionales y en el conocimiento de las instituciones españolas y europeas”.

Por último, la asociación afirma que “en una sociedad democrática y pluralista al Estado le corresponde un papel de neutralidad. Los únicos principios éticos exigibles a los ciudadanos desde los poderes públicos son aquellos que están representados por la Constitución, en cuanto ley suprema que establece las bases ineludibles de convivencia en una comunidad política”.

Para Jaime Urcelay, presidente de Profesionales por la Ética, el nuevo gobierno tiene ante sí “el gran reto de devolver la responsabilidad de la educación a la sociedad”.

“El Estado --asegura--, puede intervenir en la educación para poner los medios para que la instrucción esté al alcance de todos, con criterios de equidad, y asegurar unos niveles de calidad adecuados en el sistema educativo pero no conformar la ética de las personas conforme a la ideología del Gobierno de turno”.

La libertad de educación en España, en opinión de Urcelay, es una asignatura pendiente en la que es necesario avanzar.

Para saber más: www.profesionalesetica.org.

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Panamá: Los obispos advierten del peligro de regresión autoritaria
Piden reformas que lleven a un perfeccionamiento de la democracia
PANAMÁ, miércoles 18 enero 2012 (ZENIT.org).- Los obispos de Panamá, reunidos del 9 al 13 de enero, han hecho público un mensaje, al término de su 193 Asamblea ordinaria, en el que piden que afirman que el pueblo panameño exige reformas que lleven a “un perfeccionamiento de la democracia”, ante el peligro de “regresión autoritaria, aún por la vía electoral”.

Animada por las conclusiones de Aparecida y por las llamadas del santo padre, la Iglesia de Panamá, afirman los obispos en su mensaje, está “impulsando un proceso de conversión personal y pastoral, a fin de alcanzar la renovación que exige la encarnación del mensaje de Jesucristo en las realidades de este mundo”.

Por ello, del 13 al 16 de enero, se realizó la II Asamblea Nacional de Pastoral, para, a la luz de la fe en Cristo, afrontar los retos de la situación religiosa, social, política, económica y cultural del país y dar razón de la propia esperanza.

Dicha Asamblea, en opinión de los obispos fue “un momento de gracia, que nos invita a la humildad, a la conversión, a la reconciliación y a la esperanza”.

“Si bien es cierto que nuestro país experimenta procesos democráticos y económicos importantes –advierten los obispos--, aún no posee un rumbo asegurado y tampoco está a salvo de un escenario de regresión autoritaria, aún por la vía electoral”.

Ante este panorama, añaden, “que suscita temor por nuestra democracia, es necesario realizar esfuerzos permanentes para lograr consensos y reorientar el modo de entender y hacer la política, de tal manera que respete la dignidad de la persona, sus derechos y obligaciones y pueda responder a las exigencias del nuevo escenario nacional e internacional”.

Según los pastores, “urge involucrar a todos los panameños en la generación y distribución de la riqueza; modernizar nuestra educación; hacer que nuestra democracia sea más participativa; fortalecer la familia 'santuario de la vida, casa y escuela de comunión, formadora de personas y promotora de justicia'”.

Así mismo aseguran que es necesario “asegurar la separación e independencia de los poderes del Estado, a la vez que propiciar una corresponsable descentralización del mismo; deponer los intereses partidistas, gremiales y clasistas en favor del bien común; propiciar la transparencia y rendición de cuentas, tanto en el ámbito público como en el privado; cuidar nuestro patrimonio histórico, cultural y ambiental; poner los medios de comunicación social al servicio de una cultura de paz mediante la promoción de la verdad y la justicia”.

Esta tarea, según los obispos, “conlleva importantes ajustes y sacrificios y sólo se hará realidad con la voluntad individual y política de todos los panameños, conciliando la libertad con la responsabilidad, la autoridad pública con la legítima autonomía y participación de grupos, la soberanía nacional con el respeto a los convenios internacionales suscritos por la República de Panamá”.

Por ello, hacen una llamada “a los órganos competentes para que acojan los resultados que la Comisión Nacional de Reformas Electorales ha elaborado con la colaboración y el consenso de las fuerzas políticas y cívicas”.

Según los obispos panameños “ha sido una larga y honesta tarea, en la que hemos participado a través de la Comisión de Justicia y Paz, y creemos que ese consenso expresa la voluntad soberana de un pueblo que quiere perfeccionar su democracia”.

“La Iglesia –concluyen los obispos- no ha cesado y no cesará de preocuparse por el bien común y en especial por la defensa de los principios éticos no negociables y, por ello, hacemos un llamado a los hombres y mujeres de buena voluntad para actuar de tal manera que sean fermento en la sociedad, a fin de lograr el consenso moral que haga posible la construcción de un Panamá más justo, equitativo y solidario”.

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Primer año del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham
Cientos de anglicanos y católicos dieron gracias sin ocultar las dificultades
LONDRES, miércoles 18 enero 2012 (ZENIT.org).- El primer año del ordinariato establecido por primera vez para las comunidades anglicanas que buscaban la plena comunión con Roma se caracterizó por sobre todo por ser "gozoso y agradecido", según dijo el líder del grupo. También hay malos entendidos a ser abordados, reconoció.

El pasado domingo marcó el primer aniversario de la creación del Ordinariato personal de Nuestra Señora de Walsingham. Como se sabe, el 15 de enero de 2011 la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un decreto que estableció formalmente un Ordinariato Personal en Inglaterra y Gales para los grupos de anglicanos y su clero que desearan entrar en plena comunión con la Iglesia católica.

Según el sitio web del ordinariato, alrededor de 500 católicos y anglicanos se reunieron para conmemorar el aniversario con solemnes vísperas y una procesión del Santísimo Sacramento, seguida por la bendición en la iglesia de Santiago de Londres.

La liturgia fue ofrecida en acción de gracias por la decisión del papa de permitir a los anglicanos que deseen entrar en la Iglesia Católica, conservar el uso de sus oraciones tradicionales y liturgia.

Durante el sermón, el ordinario, monseñor Keith Newton, dijo: "Esta noche tenemos mucho por lo cual estar alegres y agradecidos. Por los dones y las riquezas espirituales del anglicanismo, que nutre nuestra fe. Por la calidez de la bienvenida y el apoyo que hemos recibido de muchos católicos; por la visión, el amor y la fe de nuestro santo padre, el papa Benedicto XVI".

Monseñor Newton también dirigió una carta pastoral con motivo del aniversario. "Un año no es mucho tiempo en la vida de cualquier institución, en particular en la Iglesia católica, pero como es un momento tan histórico no debemos dejarlo pasar sin una reflexión", dijo.

"Doy gracias a Dios por su valor y fe, a veces con costo personal", comentó el prelado, al reflexionar sobre la transición en el último año. También agradeció a las congregaciones católicas y a las personas que habían dado su apoyo durante el primer año de existencia del ordinariato.

"Hubo por supuesto, decepciones y contratiempos en el camino, pero estos han sido superados por la calidez de la bienvenida y la conciencia de estar en comunión con la sede de Pedro y de innumerables personas alrededor del mundo", continuó.

Profético

Monseñor Newton reconoció que hubo algunos malentendidos, en parte porque muchos católicos no tuvieron contacto de primera mano con el ordinariato, o con sus miembros. "Depende de todos nosotros ayudar a la gente a entender, y a hacer realidad, la visión que el papa Benedicto XVI ha puesto ante nosotros: que el ordinariato debe ser "un gesto profético", para contribuir al objetivo más amplio de la unidad visible entre la Iglesia católica y la Comunión anglicana", exhortó.

El ordinario también anunció que más gente se uniría al ordinariato en el próximo año. Dijo que varios grupos entrarán en esta semana santa y que también habrá ordenaciones sacerdotales durante el tiempo de Pentecostés.

"Somos parte de un momento histórico en la Iglesia --concluyó monseñor Newton--. Cada uno de nosotros tiene un papel importante que desempeñar, a fin de alcanzar las posibilidades y oportunidades que este año nos ha puesto por delante, recordando que nada se logrará sin la oración y la santidad de vida".

Traducido del inglés por José Antonio Varela

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Dos sacerdotes secuestrados en Sudán
Un obispo denuncia presiones contra la población de Sudán del Sur
ROMA, miércoles 18 enero 2012 (ZENIT.org).- Crecen los temores por la seguridad de dos sacerdotes del Sudán que han sido secuestrados. Son los sacerdotes Joseph Makwey, de 40 años, y Sylvester Mogga, de 30, quienes fueron secuestrados este 15 de enero por sujetos que rompieron las puertas del complejo parroquial y del presbiterio.

Según los vecinos --citados por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN)- los atacantes llegaron a la parroquia de Santa Josefina Bakhita, en un enorme camión lleno de gente. Además de secuestrar a los sacerdotes, saquearon la propiedad y se llevaron los aparatos eléctricos y objetos de valor como ordenadores portátiles y otros equipos informáticos.

Al informar del incidente, ocurrido en la ciudad de Rabak, al sur de Jartum, el obispo auxiliar de Jartum, Daniel Adwok Kur, declaró a AIN que se desconoce el paradero de los dos sacerdotes.

Dirigiéndose al lugar para evaluar la situación, el obispo Adwok dijo: "Estamos preocupados por los dos sacerdotes. Uno de ellos --el padre Sylvester- aunque es muy joven está enfermo y necesita ayuda médica". El obispo dijo que la policía había sido notificada, pero que las investigaciones están en sus inicios.

Añadió que era aún imposible "especular" sobre la identidad de los secuestradores y sus motivos. Sin embargo, al informar de un aumento de secuestros en la región, el obispo Adwok dijo que temía que los hombres pudieran ser reclutados, para luchar en medio de lo que se conoce como un empeoramiento de los conflictos internos que envuelven a Sudán y a Sudán del Sur.

Él obispo dijo: "No es que la ley no pueda implementarse, parece mas bien que este secuestro fue algo deliberado. Los secuestradores habrían sabido que estos hombres eran sacerdotes".

El obispo, que vive en Kosti, una ciudad cercana a Rabak en el otro lado del Nilo Blanco, dijo que en todo Sudán, los militantes están intimidando a las personas originarias de lo que hoy es el Sudán del Sur, presionando para que se vayan.

El obispo Adwok, dijo: "El secuestro de los jóvenes ha asustado prácticamente a todos aquí". Criticó al gobierno de Sudán por desentenderse de los secuestros y decir que los secuestradores son "extranjeros", a los que no se puede controlar.

El obispo añadió: "La gente inocente no está allí para que la golpeen y las autoridades están llamadas a rendir cuentas de lo que está pasando". "No es sólo en Kosti donde está sucediendo. También sucede en Jartum ".

Traducido del inglés por José Antonio Varela

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Documentación


Benedicto XVI: Esperamos el día glorioso en que podamos celebrar juntos los sacramentos
El papa dedicó la audiencia general a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 18 enero 2012 (ZENIT.org).- La audiencia general de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 en el Aula Pablo VI, donde el santo padre se encontró con grupos de fieles y peregrinos provenientes de Italia y de diversos países. En su discurso, el papa se centró en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este año tiene como tema: “Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo”. Ofrecemos a los lectores el texto íntegro del discurso de Benedicto XVI, traducido del italiano.

*****

¡Queridos hermanos y hermanas!

Empieza hoy la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que, desde hace más de un siglo, se celebra cada año por cristianos de todas las Iglesias y comunidades eclesiales, para invocar aquél don extraordinario por el que el mismo Señor Jesús oró durante la Última Cena, antes de su pasión: “Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros, de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado”. La práctica de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos fue introducida en 1908 por el padre Paul Wattson, fundador de una comunidad religiosa anglicana que luego entró en la Iglesia católica. La iniciativa recibió la bendición del papa san Pío X y fue luego promovida por el papa Benedicto XV, que animó su celebración en toda la Iglesia católica con el breve Romanorum Pontificum, del 25 de febrero de 1916.

El octavario de oración fue desarrollado y perfeccionado en los años treinta del siglo pasado por el padre Paul Couturier de Lyon, que apoyó la oración “por la unidad de la Iglesia como quiere Cristo y conforme a los instrumentos que El quiere”. En sus últimos escritos, el padre Couturier ve tal Semana como un medio que permite a la oración universal de Cristo "entrar y penetrar dentro del Cuerpo cristiano"; debe crecer hasta convertirse en "un inmenso, unánime grito de todo el Pueblo de Dios", que pide a Dios este gran don. Y precisamente en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el impulso del Concilio Vaticano II a la búsqueda de la plena comunión entre todos los discípulos de Cristo encuentra cada año una de sus más eficaces expresiones. Esta cita espiritual, que une a cristianos de todas las tradiciones, acrecienta nuestra conciencia del hecho que la unidad hacia la que tendemos no podrá ser sólo el resultado de nuestros esfuerzos, sino que mas bien será un don recibido de lo alto, que hay que pedir siempre.

Cada año, los materiales para la Semana de Oración los prepara un grupo ecuménico de una diferente parte del mundo. Querría detenerme en este punto. Este año, los textos han sido propuestos por un grupo mixto compuesto por representantes de la Iglesia católica y del Consejo Ecuménico Polaco, que comprende a varias Iglesias y comunidades eclesiales del país. La documentación ha sido luego revisada por una comisión integrada por miembros del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias. También este trabajo conjunto en dos etapas es un signo del deseo de unidad que anima a los cristianos y de la conciencia de que la oración es la vía primaria para lograr la plena comunión, para que unidos hacia el Señor andemos hacia la unidad. El tema de la Semana de este año –como hemos oído- está tomado de la I Carta a los Corintios: “Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo” (cfr 1 Cor 15,51-58), su victoria nos transformará. Y este tema fue sugerido por el amplio grupo ecuménico polaco que he citado, el cual, reflexionando sobre su propia experiencia como país, quiso subrayar lo fuerte que el es apoyo de la fe cristiana en medio de las pruebas y trastornos, como los que caracterizan la historia de Polonia. Tras un amplio debate, fue elegido un tema centrado en el poder transformador de la fe en Cristo, en especial a la luz de la importancia que esta reviste para nuestra oración en favor de la unidad visible de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Inspiran esta reflexión las palabras de san Pablo que, dirigiéndose a la Iglesia de Corinto, habla de la naturaleza temporal de todo lo que pertenece a nuestra vida presente, marcada también por la experiencia de “derrota” del pecado y de la muerte, frente a lo que nos trae la “victoria” de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte en su Misterio pascual.

La historia particular de la nación polaca, que conoció períodos de convivencia democrática y de libertad religiosa, como en el siglo XVI, ha estado marcada, en los últimos siglos, por invasiones y derrotas, pero también por la constante lucha contra la opresión y la sed de libertad. Todo esto ha inducido al grupo ecuménico a reflexionar de manera más profunda sobre el verdadero significado de “victoria” --qué es la victoria- y de “derrota”. Respecto a la “victoria” entendida en términos triunfalistas, Cristo nos sugiere un camino bien diverso, que no pasa a través del poder y la potencia. De hecho, afirma: "Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el siervo de todos" (Mc 9,35). Cristo habla de una victoria a través del amor que sufre, a través del servicio recíproco, la ayuda, la nueva esperanza y el concreto consuelo dado a los últimos, a los olvidados, a los rechazados. Para todos los cristianos, la más alta expresión de tan humilde servicio es Jesucristo mismo, el don total que hace de Sí mismo, la victoria de su amor sobre la muerte, en la cruz, que resplandece en la luz de la mañana de Pascua. Nosotros podemos tomar parte en esta "victoria" transformadora si nos dejamos transformar por Dios, sólo si realizamos una conversión de nuestra vida y la transformación se realiza en forma de conversión. He aquí el motivo por el que el grupo ecuménico polaco ha considerado especialmente adecuadas para el tema de la propia meditación las palabras de san Pablo: "Todos seremos transformados" por la victoria de Cristo, nuestro Señor" (cfr 1 Cor 15,51-58).

La plena y visible unidad de los cristianos, que anhelamos, exige que nos dejemos transformar y conformar, de manera cada vez más perfecta, a la imagen de Cristo. La unidad por la que oramos exige una conversión interior, tanto común como personal. No se trata simplemente de cordialidad o de cooperación, es necesario reforzar nuestra fe en Dios, en el Dios de Jesucristo, que nos ha hablado y se ha hecho uno de nosotros; hay que entrar en la nueva vida en Cristo, que es nuestra verdadera y definitiva victoria; hay que abrirse los unos a los otros, tomando todos los elementos de unidad que Dios ha guardado para nosotros y que siempre nuevamente nos da; hay que sentir la urgencia de dar testimonio al hombre de nuestro tiempo del Dios vivo, que se ha dado a conocer en Cristo.

El Concilio Vaticano II puso la búsqueda ecuménica en el centro de la vida y de la actuación de la Iglesia: "Este santo Concilio exhorta a todos los fieles católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecuménica" (Unitatis Redintegratio, 4). El beato Juan Pablo II subrayó la naturaleza esencial de tal empeño, diciendo: "Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un atributo secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo de la comunidad". (Enc. Ut Unum Sint, 9). La tarea ecuménica es por tanto una responsabilidad de toda la Iglesia y de todos los bautizados, que deben hacer crecer la comunión parcial ya existente entre los cristianos hasta la plena comunión en la verdad y en la caridad. Por tanto, la oración por la unidad no está circunscrita a esta Semana de Oración, sino que debe convertirse en parte integrante de nuestra oración, de la vida orante de todos los cristianos, en todo lugar y en todo tiempo, sobre todo cuando personas de tradiciones diversas se encuentran y trabajan juntas por la victoria, en Cristo, sobre todo lo que es pecado, mal, injusticia, violación de la dignidad del hombre.

Desde que nació el movimiento ecuménico moderno, hace más de un siglo, siempre hubo una clara conciencia de que la falta de unidad entre los cristianos impide un anuncio más eficaz del Evangelio, porque pone en peligro nuestra credibilidad. ¿Cómo podemos dar testimonio convincente si estamos divididos? Ciertamente, por lo que se refiere a las verdades fundamentales de la fe, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Pero las divisiones permanecen, y se refieren también a diversas cuestiones prácticas y éticas, suscitando confusión y desconfianza, debilitando nuestra capacidad de transmitir la Palabra salvífica de Cristo. En este sentido, debemos recordar las palabras del beato Juan Pablo II, que en su encíclica Ut Unum Sint habla del daño causado al testimonio cristiano y al anuncio del Evangelio por la falta de unidad (cfr nn. 98, 99). Es este un gran reto para la nueva evangelización, que puede ser más fructífera si todos los cristianos anuncian juntos la verdad del Evangelio de Jesucristo y dan una respuesta común a la sed espiritual de nuestro tiempo.

El camino de la Iglesia, como el de los pueblos, está en las manos de Cristo resucitado, victorioso sobre la muerte y sobre la injusticia que Él ha soportado y sufrido en nombre de todos. Él nos hace partícipes de su victoria. Sólo Él es capaz de transformarnos y convertirnos, de débiles y titubeantes, en fuertes y valientes para hacer el bien. Sólo Él puede salvarnos de las consecuencias negativas de nuestras divisiones. Queridos hermanos y hermanas, invito a todos a unirse en oración de modo más intenso durante esta Semana por la Unidad, para que crezca el testimonio común, la solidaridad y la colaboración entre los cristianos, esperando el día glorioso en el que podamos profesar juntos la fe transmitida por los apóstoles y celebrar juntos los sacramentos de nuestra transformación en Cristo. Gracias”.

Traducido del italiano por Nieves San Martín

©Librería Editorial Vaticana

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