27.03.12

¡Benedicto, hermano… ya eres mexicano!

A las 7:37 AM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América
 

“¡Benedicto, hermano… ya eres mexicano!”. Por las calles de León, Guanajuato y Silao, resonaron hasta el hartazgo esas cinco palabras que ya pasaron a la historia como el cántico más entonado durante la visita apostólica a México. Dos frases que resumen el ánimo de un pueblo “reconciliado” con sucesor de Pedro, tras siete años de ambigua distancia. Porque los mexicanos necesitaban un encuentro personal con el Papa, un contacto directo con el pastor.

Para el director de la sala de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, el “gran encuentro” entre Benedicto XVI y el pueblo de México tuvo lugar este domingo 25 de marzo, durante la misa multitudinaria en el Parque Bicentenario de la localidad de Silao, ubicada en el corazón geográfico del país.

Unas 640 mil personas abarrotaron la explanada a la espera del pontífice, quien llegó a bordo del “papamóvil”. Durante su recorrido entre la multitud, que duró casi 30 minutos, ocurrió de todo. Al paso del vehículo blanco los fieles se emocionaron, cantaron, agitaron banderas, sacaron fotografías para el recuerdo y hasta rompieron en llanto. El líder católico se sintió a gusto y hasta se probó un fino sombrero mexicano de charro.

“Para mí la finalidad esencial de este viaje fue bien realizada, existía la necesidad de un encuentro personal entre el Papa Benedicto XVI y el pueblo mexicano. Este era un profundo deseo, porque el gran amor y la gran familiaridad del pueblo con Juan Pablo II es una realidad maravillosa, pero era difícil para los mexicanos pensar y amar intensamente a un sucesor que no conocían bien”, reconoció Lombardi.

“Ahora con este viaje creo que esta cierta distancia, si se puede decir, entre la sensibilidad común del pueblo y la persona concreta de Benedicto, está superada porque este contacto personal tuvo su efecto y los mexicanos pudieron ver concretamente al Papa en su tierra, en medio de ellos”, agregó durante una conferencia en el Centro Internacional de Prensa de León.

Para el portavoz vaticano la cercanía de Joseph Ratzinger hizo realidad el anhelo de los fieles expresados en sus cánticos porque, según él, las famosas palabras “Benedicto hermano, tu eres mexicano” ahora son verdad. A partir de ahora no sólo Juan Pablo II “es mexicano”, también su sucesor: en un paso de estafeta realizado “con verdad, con profundidad y sencillez”.

“También se usa el lema ‘¡Benedicto, amigo, Juan Pablo está contigo!’. En un solo cántico se une a los dos papas, en un sentido de integración y cercanía del Papa anterior con Benedicto”, apuntó Lombardi.

Ese fue el sentir en las calles y durante los actos públicos con el líder católico. Los homenajes para él se multiplicaron, también a nivel institucional, en un país de grandes e históricas contradicciones en la relación Iglesia-Estado. Los alcaldes de los tres municipios que pisó el pontífice durante su visita decidieron otorgarle las llaves de sus respectivas ciudades. Lo honraron con sus mayores reconocimientos, lo trataron como ciudadano ilustre.

Primero recibió las llaves de la ciudad de Guanajuato de manos de su presidente municipal, Edgar Castro Cerrillo. Luego fue el turno de León y finalmente de Silao. Pero la condecoración más importante que recibió el obispo de Roma en estos días fue el cariño de las multitudes, nunca empañada por los pocos detractores.

Desde su recepción el viernes 23 de marzo, primero en el aeropuerto local y después por las calles de León, pudo advertirse cómo las multitudes estaban dispuestas a agradecer públicamente la decisión del pontífice de visitar esta tierra. Unas 700 mil personas formaron vallas humanas por más de 30 kilómetros. Un día después un millón salió a las calles para acompañar al “papamóvil” en su recorrido de León a Guanajuato.

Una manifestación de afecto que, según el mismo Lombardi, dejó muy sorprendido al obispo de Roma. Una expresión popular que manifestó las razones por las cuales era importante, para el mismo Benedicto XVI viajar, a tierras mexicanas. Una devoción que zanjó definitivamente siete años de lejanía y puso nuevamente a México en el corazón del Papa.