1.03.12

Malestares

A las 12:49 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Muy personal
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Malestares

Si hay algo que caracterice al tiempo de Cuaresma es la conversión. Así, confirmamos que estamos dispuestos a hacer propósito de enmienda y a tratar de ser buenos y mejores. Y esto porque un hombre, hijo de una joven llamada María, se empeñó en morir por todos para que, al menos, se salvara quien en Él creyera y confesara tal verdad espiritual.

Convertirnos es, más que nada, tratar de obviar los malestares que nos aquejan y que son provocados, muchas veces, por nuestra bajeza espiritual y por nuestro modo particular de entender las cosas de Dios, nuestro Padre del Cielo. Andamos a ras de tierra sin darnos cuenta de que valemos, para el Creador, todo lo que creyó que era muy bueno cuando lo creó: hombre y mujer los hizo y pensó, el Misericordioso, que éramos buenos.

Andar sobre las ascuas
de nuestra vida,
quemando el corazón
y entregándolo
al quien lo deshace
con sus mundanidades
y vernos, totales,
ante el vacío de la fosa.

 

También puede venir a ser la conversión olvidar, quizá para siempre, la desazón que no nos permite respirar en un ambiente espiritual sano; abandonar la blasfemia continua de ciertos ambientes sociales y la dejación de la fe por parte de nuestros propios hermanos, hijos de Dios también que han preferido el mundo a su Padre Omnipotente; no tener presente, si es que eso es posible, la malsana costumbre de tener por extraordinaria la lectura de la Palabra de Dios como si de una rara avis se tratara, sílabas que casi nunca vienen a la mente del creyente cuando se le pone ante los ojos tal o cual aspecto de lo que cree.

Verse reflejado
en el rostro de Cristo
y mirar para otro lado
por vergüenza
o por no poder soportar
una verdad tan bella
nuestro mundano corazón.

Malestares que agobian nuestro corazón del que no sale la abundancia de la que habla la Santa Escritura sino, al contrario, pacato consentimiento ante las propuestas de dejación de nuestra fe; malestares varios con los que nos crucificamos sin perdonar a los que sí saben lo que hacen al respecto de nosotros porque nos tienen por suyos, vicios y carnalidades, concupiscencias tres que no queremos ni dejar ni abandonar ni olvidar. Porque somos así: hijos de Dios que se han dejado enseñorear por la tierra que el Creador les dio para que fuera suya y, al contrario, ha caído en manos del Príncipe de este mundo, Bestia que nos ha marcado la frente y la mano y, a nuestro gusto, ha tomado posesión de lo poco puro que quedaba de nuestro corazón.

¡Luz, luz! pidamos luz
que nos ampare
y nos saque de nuestra
flaqueza de hombres
no divinos sino humanos,
en exceso poseídos
pero libres, aún,
de tomar como nuestro
el partido de Dios.

Por eso, si hay algo que caracteriza a la Cuaresma es la conversión y algo que nos caracteriza a nosotros son los malestares que queremos echar fuera, como exorcismo de lo malo que nos posee. Y tender manos y corazón a Dios que, con Cristo, nos perdonó y perdona.

Eleuterio Fernández Guzmán