30.01.12

Si la sal pierde su sabor...

A las 10:24 AM, por Luis Fernando
Categorías : Cristianos en la vida pública, Evangelio

 

Pocas cosas hay tan penosas en este mundo como ser un cristiano soso, sin sustancia, adaptado al ambiente, repetidor de consignas más o menos grandilocuentes que no dejan ver la raíz real de los problemas que aquejan a la sociedad. Pocas cosas hay tan absurdas como ser católico y escribir un artículo sobre la crisis sin mencionar una vez siquiera a Cristo, el evangelio, la Iglesia y sus enseñanzas. Y sin embargo, eso es lo que veo en un comunicado publicado por un grupo de jóvenes de cierto movimiento eclesial con motivo de la festividad de Santo Tomás de Aquino. Prefiero no decir ni el movimiento ni la diócesis a la que pertenecen. De hecho, no voy a copiar párrafos del texto para evitar que alguien lo encuentre en la red y les identifique. No es necesario pues me temo que no son los únicos que sufren de esta idiocia espiritual.

Es de sentido común que cuando un católico aborda de manera pública la crisis que sufre nuestra sociedad, base su mensaje en aquello que Cristo y los apóstoles dijeron acerca del mundo y del papel que los cristianos juegan en el mismo. Sin embargo, es sumamente tentador caer en un discurso humanista que, aparte de estar infectado de pelagianismo barato si no está enraizado en la doctrina católica, solo sirve para endulzar al alimento amargo del reino de pecado que nos rodea.

Y sin embargo, el mismísimo Cristo empezó su predicación siguiendo las pautas avanzadas por San Juan el Bautista: “Arrepentíos porque el reino de los Cielos se ha acercado” (Mt 4,17). Y en relación a la tan nombrada y anunciada nueva evangelización, o empezamos por ahí, o no vamos a ningún lado. No se podrá salvar quien no es consciente de su necesidad de salvación. No podemos ser instrumentos de conversión si ocultamos o disminuimos la existencia y gravedad del pecado. Tanto del personal como del comunitario. Esto último conviene tenerlo en cuenta porque no solo pecan las personas sino también los pueblos. Y el que lo niegue, que me explique qué otra cosa es el hecho de que España lleve bastante tiempo alejándose del evangelio. Otra cosa es que haya Lots -muchos o pocos, eso lo sabe solo Dios- que no sigan ese camino de iniquidad.

Intentar afrontar la crisis de valores de la sociedad en que vivimos con discursos que podrían llevar el sello de una ONG caritativa o de un sindicato de izquierdas, es como querer curar un cáncer con acupuntura o gotas de solución homeopática. Hace mucho más un obispo diciendo

Es realmente difícil creer que haya sucedido. Ha sido como una bofetada. El gobierno del Presidente Obama acaba de decir a los católicos de los Estados Unidos, “¡A la mierda con vosotros!” No hay otra manera de explicarlo.

… que otro buscando desesperadamente en el diccionario el término más suave para describir una acción lamentable de determinado gobernante. Y lo mismo se puede decir de un sacerdote, de un religioso o de un seglar.

Es comprensible que la prudencia esté presente en todas nuestras acciones y nuestras manifestaciones. Pero es de cobardes el usar la prudencia como excusa para no llamar a las cosas por su nombre. Si hace 20 siglos se hubiera sido tan “prudente” como son muchos cristianos hoy en día, el cristianismo no habría sobrevivido a su primera generación.

Y es que ya lo dijo el Señor: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres” (Mt 5,13)

Debemos optar por ser sal repugnante al paladar del mundo antes que veneno azucarado que endulza engañosamente a quienes van derechitos a la condenación eterna y el infierno. O, en otras palabras: “¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!” (1ª Cor 9,16). El verdadero evangelio, señores. No una falsificación del mismo.

Luis Fernando Pérez Bustamante