15.02.12

A cualquier cosa llaman religión (1): los Jedis

A las 10:15 AM, por Luis Santamaría
Categorías : General, Nueva Era

 

El fenómeno religioso es un elemento inevitable en la actualidad tal como ésta se muestra en los medios de comunicación. Y entre muchas otras informaciones, a veces tienen una trascendencia exagerada fenómenos como mínimo marginales, cuando no extraños, al ámbito de lo espiritual. Recientemente hemos asistido a la difusión de dos supuestas “nuevas religiones” que llaman la atención por lo estrafalario y lo actual de sus contenidos. Seguro que los lectores han podido conocer algún dato sobre la existencia del “jediísmo” y del “kopimismo”, colocados así por orden de aparición.

Antes de entrar en detalles acerca de estos dos movimientos tan peculiares, conviene dejar clara una cosa, ya que los medios generalistas pueden inducir a confusión cuando afirman que tal o cual grupo –en este caso, los que vamos a analizar ahora– se convierten en “religiones oficiales” de un país determinado. El lector debe darse cuenta de que no es la consideración de la agrupación concreta como religión oficial de la nación lo que intenta explicar en un mal titular el medio de comunicación, sino que la noticia cierta es la inclusión del movimiento en el registro oficial estatal de confesiones religiosas. Si hablamos con propiedad, el concepto de “religión oficial” alude a la situación de confesionalidad de algunos Estados, en los que un culto es asumido de forma pública como religión establecida que suele incluir su reflejo en la legislación.

Dicho esto, la primera corriente, llamada jediísmo o jedismo, ha cristalizado en varios grupos entre los que destaca el Templo de la Orden Jedi. La cuestión parece una broma, y parece que nació así, como una burla a gran escala, en torno al año 2001. Algunas muy extendidas cadenas de correos electrónicos promovieron el responder a los censos de los países respectivos, en el apartado del culto profesado, con una nueva confesión: religión jedi o “Caballero Jedi”. Para los no iniciados, baste recordar aquí que se trata de una terminología cuyo origen es la célebre saga cinematográfica La guerra de las galaxias (Star Wars), del director George Lucas.

La cosa no quedó en el intento, ya que los resultados del censo realizado en 2001 en el Reino Unido dieron una sorpresa: nada menos que unas 390.000 personas dijeron ser de religión jedi, situándose así, con el 0,7% de la población, como la tercera confesión religiosa del país, tras el cristianismo y el islam, y por delante del judaísmo. Algo semejante ha pasado en otros lugares del mundo, como en la República Checa, que es el último –hasta ahora– ejemplo de difusión de esta doctrina. Los últimos datos de su oficina estadística, divulgados el pasado mes de diciembre de 2011, daban una cifra de más de 15.000 “Caballeros Jedi”.

De la broma se ha pasado a la configuración de un supuesto “nuevo movimiento religioso”, algo que supongo dará más de un dolor de cabeza a los sociólogos de la religión y antropólogos que intenten analizar este engendro postmoderno desde las categorías serias de su estudio. Explica el hermano John, que debe de ser algo así como el patriarca de la Orden Jedi, que se trata de una iniciativa interreligiosa y sincretista, que “incluye elementos de dos o más religiones como el taoísmo, el sintoísmo, el budismo, el cristianismo, el misticismo y muchas verdades de otras religiones universales, una combinación de artes marciales y el Código de la Caballería”. Efectivamente, se trata de sincretismo… y pocas cosas le faltan en el menú, desde luego. Son estas doctrinas, y no las películas, el corazón de su espiritualidad. Lo cinematográfico entra en el área de lo metafórico, “para servir como parábolas”, según dice el líder.

Empleando una acepción muy amplia del término “religión”, los simpatizantes de este invento explican que se puede compaginar con otra pertenencia confesional, y así podemos encontrarnos con jedis que sean cristianos, budistas, neopaganos e incluso agnósticos. Aunque a continuación se afirma, de forma contradictoria, que el Jediísmo “es una religión y una forma de vida en sí misma”. Su credo va más allá de películas y directores, y trasciende incluso la fe en “la Fuerza” de la que tanto se habla en los guiones de Lucas (no el evangelista, sino el cineasta).

Un adepto del Jediísmo cree “en el valor inherente de cada persona”, en la ausencia de discriminaciones, “en la santidad de la persona humana”, en la democracia (con sus libertades) y en la separación Iglesia-Estado, en un relativismo cultural, moral y religioso explícito, “en la general influencia positiva que la mayoría de las religiones han tenido en sus seguidores y en la sociedad”, en la importancia de la educación, etc. Si se me permite la expresión, una espiritualidad del “buen rollo”, a la que ciertamente se puede agradecer su bondad y no-violencia, pero que no pasa de ser un credo humanista sin referencias a lo trascendente. Un culto, en suma, hecho a medida de nuestra cultura que tan grandes aspiraciones tiene pero que, inevitablemente, se ve sumida en el individualismo y el relativismo.

Paso siguiente del “catecismo jedi”: ¿cómo puede una persona convertirse a esta nueva religión? Primer paso: “Profesarse a sí mismo y proclamar su reconocimiento de ser un Jedi. Seguir los ideales y las creencias Jedi. Usted puede tener otras convicciones espirituales junto con la de ser un Jedi y la lealtad a ambos es posible”. Como vimos antes, se defiende la posibilidad de la doble pertenencia, lo que da idea de la seriedad que se pone en una de las dos identidades religiosas o en ambas a la vez. Basta el sentimiento de adhesión para que ésta se produzca automáticamente, lo que responde a otra de las características de la nueva religiosidad: la desinstitucionalización. Uno puede ser partícipe de esto sin una pertenencia objetiva a un grupo confesional. Hay que creer en la Fuerza –que no es más que una energía suprema impersonal– y, siguiendo con la metáfora de Star Wars, no servir nunca al “Lado Oscuro”. Además, hay algunas versiones de un juramento, necesario para “sincronizarse con la Fuerza” e iniciar el camino de esta nueva fe profesando la “lealtad a la Fuerza y su voluntad”.

Quien tenga tiempo y quiera entretenerse un rato puede navegar por Internet buscando la reciente producción literaria y espiritual de esta gente, como la oración “Haz de mí un instrumento de tu paz”, atribuida a San Francisco de Asís, pero seguramente anónima, y que en el Jediísmo se ha transformado, de manera que comienza así: “Creo en la fuerza; yo soy un Jedi, un instrumento de paz”. También hay una curiosa lista de votos, que superan con mucho en el número a los que emiten los religiosos católicos, ya que los Caballeros Jedi tienen los votos de respeto, humildad, contemplación (para “estar en comunión con la Fuerza”), moderación, apego, industria (la virtud de la diligencia de toda la vida), restricción (o sea, la templanza), defensa, castidad, obediencia, limpieza y caridad.

No hay oración, ya que no hay una alteridad personal hacia la que orientar la propia vida, sino meditación. No hay escatología –y, por lo tanto, tampoco esperanza–, ni memoria del pasado, sino presentismo. Algo que reconocen difícil en su vivencia concreta, ya que “la mente no se conforma con el momento presente eterno”.

Habrá que estar atentos a la deriva de lo que se inició como una broma pero ha devenido nuevo culto espiritual con características que, como queda bien claro, se adaptan perfectamente a la sociedad actual. Quizás este sucedáneo de religión haya encontrado un nicho de mercado –como dicen los publicistas– en muchas personas que quieran disponer de una adscripción religiosa que no sea muy exigente, que les permita vivir en este mundo sin muchas complicaciones y que en el fondo se reduzca a unas pautas éticas ciertamente elevadas para una situación de crisis global. La pena es que cuando se sustituye el “que Dios te bendiga” –en la versión confesional que sea– por el genérico “que la Fuerza te acompañe” –como repiten los aficionados de La guerra de las galaxias–, la vivencia religiosa se reduce a un convencimiento personal que no encuentra enfrente a Alguien que dé sentido a la vida, permitiendo salir del propio yo para el encuentro gozoso con el Otro.

Luis Santamaría del Río
En Acción Digital, 15/02/12.