6.03.12

De pesca

A las 11:38 AM, por Luis Fernando
Categorías : Apologética católica, Protestantismo

 

Por primera vez desde hace unos cuantos años, ayer entré en un chat alojado en una web protestante evangélica. No era mi intención intervenir. Solo quería ver como se desenvuelven los evangélicos hispanohablantes que usan esa herramienta de comunicación. De vez en cuando visito sus foros y la verdad es que el nivel teológico de los mismos se ha desplomado en la última década y está en unos niveles alarmantes. Una de las razones de dicho desplome es que sectas como los adventistas del séptimo día, los testigos de Jehová y grupúsculos que profesan todo tipo de herejías trinitarias y cristológicas han plantado sus reales en algunos de dichos foros.

Lo cierto es que el nivel de conocimiento doctrinal del protestante hispanoamericano sigue bastante por debajo del que se puede apreciar en los foros evangélicos de EE.UU. Si lo que veo corresponde a la realidad, las diferencias han aumentado. Es decir, los protes hispanos captan a muchos católicos ignorantes pero apenas logran sacarles de dicha ignorancia. En mucha ocasiones son incapaces de hacer una defensa bíblica simplona de doctrinas verdaderas como la Trinidad o heréticas como la Sola Fide. Esa puede ser una de las razones por las que el pentecostalismo está arrasando entre las filas evangélicas. Salvo excepciones, el pentecostalismo apela mucho más a las emociones que al intelecto. Mientras que el protestantismo evangélico de siempre descansaba en el estudio continuo de la Escritura -aunque fuera siguiendo sus propias tradiciones exegéticas heréticas- ahora descansa más en el berrido del pastor Johnny y las convulsiones de la hermana Sandy. Todavía quedan denominaciones como las Asambleas de Hermanos o congregaciones bautistas donde la doctrina es algo más que una excusa para celebrar un culto movido, pero el avance numérico se da sobre todo entre pentecostales.

Como cabía esperar, alguien dentro del chat lanzó un ataque contra la Iglesia Católica. Eso no ha cambiado. Para muchos protestantes -quizás no la mayoría, pero sí un porcentaje importante- el cristianismo consiste en una obsesión enfermiza con el catolicismo. Hay algunos que no sabrían de qué hablar si no pudieran meterse con el papado, con el culto a María y los santos, etc. Tras dicho ataque, decidí intervenir. Y ocurrió lo que me esperaba. Durante un tiempo, los protestantes allá presentes intentaron mantener un debate doctrinal conmigo. Pero pronto, antes de lo que pensaba, optaron por la táctica del calamar. Cambiar de tema constantemente y repetir versículos como si fueran mantras sin dejar que les refutara la interpretación errónea que hacían de los mismos.

Obviamente contaba con una doble ventaja. La fe católica, cuando el Señor da la gracia de defenderla adecuadamente, siempre brilla ante las tinieblas de la heterodoxia. Da igual que la herejía la profesan los progre-eclesiales pseudo-católicos o la profesan los protestantes “pata negra". La mentira no resiste el embate de la verdad. Y además, me conozco absolutamente todos sus argumentos. Aunque desearía no haber abandonado nunca la Iglesia, pecado que no admite justificación ni siquiera en las circunstancias personales que me llevaron a cometerlo, tengo cada vez más claro que el Señor quiso sacar bien de ese mal, permitiendo que buceara durante unos años en las aguas del error protestante para, una vez vuelto a la barca de Pedro, poder refutarlo mejor.

Ganar un debate doctrinal no implica ganar un alma para la Iglesia de Cristo. La conversión se obra sobre todo en el corazón, no en el ámbito de las discusiones apologéticas. Y no es posible dejar de ser protestante y convertirse en católico sin verdadera conversión. La cual solo es posible si la gracia de Dios impregna el alma y ésta se deja guiar. Ahora bien, dado que gran parte de los que abandonan la Iglesia camino del protestantismo lo hacen porque les han convencido de que la misma enseña doctrinas que contradicen la Escritura, no hace falta ser muy sabio para intuir que si se ayuda a recorrer el camino inverso, defendiendo la fe católica con la Biblia en la mano, las puertas de la conversión se abrirán con más facilidad.

Defender la fe católica en un debate público es un privilegio para quienes reciben la gracia de poder hacerlo. Todos debemos saber dar razón de nuestra fe, pero no todos están capacitados para entablar discusiones doctrinales y teológicas. De hecho, siempre he dicho y diré que si un católico no está suficientemente formado, lo mejor que puede hacer es evitar ese tipo de contiendas. Y para los que saben más, es urgente evitar caer en el pecado de la soberbia espiritual. No se trata de demostrar lo mucho que se sabe -que al fin y al cabo lo sabemos porque Dios nos ha concedido saberlo- sino de lograr que muchos hermanos separados regresen o entren por primera vez en el rebaño de Pedro, que es el rebaño de Cristo.

Pescadores de hombres somos. Es bueno salir de pesca de vez en cuando. Pero hay que saber pescar y hay que confiar en que es Dios, y no nosotros, quien obra toda pesca milagrosa. Y sin el milagro de la conversión, no pescaremos nada.

Luis Fernando Pérez Bustamante