Entrevista a Fray Nelson Medina sobre la Orden de Predicadores

La Orden dominica agoniza en algunos lugares mientras que florece en otros

 

A pesar de la difícil situación vocacional de la orden dominica en España y otros lugares, Fray Nelson nos habla de los signos de esperanza para su orden en todo el mundo, como la «primavera vocacional» en Colombia y otros países, obras como la Escuela de Jerusalén, el proceso de consolidación en varias zonas y nuevos apostolados como el de Internet. También se tratan los principales problemas que sufre la orden, cuyo origen está en la falta de fe, en el contagio de los problemas más amplios de la Iglesia como el secularismo o en las «semillas de la herejía» que siembra el pecado.

25/02/12 10:12 AM


 

(Bruno Moreno/InfoCatólica–Fray Nelson, ¿cuánto tiempo hace que es dominico? ¿Cómo descubrió su vocación?

Ingresé a la Orden hace casi veintiocho años. Si se cuenta desde que soy profeso, ello fue el 2 de Febrero de 1986. Si hablamos de ordenación sacerdotal, estoy por cumplir veinte años, desde el 21 de Marzo de 1992.

La vocación la descubrí en el contexto de los Grupos de oración de la Renovación Carismática Católica, en mi país, Colombia. Eso fue cuando tenía unos quince años. Pero no fui dócil a ese primer llamado. Vino uno segundo, esta vez irresistible, y que yo atribuyo a la Virgen María. También en la segunda ocasión la oración en grupo fue fundamental. Las bases, sin embargo, estaban dadas por una familia de firme convicción católica, sobre todo en mi madre.

–¿Qué significa el “fray”?

Es uno de los modos de abreviar la expresión latina “frater” que quiere decir “hermano”, en cuanto miembro de una comunidad. La época en que nació la Orden nuestra, a comienzos del siglo XIII, vio una cierta efervescencia de espíritu de comunidad y de corporación: sentido de pertenencia. Esa impronta nos marca mucho.

–¿Cuál es el carisma de la Orden de Predicadores? ¿Sigue teniendo sentido hoy en día ese carisma?

Santo Domingo de Guzmán, nuestro fundador, quería que la Orden se llamase y fuese de predicadores. Puede decirse que apostó de lleno por el ministerio de la Palabra, con la variedad inmensa que ello implica. Y puesto que la fe viene de escuchar, según aquello de Romanos 10, creo sinceramente que siempre hay un lugar amplio en la Iglesia para nuestro carisma.

–¿Por qué es una orden y no una congregación religiosa?

En parte es asunto de historia. La gran tradición que se remonta al Imperio Romano, tradición luego trasvasada al tejido del Medioevo, pensaba la sociedad en términos de “ordines,” de modo que cada “ordo” venía a ser un modo de estar y de encajar en el conjunto. En este esquema, un “ordo” es, a la vez, un llamado interno (la “vocación”) y su expresión externa: el modo de ser ante los demás (la “profesión;” lo que uno profesa ser). Esta noción mira al mismo tiempo al ser y a la función, por decirlo de algún modo.

Con el tiempo, la sociedad empezó a pensarse a sí misma en otras claves, seguramente porque las “funciones” eran mucho menos determinadas y permanentes. Surgen entonces, proporcionalmente, otros lenguajes. San Ignacio de Loyola habla de una “Compañía,” mostrando así que su punto de partida, su metáfora primera, es otra. Luego se hablará de “Oratorios,” “Congregaciones,” o “Comunidades Religiosas.” Curiosamente, como es sabido, hacia tiempos de la conquista y la colonización de América, era muy frecuente que se hablara de “religiones.” El vocabulario daba para decir que alguien entró, por ejemplo, “en la religión de Francisco,” para indicar lo que hoy diríamos: “se hizo franciscano.”

–¿Que problemas principales tiene hoy la Orden de Predicadores?

Me ha marcado una expresión de Santa Catalina de Siena, egregia representante de nuestro carisma, que dice que lo primero que hay que pedir de Dios para un sacerdote es el don de la fe. Si los ojos del sacerdote están abiertos a su condición, y sobre todo, al misterio que le rodea y penetra, y a cuyo servicio está, su vida y su ministerio se renovarán sin cesar. Algo así creo que puede decirse por analogía de los dominicos y dominicas. Y no soy original en esto: lo han dicho sucesivos Maestros de la Orden, es decir, aquellos que canónicamente nos regentan en todo el mundo. Han expresado que nos falta a veces creer que la Palabra, la proclamación integral del Evangelio, tiene tanto lugar, tanta fuerza y tanto esplendor hoy como siempre.

Otros males que sufrimos son sencillamente parte de la carga que experimenta la Iglesia entera. Creo que no hay enfermedad grande o grave que tenga la Iglesia que no nos haya visitado. Secularismo a ultranza, tradicionalismo integrista, liberacionismo comunistoide, coqueteos a la Nueva Era... eso y más se ha visto entre nosotros, en mayor o menor proporción. Hay también señales, a veces muy visibles, de las lacras de siempre, las que acompañan todo caminar espiritual: incoherencias, fatiga, acedia, divisiones.

Ahora bien, a la vista de cifras y datos, puede decirse, creo que sin orgullo vano, que estos males nos han afectado a nosotros menos que a otros. Pero ese es un consuelo magro. Tiene más peso, del lado de la alegría, ver que, sin mayores traumas, la unidad y la renovación de la Orden se van abriendo paso en muchas partes. En ese sentido, y como muchos más, soy un optimista de corazón.

–¿Qué signos de esperanza hay en la Orden?

Cuando hablamos de miles de frailes, sin contar monjas, hermanas y laicos, estamos apuntando a una realidad que necesariamente presenta todo tipo de contrastes. Se puede decir que la Orden agoniza o vegeta en algunos lugares mientras que florece y se fortalece en otros. Los signos globales de esperanza no son entonces una lista extensa pero tampoco carecen de fuerza y sentido. Señalo cuatro.

  1. La presencia y la palabra del Maestro de la Orden, verdadero signo de unidad, y de amor y fidelidad al carisma original. No sólo lo digo por Fr. Bruno Cadoré, actual Maestro, sino por la labor generosa y la palabra sabia de sus antecesores. No son perfectos en su magisterio, ni más faltaba, pero el conjunto de su ejemplo y enseñanza es consistente y marca un liderazgo claro.
  2. La capacidad de llevar a cabo empresas de muy largo aliento. Hablar del Albertinum en Friburgo de Suiza, de la Escuela  Bíblica de Jerusalén, o de la Edición Leonina de las obras completas de Santo Tomás, por citar algunos pocos ejemplos, es hablar de muchas décadas de trabajo sostenido a muy alto nivel. En términos de servicio a la Iglesia y de constancia en un trabajo de equipo, hay en esto un testimonio elocuente.
  3. La primavera vocacional que se vive en varios lugares. Ya se trate de porcentajes o de cifras absolutas, la Orden crece a buen ritmo en varias provincias. He visitado el noviciado en Hong Kong, el estudiantado (filosofía y teología) en Washington DC, el Studium Generale en Dublín, y veo que en distintos entornos la Orden despierta entusiasmo y generosidad en muchos jóvenes. Gracias a Dios, no son muchas las culturas realmente impermeables a una oferta gozosa y transparente que llame a servir al Evangelio, cuando una buena pastoral vocacional se sostiene en la oración y el testimonio.
  4. Hay procesos de consolidación que están sucediendo ahora mismo. En Bolivia avanza con fuerza un camino de unificación que fusionará en una sola entidad boliviana lo que hasta ahora han sido dos vicariatos misioneros, de Estados Unidos y Alemania, respectivamente. En Italia y en España se avanza en la redistribución de fuerzas, más allá de posibles y naturales distanciamientos e incluso prejuicios. Para mí ello habla de capacidad y disposición para mirar el futuro.

–¿Y en Colombia, en particular?

Lo primero que suele impactar a quienes miran por primera vez  la realidad de la Orden Dominicana en mi país es la abundancia vocacional, fruto de muchos factores, y entre ellos, la labor generosa de los promotores, desde hace años. Mi Provincia actualmente presta servicios de evangelización en Haití, Aruba, Puerto Rico, Irlanda, Canadá, Chile, Italia, Guinea Ecuatorial, y en algo más de una docena de sitios en Colombia. Tenemos estudiantes de especialización o postgrado en Francia, Alemania, Italia, España, Irlanda, Estados Unidos y Canadá.

Nuestra Universidad Santo Tomás cuenta con más veinte mil estudiantes y un número aún mayor de personas visita cada año el Santuario Mariano Nacional, en Chiquinquirá, regentado por nuestra Orden. Tenemos misiones, parroquias y colegios; hacemos presencia en el canal institucional de la Iglesia Católica en Colombia, Cristovisión, y contamos con una emisora de radio en AM y FM. Cerca de sesenta frailes, actualmente cursando su filosofía y teología, son la próxima generación que habrá de responder por estos modos de presencia y servicio para Colombia y para otras entidades de la Orden. Entre estos hay puertorriqueños, ecuatorianos, venezolanos, y por supuesto, colombianos, reunidos en nuestro Convento de Santo Domingo, en Bogotá. Más información en www.opcolombia.org

–¿Existe una Orden tercera dominica? ¿En qué consiste?

La nomenclatura de “tercera” Orden alude a un modo de ver la Iglesia, con una “primera” Orden (los frailes) y una “segunda” Orden (las monjas de clausura). Cuando tal terminología nació no había ni siquiera lo que hoy entendemos por “Hermanas” (de vida apostólica, o vida activa). Ser laico significaba entonces ir de tercero en el servicio a Dios; de tercero en las posibilidades de santificación; de tercero en el conocimiento de la fe. Ese modo de hablar ha quedado felizmente superado. Lo que no debe quedar “superado” es la conciencia de que un carisma es un don inmenso que puede y debe ser compartido.

Por eso la Orden habla hoy de seglares que participan de nuestro espíritu y amor por la predicación; es frecuente hablar de Movimiento Juvenil Dominicano, de Dominicos Voluntarios, de Laicos Consagrados, en diversas formas, que corresponden de modos amplios y a veces novedosos con la variedad de situaciones propias de una vida en el “saeculum.” Muchas veces el testimonio de estos laicos dominicos es elocuente y notable; en otras ocasiones, como también pasa a los demás miembros de la Familia Dominicana, su fervor o firmeza en la fe pueden dejar qué desear. En general, diría yo, sin embargo, el tono es de puertas y posibilidades reales y abiertas.

–De vez en cuando, hay dominicos y dominicas que hacen declaraciones contrarias a la doctrina de la Iglesia, por ejemplo en Holanda, en Inglaterra o incluso en España. ¿Por qué sucede esto en una Orden con voto de obediencia?

Ante todo, un voto de obediencia no es lo que, por sus solas fuerzas, nos va a mantener en fidelidad a la Iglesia. Con votos o sin votos, el corazón humano puede estar sometido al poder de las semillas de la herejía, a saber, entre otras: la soberbia, la ignorancia, el engaño y la vanidad. Por supuesto, uno espera que una persona consagrada, y mucho más si se trata de un presbítero, haya tenido un proceso de formación en la virtud y en la doctrina, y esto debería bastar para impedir que creciera el veneno, pero, de nuevo: las raíces de una doctrina dañada son finalmente de tipo espiritual, y conectan sobre todo con la fascinación del pecado, a través de una falsa pero deslumbrante sensación de libertad, de novedad o de nuevo vigor.

Aquí cabe una advertencia, sin embargo. Puede suceder que la formulación de un tema teológico, o que una iniciativa pastoral o doctrinal sea rechazada de manera oficial, incluso enfática, y luego la persona sea rehabilitada, a través de u proceso de mejor comprensión de sus palabras y del tema tratado. No olvidemos que el obispo Esteban Tempier consideraba a Tomás de Aquino como hombre de dudosa o falsa doctrina en numerosos puntos. La condena contra Tomás hizo que la Iglesia tardara unos tres siglos en rehabilitar al que ahora es llamado “Doctor Común.” En tiempos más recientes, los dominicos Marie-Joseph Lagrange, y luego Yves Congar, quien posteriormente fue creado cardenal, fueron condenados y hasta se les prohibió enseñar por un tiempo. Estas lecciones de la Historia antigua y reciente deben movernos a prudencia cuando se trata de lanzar anatemas. Por supuesto, con esto no quiero dar la razón a los progresistas que predican que un día la Iglesia pensará como ellos. La fórmula no es: “condenado hoy = rehabilitado mañana.” Si por algo han brillado los grandes dominicos que he mencionado es por su obediencia marcada de sensatez, humildad, encendido amor a la Iglesia, y deseo profundo de hacer el mayor bien a todos, empezando por los más pequeños o recientes en la fe.

–Usted ha creado un apostolado por Internet que llega a muchísimas personas. ¿Podría contarnos algo del mismo?

Gracias por preguntar. Puesto que mi oferta de evangelización es totalmente accesible, sin costo, en la dirección www.fraynelson.com creo que aquí basta con destacar algunos datos que pueden motivar una visita. A lo largo de más de doce años de servicio a la predicación en Internet he subido a los servidores más de 3500 homilías, para todos los ciclos litúrgicos. Hay también más de 1900 conferencias, de distinta duración, incluyendo cerca de treinta retiros y cursos completos. Todos los días envío un boletín de evangelización, “Alimento del Alma,” a algo más de 19000 suscriptores que se han inscrito en: amigos@fraynelson.com Esta obra se hace posible con la colaboración generosa de muchas personas, de las cuales un buen número se ha asociado a al red social www.fraynelson.net que cuenta con algo más de 4000 miembros activos. Lo importante, sin embargo, es que vivamos lo que se dice a la entrada de la página social: “Nuestra perspectiva es plenamente católica, en completa comunión de amor y obediencia con el Papa Benedicto XVI y sus sucesores.”

–¿Sigue teniendo la Orden dominica un amor especial por la Virgen y por el rezo del Rosario?

Respuesta corta: sí. Respuesta más extensa: la popular leyenda que presenta a Domingo recibiendo el Rosario, con sus quince misterios, de manos de la Virgen, nos ha obligado a los dominicos a profundizar en nuestros orígenes y en la historia de ese modo admirable de evangelización y contemplación. Hemos descubierto que tiene raíces monásticas, así como de la religiosidad popular, y en ese sentido, podemos situar el amor de Santo Domingo por la Madre de Cristo en una perspectiva que es, a la vez, más firme y más lúcida. Esto se manifiesta especialmente en las numerosas publicaciones, semanarios y revistas dedicadas a la Virgen, al Rosario, o a los Santuarios que, como polos, atraen al pueblo cristiano.