18.02.12

En los altares - Santa Bárbara

A las 12:14 AM, por Eleuterio
Categorías : General, En los altares
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Santa Bárbara

Maximiano, emperador romano de finales del siglo III, comandaba la suerte de Roma cuando, en la ciudad de Nicomedia un hombre de nombre Dióscoro, rico, mundano y supersticioso, además de pagano tenía la mala costumbre de adorar dioses que no existían. Es decir, estaba lo más alejado posible de ser un discípulo de Cristo.

Tenía una hija de nombre Bárbara a la que su padre, por miedo a que tuviera contacto con la gente encerró en una torre muy alta que hizo construir al efecto. Y decidió, creyéndose dueño de su vida y su persona, darla en matrimonio a un príncipe que se sentía atraído por todo el misterio que acarreaba la vida que llevaba la hija de Dióscoro.

Bárbara, sin embargo, no tenía intención de contraer matrimonio y así se lo hizo saber a su padre. Ella tenía la intención de mantenerse célibe y buscar al Único Dios verdadero, muy alejado de todos aquellos diosecillos que adoraba Dióscoro y que lo llevaban a la perdición directa.

Pero Bárbara no se arredró y continuó por el camino que se había trazado en el corazón. Hizo colocar una cruz en el baño y hizo construir una ventana más que, añadida a las dos existentes, simbolizaba, al menos para ella, la Santísima Trinidad. Se bautizó Bárbara y, siguiendo la forma de vida de Juan el Bautista, se alimentaba de miel y de langostas. Además, mostró un celo cristiano grande cuando se enfrentó a los ídolos que tenía su padre por adorables y, escupiéndoles, les dijo que “Todos aquellos que a los que vosotros habéis inducido en error y creen en vosotros serán como vosotros”.

 

Y se retiró a orar y a venerar a Dios en la torre.

Cuando su padre volvió del viaje que había hecho se sorprendió de los cambios había hecho Bárbara en la torre y le preguntó acerca de las razones que había tenido para ordenar tales obras. Ella le contestó que, en efecto, había ordenado abrir otra ventana en representación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Esto no gustó mucho a Dióscoro que allí mismo pretendió matar a espada a Bárbara. Pero la hija oró a Dios y evitó morir de aquella terrible forma.

Pero el Mal no descansa nunca y, por eso mismo, Bárbara, al saberse que era cristiana fue enjuiciada pues Dióscoro la denunció al Pretor de la provincia, un tal Martiniano. Como era la costumbre de la época, pagana, se le conminó a que eligiera entre sacrificar a los dioses o morir tras horrible tortura. Y como el Bien siempre tiene a los mejores de su lado, Bárbara no dudó ni por un instante: “Me ofrezco en sacrificio a mi Dios, Jesucristo, creador del cielo, de la tierra y de todas las cosas”.

Ni con tortura y daños graves a su cuerpo consiguieron de Bárbara que abandonara su fe y a Jesucristo, su Esposo.

Visto que no podían hacer nada por cambiar su parecer, el juez ordenó que decapitasen a Bárbara pero Dióscoro, su padre se le llevó a monte porque quería ser el mismo el que vengara lo que tenía por afrentas infringidas por su hija. Se llevó también a Juliana, joven que iba a correr la misma fortuna espiritual que Bárbara.

Bárbara, en su camino hacia la montaña donde iba a entregar su vida por Cristo y por su fe, escuchó una voz que decía “Ven, Bárbara, esposa mía, ven a descansar en la morada de mi padre, que está en los cielos, yo te concedo lo que acabas de pedirme” pues había pedido Bárbara, en camino al martirio, por todos aquellos que recordaban el nombre de Cristo.

Y allí mismo murió Bárbara, junto a Juliana, recibiendo las dos la corona del martirio.

Por cierto, Dióscoro murió bajando la montaña por un rayo que lo fulminó.

Nos podemos dirigir a Santa Bárbara con la siguiente oración:

Señor, que diste a santa Bárbara una increíble fortaleza para soportar los mayores ultrajes y tormentos por ser fiel a Ti, te pedimos que, como ella, nosotros seamos fuertes en la adversidad y humildes en la prosperidad para alcanzar como ella la eterna bienaventuranza.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Santa Bárbara, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán