10.02.12

 

El acoso que viene sufriendo la Iglesia por parte del laicismo radical en los últimos años ha encontrado en determinados sectores eclesiales y para-eclesiales una especie de complicidad, tanto directa como indirecta. Así por ejemplo, ese engendro herético llamado Redes Cristianas se sumó a la manifestación contra la visita del Papa y la JMJ. Su presidente, Evaristo Villar, fue invitado el pasado fin de semana por los salesianos de Santiago de Compostela, sin que el arzobispo, Mons. Julián Barrio, abriera la boca para indicar que no es cosa buena que una orden religiosa presente en su archidiócesis dé cobertura a los quintacolumnistas del anticlericalismo.

En todo caso, a los mercenarios de la ideología totalitaria laicista se les ve venir y resulta relativamente fácil evitar que hagan pupa a nivel de la comunión eclesial. Más peligrosos pueden resultar aquellos que compran el discurso del laicismo radical y lo adornan de buenas palabras, comprensión y tolerancia. Ellos no se manifestarán contra el Papa, pero pedirán que modere su discurso en todos aquellos puntos que resultan controversiales porque afectan a la moral, el derecho a la vida, etc. Ellos no acusarán a la CEE de ser un nido de talibanes, pero sí señalarán con el dedo acusador a los obispos que son más “activos” en la tarea de ser luz del mundo y sal de la tierra.

Estos días atrás he leído diversos artículos de opinión sobre la censura de EITB al anuncio de las diócesis vascas a favor de la clase de religión. No hace falta ser católico para entender que dicha censura es más propia de un régimen totalitario que de una democracia. Basta con ser demócrata. Y sin embargo, encuentra la comprensión de todo un profesor de la Facultad de teología de Vitoria. Se muestra contrario a la inclusión en el anuncio de la frase “porque la cultura religiosa es un bien para la madurez del niño“. La razón es que puede que haya gente que no está de acuerdo con eso. Y añade: “Creo que el anuncio no debió de ir más allá de esta idea, `la enseñanza religiosa escolar es un derecho, la ley común lo dice; ¡piensa en su valor!´".

Ya puestos, podemos pedir perdón por ser católicos y pensar lo que pensamos. Y flagelarnos cada vez que pase por nuestra cabeza la idea de llevar a cabo una campaña de evangelización. O si la hacemos, tener mucho cuidado con no lanzar mensajes “duros". Por ejemplo, en vez de decir “Arrepentíos porque el reino de los cielos ha llegado“, podemos decir “pensad en la posibilidad de que existe algo que se llama pecado, pero no vayáis a pensar ni por un casual que os estamos pidiendo que aceptéis su existencia y mucho menos que os apartéis del mismo“.

Cuando se llega a plantear que existe un átomo de legitimidad en la censura en una televisión pública, que pagamos todos, de una campaña a favor de una asignatura, que además es un derecho de los padres, es que se está dispuesto a aceptar cualquier censura contra cualquier mensaje que tenga su origen en la Iglesia y que no guste a todo el mundo.

Algunos -y ahora no señalo a nadie en particular- están tan impregnados del espíritu secularizador del mundo, que resulta difícil discernir qué queda en ellos del Espíritu de Dios, si es que queda algo. Y, como ya he dicho otras veces, que no nos vengan llamando prudencia a lo que es cobardía. Que no llamen templanza a lo que es tibieza.

Luis Fernando Pérez Bustamante