20.03.12

Un amigo de Lolo - Cuajarse en la voluntad de Cristo

A las 12:09 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Cuajarse en la voluntad de Cristo

Para el mundo en el que nos ha tocado vivir, tener en cuenta a Cristo en nuestra vida suele ser realidad a la que se presta poca atención. Como mucho se tiene al Hijo de Dios como un gran hombre, hasta como a un profeta grande (así lo creen los musulmanes) o como alguien que hizo grandes cosas pero no como Quien, en realidad, era, es y será.

Por tanto, no es difícil creer que muchas veces el hombre, el que sin fe vive y muchos de los que dicen tenerla y gozar con ella, se ha entregado al mundo y no es de Cristo. Por eso tampoco nos resulta extraño que la voluntad de Dios, cumplida a la perfección por el Emmanuel, se tenga como prescindible e, incluso, como nunca manifestada.

Nosotros, sin embargo, aquellas personas que trazamos en nuestra vida (intentamos o tratamos de hacerlo) un camino que lleva, más o menos (caídas mediando) en línea recta hacia el definitivo Reino de Dios, no podemos menoscabar lo que Cristo dijo ni lo que hizo ni, por fin, lo que quiso que quedara reseñado en nuestro corazón.

Lo bien cierto, a este respecto, es que, como algunos a los que Dios privilegia con el don de tenerlo siempre presente en sus vidas, los que miramos con ojos bien abiertos y con corazón encogido sus existencias y milagros particulares, tratamos de descubrir, en tales hermanos en la fe, lo que momento a momento, hora a hora, día a día y ejemplo a ejemplo, han tomado como bueno y benéfico para sí de lo de Cristo. Y son como un espejo en el que mirarnos.

Así, aquellos que han mirado a Cristo cara a cara y en su particular pasión han visto reflejada la que sufrió nuestro hermano nacido de María, han podido sostener, en su corazón, la Palabra que era y es Vida y es Camino y es Verdad y han sabido, haciéndose pequeños como niños para alcanzar el Cielo que Dios promete a los que así son, hacer propias las divinas sílabas que forman la Palabra de Dios. Y han sido, por eso mismo, cauce por el que caminar y en el que reposar cuando nos sentimos cansados y derrotados por nuestra incapacidad de amar como Dios quiere que amemos o de perdonar como quiere que perdonemos. Ellos sí lo han hecho y son, también, ejemplo.

Sí han sabido nacer a Cristo y formarse en Cristo como aquellos árboles que toman su sustento a través de las raíces que, además, los sostienen al suelo. Ellos son luz a la que mirar en las tribulaciones y en los momentos de dudas y de desviaciones de la fidelidad. Y ellos, que han logrado demostrar que la bondad de Dios es bien cierta y que en sus vidas se concreta lo que significa, han podido cuajarse en Cristo y su voluntad ha dejado de ser la suya para ser la que es del Maestro y, así, la de Dios mismo.

Y nosotros, los que miramos admirados los logros del alma que han alcanzado algunos de nuestros hermanos no somos capaces, siquiera, de describir en su totalidad lo que supone para nuestras vidas que ellos se hayan anticipado a ocupar una de las estancias que Cristo fue a prepararles. Y nos queda, sin embargo, la sensación de que mirándoles hacemos lo propio con Aquel que, en su Pasión, supo ser hombre siendo Dios y, sufriendo injustamente lo indecible, nos amó hasta el extremo.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán