17.02.12

Aparato automático para dar la Sagrada Comunión

A las 6:11 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General
 

Dentro de la Iglesia existe en los últimos tiempos la tertulia más animada posible. El contenido de la misma es si repartir la Sagrada Comunión en la boca o en la mano de los comulgantes. Incluso si éstos deben estar de pie o de rodillas.

Las opiniones son tan variadas como los colores del arco iris. Todos aducen testimonios evangélicos, patrísticos, conciliares, teológicos, canónicos, litúrgicos, higiénicos, costumbristas, tradicionales……..

Un amplio sector acude a lo que hace el Papa Benedicto XVI en la liturgia vaticana; o a cardenales determinados con cargos relativos al culto religioso.

Todos buscamos el máximo respeto a la Eucaristía, que es el Cuerpo de Cristo.

En el interior de la Iglesia Católica he conocido cómo ese respeto se ha traducido en formas prácticas desde lo más vanguardista posible hasta lo más retrogrado imaginable.

Cuando llegó la epidemia de la gripe A corrió un miedo a los contagios a través de la introducción de los dedos en las pilas de agua bendita dentro de los templos. Hubo iglesias donde colocaron unos aparatos dispensadores de unas gotas de agua bendita a cada fiel que colocaba el dedo debajo del gotero correspondiente.

Ahora, un amigo, me envía un vídeo donde conozco un dispensador automático de las Sagradas Formas consagradas en el Cuerpo de Cristo durante una Misa. El sacerdote no toma la Comunión en su mano, sino que es el propio fiel quien abriendo la suya le cae desde el aparato la Sagrada Forma ya consagrada.

Pueden verlo haciendo clic aquí.

Tras esta visión, uno se queda sin palabras, sin comentarios.

Yo sí los haré:

¿Qué persigue ese artefacto en la celebración de la Eucaristía?

¿Hemos perdido el juicio y la sensatez ante el sacramento central de nuestra fe?

¿Existen templos donde se esté usando semejante engendro técnico?

Si los sacerdotes ya no podemos dar la Sagrada Comunión a los fieles hemos perdido uno de los grandes misterios que me atrajeron desde que era monaguillo para algún día ser sacerdote del Señor, poder tocarlo, poder consagrar el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre del Señor.

El día de mi primera Misa, aún me pasa a diario, temblaban mis manos indignas durante el momento de la Consagración, y en el siguiente de repartir la Comunión a mis padres, que en paz descansen.

Rechazo esos artefactos, por muy automáticos que sean y muy asépticos que se presenten. Me quedo con lo que el Señor hizo en la Santa Cena del Jueves Santo.

Tomás de la Torre Lendínez