HOMILÍA DEL OBISPO

ORDENACIÓN SACERDOTAL DE D. LUIS ÁNGEL MURGA DÍAZ

Texto íntegro de la homilía pronunciada por D. Vicente Jiménez Zamora, obispo de Santander, en la ordenación sacerdotal de Luis Ángel Murga Díaz, celebrada en la S. I. Catedral de Santander el día 18 de marzo de 2012, víspera de la solemnidad de San José

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18.03.2012 | D. Vicente Jiménez Zamora, obispo de Santander


            Queridos hermanos:

            Celebramos en esta liturgia la Misa vespertina de la solemnidad de San José, el Esposo de la Virgen María y  Padre legal de Jesús, y el Día del Seminario, con el lema: “Pasión por el Evangelio”. La Iglesia coloca a los Seminarios bajo la fiel custodia de San José, cabeza del hogar de Nazaret, en el que Jesús se preparó durante los años de su vida oculta para la misión que el Padre le había confiado: ser profeta, sacerdote y rey.

            Hoy es un día grande para nuestra Diócesis de Santander y para nuestro Seminario de Monte Corbán. ¡Alegrémonos, porque Luis Ángel es elegido para ser Sacerdote de Jesucristo!

            Bienvenidos todos los que participáis en esta celebración de la Eucaristía, la fiesta primordial de los cristianos: sacrificio, comunión y presencia real de Cristo en medio de nosotros.

      Bienvenidos, hermanos sacerdotes, que concelebráis conmigo e imponéis vuestras manos sobre Luis Ángel, para acogerlo con un abrazo fraterno en la comunión sacramental de nuestro presbiterio diocesano. Bienvenida querida familia, padres y hermanos, que habéis hecho de vuestra casa una “iglesia doméstica”, en la que el padre es diácono permanente en nuestra Diócesis. ¡Gracias, queridos padres, por entregar un hijo a Dios y a la Iglesia!

      Bienvenidos queridos compañeros del Seminario y de manera especial quienes habéis sido su Rector, Formadores, Profesores y personas de servicio. La Diócesis os agradece vuestro servicio, así como a los sacerdotes de Reinosa, parroquia de Luis Ángel, y a las comunidades campurrianas; a las parroquias de la zona de Santiurde de Reinosa, donde realizó parte de la etapa pastoral, y a las parroquias del Arciprestazgo de la Santa Cruz en Potes, donde ha ejercido el Diaconado, y que hoy le acompañáis.

       Agradecimiento a la Comunidad de monjes de Cóbreces, donde Luis Ángel ha practicado unos días de retiro espiritual. Bienvenidos religiosos, fieles laicos, amigos, especialmente jóvenes de la Diócesis y de otros lugares. Queremos arroparte, Luis Ángel, unirnos a tu acción de gracias y orar por ti en el día señalado de tu ordenación sacerdotal.

Como Obispo siento “temor y temblor”, asombro y agradecimiento, porque eres el cuarto sacerdote formado en nuestro Seminario de Monte Corbán, a quien voy a imponer las manos y ungir con el santo crisma, después de Emilio Maza, Hilario Obregón y Manuel Ángel Romero.

 

Solemnidad de San José

Celebramos hoy la solemnidad de San José en pleno tiempo de Cuaresma. No es un obstáculo en el camino hacia la Pascua, sino una ayuda para profundizar en el misterio del plan de salvación.

 En las lecturas proclamadas aparecen tres personajes: David, Abrahán y José, unidos por la misma fe y esperanza en Dios. El sacerdote es también el hombre de fe y esperanza. Dios promete a su siervo David una descendencia de la cual nacerá el Mesías ( 1ª lectura). José, el esposo de María, es el último eslabón de la descendencia de David; es el varón justo y fiel que el Señor puso al frente de la familia de Nazaret (Evangelio). José como nuevo Abrahán es el hombre creyente que creyó contra toda esperanza y sirvió fielmente a los planes de Dios (2ª lectura).

 

Pastor del rebaño que Dios te confía

La ordenación sacerdotal te va a constituir en sacramento viviente de Cristo Cabeza y Pastor de la Iglesia. A través de tu ministerio, Cristo hace presentes sus misterios de gracia: bautiza, perdona, actualiza el sacrificio de su muerte y resurrección, bendice, reúne al pueblo, sirve y ama a todos, especialmente a los pobres y necesitados.

Como pastor tienes que dar la vida por las ovejas. Así lo has querido plasmar en la tarjeta de invitación de tu ordenación sacerdotal. Es el misterio de la cruz, que es misterio de amor y que está en el centro del servicio pastoral.

 El sacerdote se entrega cada día a Dios y a los hombres en la celebración de la Eucaristía, centro de su vida y ministerio. La vida no se da sólo en el momento de la muerte o en el martirio, se va dando día a día. Día a día debes estar a disposición del Señor para lo que necesite de ti, aunque otras cosas te parezcan más urgentes y más importantes. Da la vida, no te la guardes. Ama apasionadamente a Jesucristo y ten pasión por su Evangelio, como dice el lema del Seminario de este año. Así experimentarás la verdadera libertad interior que es la capacidad de amar. Sólo quien da su vida, la gana.

Como pastor tienes que conocer a las ovejas. Se trata de un “conocer” en el sentido bíblico, es decir, conocimiento desde el corazón y desde la experiencia, en una relación de intimidad con el Señor. Es la tarea pastoral práctica de estar con la gente en los pueblos, quererla, acompañarla, compartir sus gozos y penas, estar abierto a sus necesidades y responder a sus preguntas.

Como pastor debes servir a la unidad. El buen pastor va en busca de la oveja perdida para conducirla a la unidad del rebaño. Obviamente, un sacerdote debe preocuparse por los que creen y viven en la Iglesia, por los que buscan en ella el camino de la vida y que, por su parte, como piedras vivas, construyen la Iglesia.

 Sin embrago, como dice el Señor, también debemos salir de nuevo “a los caminos y senderos” (Lc 14, 23) para llevar la invitación de Dios a su banquete también a los hombres que hasta ahora no han oído hablar para nada de él. La puerta de la Iglesia está abierta para todos, como acaba de anunciarnos el Papa Benedicto XVI, en su carta apostólica Porta fidei, convocando el Año de la Fe.

 

Llamada a los jóvenes

Dios quiera que tu ordenación sacerdotal, querido Luis Ángel, sea una siembra de vocaciones para nuestro Seminario. Que la alegría de tu entrega llene de esperanza a nuestro presbiterio diocesano y nos anime y ayude a trabajar sin descanso por la pastoral vocacional.

Queridos jóvenes, amigos del Seminario, daos cuenta que el sacerdocio es una formidable gracia, un gran don para la Iglesia y el mundo, un camino de felicidad. Me dirijo a vosotros, y os digo:

Poneos en actitud de escuchar la voz de Dios y decidle como el joven Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam 3, 9). Y si os habla, contestadle con prontitud: “Aquí estoy, porque me has llamado” (1 Sam 3, 5).

Pedidle a Dios generosidad y valentía para no bajar la mirada ante la de Jesús, como el joven rico del que nos habla el Evangelio, que no tuvo el coraje de dejar los bienes materiales (cfr. Mt 19, 16-22).

Sed valientes para no quedaros enredados en la seducción de los placeres fáciles del mundo y para dejar en la playa de la vida vuestros proyectos e ilusiones en que hasta ahora soñabais.

 ¡Qué difícil dejarlo todo, pero, al mismo tiempo, qué alegría sentir en vuestro corazón la llamada de amor y predilección de Jesús, que es vuestro amigo. ¡Cristo será entonces el verdadero tesoro de vuestras vidas por el que merece la pena dejarlo todo! (cfr. Mt 13, 44).

Querido Luis Ángel: vive tu sacerdocio ‘en la escuela de María’. Que la Virgen te acompañe siempre en tu ministerio. No abandones jamás la tierna y filial devoción a la Madre de Jesús, que es la Madre de los sacerdotes.

Da gracias a Dios, porque para siempre Él te hace sacerdote: ‘sacerdos in aeternum’. ¡Que lo que Dios ha iniciado en ti, Él lo lleve a su más feliz cumplimiento! Amén.