La paz necesita verdad y justicia, perdón y reconciliación

Los obispos vascos piden a Dios para los terroristas arrepentimiento y petición de perdón

 

En la homilía que los obispos mons. José Ignacio Munilla (San Sebastián), mons. Mario Iceta (Bilbao) y mons. Miguel Asurmendi (Vitoria) pronuncian hoy en cada una de sus diócesis piden que Dios conceda a los terroristas de ETA un «arrepentimiento verdadero» que les lleve a una «petición sincera» de perdón y a las víctimas de su violencia ofrecer ese «perdón sanador que, sin anular las exigencias de la Justicia, la supera».

25/02/12 1:14 PM


 

(Agencias/InfoCatólica) Esta reflexión forma parte de la homilía conjunta que los obispos mons. José Ignacio Munilla (San Sebastián), mons. Mario Iceta (Bilbao) y mons. Miguel Asurmendi (Vitoria) pronuncian en cada una de sus diócesis con motivo de la celebración de un encuentro de oración por la paz y la reconciliación promovido tras el anuncio por ETA del final de la violencia.

Mons. Munilla ha sido el primero en leer el documento, este mediodía en la Parroquia Iesu de San Sebastián, mientras que Mons. Iceta hará lo propio a las cinco de la tarde en la Parroquia del Carmen de Bilbao y, una hora después, Mons Asurmendi pronunciará la homilía en la Parroquia de San Miguel de Vitoria.

En una homilía conjunta con motivo de la celebración del ‘Encuentro oracional por la paz y la reconciliación’ bajo el lema “Busca la paz y corre tras ellas” , los obispos aseguran que la Iglesia quiere “renovar su misión y compromiso de ser servidora de reconciliación” y añaden que el anuncio por parte de ETA del final definitivo de toda actividad violenta “ha sido acogido por nosotros y por la sociedad con satisfacción y esperanza, pero continuamos deseando y demandando su definitiva desaparición”.

Conversión y arrepentimiento, petición de perdón

Según afirman, “tras el cese de todo lo que amenaza la integridad física o moral de las personas, los senderos de la verdad y de la justicia constituyen el itinerario para una reconstrucción moral y social, que garantice una convivencia en paz, digna y respetuosa”.

En ese sentido, dicen que, “particularmente el arrepentimiento y el perdón son necesarios allí donde las agresiones del terrorismo y de toda clase de violencia o injusticia han abierto heridas profundas” y, por ello, “piden a Dios que quienes han dañado y ofendido al prójimo sientan su llamada al arrepentimiento verdadero y a la petición sincera de perdón”.

Asimismo, recuerdan que “Cristo nos enseña a perdonar y por el don del Espíritu se nos ofrece la capacidad de practicarlo” y afirman que “el perdón pedido y otorgado libera el corazón humano y nos hace semejantes a nuestro Padre misericordioso”. Por eso, también ruegan a Dios que, “a quienes han experimentado la agresión y todo tipo de violencia física o moral les conceda la gracia de poder ofrecer este perdón sanador y liberador que, sin anular las exigencias de la justicia, la supera”.

Memoria, justicia, reconocimiento, perdón

Asimismo, en el texto de la homilía manifiesta que la memoria de las víctimas, “así como el acompañamiento a sus familias, constituyen una exigencia de la justicia, así como un testimonio perenne de gratitud y reconocimiento y un elemento ineludible para la reconciliación social”.

Tras señalar que “la paz procede originariamente de Dios, pero precisa de nuestra colaboración para que fructifique”, afirman que “la muerte, en Jesús, se transforma en vida, y es la esperanza cierta que puede llenar de paz y serenidad a quienes han padecido en carne propia la herida profundamente injusta del terror y de la violencia”, así como que “sólo Cristo arroja luz sobre nuestra historia y sólo desde Él podemos conocer la verdad de las cosas, superando visiones parciales y fragmentadas de una realidad tan dolorosa como la que hemos vivido”.

“Con Él podemos volver la mirada sobre el relato de nuestra historia, y unidos a Él podremos reconocer el daño causado, valorar críticamente nuestras acciones y omisiones, restablecer la justicia y abrirnos al perdón y a la reconciliación”, aseguran.

Cristo y la Iglesia, el ministerio de la reconciliación

Los obispos creen que “el ministerio de la reconciliación está en el corazón mismo de la misión de la Iglesia” y aseguran que “es un encargo que el Señor otorga a quienes ha reconciliado consigo por el Misterio pascual”. En ese sentido, destacan que los cristianos de sus diócesis, acompañados por sus pastores, “han realizado un largo recorrido en el servicio de la reconciliación, mediante múltiples y variadas iniciativas, con la conciencia de estar ejerciendo un ministerio fruto de la voluntad y el envío por parte de Dios, que al mismo tiempo responde a una necesidad de nuestra sociedad”.

“La Iglesia –aseguran– tiene por cometido primordial anunciar esta gracia que exhorta a la conversión profunda y a acoger y ofrecer el perdón en el camino de la reconciliación”.

Por otro lado, agradecen que en su búsqueda de la paz han tenido como “compañeros de camino” a instituciones, asociaciones, movimientos, iniciativas de diverso tipo y “tantos hermanos y hermanas que se han empeñado, con esfuerzo y constancia, en lograr el fin de toda violencia y nos han invitado reiteradamente a recorrer el camino de la reconciliación”.

Los obispos han destacado que “el Señor nos convoca a todos, instituciones y particulares, a colaborar en el afianzamiento de una cultura de la reconciliación y de la paz promoviendo e impulsando el encuentro, el diálogo y la reflexión, actuando con sabiduría”.

En ese sentido, instan a “aprender a vivir en el respeto y aprecio mutuos, más allá de nuestros condicionamientos ideológicos, sociales o políticos para encontrarnos respetuosamente con quienes piensan o viven de distinta manera que nosotros, en una sociedad que es plural y compleja pero que quiere vivir en paz y prosperidad, mirando al futuro con esperanza”.

“Sintámonos nuevamente enviados por el Señor a ser ministros de reconciliación, constructores de paz. El Espíritu Santo sigue derramando sus dones para que germine entre nosotros la paz como don de Dios, que requiere a su vez nuestro esfuerzo y colaboración. Que el Señor nos fortalezca y María nuestra Madre nos acompañe en esta hermosa y necesaria tarea. Como nos anunció el Señor resucitado: ¡Que la paz esté siempre con nosotros!”, concluyen.