8.03.12

Parece de sentido común

A las 11:35 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Que el aborto provocado es algo malo parece de sentido común. Abortar es interrumpir de forma deliberada el desarrollo del feto durante el embarazo. Una interrupción letal, porque la consecuencia para el feto es una sola: su muerte. Antes de nacer todos hemos sido fetos. Todos hemos vivido una etapa de nuestra existencia en el útero de nuestra madre.

Resulta duro aceptar que se considere algo justo que una madre, de forma deliberada; es decir, voluntaria, intencionada y a propósito, ponga fin a la vida de su hijo. Porque el feto es su hijo. No es ninguna otra cosa. Entre el día antes y el día después del parto el único cambio que se da es el de vivir dentro de la madre a vivir fuera de la madre. Si justo después de nacer somos seres humanos es que ya lo éramos antes.

Tampoco puedo entender que algunos defiendan que se puede ser humano sin ser persona. La condición humana tiene que ver con lo que somos: seres dotados de alma y cuerpo. Pero, además de tener esa naturaleza humana, somos personas: somos un yo, un sujeto, un “alguien” y no solo un “algo”. En definitiva, un “fin” y no un “medio”.

Somos “alguien” y no solo “algo” mientras dormimos, mientras estamos anestesiados, mientras somos pequeños. Incluso sin la capacidad actual de ser conscientes de nosotros mismos y de poder tomar decisiones seguimos siendo lo que somos.

La madre tiene un cometido insustituible antes de que nazca el niño: la gestación, llevando y sustentando en su seno al embrión o feto hasta el momento del parto. Pero también, después del parto, un niño no puede subsistir, no puede seguir viviendo, si alguien no se ocupa de él, si no lo cuida.

Una madre se mata como madre si elimina a su hijo. Incluso en el peor de los casos, cuando la maternidad es el resultado de una violación, a quien la mujer lleva dentro es a su hijo. Un hijo no deseado, pero un hijo al fin y al cabo. Un tercero, que no es ella, ni es el hombre que la ha embarazado, pero que, en definitiva, es un hijo que depende, sobre todo, de ella.

Apostar por las mujeres, apoyarlas, no puede equivaler a cargar sobre ellas solas la terrible responsabilidad de impedir que sus hijos nazcan. Apostar por las mujeres supone, a mi modo de ver, ayudarles a que no tengan que optar nunca por matar al niño que llevan dentro.

Parece de sentido común, pero muchos se niegan a verlo.

Guillermo Juan Morado.